Cinco
propuestas recreadas
Proyecto de bandera para el Perú, 1825
Por Miguel Carrillo Bascary
Referencias
previas
El Perú proclamó su independencia de la Corona de
Castilla bajo el amparo de su “protector”, el general argentino José de San
Martín. Esto fue el 28 de julio de 1821 y se concretó en el estandarte rojo y blanco formado por
cuatro triángulos, que provisoriamente dispuso a este fin. El Libertador no se
consideró autorizado para fijar la enseña definitiva de la nueva nación. Meses
más tarde José Bernardo Torre Tagle, que desempeñaba la primera magistratura
del nuevo país, modificó la bandera, presumiblemente para simplificar su
construcción. Así, el 15 de marzo de 1822, ordeno fuera de tres franjas horizontales, roja, blanca y roja, con un Sol
encarnado en su centro.
Poco más tarde para evitar peligrosas confusiones con
la enseña roji-gualda empleada por los cuerpos que aun respondían a las
autoridades realistas, el lábaro del Perú
para uso de los “buques de guerra, plazas marítimas y sus castillos”, se modificó manteniendo esos colores,
pero en vertical, según lo ordenó mismo Torre Tagle, por decreto del 31 de mayo
de 1822.
Ya durante el gobierno de Simón Bolívar, el Congreso Constituyente del Perú dispuso que la
enseña nacional guardara esa composición, con el escudo oficial en su centro. Hasta aquí la historia es bastante sabida,
justifico incluirla para información de los lectores que no estuvieran
familiarizados con la evolución del símbolo.
Son mucho
menos conocidos los cinco proyectos
de vexilos que consideró esa corporación, que de ser aprobado alguno de ellos
se habría convertido en la bandera definitiva del Perú.
Quien realizó la primera relación sobre ellos fue el
eminente Carlos Paz Soldán y
Benavides[1],
a quien con toda justicia debería considerarse como el primer vexilólogo peruano, una calificación que se justifica a
todas luces por ser autor del opúsculo “La
Bandera y el Escudo Nacionales[2]”
(Lima, 1907), que sirve de base a esta nota.
Carlos Paz Soldán (1844-1926)
Referencia ahí que el Congreso Constituyente, trató el
tema de los símbolos peruanos en sus sesiones secretas de los días 23 y 24 de
febrero de 1825. Para facilitar la entelequia de la transcripción me permito subdividir el largo párrafo donde el autor consigna que:
“Según el
extracto que personalmente tomamos hace años, de las actas citadas, resulta que
fueron cinco los proyectos presentados para la bandera, uno del Gobierno, y en
los que dictaminó la Comisión Diplomática.
Uno de ellos, prescribía que tuviera dos fajas
horizontales; la superior blanca y la inferior amarilla; en la blanca habría un
gorro de la libertad, rodeado de ocho estrellas que representaban las ocho
provincias.
En el segundo
se fijaban tres fajas horizontales; la superior e inferior rojas y la del
centro dividida en dos, la inmediata al asta, verde con un Sol rodeado de ocho
estrellas, y la otra mitad, blanca.
En el tercero se señalaban tres fajas horizontales,
la superior e inferior rojas y la del centro blanca; la faja superior tenía un
Sol blanco rodeado de ocho estrellas.
En el cuarto, tres fajas horizontales; la superior e
inferior rojas, la del centro subdividida en dos partes, la del extremo blanca
y la inmediata al asta, azul con un escudo de ocho rosas, en cuyo centro había
un Sol y una Llama, el fondo del escudo era color de oro; y
En el quinto se proponía que tuviera dos fajas horizontales,
la superior roja con un Sol amarillo rodeado de ocho estrellas blancas; y la
inferior blanca”.
Continúa indicando Paz Soldán: “No consta de actas que se hubiera entrado en
la discusión de esos proyectos; pues sólo se consigna que – ‘Por indicación del
Sr. Mariátegui, se votó y se aprobó’ que se adoptase por la República del Perú,
la Bandera y escarapela designada por el decreto provisorio". De
donde, prevaleció el concepto de mantener la forma dispuesta por el decreto
fechado el 31 de mayo de 1822, con la sola modificación del emblema cargado en
el centro. En consecuencia, pareciera entenderse que los proyectos presentados no fueron ni siquiera considerados.
Este será entonces el marco documental de que me sirvo para el presente estudio.
Análisis
general
Las propuestas descriptas destacan por su detallada formulación, cosa poco
habitual en la documentación y en la historiografía propia del siglo XIX. Es
cierto que como vexilólogos hubiéramos querido mayores precisiones aún, pero
los términos consignados resultan suficientemente claros como para intentar reconstruir esos diseños. Por
supuesto que es de lamentar que en las actas del Congreso no se hayan insertado
los bocetos que acaso pudieron acompañar a las cinco iniciativas.
Es significativo que los cinco ensayos sean a franjas horizontales, lo que contrastaba
con el vertical de la bandera provisoria que finalmente prevalecerá. Dos de
ellos, el Nº2 y el Nº4 plantean una curiosa partición de su franja central en segmentos iguales de colores
contrastantes.
En cuanto
a colores, el favorito es el rojo,
con cuatro referencias. Hay un notorio predominio (3 de 5) del blanco y el rojo,
popularizados por el vexilo provisorio concebido por el general San Martín.
Destaca la presencia en cuatro diseños del Sol (Inti), deidad fundamental para
las culturas originarias de la región. Cabría apuntar que también se veía en la
bandera de la República Argentina, que la tradición indica corresponde a la
misma raigambre. Nada dicen los registros sobre la forma en que debía representarse el astro, aunque cabe especular
que se manifestara con rostro, si bien persiste la incógnita sobre el número de
rayos que pudieran tener, quizás entonces no se pensó en la importancia del
detalle, lo mismo ocurrió cuando en 1818 se lo fijó en la bandera argentina.
En tres de los proyectos se incluyen ocho estrellas que, al decir de Paz Soldán,
representaban a las ocho provincias
(departamentos) en que se dividía el territorio peruano. La interpretación es
válida ya que se correspondería con las incluidas en la bandera de los Estados
Unidos, que aluden a las antiguas trece colonias que le dieron origen. Al
respecto cabría entender que serían estrellas
de cinco puntas, en plata, por cuanto la Heráldica, disciplina que entonces
regía en la materia estipula que a falta de precisiones en el enunciado los
elementos del blasón se representan en sus colores “naturales” y a nadie escapa
que estos astros se perciben blancos y restallantes. La referencia a estas ocho
provincias se refuerza con la mención de igual número de rosas que aparece en el diseño Nº4.
Por su parte, el investigador y geógrafo John Beraún Chaca[3],
nos informa que, hacia 1822 el Perú se descomponía en 12 circunscripciones: Lima,
La Costa, Huaylas, Tarma, Trujillo, Cuzco, Arequipa Huamanga, Huancavelica,
Puno, Maynas y Quijos. Aunque es bien cierto que las intendencias que componía
el territorio del Virreinato hasta 1822 eran ocho: Lima, Cuzco, Arequipa, Puno,
Trujillo, Huancavelica, Huamanga y Tarma, a lo que podría sumarse la
Comandancia General de Maynas. En consecuencia, llama la atención que hubiera
un entendimiento general en definir ocho estrellas y ocho rosas, toda vez que
en el Congreso Constituyente existían diputaciones por cada una de las
jurisdicciones indicadas. Es un dato objetivo que señalo, pero que parece no
extrañar a Paz Soldán.
La disposición en
círculo de las estrellas se justifica ampliamente en la igualdad intrínseca
de cada uno de los elementos políticos que componen el estado.
Análisis
en particular
Proyecto Nº1:
La asociación del oro y la plata heráldicos (el blanco
y el amarillo) en el paño es una combinación
novedosa entre las naciones independientes de aquellos tiempos. ¿Pudo ser
esta la razón que inspiró a la presentación? La presencia del gorro de la Libertad como carga
principal es absolutamente natural en alusión al republicanismo, según lo determinó
la Revolución Francesa. En este caso el eventual autor planteó las estrellas en
oro, para contrastar sobre el blanco de la franja. Un diseño agradable,
sintético, cuya principal virtud radica en destacar al gorro como principal
elemento.
Proyecto Nº2:
Si lo consideramos desde la Vexilología, posiblemente es el menos afortunado de los cinco. La
complejidad que hubiera demandado componer el paño habría sido ingente, ya que
se descompone en cuatro elementos. Como ya se dijo la presencia del verde es totalmente original.
Obsérvese que el Sol y las estrellas se recuestan sobre
el lado del palo, un recurso
conocido por entonces. Recordemos la posición del escudete en la bandera naval
realista, lo que contribuye a destacar la carga que consta en el paño, que de
esta manera destaca en mayor medida cuando flamea al viento.
Proyecto Nº3:
Pudo ser del agrado de los realistas nostálgicos. Es un diseño simple y vistoso donde se
privilegia la figura del Sol, sin que ningún aditamento le quite centralidad,
lo que equivalía a destacar la raigambre originaria del símbolo.
Proyecto Nº4:
Desde la Vexilología corresponde cuestionar la inclusión del blasón, bien que por
aquellos tiempos era cosa muy habitual. Sobre la representación en el lado del
asta reproduzco lo que comentó a tratar el segundo proyecto.
Si hacemos abstracción de la franja superior, el
análisis del conjunto muestra una curiosa semejanza con la bandera de Chile. Para más, la combinación de azul y
blanco en el centro recuerda a la enseña generala del Ejército de los Andes que supo conducir el general San Martín en su
campaña libertadora de Chile.
El escudo
en sí mismo merece varias consideraciones. No se especifica su forma, por lo que para esta nota
elegí arbitrariamente la representada. La descripción consigna que el fondo es
color oro, lo que implícitamente define que debió complementarse con una bordura. Interpreto subjetivamente que
pudo ser plata, aunque esto infringe una de las reglas primaras de la heráldica
“no colocar metal sobre metal”, apunto que colocar un esmalte gules, sable o
sinople hubiera sido igualmente capricho. Nunca pudo ser nunca gules (rojo) porque
las rosas se hubieran mimetizado.
Considero que, si la descripción no definió el color de las flores, la lógica y
los usos indican que debían ir en gules, ya que es el que naturalmente se les
atribuye.
Me ha desvelado la presencia de las rosas, que son una carga poco habitual en la Heráldica hispánica.
Carente de todo elemento para ilustrar la cuestión me animo a intentar una
explicación absolutamente personal. En mi entender pudieron aludir a Santa Rosa de Lima[4],
limeña canonizada por la Iglesia Católica en 1671. Tempranamente, en 1670 fue
caracterizada como “santa patrona principal de América, Filipinas y las Indias
Orientales” a quien los patriotas reconocían como mentora de sus esfuerzos
independentistas.
Finalmente surgen otras observaciones relativas a las
cargas del centro. La existencia del Sol es lógica, atento a lo que venimos
comentando, también lo es la llama (lama gama), camélido americano que era base
de la economía andina. Corresponde que se presente pasante[5],
acorde a la manifestación con que se consigna
a los ungulados en la Heráldica y en su color predominante, marrón. Como
en la trascripción se enuncia al Sol en primer término vale interpretar que va por arriba del cuadrúpedo.
De esta forma, discrepo
con otro autor que intentó reconstruir este proyecto, donde el Sol figura postergado
por una llama ígnea y donde las estrellas han sido sustituidas por flores
blancas que la trascripción de Paz Soldán no contiene. En la intentona también
se prescindió de representar al escudo[6].
Proyecto Nº5:
Esta sencilla propuesta plantea una interesante asimetría visual en su franja superior, ya que la solidez del rojo, acentuada con la carga del Sol y las estrellas predomina sobre el etéreo blanco del segmento inferior.
Concluyendo:
Las cinco propuestas presentadas a la Convención
Constituyente peruana son por demás interesantes para la Vexilología. Aunque no
hayan merecido tratamiento son parte de la Historia del Perú. Es obvio que la reconstrucción
que ofrezco en esta nota podrá ser mejorada por alguien con mayores capacidades
para el dibujo.
[1] Nacido en Arequipa (Perú), el 27 de enero de 1844 y fallecido en Lima,
el 24 de marzo de 1926. Escritor, periodista, diplomático, editor, militar,
político y fundador de la “Sociedad Geográfica de Lima” y del “Instituto
Histórico del Perú”.
[5] Atento mi evidente torpeza vexilográfica ´tome una figura en que
aparece mirando hacia el observador, ruego que se me disculpe.
[6] Me excuso de consignar el nombre del autor en base al respeto que me
merece el distinguido colega cimentado en los valiosos aportes que la debe la Vexilología.