domingo, 3 de diciembre de 2023

200 años de un justo título

La Villa del Rosario y su Santa Patrona

La Capilla de Nuestra Señora del Rosario hacia 1823 (imagen hipotética)

Por Miguel Carrillo Bascary 

Corría el año 1823, Rosario era un pequeño conjunto de ranchos y de unas pocas casas que se habían nucleado espontáneamente en derredor de la capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario (valga la redundancia) a lo largo de los cien años anteriores. Pasados ya los azares de la guerra, conseguida la independencia de las Provincias Unidas, devenidas en la Confederación Argentina, gobernaba la provincia de Santa Fe el mariscal Estanislao López.

Llegado el mes de septiembre de ese año, más precisamente el día 21, los vecinos más caracterizados de entre las 1.000 personas que habitaban las pocas manzanas que circundaban la hoy plaza “25 de Mayo”, se reunieron en la “sala del señor cura y vicario del lugar”, como dice el acta levantada para constancia del acontecimiento en vías de concreción. Se hallaban presentes el comandante de la milicia de la región, Don Vicente Basualdo, así como Don Santiago Correa, juez y alcalde del partido designado por el Cabildo santafesino.

No eran tiempos fáciles, acababa de finalizar la novena dedicada “Nuestra Señora de los Ángeles”, bajo la advocación del Rosario, titular de la parroquia en la que se inscribía la población. Por medio de esa prédica se impetraba la lluvia para la tierra reseca que auguraba grandes penurias en el corto plazo, mientras que los esperanzados rosarinos se aprestaban a celebrar la fiesta religiosa que le estaba dedicada, por la que se conmemoraba la victoria en Lepanto[1] de la flota cristiana por sobre la otomana.

A despecho de estas difíciles circunstancias, confiando seguramente en que la intercesión de la Virgen María sería propicia, aquellos hombres expresaron su designio de solicitar que se conociera al poblado como “villa o ciudad”, ni más, ni menos. Sus aspiraciones no paraban en esto, también pedían la anuencia de las autoridades para jurar fidelidad a “Nuestra Señora del Rosario” como su “patrona”. Digamos que era tradición que al fundarse una población se estableciera un santo o una advocación mariana a los que se rendía especial veneración y a quienes se atribuía la gracia de mediadores para la asistencia espiritual y material de los vecinos, a falta de tal acto Rosario no contaba con ninguno de ellos.

Hasta ese momento la aldea se conocía como la “Capilla del Rosario”, por haberse formado insensiblemente en torno a la misma, sin acto alguno que consagrara esa nominación. En las deliberaciones de los reunidos en casa del cura párroco se observó que poblaciones menores, concretamente San Nicolás de los Arroyos y La Bajada (Paraná) habían obtenido reconocimientos similares y que Rosario acreditaba importantes servicios “a la causa de la libertad e independencia de la Nación y especialmente de la Provincia”. En los relatos sobre aquellos tiempos suele soslayarse qué servicios eran estos, acá me permitiré resumirlos: la contribución de la población para los gastos de la Defensa en la II Invasión Inglesa; la construcción de baterías defensivas en 1810 y 1812 y el aporte del 10% de su población masculina a la expedición al Paraguay que mandara Belgrano; la ayuda que prestó al entonces coronel San Martín previamente al combate de San Lorenzo; la adhesión  a la Revolución de Mayo, el haber soportado el incalificable incendio de 1819 con que Balcarce pretendió vengarse del apoyo rosarino a la autonomía de la Provincia; y otras muestras de patriotismo, que justificaron largamente que Belgrano encontrara el marco propicio para concebir la Bandera Nacional que presentó el 27 de febrero de 1812.

 Los reunidos debatieron y adoptaron una resolución unánime, requerir que así lo dispusiera la Junta de Representantes de la provincia (equivalente a su actual Legislatura). Si bien en el acta se consigna aspirar a ser “villa o ciudad”, no consta por qué finalmente solo se procurará el primero. Al decir del historiador Juan Álvarez[2], de ser reconocida como “ciudad” habría implicado formar un cabildo, lo que implicaba los gastos consecuentes, una pesada carga económica al vecindario que con esto se evitó.

Siete días más tarde se labró acta de lo ocurrido que, además de los funcionarios citados, firmaron: el cura párroco, Pascual Silva Braga, Juan A. Poms, Pablo Vidal, Gabriel López, Alberto Basaldúa, Pedro Pérez, Francisco Crespo, Joaquín de Ibarlucea, Miguel Ramírez, Benito Meonis, Constantino y Francisco Carbonell, José de Fuentes, Juan de Avellaneda, Ventura Corra, Tomás Romero, Marcelino Bayo, Nicolás Zamora y Francisco Vidal. Varios de estos apellidos constan en los anales de la hoy ciudad.

Siendo necesario tramitar lo pertinente, ante el Comandante del lugar y del juez Alcalde, el día 2 de octubre se dio poder al Cura Párroco, Doctor Pascual Silva Braga[3] para que actuara como representante del vecindario, con legitimidad para procurar que se lo reconociera “villa” y se declarar como “Santa Patrona a Nuestra Señora del Rosario”, en tanto ella era “objeto de nuestros afectos y culto”, según se dejó escrito.

Nuestra Señora del Rosario, aspecto original [4]

Este documento oficial implica el primer ejercicio de la potestad electoral que radicaba en los rosarinos, por lo que constituye un hito fundamental en la historia cívica de la hoy ciudad. Cabe señalar que la jurisdicción contaba con representante ante la Junta pero, en vez de confiarle tan legítima gestión, se resolvió comisionar a Silva Braga, quizás por considerar que sería mejor y más fiel ejecutor de la decisión popular, no es un detalle menor.

No perdió tiempo el investido y, como reza el escrito que presentó ante el gobernador “en nombre de este pueblo del Rosario”, formalizó su cometido, dando inicio a las actuaciones comisionadas. Ante lo razonable, oportuno y pertinente de lo peticionado el Gobernador López, que se hallaba circunstancialmente en el lugar, se expidió por formal decreto del 29 de octubre de 1823, en los siguientes términos:

“Rosario, Octubre 29/823. En vista de la justicia con que se solicita la declamatoria de Villa o Ciudad a esta población, el Gobierno la aprueba por su parte, debiendo pasar a la honorable Representación Provincial, de quien es privativo resolver sobre el particular, y extender los diplomas al efecto. [Firmaba] López.

Se patentizaba así la decisión favorable a la solicitud, pero en respeto del esquema institucional de la época, López giró el expediente a la Junta como órgano competente para resolver al respecto. La Representación se expidió mediante el documento siguiente, que tiene el carácter de ley:

 

De esta manera, el 2 de diciembre de 1823, el poblado mereció una doble distinción, se la reconoció como “villa”, o sea que adquirió el carácter que hoy implica el ser un “pueblo”, y también se dio autorización oficial para jurar como “patrona” a “Nuestra Señora del Rosario”, lo que se concretó días más tarde en solemne función a la vez, cívica y religiosa.

Es importante señalar un grave error en que suele incurrirse, cual es el de usar el título de “Villa del Rosario” para designar al poblado en fechas anteriores a 1823. Como resulta de lo expuesto, hasta ese año su apelativo usual era el de “Capilla del Rosario” o, en tono más solemne, “Capilla de Nuestra Señora del Rosario en el Pago de los Arroyos” ¿Queda en claro?

La ley de referencia consigna una declaración que cabe comentar, ya que expresa conceder a Rosario el título de Ilustre y Fiel Villa, con dependencia de esta capital de provincia”. Este tipo de calificativos era tradicional en España y sus dominios, aunque para la fecha el sentido de estas designaciones se había vaciado de contenido, atento a la declaración de la independencia nacional, no dejaba de ser un honor dispensado al vecindario. Observo aquí que se trató de una liberalidad dispuesta por la Legislatura, pero que al mismo tiempo irrogaba “recordar” a los rosarinos que su Villa quedaba sujeta a la autoridad de la capital santafesina, algo nada inocente, por cierto.

Lo demás ya es conocido: el 5 de agosto de 1852 se reconoció a Rosario como “ciudad”, contaba entonces con unos 3.500 habitantes, casi un siglo más tarde el desarrollo económico y social reuniera en su ejido medio millón de personas[5], laboriosas, emprendedoras, solidarias, llegadas desde diversas regiones del mundo para amalgamarse con las raíces criollas que le dieron origen.

Hemos visto así que han pasado ya doscientos años de que Rosario fuera reconocida como “villa” (pueblo) y que el Gobierno civil autorizara como “patrona” a Nuestra Señora del Rosario, cuya imagen histórica llegara precisamente, el 3 de mayo de 1773, hace ya doscientos cincuenta años. Ella es el más antiguo testimonio material de quienes dieron forma al laborioso pueblo hoy devenido en ciudad y que luce con orgullo su condición de “Cuna de la Bandera Nacional”.

Nota

[1] Esta decisiva batalla, que se dio el 7 de octubre de 1571, salvó a Europa del predominio musulmán y se hizo general el concepto de que se debió a la intercesión de Nuestra Señora del Rosario a la que la Cristiandad se había confiado, pese al muy superior poderío de la flota enemiga. En consecuencia, surgieron las advocaciones marianas sinónimas de aquella, “María Auxilio de los cristianos” y “Nuestra Señora de la Victoria”. El Papa Clemente XI declaró el carácter “universal” de la solemnidad y a principios del s. XX sería el santo Papa Pio X quien la fijó cada 7 de octubre. Hasta esa fecha se concretaba el primer domingo de ese mes. Por esta razón, la Ley Nº2882 estableció esa fecha como “día de Rosario” y feriado local.

[2] En Historia de Rosario (1689-1939). UNR Editora/Editorial Municipal de Rosario, 1998, pp. 222/223.

[4] Aspecto que presentaba en 1823. En 1941 se la dotó de una corona preciosa (a partir de la donación de sus joyas personales que hicieron unas 850 señoras y señoritas) y de un aura, también se cambió de posisición del Divino Niño. Fue confeccionada en Cádiz, es una imagen "de vestir" construida en madera de sándalo, tiene rostro y manos de cerñamica y cabello natural. Con el agregado de la corona y de su base hoy mide un metro con un centímetro.

[5] El Censo Nacional de 1947 computó 467.937 habitantes para la ciudad de Rosario.

Nota: mayores referencias pueden verse en https://banderasargentinas.blogspot.com/2023/01/1823-rosario-reconocida-como-villa.html

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