Humilde origen de un proyecto nacional: la “Bandera de la Libertad Civil”
Por Miguel Carrillo Bascary
Las maravillas de la comunicación en
línea me permiten compartir con Uds. las vivencias que experimenté el 23 de
agosto del año 2015, en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Ese día terminó un proceso que cuando
comenzó, casi veinticuatro años antes, distaba de mensurarse la dimensión
nacional que llegó a tener.
Jujuy celebraba un nuevo aniversario
del heroico Éxodo de 1812, cuando por orden del general Belgrano este pueblo
mártir dejó tierra arrasada al avance realista que parecía incontenible.
Sabemos qué pasó después; los éxitos en las batallas de Tucumán y de Salta
salvaron la Revolución; San Salvador fue reconquista y por muchos meses se
alentó la esperanza de libertar todo el Alto Perú. Finalmente, esta aurora de
la libertad se frustró, pero el poder realista jamás recobró poder de abortar
los anhelos de independencia.
Pasados algunos días de la efeméride
2018 y a tres años ya de aquel 23 de agosto del 2015, quiero contarles sobre mis
emociones de entonces, pero primero es necesario hacer algunas referencias.
Cuando se despertó una pasión
En mi familia paterna, oriunda de
Jujuy, siempre se hizo memoria de los azarosos días del Éxodo y de todo lo que
implicó para la provincia. Por aquel entonces los Carrillo eran dueños de la
gran estancia de Yala y en su casco, que todavía se conserva en poder de uno de
sus miembros, existía una posta en el camino hacia el Alto Perú; por lo que
aquellas tierras se encontraban en pleno campo de batalla, literalmente.
La sala de la estancia de Yala hacia el año 1800 (Obra de Marina Carrillo)
La casa de Yala en el año 2015
En los
aciagos tiempos de la lucha por la independencia algunos Carrillo revistaron
entre los “Decididos” de Belgrano y otros entre los gauchos de Güemes; aunque los
más ancianos permanecieron fieles al Rey; cruel fractura en el amor familiar.
Joaquín Carrillo Graz y su obra, reedición facsimilar de 1980
Mucho más tarde, mi bisabuelo, Joaquín
Carrillo (1852 – 1935), a sus veinticinco años publicó su primer libro que
tituló “Jujuy, provincia federal
argentina. Apuntes para su historia civil”, convertido hoy en una obra
clásica que aún citan las investigaciones más eruditas. La lógica evolución de
la vida hizo que la familia se desperdigara por toda la geografía argentina.
Uno de sus hijos, mi abuelo Joaquín Carrillo Echenique formó la suya en Rosario. Pese a
la distancia de su terruño natal supo trasmitirme su amor por las raíces
vernáculas y sus tradiciones.
Miguel Carrillo Echenique (Jujuy, 1901 - Rosario, 1976)
Desde chico tuve afición por la
Historia, de entre sus múltiples temas de mi interés me llamó la atención en la
Vexilología, el estudio de las banderas. Hace treinta años las enseñas
provinciales eran una realidad muy poco analizada y para no desandar caminos
trillados enfoqué mi atención al tema. Llevaba ya cierto tiempo estudiándolo,
cuando consideré que merecían una monografía.
Mi especialización
profesional, el Derecho Constitucional, me había abierto las páginas de la
prestigiosa revista jurídica “El Derecho”, juzgué que podría interesar una
colaboración que en 1989 se difundió con mi firma. Se titulada, “Banderas provinciales: evidencias de un
renovado federalismo”. Allí adelantaba que cuando Jujuy adoptase su enseña oficial,
no podía ser otra que el Legado belgraniano; más aún, consideraba que los
jujeños no aceptarían otra. La afirmación fue premonitoria.
Portada de "El Derecho", diario 16 de enero 1989
Como con el correr de los años Jujuy
demoró en definir su bandera, cuando otras provincias ya lo habían hecho. En
consecuencia consideré válido promover el reconocimiento de la “Bandera
Nacional de la Libertad Civil” como emblema de la provincia. Para esto cursé
una simple petición de particular a la Legislatura jujeña que tramitó como el
expediente Nº78-D-1991. Luego de varios años la gestión finalizó con la sanción
de la Ley Nº 4.816 que reconoció como tal al lábaro que Belgrano entregó a la
provincia.
Antecedentes y texto de la ley Nº4.816
Paralelamente mis estudios me
convencieron que éste era nada más ni nada menos que una verdadera bandera de
carácter nacional, tal como la concibió el general Belgrano. Fue así que articulé
la iniciativa de lograr que el Congreso Nacional la reconociera por medio de ley.
Corría el año 1993, cuando hice la presentación formal, pero la propuesta no
despertó interés en los legisladores.
Dos años más tarde renové la iniciativa,
además de darle ingreso por la Mesa de Entradas de ambas Cámaras, la comuniqué por
correo electrónico a todos los legisladores y activé otros canales. De esta
forma se sumó al proyecto el “Instituto Belgraniano de Jujuy”, presidido entonces por el arq. Luis Grenni, que logró llamar
la atención de varios legisladores de esa provincia quienes dieran estado parlamentario
a mi anteproyecto, que finalmente tuvo sanción como la ley que lleva el número
27.134. Por ella se reconoció a esta Bandera en su carácter de “símbolo patrio
histórico”.
Este proceso legislativo no fue
sencillo, en rigor fueron varios los proyectos que recogieron mi propuesta.
Pueden citarse los suscriptos por los diputados jujeños María Eugenia Bernal;
María Esther Balcedo; Ermindo Llanos y el de los senadores Liliana Fellner, su más activa impulsora, en su condición de representante oficialista, Gerardo Morales (hoy
gobernador provincial) y Walter Barrionuevo (gobernador mandato cumplido) A ellos se
sumaron peticiones de diversas instituciones particulares de aquella provincia;
del “Instituto Nacional Belgraniano” (presidido por el Lic. Manuel Belgrano Lastra); del de Jujuy y también por su similar de Rosario.
Además, miles de argentinos acompañaron con su firma la petición de tratamiento
favorable a la ley.
Para que existiera un cabal
conocimiento sobre la historia y el significado de esta bandera hacían falta
argumentos contundentes. Mucho contribuyó a la tarea el generoso patrocinio del
entonces legislador provincial jujeño, Miguel Tito, que permitió editar mi
libro “La Bandera Nacional de la Libertad
Civil, su historia y su pueblo”, verdadero alegato documental que
fundamentó la iniciativa. Esta obra sistematizó mis reflexiones y fuentes de
muchos años; en su preparación reconozco con gratitud los múltiples aportes que
se ensamblaron en sus líneas.
El libro citado
El 29 e abril de 2015 el proyecto tuvo sanción como ley Nº27.134. En definitiva, hoy podemos decir hoy que
esta norma fue un logro de muchas voluntades que se prestaron con toda
generosidad en procura de un logro de proporción nacional, en el que los
jujeños tuvieron fundamental protagonismo. Así debía ser.
Para mí fue y es un éxito plural, en
el que me correspondió despertar y dar forma al sentimiento general de toda una
provincia. Siempre me consideré un engranaje más en la compleja maquinaria de
las vivencias populares vinculadas a esta bandera; nada más. En la intimidad
podría confesarles la asistencia espiritual de mis mayores, prolongando su
sentir a través de la eternidad.
El 23 de agosto de 2015
Era este primer aniversario del Éxodo
posterior al reconocimiento nacional resultante de la ley Nº 27.134, y los
jujeños recordaron sus heroicos antecesores con diversos actos y celebraciones.
En la fecha citada me encontraba en la
“Tacita de plata”, invitado por el “Instituto Belgraniano de Jujuy”. Más
precisamente en el “Salón de la Bandera” que atesora la maravillosa reliquia
cívica belgraniana. Me habían dicho que la delegación concurriría con otras
entidades a saludar a las autoridades de la provincia como primer acto del
completo programa de celebraciones. Ignoraba la sorpresa que me esperaba.
El acto comenzó siguiendo los canales
usuales para estos casos, cuando para mi sorpresa me vi aludido en las palabras
del locutor oficial lo que dio paso a una breve ceremonia en donde Jujuy quiso
distinguirme por mi labor en el proceso que llevó a la sanción de la Ley
Nacional Nº 27.134.
El gobernador Eduardo Fellner entrega la medalla al autor de esta entrada
En estas circunstancias recibí el
testimonio de una hermosa medalla preparada por el Gobierno provincial, la que
me fue entregada en nombre del pueblo jujeño en el privilegiado ámbito del
“Salón de la Bandera”.
Hoy, como sentido agradecimiento
comparto el texto de su anverso, donde se representa al Escudo contenido en la
histórica Bandera, orlado por la leyenda: “23
de AGOSTO DE 1812”/ 18 de noviembre de 1834”. Fechas que respectivamente
recuerdan al Éxodo y al triunfo en la batalla de Castañares, donde Jujuy conquistó
su autonomía provincial.
En su reverso puede leerse:
“EL
PUEBLO DE JUJUY/ en reconocimiento a/ MIGUEL CARRILLO BASCARY/ Por su valioso
aporte/ en la declaración como/ Símbolo Patrio Histórico/ de la Bandera
Nacional/ de la Libertad Civil/
San
Salvador de Jujuy, agosto de 2015”
Anverso de la medalla
Allí, ante la presencia del Gobernador
de Jujuy; legisladores; otras autoridades; referentes de diversas
organizaciones sociales y representantes de muchas entidades gauchas, herederas
directas de los valientes que lucharon por la libertad; debí improvisar algunas palabras, propias de tan única ocasión.
Como historiador soy muy distraído con
mis conductas y circunstancias; lo que me impide ser fiel a los hechos. Recuerdo
que entonces tributé mi agradecimiento entrañable al pueblo de Jujuy; a las
autoridades presentes en la ocasión; a cuantos acompañaron el proceso de la ley;
y, por, sobre todo, a quienes tanto dejaron para alcanzar la libertad de la
Patria.
Además, quise tener un emocionado recuerdo para mi familia, lo
que no podía ser de otra manera. Consideré necesario también referenciar qué
era la “Libertad civil”, un término que, en esa bandera histórica, corporiza nada
menos que el concepto que hoy llamamos el “Estado de Derecho”; o sea, que en
el ejercicio del poder, las autoridades deben rendirse a la plena vigencia de
los derechos humanos y ajustar su acción de gobierno a los límites que imponen
la Constitución y sus leyes derivadas.
Ese mismo día, pero algo más tarde, me
aguardaba otra experiencia inigualable, acompañar a los presidentes de la
“Asociación Gaucha Jujeña”, Gabriel Alemán, y de la “Federación Gaucha jujeña”,
Darío Portal, encabezando el paso de más de cuatro mil gauchos, en el
tradicional desfile evocativo que se realizó.
Gabriel Alemán y el autor, durante el desfile (Foto tomada por Joaquín Carrillo)
Con las disculpas del caso por la auto
referencia, creí necesario plasmar aquí los humildes orígenes de la iniciativa
que derivó en una ley de dimensión nacional; también quiero dejar testimonio de
mi personal agradecimiento a Jujuy por las inolvidables vivencias de aquél día.
Como reza el dicho: ¡que es de bien nacido, ser agradecido!
Anécdotas de ocasión
Cabe recordar dos de ellas, como forma
de descontracturar este relato.
La primera radica en, la curiosidad de los paisanos
que querían ver hasta qué punto un historiador que venía desde la pampa gringa
santafesina podía desempeñarse sobre el caballo que debía montar para el
desfile. Claro, no contaban que quien esto escribe se había formado como jinete
(bien que modesto) a lomo de un caballo en sus jóvenes y extensos veraneos en Tafí
del Valle (Tucumán), donde las sendas de los cerros de que habla la canción se
me hicieron familiares en toda su extensión.
La segunda es aún más jugosa: como yo vestía de formal
traje y corbata, el amigo Gabriel Alemán tuvo el notable gesto de prestarme su
poncho. Más tarde me enteré que alguna persona lo hizo público blanco de sus
críticas, manifestando que, “era una vergüenza que el presidente de la Asociación
Gaucha de Jujuy hubiera desfilado sin poncho” (sic) ¡Nada menos!