martes, 31 de diciembre de 2024

Brindis, militares, la Historia y el Ceremonial

Cuando la ingesta enturbia las mentes

Por Miguel Carrillo Bascary 

Una nota muy a propósito de esta fiesta de fin de año, dedicada a todos mis amigos y lectores en este primer día del 2025 

La historia argentina señala varios brindis que hicieron época. Probablemente el que mayores efectos causó ocurrió cuando se conoció en Buenos Aires el triunfo obtenido por los patriotas en la batalla de Suipacha (7 de noviembre de 1810).

Su desafortunado protagonista fue el oriental Atanasio Duarte, capitán de Húsares. Aquella noche del 5 de diciembre en la sede de los Patricios hubo fiesta, que finalizó en los consabidos brindis, quizás con una reiteración de importancia.

Cuenta la tradición que el entonces secretario de la Primera Junta, Manuel Moreno, pasó frente al cuartel y que el clima de alegría despertó su interés. Intentó saber de qué se trataba, pero se vio impedido por la guardia, tanto por no ser militar y como por no estar invitado. Recordemos acá el público enfrentamiento entre las facciones morenista y saavedrista, cuyo referenciado era comandante del cuerpo. Moreno, muy ofuscado se allanó a retirarse, pero a poco tomó conocimiento de que en el transcurso de la cena Duarte brindó “por el primer rey y emperador de América, don Cornelio Saavedra” al tiempo que tomó una corona hecha de dulce y la colocó en la cabeza de su esposa de Saavedra, exclamando “¡Viva el emperador de América!”.

El acontecimiento permitió que Moreno la emprendiera contra Saavedra quien previamente había manifestado algunas actitudes personalistas, susceptibles de ser consideradas poco democráticas.

Con el ímpetu que lo caracterizaba, Moreno redactó de su puño y letra el “Decreto de Supresión de Honores[1]”, piedra angular del Ceremonial nacional que el mismo día 6 de diciembre consiguió poner en vigencia. La normativa finaliza con la firma, del propio Saavedra, acompañada por las de Miguel de Azcuénaga, Manuel de Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea, como vocales del cuerpo. En carácter de secretarios refrendaron el documento, Juan José Paso y Mariano Moreno, ¡por supuesto!

Como el hilo se corta por lo más delgado, Duarte fue relegado a Luján, destinado al contingente que mandaba Carlos José Belgrano (1761-1814), hermano de Manuel, por entonces vocal de la Junta. Su triste fama de beodo le mereció que se le mal-recuerde en la Historia argentina.

Otro brindis “famoso” fue durante los festejos por la capitulación del virrey De la Serna, a consecuencia de la victoria de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). En la oportunidad fue el mismísimo Simón Bolívar quien. picado por la gran cantidad de champagne ingerido. se subió a la mesa y caminó por ella desparramando los manjares y rompiendo copas y vajilla mientras gritaba: “Así he de pisotear a la Argentina![2]”. Acá corresponde recordar que el líder venezolano anhelaba la unidad política de Sudamérica, bajo su mando, claro está. Un ideal con el que no coincidía el gobierno rioplatense. Claro está que su posición política le otorgaba inmunidad de hecho, por lo que el hecho no causó más consecuencias que acentuar la inquina entre la oficialidad bolivariana y la argentina.

Como vemos, los excesos a que daban lugar los copiosos brindis justificaron plenamente que en 1913 Dalmacio Vélez Sarsfield, Ministro de Guerra del gobierno de Roque Sáenz Peña reglamentara los brindis militares. La normativa procuró moderar la costumbre, afianzar el respeto mutuo entre los partícipes, jerarquizar la cadena de mandos y sistematizar una práctica que de por si se presta para incurrir en abusos.

El texto de la disposición no tiene desperdicio, se observa en el una fina ironía y se transparentan los desórdenes que intentaba prever, por lo demás prácticamente no requiere comentario, por lo que a él me remito:

“Buenos Aires, Junio 14 de 1913

Considerando:

Que una de las características que mucho honra a la oficialidad argentina es su temperancia en el uso de bebidas;

Que para mantenerla y acrecentarla conviene resaltar en toda ocasión su mérito y poner también de manifiesto los hábitos que puedan lesionarla;

Que no se debe abusar del procedimiento de festejar las reuniones de camaradería con libaciones, ni mucho menos de inventarlas para darles un pretexto;

Que es contrario a la altivez del oficial beber por compromiso;

Que es carencia de voluntad beber por costumbre;

Que las ansias de beber se producen generalmente por abusos anteriores;

Que la importancia de un brindis no debe valorarse por la cantidad que se beba;

Que la correspondencia a un brindis no impone necesariamente la obligación de beber, desde que la acción de llevar la copa a los labios satisface plenamente al objeto de un brindis y a su más correcta correspondencia;

Que los brindis individuales sin limitación robustecen las tendencias a beber y facilitan, en reuniones, preferencias u omisiones, que no convienen a la disciplina;

El Ministro de Guerra RESUELVE:

1º.- Prohibir a los subalternos iniciar brindis individuales con superiores jerárquicos en reuniones de mesa y casino[3];

2º.- Recomendar que los brindis individuales se hagan sin repeticiones inconvenientes, por motivos plausibles tales como fiestas patrias, aniversarios de regimientos, visitas de cuerpos, recepción o visita de camaradas, cumpleaños, etc.

3º Los superiores vigilarán discreta y constantemente a sus subalternos al respecto y harán constar sus juicios en las notas de concepto.

4º.- Comuníquese, publíquese en el Boletín Militar y archívese.”

Cabe señalar que estos principios mantienen toda su vigencia en la práctica consuetudinaria.


[2] CARRANZA, Adolfo. Leyendas Nacionales. Ivaldi y Checchi. Bs. Aires, 1894. Pág. 73.

[3] En la jerga castrense el término “casino” indica el recinto social propio de los militares.

El 31 de Diciembre

Una jornada de expectante reflexión

Por Miguel Carrillo Bascary

La piedad popular del pueblo católico registra interesantes prácticas para el último día del año. Algunas se relacionan con una actitud de agradecimiento a Dios por los beneficios y gracias recibidos. Es así que en ciertas regiones celebra el Te Deum (1) “como expresión comunitaria de alabanza y gratitud”. Otras se vinculan con un sentido de arrepentimiento por los pecados cometidos, tanto de acción como de omisión, en una inflexión del tiempo festivo que plantea el periodo de Navidad.

En algunas comunidades monásticas y de otro tipo se dedica la jornada a la reflexión y al silencio, un lapso de serenidad que se concrete con la suspensión de labores, y, particularmente, con la adoración al Santísimo Sacramento que al efecto se expone en iglesias y capillas.

Estas perspectivas han sido tomadas por la sociedad secularizada ya que en muchos lugares las ocupaciones se reducen al mínimo y muchas veces se establece un “día no laborable” en el que la actividad oficial es alcanzada por un asueto “extraordinario” y muchos patrones conceden una licencia especial a sus empleados o, al menos, dispone suspender el trabajo durante alguna hora, en donde se aporta un refrigerio en común o se concreta un anticipado brindis.

En el ámbito familiar se dedica espacio a los preparativos culinarios que demanda la vigilia del primer día del año y, de ser posible, se procura un descanso previendo que la celebración adviniente ocasionará una trasnochada. A medida que avanza la última vuelta del reloj se multiplican las tareas de quienes tienen un rol más activo en las celebraciones manducatorias, mientras que los afortunados que resulta eximidos pueden dedicarse a un repaso mental sobre los logros y pesares que deja el año que se va. También hay un lógico espacio para el recuerdo de los ausentes, ya sea por causa de un circunstancial alejamiento o por haber fallecido.

Ha perdido vigencia en muchas regiones una costumbre centenaria, la del festejo con pirotecnia, aunque permanece muy arraigada en otras. Es indudable la emoción atávica que despierta, pero también son plurales las desgracias que acarrea, sin olvidar el espanto que provoca en los autistas de lo que lentamente vamos tomando conciencia.

La sociedad de consumo no puede desmentirse y la ocasión es propicia para retribuir atenciones enviando obsequios, particualarmente a clientes y otras relaciones vinculadas al comercio.

De la mano de la tecnología digital hoy se suma una nueva práctica social: el intercambio constante de mensajes e imágenes apropiados a través de todas las redes. Algunos serán repetitivos y despersonalizados, otros trasuntarán simpatías, no faltarán aquellos de compromiso y en otros, seguramente los más numerosos, se manifestarán sinceros afectos y buenos deseos.

En una vívida imagen, se evidencia así el eterno "corsi e ricorsi", expresión latina que indica el transcurrir de la Humanidad en una permanente sucesión de ciclos, como lo expresa el pensar del filósofo Giovambattista Vico (1668-1744), fundador de la Semiótica y sistematizador del método en la investigación histórica.

(1) https://es.catholic.net/op/articulos/15602/te-deum.html#google_vignette

domingo, 29 de diciembre de 2024

Noticias sobre los Jubileos a través de las Bulas de Indicción

Iglesia caminante, penitente y jubilosa

El Papa Francisco ante la Puerta Santa de la basílica de San Pedro


Tengo mucho gusto en compartirles esta nota del periodista vaticanista Amadeo Lomonaco[1] quien nos ilustra sobre el trayecto histórico de los Años Santos de la Iglesia en los últimos siglos, una temática poco conocida fuera de los círculos de especialistas que, sin duda, será de mucho provecho especialmente para quienes se dedican a la Historia, el Ceremonial y, en general, para los fieles católicos, así como para todos los que tengan una sana curiosidad.

M. C. B.

La nota que se trascribe a continuación incluye algunas anotaciones de mi parte para ilustrar al lector no especializado, que irán entre corchetes. También me permití destacar en negrita algunos conceptos significativos. La producción fue tomada de VATICAN NEWS y se titula:


Viaje por los Jubileos a través de las Bulas de Indicción
Por Amadeo Lomonaco 

Un repaso a los documentos con los que se han proclamado los Años Santos desde los albores del siglo XX permite recorrer la historia reciente del mundo y de la Iglesia en los dos últimos siglos.

El itinerario de los Jubileos, desde sus orígenes en el siglo XIV, es un recorrido que se abre paso a través de contextos históricos muy diferentes. Es un itinerario de fe orientado siempre por la misma brújula: la del perdón que encuentra en Jesús una «Puerta» siempre abierta. Los jubileos son años de gracia en los que las expectativas de la humanidad parecen alinearse en un mismo umbral.

Las bulas de indicción

La historia de los Años Santos también puede leerse a través de las Bulas de Indicción, documentos generalmente escritos en latín con el sello del Papa, en los que se indican las fechas de inicio y fin del Jubileo. Originalmente, el sello -es decir, la «bula»- solía ser de plomo y llevaba en el anverso la imagen de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. En el reverso figuraba el nombre del Pontífice. El nombre de este particular documento, la Bula, deriva precisamente de la forma del sello[2]. Cada Bula se identifica, como los demás documentos pontificios, por sus palabras iniciales. Los documentos que anuncian el Jubileo indican también algunos aspectos destacados del Año Santo. Temas y orientaciones que a menudo se entrelazan con los grandes acontecimientos de la historia.

Bula extendida por Martín V (pontífice entre 1417 y1431)
Las imágenes del anverso corresponden a San Pedro y San Pablo

Properante ad Exitum Saeculo [A medida que la era se acerca a su fin]

Las bulas de indicción de los Jubileos de los siglos XX y XXI atraviesan momentos cruciales de la historia, tiempos marcados por el progreso, pero también por coyunturas dramáticas. En la Bula para el Año Santo del 1900, «Properante ad Exitum Saeculo», el Papa León XIII[3] [1878-1902], pontífice de la encíclica «Rerum novarum[4]» [De las cosas nuevas], recuerda el contexto del paso entre dos siglos, marcado por las «cambiadas condiciones de Roma», proclamada capital del Reino de Italia. El Jubileo del 1900, con el Pontífice «prisionero en el Vaticano» por la cuestión romana[5], se inscribe en un mundo cada vez más pequeño, en el que los barcos de vapor surcan rápidamente los océanos y la red ferroviaria se hace cada vez más capilar. A estos avances en la movilidad se añaden las comodidades modernas. Muchos de estos inventos, antepasados de las tecnologías de nuestro tiempo, se presentan y admiran en la gran Exposición Universal de París del 1900. Refiriéndose al Año Santo, León XIII lanza un llamamiento para que renazca la fe en el pueblo cristiano y exhorta a afrontar el reto de la modernización. En la bula «Properante ad Exitum Saeculo», el Papa subraya, en particular, que para «un buen católico en este tiempo santo conviene, si quiere permanecer fiel a sí mismo, pasear por Roma guiado puramente por la fe cristiana». «Conviene -escribe el Papa- renunciar a los intempestivos espectáculos de cosas fútiles o profanas, volviendo la mente más bien a las que predisponen a la religión y a la piedad. Se trata de un período de la historia, la última parte del siglo XIX, en el que el perfil de las ciudades se ve profundamente transformado por la revolución industrial. El impulso, que el Papa pretende promover, es hacia una «modernidad cristiana».

Infinita Dei Misericordia [La infinita misericordia de Dios]

El comienzo del siglo XX se ve sacudido por la Primera Guerra Mundial, que, desde 1914 hasta 1918, inflama Europa. Millones de hombres luchan y mueren. Las armas, como los gases asfixiantes, los tanques y los aviones bombarderos, son cada vez más devastadoras. Otro acontecimiento de esta primera parte del siglo XX, marcado entre otras cosas por el auge del totalitarismo, es la deposición del zar ruso y la victoria de los revolucionarios comunistas. En 1924, el Papa Pío XI[6] [1922-1939] proclamó el Año Santo de 1925 con la Bula titulada «Infinita Dei Misericordia». En este documento, el Pontífice llama a una «restauración de la sociedad». Para el Papa Ratti [Pío XI], es necesario «que la transmutada codicia de los ciudadanos y de las mismas naciones sea frenada por las leyes del Evangelio». Muchos países están todavía sacudidos por las lacerantes heridas causadas por la Primera Guerra Mundial. «Es difícil ver -añade el Pontífice- cómo se pueden restablecer los lazos de fraternidad entre los pueblos y cómo se puede restablecer una paz duradera si los ciudadanos y los gobiernos mismos no se llenan de esa caridad que durante mucho tiempo, por desgracia, sobre todo a causa de la guerra, parecía adormecida y casi abandonada».

Quod Nuper [Que recientemente]

En 1933, en el 1900 aniversario de la muerte de Jesús, se abrió el Jubileo Extraordinario de la Redención, anunciado por el Papa Pío XI en la bula de indicción «Quod Nuper». «Que los hombres -escribió el Pontífice- vuelvan sus pensamientos, un poco al menos, de las cosas terrenas y pasajeras, en las que tan penosamente luchan hoy, a aquellas celestiales y eternas; y de las ansiosas y tristes condiciones de estos tiempos, eleven sus mentes a la esperanza de aquella felicidad a la que Jesucristo Nuestro Señor nos ha llamado». Este es un período en el que, en varios países, los valores democráticos están siendo demolidos. En los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial, las fuertes tensiones sociales y las reivindicaciones nacionalistas son, en efecto, el telón de fondo sobre el que tiene lugar la instauración de regímenes totalitarios. El fascismo en Italia y el nazismo en Alemania condujeron al mundo hacia la Segunda Guerra Mundial. Un horror que causó más de cincuenta millones de muertos y una inmensa destrucción.

Iubilaeum Maximum [Gran Jubileo]

La bula de indicción del Jubileo del Año Santo 1950, «Iubilaeum Maximum». siguió al drama de la Segunda Guerra Mundial [1939-1945]. La esperanza de Pío XII[7] [1939-1958] era que el Jubileo «prepare felizmente un retorno general a Cristo». El Papa ve esperanza entre las ruinas, no sólo materiales, de un nuevo humanismo. «Que vuelva por fin la paz en el corazón de todos, dentro de los muros domésticos, en cada una de las naciones, en la comunidad universal de los pueblos». «Que los que sufren persecución por causa de la justicia tengan la fortaleza con la que la Iglesia ha sido bendecida, desde sus orígenes, con la sangre de los mártires; que los refugiados, los prisioneros, los que han sido arrancados de sus casas, vuelvan cuanto antes a su dulce patria; que los sufrientes y los angustiados se llenen de consuelos celestiales». Los años que siguen a la Segunda Guerra Mundial son años en los que se dibujan nuevos equilibrios geopolíticos, dictados por dos grandes potencias mundiales, Estados Unidos y la Unión Soviética. El mundo se divide en bloques y se abre una «guerra fría», basada también en la estrategia de disuasión de las armas nucleares.

Apostolorum Limina [Las Puertas de los Apóstoles]

Los años setenta estuvieron marcados, entre otras cosas, por el proceso de secularización, por numerosos conflictos, entre ellos el de Vietnam, y por la extensión de los movimientos juveniles de protesta. La sociedad del '68 exige un cambio profundo del tejido social. En este contexto, se abrió en 1975 el Jubileo proclamado por Pablo VI[8] [1963-1978] con la bula «Apostolorum Limina». La Iglesia, «sin invadir campos que no son de su competencia, quiere hacer sentir a los hombres la necesidad de la conversión a Dios». «Para el mundo entero -escribe el Papa Montini [Pablo VI]- está llamada a la renovación y a la reconciliación se encuentra con las más sinceras aspiraciones a la libertad, a la justicia, a la unidad y a la paz que vemos presentes allí donde los hombres toman conciencia de sus problemas más graves y sufren las desgracias producidas por las divisiones y las guerras fratricidas».

Aperite Portas Redemptori [Abramos las puertas al Redentor]

Renovando la invitación expresada al día siguiente de su elección a la Cátedra de Pedro, [San] Juan Pablo II lanzó un llamamiento dirigido a toda la Iglesia para el Jubileo extraordinario de 1983: «Abrid las puertas al Redentor». En la bula de convocación del Jubileo por el 1950 aniversario de la Redención, «Aperite Portas Redemptori», el Pontífice se dirige a toda la Iglesia para el Jubileo extraordinario de 1983: «Abrid las puertas al Redentor». Los años ochenta, sacudidos por plagas como el sida, precedieron al progresivo desmantelamiento de las barreras entre el Este y el Oeste. La caída del Muro de Berlín en 1989 dio paso a un nuevo orden geopolítico. Un modelo económico determinado sobre todo por los procesos de globalización comenzó a imponerse en diversas regiones del planeta.

Incarnationis Mysterium [El misterio de la Encarnación]

El Jubileo 2000 acompaña los primeros pasos de la humanidad en el tercer milenio. En la Bula de indicción, «Incarnationis Mysterium», San Juan Pablo II[9] [1978-2005] desea que el Año Santo sea «un único e ininterrumpido canto de alabanza a la Trinidad». «El paso de los creyentes hacia el tercer milenio -escribe el Pontífice- no sufre en absoluto el cansancio que podría acarrear el peso de dos mil años de historia; más bien, los cristianos se sienten refrescados por la conciencia de que llevan al mundo la luz verdadera, Cristo Señor». La primera década del tercer milenio se ve sacudida por numerosos acontecimientos, entre ellos el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Son años en los que la crisis financiera, iniciada en Estados Unidos, acarrea graves consecuencias para las economías de todo el mundo.

Misericordiae Vultus [El rostro de la misericordia]

«No caigáis en la terrible trampa de pensar que la vida depende del dinero y que ante él todo el resto se vuelve carente de valor y dignidad. Es solo una ilusión». Este es uno de los pasajes de la bula de indicción en el 2015 del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, en el 50 aniversario del final del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco[10] [2023-¿?] subraya que el dintel de la vida de la Iglesia es la misericordia y en la Bula, titulada «Misericordiae Vultus, desea que «la palabra del perdón pueda llegar a todos». Son años en los que el fenómeno migratorio cobra cada vez más relevancia y crecen los desequilibrios entre las regiones del norte y del sur del planeta.

Spes non confundit [La esperanza no defrauda]

El Año Santo que está a punto de inaugurarse [de hecho se inició el 24 de diciembre de 2024] viene precedido de diversas plagas, como la pandemia y el estallido de numerosas guerras, entre ellas las de Ucrania y Oriente Medio. En la bula de indicción «Spes non confundit», el Papa Francisco señala en primer lugar un horizonte: «Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra. La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia». El Papa subraya que, incluso en esta época marcada por las redes digitales y la inteligencia artificial, «la esperanza que no defrauda» sigue siendo siempre una Persona: Jesús es la «Puerta» hacia la que la humanidad debe tender para vivir la esperanza y encontrar el verdadero consuelo. 


[2] La bula era un medio por el que se legitimaba el contenido del documento, siempre redactado en latín.

[4] Primera de las llamadas “encíclicas sociales”, donde el Papado se refiere específicamente a las “cosas del mundo” iluminando la realidad del presente con las enseñanzas de Cristo y de su iglesia.

[5] Período que convencionalmente se extiende desde 1870 en que se produjo la unificación política de Italia bajo un gobierno civil, desposeyendo al Papado de los llamados “Estados de la Iglesia”, y que terminará en el año 1929 con la firma de los Tratados de Letrán que consagraron el reconocimiento de la soberanía del Estado de la Ciudad del Vaticano.

[8] Durante su pontificado culminó el Concilio Vaticano II que renovó profundamente a la Iglesia. Lo había convocado su antecesor, el Papa San Juan XXIII, e inició sus sesiones en 1962. Biografía del citado: https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/biografia/documents/hf_p-vi_spe_20190722_biografia.html

sábado, 28 de diciembre de 2024

Derecho al nombre: los nonatos y los Santos Inocentes

Justa disposición permite dar nombre a quienes no nacieron

Por Miguel Carrillo Bascary 

En este día, 28 de diciembre, la Iglesia Católica celebra el “día de los santos Inocentes”, aquellos niños asesinados por orden del rey Herodes, según se relata en el Evangelio de San Mateo (capítulo 2, versículos 13-18) con el propósito de hacer desaparecer al Mesías, según testimoniaron los Magos de Oriente, como un desesperado intento de proteger a su dinastía. La orden abarcó a los menores de dos años nacidos en Belén de Judea y la zona aledaña.

La Iglesia los considera testigos del sacrificio de Cristo en la Cruz y por esto los reconoce como mártires, cuya memoria estableció en una fecha imprecisa entre fines del siglo IV y el transcurso del V. La tradición latina ubica esta fiesta el 28 de diciembre, la griega y la oriental el 29, mientras que la siria-caldea lo hace el 27 del mismo mes[1].

Esta introducción nos lleva a la muy reciente decisión de la Dirección General del Registro del Estado Civil de la Ciudad Autónoma de Bs. Aires que se aprobó el pasado lunes 23 de diciembre de 2024 que permite inscribir a una persona no nacida identificada con el nombre que sus padres escogieron para designarla.

Más allá de la fría terminología legal, la normativa recoge el anhelo de muchos padres que han esperado con ansas un hijo o hija y que por circunstancias muy variadas no llegó a ver la luz.

Esto implica el reconocimiento expreso del derecho al nombre, un atributo esencial del ser humano que se refleja también como una potestad de sus progenitores. Se evidencia, así como un nuevo derecho reconocido por el Estado, lo que señala el carácter progresivo y vital de los derechos humanos.

Como lo ha dicho el rabino Fishel Szlajen[2], uno de los muchos propulsores de la medida, tal registro se trata de:“… un acto simbólico, aunque profundamente significativo que honra la memoria de ese hijo o hija que, aunque no llegó a nacer, ya había sido esperado, amado y nombrado durante la gestación” que “permite encontrar consuelo y dar un primer paso hacia el duelo y la memoria. Es básicamente un acto de humanización que transforma el frío registro administrativo, en un espacio donde se respeta el dolor y el amor de quienes atraviesan esta pérdida” Así, es factible “establecer un vínculo emocional más claro, contribuyendo al proceso de aceptación y elaboración del duelo”.

La disposición se presenta como una simple resolución administrativa, pero en realidad tiene una importancia tan enorme que resulta complementaria al artículo 1º de la Convención sobre los Derechos del Niño, tratado que es parte misma de la Constitución Argentina y que actualiza la declaración interpretativa, con que nuestro país se incorporó en 1990 a este sistema de las Naciones Unidas. Lo hizo mediante la Ley 23.879[3], que en lo pertinente expresa: “se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción”. El derecho a un nombre es consustancial a la condición humana, así lo declaran expresamente el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su artículo 24 (Ley 23.313) y la Convención sobre los Derechos el Niño (Ley 23.879, art. 1º), celebrados en el marco de la O.N.U.

De esta manera la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se erige como pionera en marcar el camino de entre todas las jurisdicciones que conforman el Estado argentino. Con ello abre un camino que, se espera, sea seguido por todas y cada una de las provincias, sin necesidad y, sin perjuicio tampoco, del dictado de una ley nacional que consagre este derecho.

En este marco no pueden olvidarse diversas iniciativas que consiguieron similar resultado por vía de decisiones judiciales, como bien se refleja en las ciudades de Cutral-Có (Neuquén) y Rafaela (Santa Fe)[4].

Esta prospectiva se funda en un principio de coherencia jurídica particularmente con el reconocimiento de la persona humana desde el momento de la concepción que expresamente enuncian las constituciones de las provincias de: Buenos Aires, Catamarca, Chubut, Córdoba, Formosa, Salta, San Luis, Santiago del Estero y Tierra del Fuego; tal como abundaré próximamente.

Otro pilar que sustenta lo expuesto es el nuevo Código Civil y Comercial (ley 26.994, 2014) “Artículo 19.- Comienzo de la existencia. La existencia de la persona humana comienza con la concepción[5].”

Avance sobre el contenido

La inscripción del deceso nominando al niño o niña fallecido/a:

·           Es facultativa, de manera que no procede para todos los casos, sino que es un derecho que corresponde tanto al padre como por la madre, sin distinguir entre ellos.

·           No genera derechos de sucesión, ni provoca ningún efecto patrimonial.

·           El nombre será aquel con el que le “hubiere denominado su familia en vida”,

Es importante también considerar el efecto retroactivo de la norma que implicará la potestad de “solicitar la rectificación de la partida de defunción de los nonatos que hubieran fallecido a partir del 23 de diciembre del año 2022, con el objeto de imponer el nombre con que sus padres lo hubiesen llamado”.

Concluyendo

Sin dudas que lo expuesto dará lugar a numerosas solicitudes, lo cual también llevará a perfeccionar sus alcances e, incluso, ampliará la posibilidad de extender retroactivamente su vigencia en el tiempo. Es también factible que surjan conflictos en parejas desavenidas que como en todos los casos dará lugar a una jurisprudencia que irá modalizando las resoluciones.

Hasta hoy quienes perdían un hijo en estas circunstancias solamente podían inscribirlos en el Registro Civil como un ser “N.N.”, una dolorosa opción que de hecho despersonalizaba al niño o niña fallecidos, negándoles algo tan elemental como su nombre. Más doloroso aún, cuando el deceso era muy temprano la normativa civil negaba la inhumación, dando a los restos el mismo destino que los residuos patológicos[6].

Si bien la Disposición solo rige en la Ciudad de Bs. Aires, es un elemento de gran peso para promover similares normas en otras provincias y que en el interín sea un argumento más para peticionar ante la Justicia a igual efecto.

En unos días publicaré en este mismo Blog un comentario a la normativa citada, lo haré tanto desde la perspectiva de haber sido titular de la cátedra de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Rosario hasta mi reciente jubilación, como desde la autoría de este Blog, destinado preponderantemente a tratar el Ceremonial en sus diversas vertientes.

Texto completo de la Disposición citada en: https://drive.google.com/file/d/1hH3L3flIocXdTOZ5Z5Ro_KLTCNcMIeJw/view


Otras referencias:

[1] Más información en: https://ec.aciprensa.com/wiki/Santos_Inocentes

[6] La Iglesia Católica siempre estuvo en contra de este proceder, como lo testimonia su tradición, la piedad popular y la existencia de los llamados “jardines de ángeles” en los cementerios. Ver por ejemplo: https://es.aleteia.org/2024/11/04/el-papa-visita-el-jardin-de-los-angeles-un-pequeno-cementerio-de-ninos-con-muerte-prenatal