Iglesia caminante,
penitente y jubilosa
Tengo mucho gusto en compartirles esta nota del
periodista vaticanista Amadeo Lomonaco[1]
quien nos ilustra sobre el trayecto histórico de los Años Santos de la Iglesia en los últimos siglos, una temática poco conocida fuera de los círculos de especialistas que, sin duda, será de mucho provecho especialmente para quienes se dedican a la Historia, el Ceremonial y, en
general, para los fieles católicos, así como para todos los que tengan una sana
curiosidad.
M. C. B.
La nota que se trascribe a continuación incluye algunas
anotaciones de mi parte para ilustrar al lector no especializado, que irán
entre corchetes. También me permití destacar en negrita algunos conceptos significativos. La producción fue tomada de VATICAN
NEWS y se titula:
Un repaso a los documentos con los que se han
proclamado los Años Santos desde los albores del siglo XX permite recorrer la
historia reciente del mundo y de la Iglesia en los dos últimos siglos.
El itinerario de los Jubileos, desde sus orígenes en
el siglo XIV, es un recorrido que se abre paso a través de contextos históricos
muy diferentes. Es un itinerario de fe orientado siempre por la misma brújula:
la del perdón que encuentra en Jesús una «Puerta» siempre abierta. Los jubileos
son años de gracia en los que las expectativas de la humanidad parecen
alinearse en un mismo umbral.
Las
bulas de indicción
La historia de los Años Santos también puede leerse a
través de las Bulas de Indicción,
documentos generalmente escritos en latín con el sello del Papa, en los que
se indican las fechas de inicio y fin del Jubileo. Originalmente, el sello -es
decir, la «bula»- solía ser de plomo
y llevaba en el anverso la imagen de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. En el
reverso figuraba el nombre del Pontífice. El nombre de este particular
documento, la Bula, deriva precisamente de la forma del sello[2].
Cada Bula se identifica, como los demás
documentos pontificios, por sus palabras iniciales. Los documentos que anuncian el Jubileo
indican también algunos aspectos destacados del Año Santo. Temas y
orientaciones que a menudo se entrelazan con los grandes acontecimientos de la
historia.
Properante ad Exitum Saeculo [A
medida que la era se acerca a su fin]
Las bulas de indicción de los Jubileos de los siglos
XX y XXI atraviesan momentos cruciales de la historia, tiempos marcados por el
progreso, pero también por coyunturas dramáticas. En la Bula para el Año Santo del 1900, «Properante ad Exitum Saeculo», el Papa León XIII[3] [1878-1902], pontífice de la encíclica «Rerum novarum[4]»
[De las cosas nuevas], recuerda el
contexto del paso entre dos siglos, marcado por las «cambiadas condiciones de
Roma», proclamada capital del Reino de Italia. El Jubileo del 1900, con el
Pontífice «prisionero en el Vaticano» por la cuestión romana[5], se inscribe en un
mundo cada vez más pequeño, en el que los barcos de vapor surcan rápidamente
los océanos y la red ferroviaria se hace cada vez más capilar. A estos avances
en la movilidad se añaden las comodidades modernas. Muchos de estos inventos,
antepasados de las tecnologías de nuestro tiempo, se presentan y admiran en la
gran Exposición Universal de París
del 1900. Refiriéndose al Año Santo, León XIII lanza un llamamiento para que renazca la fe en el pueblo cristiano y exhorta a
afrontar el reto de la modernización. En la bula «Properante ad Exitum
Saeculo», el Papa subraya, en particular, que para «un buen católico en este tiempo santo conviene, si quiere permanecer
fiel a sí mismo, pasear por Roma guiado puramente por la fe cristiana». «Conviene -escribe el Papa- renunciar a los intempestivos espectáculos
de cosas fútiles o profanas, volviendo la mente más bien a las que predisponen
a la religión y a la piedad. Se trata de un período de la historia, la última
parte del siglo XIX, en el que el perfil de las ciudades se ve profundamente
transformado por la revolución industrial. El impulso, que el Papa pretende
promover, es hacia una «modernidad cristiana».
Infinita Dei Misericordia [La
infinita misericordia de Dios]
El comienzo del siglo XX se ve sacudido por la Primera Guerra Mundial, que, desde 1914 hasta 1918, inflama Europa. Millones de hombres luchan y mueren. Las armas, como los gases asfixiantes, los tanques y los aviones bombarderos, son cada vez más devastadoras. Otro acontecimiento de esta primera parte del siglo XX, marcado entre otras cosas por el auge del totalitarismo, es la deposición del zar ruso y la victoria de los revolucionarios comunistas. En 1924, el Papa Pío XI[6] [1922-1939] proclamó el Año Santo de 1925 con la Bula titulada «Infinita Dei Misericordia». En este documento, el Pontífice llama a una «restauración de la sociedad». Para el Papa Ratti [Pío XI], es necesario «que la transmutada codicia de los ciudadanos y de las mismas naciones sea frenada por las leyes del Evangelio». Muchos países están todavía sacudidos por las lacerantes heridas causadas por la Primera Guerra Mundial. «Es difícil ver -añade el Pontífice- cómo se pueden restablecer los lazos de fraternidad entre los pueblos y cómo se puede restablecer una paz duradera si los ciudadanos y los gobiernos mismos no se llenan de esa caridad que durante mucho tiempo, por desgracia, sobre todo a causa de la guerra, parecía adormecida y casi abandonada».
Quod
Nuper [Que recientemente]
En 1933, en el 1900 aniversario de la muerte de
Jesús, se abrió el Jubileo
Extraordinario de la Redención, anunciado por el Papa Pío XI en la bula de indicción «Quod Nuper». «Que los hombres -escribió el Pontífice- vuelvan sus pensamientos, un poco al menos,
de las cosas terrenas y pasajeras, en las que tan penosamente luchan hoy, a
aquellas celestiales y eternas; y de las ansiosas y tristes condiciones de
estos tiempos, eleven sus mentes a la esperanza de aquella felicidad a la que
Jesucristo Nuestro Señor nos ha llamado».
Este es un período en el que, en varios países, los valores democráticos
están siendo demolidos. En los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial,
las fuertes tensiones sociales y las reivindicaciones nacionalistas son, en
efecto, el telón de fondo sobre el que tiene lugar la instauración de regímenes
totalitarios. El fascismo en Italia
y el nazismo en Alemania condujeron
al mundo hacia la Segunda Guerra Mundial.
Un horror que causó más de cincuenta millones de muertos y una inmensa destrucción.
Iubilaeum Maximum [Gran
Jubileo]
La bula de indicción del Jubileo del Año Santo 1950, «Iubilaeum Maximum». siguió al drama de la Segunda Guerra
Mundial [1939-1945]. La esperanza de Pío
XII[7]
[1939-1958] era que el Jubileo «prepare felizmente un retorno general a
Cristo». El Papa ve esperanza entre
las ruinas, no sólo materiales, de un
nuevo humanismo. «Que vuelva por fin
la paz en el corazón de todos, dentro de los muros domésticos, en cada una de
las naciones, en la comunidad universal de los pueblos». «Que los que sufren persecución por causa de
la justicia tengan la fortaleza con la que la Iglesia ha sido bendecida, desde
sus orígenes, con la sangre de los mártires; que los refugiados, los
prisioneros, los que han sido arrancados de sus casas, vuelvan cuanto antes a
su dulce patria; que los sufrientes y los angustiados se llenen de consuelos
celestiales». Los años que siguen a la Segunda Guerra Mundial son años en los que se dibujan nuevos
equilibrios geopolíticos, dictados por dos grandes potencias mundiales,
Estados Unidos y la Unión Soviética. El mundo se divide en bloques y se abre
una «guerra fría», basada también en
la estrategia de disuasión de las armas nucleares.
Apostolorum
Limina [Las Puertas de los Apóstoles]
Los años setenta estuvieron marcados, entre otras
cosas, por el proceso de secularización,
por numerosos conflictos, entre ellos el de Vietnam, y por la extensión de los movimientos juveniles de protesta. La
sociedad del '68 exige un cambio
profundo del tejido social. En este contexto, se abrió en 1975 el Jubileo proclamado por Pablo VI[8]
[1963-1978] con la bula «Apostolorum Limina». La Iglesia, «sin invadir campos que no son de su competencia, quiere hacer sentir a
los hombres la necesidad de la conversión a Dios». «Para el mundo entero -escribe el Papa Montini [Pablo VI]- está llamada a la renovación y a la
reconciliación se encuentra con las más sinceras aspiraciones a la libertad, a
la justicia, a la unidad y a la paz que vemos presentes allí donde los hombres
toman conciencia de sus problemas más graves y sufren las desgracias producidas
por las divisiones y las guerras fratricidas».
Aperite
Portas Redemptori
[Abramos las
puertas al Redentor]
Renovando la invitación expresada al día siguiente de
su elección a la Cátedra de Pedro, [San]
Juan Pablo II lanzó un llamamiento dirigido a toda la Iglesia para el Jubileo extraordinario de 1983: «Abrid
las puertas al Redentor». En la bula de convocación del Jubileo por el 1950 aniversario de la Redención, «Aperite Portas Redemptori», el Pontífice se dirige a toda la
Iglesia para el Jubileo extraordinario de 1983: «Abrid las puertas al
Redentor». Los años ochenta, sacudidos por plagas como el sida, precedieron al
progresivo desmantelamiento de las barreras entre el Este y el Oeste. La caída
del Muro de Berlín en 1989 dio paso a
un nuevo orden geopolítico. Un
modelo económico determinado sobre todo por los procesos de globalización comenzó a imponerse en diversas regiones
del planeta.
Incarnationis
Mysterium [El misterio de la Encarnación]
El Jubileo 2000
acompaña los primeros pasos de la
humanidad en el tercer milenio. En la Bula de indicción, «Incarnationis Mysterium», San Juan Pablo II[9] [1978-2005] desea que el Año Santo sea «un único e ininterrumpido canto de alabanza
a la Trinidad». «El paso de los
creyentes hacia el tercer milenio -escribe el Pontífice- no sufre en absoluto
el cansancio que podría acarrear el peso de dos mil años de historia; más bien,
los cristianos se sienten refrescados por la conciencia de que llevan al mundo
la luz verdadera, Cristo Señor». La primera década del tercer milenio se ve
sacudida por numerosos acontecimientos, entre ellos el atentado terrorista del
11 de septiembre de 2001 contra las Torres
Gemelas y el Pentágono. Son años en los que la crisis financiera, iniciada en Estados Unidos, acarrea graves
consecuencias para las economías de todo el mundo.
Misericordiae
Vultus [El rostro de la misericordia]
«No caigáis en
la terrible trampa de pensar que la vida depende del dinero y que ante él todo
el resto se vuelve carente de valor y dignidad. Es solo una ilusión». Este
es uno de los pasajes de la bula de indicción en el 2015 del Jubileo Extraordinario
de la Misericordia, en el 50 aniversario del final del Concilio
Vaticano II. El Papa Francisco[10]
[2023-¿?] subraya que el dintel de la vida de la Iglesia es la
misericordia y en la Bula, titulada «Misericordiae Vultus, desea que «la palabra del perdón pueda llegar a todos». Son años en los que el
fenómeno migratorio cobra cada vez
más relevancia y crecen los desequilibrios
entre las regiones del norte y del sur del planeta.
Spes non confundit
[La esperanza no defrauda]
El Año Santo que está a punto de inaugurarse [de hecho se inició el 24 de diciembre de 2024] viene precedido de diversas plagas, como la pandemia y el estallido de numerosas guerras, entre ellas las de Ucrania y Oriente Medio. En la bula de indicción «Spes non confundit», el Papa Francisco señala en primer lugar un horizonte: «Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra. La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia». El Papa subraya que, incluso en esta época marcada por las redes digitales y la inteligencia artificial, «la esperanza que no defrauda» sigue siendo siempre una Persona: Jesús es la «Puerta» hacia la que la humanidad debe tender para vivir la esperanza y encontrar el verdadero consuelo.
Notas y referencias:
[2] La bula era un medio por el que se legitimaba el contenido del
documento, siempre redactado en latín.
[4] Primera de las llamadas “encíclicas sociales”, donde el Papado se
refiere específicamente a las “cosas del mundo” iluminando la realidad del presente
con las enseñanzas de Cristo y de su iglesia.
[5] Período que convencionalmente se extiende desde 1870 en que se produjo
la unificación política de Italia bajo un gobierno civil, desposeyendo al
Papado de los llamados “Estados de la Iglesia”, y que terminará en el año 1929
con la firma de los Tratados de Letrán
que consagraron el reconocimiento de la soberanía del Estado de la Ciudad del Vaticano.
[7] https://www.vatican.va/content/pius-xii/it/biography/documents/hf_p-xii_bio_20070302_biography.html
[8] Durante su pontificado culminó el Concilio Vaticano II que renovó profundamente a la Iglesia. Lo
había convocado su antecesor, el Papa San Juan XXIII, e inició sus sesiones en
1962. Biografía del citado: https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/biografia/documents/hf_p-vi_spe_20190722_biografia.html
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