domingo, 27 de febrero de 2022

Precisiones documentadas sobre la Bandera Nacional Argentina

La bandera que nació en Tucumán, triunfó en Salta y desapareció en Buenos Aires

13 de febrero de 1813, a orillas del río del Juramento 

Por Miguel Carrillo Bascary

 

Se conoce que el bautismo de fuego de nuestra Enseña nacional ocurrió en los campos de Castañares (Salta) el 20 de febrero de 1813, este fue el primer triunfo de las tropas rioplatenses al amparo de sus colores., además de ser la mayor victoria del general Manuel Belgrano, un modelo de estrategia y perfección táctica.

Sin embargo, mucho hay de confuso en la extensa bibliografía que atraviesa los más de dos siglos transcurridos desde la gloriosa jornada. Por su parte, la era digital nos encandila la con repetición acrítica y desordenada de datos lo que contribuye a difuminar la trayectoria de esta enseña.

La subjetividad de los autores y sus diferentes objetivos no se centran en el símbolo sino en los hechos que lo rodearon. Contribuyen a estas penumbras la simplificación y, acaso, también afloren intereses mezquinos.

En esta realidad que debería cuestionarnos, la entidad propia de aquella novel bandera que tremoló en Salta se desdibuja pese a la trascendencia que le cabe en la Historia argentina. Este aporte se centrará el análisis en el lábaro propiamente dicho.


Nota: este ensayo se publicó originalmente en Belgranianos, Revista Digital de la Ascoc. Belgraniana de la Ciudad de Bs. Aires Nº19, 18 de febrero de 2022. Hoy se difunde en este Blog como un sencillo homenaje en un nuevo aniversario de la creación de la Bandera nacional argentina.

Sabido es que el 27 de febrero de 1812 Belgrano creó un emblema al atribuyó carácter de “bandera nacional”. De su puño y letra[1] consta que fue “blanca y celeste”, aunque algunos se empeñen y extravíen pretendiendo que tuvo un hipotético azul. Se desconoce su diseño, lo que alienta varias las tesis[2]. Por supuesto que aquella con mayor sustento objetivo indica que ese primigenio paño estuvo dividido en mitades, blanca la superior y celeste por debajo. Se sustenta nada menos que en el oficio que Belgrano dirigió al Gobierno informando sobre esos hechos, donde señaló que la mandó hacer “blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional” (oficio del 27 de febrero, 1812). También en el retrato del prócer pintado en 1815 que se atribuye a Carbonnier[3] e, indirectamente, en el testimonio de las Memorias de Beruti[4], en la bandera del Regimiento 7 de Libertos, que se conserva en el Museo Histórico Nacional de Uruguay[5], y en numerosas referencias circunstanciales. 

El conocido retrato del prócer y un detalle magnificado

En otras publicaciones[6] expliqué que, para concebirla Belgrano desplegó materialmente la escarapela (cortando su hilván central), lo que determinó la forma que tuvo ese primer paño. 

Diagrama de la “representación material”, derivando la bandera de la primitiva escarapela 

Esta bandera materializó la osadía premonitoria de Belgrano que la concibió como perenne símbolo de nuestra Patria. No se trató de un emblema personal, ni tampoco fue divisa del Regimiento 5 (antiguos Patricios). Tuvo la neta vocación de expresar soberanía en un punto geográfico concreto, la batería Libertad, con declarada proyección continental. Se trató de un gesto valiente, claro, público y esperanzado, de rebeldía frente a los condicionamientos internacionales que intentaban ahogar la Libertad en América. El Gobierno ofició a Belgrano (3 de marzo de 1812) ordenándole “ocultarla disimuladamente”, pero éste no se enteró por haber partido hacia el Norte para asumir el mando del ejército patriota. Se estima que la instrucción debió recibirla quien estaba al comando de la guarnición y que cumplió la orden de retirarla. Por lo demás su destino se pierde en la Historia. 

Ya en Jujuy, Belgrano se dio a la tarea de reorganizar el ejército destrozado en Huaqui (28 de junio, 1811). Cuando le llegó el decreto del 12 de mayo de 1812, que ordenaba festejar la instalación del primer gobierno patrio, su fina percepción le inspiró a hacer preparar y  un ejemplar idéntico a la bandera que había dejado en Rosario, que luego presentó en la ceremonia que se cumplió en Jujuy el 25 de mayo, donde el paño fue bendecido y jurado con toda solemnidad[7], un acontecimiento que inflamó los espíritus y suscitó inmediata adhesión popular. De todo dio cuenta el prócer en su oficio al Gobierno, datado el 29 de mayo. Ahí citó Belgrano entre las primeras palabras con que arengó a su gente: “por primera vez, veis la bandera nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás naciones del globo”. En el oficio que envió al Triunvirato indicó que en esa bandera plasmó su deseo personal con las palabras citadas, ratificando así el carácter nacional que le atribuía y su condición soberana. Esta enseña fue confeccionada en Jujuy, así lo prueba la orden y recibo de pago que se ilustra[8], lo que acredita con seguridad, que si se hizo entonces no fue el mismo paño que mostró en Rosario[9]. 

El recibo por la confección de la bandera mostrada en Jujuy, 1812

¿Cómo fue la bandera presentada en Jujuy? Casi sin excepciones los autores indican que idéntica a la izada en Rosario, ya que es lícito afirmar que Belgrano entendió que su accionar había sido tácitamente aceptado por el Gobierno. Tampoco existía motivo alguno para cambiar, ni su diseño ni sus colores. Tras conocer lo actuado en Jujuy, el Gobierno reprendió a Belgrano por oficio del 27 de junio de 1812 al que respondió el prócer el 18 de julio, hondamente dolido, donde explicó no haber conocido la orden emanada el 3 de marzo. Seguidamente prometió “deshacerla” y manifestó que, “si acaso me preguntasen por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el ejército”. El silencio del Triunvirato permite deducir la aceptación de esos términos. Belgrano insistió en su buena fe de utilizar la bandera en la carta personal que cursó a “su amigo” (sic) Rivadavia fechada el 31 de agosto de 1812, mientras se hallaba empeñado en el Éxodo jujeño. También se ignora el destino de la singular pieza, ni siquiera hay referencias circunstanciales sobre ella. Conociendo la integridad moral de Belgrano cabe suponer que cumplió su palabra y que la “deshizo”[10]. 

Por esto, cuando 24 de septiembre de 1812 se obtuvo la victoria en Tucumán el Ejército Auxiliador de las Provincias Interiores carecía de una bandera que lo identificara. La coincidencia de las fuentes en la falta de toda referencia a su uso es sólida, aunque contraste una tesis surgida a fines de los años ‘90 con el propósito de justificar el reemplazo de la bandera que la provincia tucumana había adoptado en 1995. Esta mutación se basa en sugerir que Belgrano obtuvo el triunfo al amparo de una enseña blanca, celeste y blanca[11]. Por supuesto que no hay ninguna prueba documental ni tradición que avale esta suposición, en esto coincide la mayoría de los autores. El planteo se articuló para atender razones políticas surgidas casi dos siglos después[12]. Desmienten su eventual uso en el Campo de las Carreras varios actos del prócer que resultan fundamentales para la historia del símbolo, algo que muchos autores pasan por alto y que se relacionarán seguidamente. 

En los meses posteriores a septiembre de 1812 Belgrano recompuso su ejército con un cuidadoso sistema, puede afirmarse que prácticamente lo formó de nuevo. Antes de iniciar la campaña que reconquistaría Jujuy y de protagonizar su avance hasta el mismo Potosí, el prócer entendió que su hueste debía contar con una bandera que la singularizara y que le sirviera de inspiración. Es inconcebible un ejército sin bandera, por lo que ella era de absoluta necesidad. San Martín hizo lo propio en los albores de su gesta guerrera, cuando el 5 de enero de 1817 presentó la que se conoce como “bandera del Ejército de los Andes”. En ambas acciones se ve un método preciso, común a los dos grandes jefes. En definitiva, como no contaban con banderas procedieron a dársela, en un todo acorde a las facultades sustentadas en siglos de tradiciones hispanas que reconocían esta potestad a los capitanes generales, como lo eran Belgrano y el Libertador. Por esto se las llama "banderas generalas".

En la esquela que contiene la orden para confeccionar el símbolo se lee: “Nº17. El Comisario del ejército entregará quince pesos a Don Torivio [sic] Tedín quince pesos para el pago de dos varas y media de raso para la bandera del ejército. Tucumán, 25 de enero de 1813 [Firma:] Belgrano”. Y, a manera de recibo se consigna: “Son 15. Recibí del Señor Comisario del Ejército, los quince pesos que expresa la libranza anterior del señor General en Jefe. Tucumán, enero 25 de 1813. [Firma:] Torivio [sic] Tedín”. La referencia a este documento, que fue divulgada por Roberto Marfany, pero se conocía desde mucho antes, no puede faltar a la consideración en ningún trabajo alusivo a nuestros símbolos patrios. El documento prueba definitivamente que, entre 1812 y 1813 hallándose ya en el Norte, Belgrano hizo confeccionar dos banderas, una en Jujuy y la otra en Tucumán y no que se trató de una misma pieza, como algunos consideran. 

La pieza de referencia 

Inteligentemente Belgrano quiso anticipar cualquier nueva condena gubernamental por el uso de la insignia. La amarga experiencia anterior forjó su designio, por lo que en el documento la menciona como “bandera del ejército”, vocablo que caracteriza su naturaleza militar, sin renegar de aquella de condición de “nacional” con la que la concibió el prócer quien, de hecho, volvió a utilizarla en comunicaciones oficiales de fecha posterior. Todos los símbolos admiten diversas perspectivas, así el término “bandera del ejército” parece señalar un emblema castrense, con la función de marcar su posición en el campo, indicar un avance, servir de punto de reunión y expresar la ubicación de su jefe; mientras que “bandera nacional” expresa la soberanía de un estado. Pero, si se considera que un ejército es un cuerpo creado en función de un estado o nación, la correspondencia queda patente, aunque formalmente no resulte tan evidente. Es el caso de la que tratamos, hasta el punto que muchos documentos de época la mencionan indistintamente[13]. 

Con esta nueva enseña inició Belgrano su marcha hacia el Norte. Según consta en dicha orden, se abonó la bandera con fondos asignados al Regimiento 6[14] que, según la usanza vigente oficiaba de su escolta personal, tanto en la progresión de las marchas como en caso de combate. Sus portadores eran subtenientes, seleccionados de entre los cadetes distinguidos y, eventualmente, sargentos de aquilatados antecedentes[15]. Además, entre las disposiciones castrenses de la época, que también respetaban los patriotas, estaba la Real Cédula del 14 de enero de 1801, cuyo artículo 11 disponía guardar las banderas en la casa del jefe de unidad o en su tienda, si se hallaba en campaña. Así lo hacía Belgrano, lo que se deduce del oficio fechado el 29 de mayo de 1812[16] y de la Orden General del Ejército relativa al acto que se cumplió el 24 de septiembre de 1816, a la que se hará referencia oportunamente. 

¿Cómo fue esta bandera generala nacida en Tucumán? En principio no existen evidencias documentadas, pero sí las hay referenciales. Se entiende que no había causal alguna para modificar el diseño de la usada en Jujuy el año anterior. La “gran victoria” aludida en la misiva del 18 de junio de 1812 se había obtenido, cumpliéndose así la condición auto impuesta por el prócer y aceptada tácitamente por el Gobierno, situación que liberaba de su compromiso al prócer. La coincidencia de su diseño básico con la descripta como enseña particular del Regimiento Patricios en 1813, también lo avala[17]. Además, habría sido impolítico que el Triunvirato contradijera a su general victorioso. Lo cierto es que no hay argumento para suponer un cambio en los colores, blanco y celeste, en dos paños horizontales, sin ninguna señal que lo particularizara, tal como fueron la levantada en Rosario y la que se juró en Jujuy. 

Por cuestiones logísticas el ejército de Belgrano partió de Tucumán en escalones. Él lo hizo con el último, el 1º de febrero de 1813. El día 13 los reagrupó en las riberas del río Pasaje, en cercanías de la actual ciudad de Metan, Salta. Allí presentó la nueva bandera, oportunidad en que sus hombres juraron obediencia a la recién formada Asamblea General Constituyente, tal como lo había mandado la circular del 1º de febrero la que ordenó a tal efecto: “…se sujete Vuestra Excelencia [Belgrano] a la fórmula del juramento de banderas que se acostumbra tomar a los reclutas[18]. Según las disposiciones militares en vigor Belgrano lo ejecutó así, como lo consigna en el detallado oficio fechado el mismo día de la ceremonia, que reza: “Cumpliendo con lo que Vuestra Excelencia me ordena con fecha 1° del corriente, procedí este día a prestar el reconocimiento y competente juramento de obediencia a la soberana representación de la Asamblea Nacional bajo la solemnidad respetuosa de las armas a mi mando, y según la fórmula que Vuestra Excelencia me prescribe” esto es, la de juramento de banderas. Pese a la clara interacción de ambas citas el hecho ha confundido a muchos y continúa haciéndolo, quizás a demasiados. Contribuye al desliz el tardío testimonio de José M. Paz[19], quien escribió: “Allí tuvo lugar la solemnidad del juramento que se recibió al ejército de defender el nuevo pabellón celeste y blanco que adoptaba nuestro país[20]. Otro contemporáneo, el luego coronel Lorenzo Lugones, ratificó al prócer explicitando[21]: “se presentó en el campo el general Belgrano con una bandera blanca y celeste en la mano que la con muchas circunstancia y reverencia colocó en un altar” […] “y concluyó diciendo “ Este será al color de la nueva divisa con que marcharán a la lid los nuevos campeones de la Patria”. En el año 2015 el Instituto Nacional Belgraniano actualizó la interpretación de los hechos sin dejar dudas sobre el significado del acontecimiento[22]. Lamentablemente son muchos los que continúan sosteniendo que a la vera del río Pasaje se juró fidelidad a la Bandera nacional, aunque fue el mismísimo Belgrano quien dejó en claro el sentido de su accionar cuando desde Jujuy solicitó se rectificara una nota sobre el acontecimiento que había publicado el periódico La Gazeta el 10 del mismo mes[23] (oficio dirigido al Gobierno, 17 de abril, 1813). 

En consecuencia, la bandera que recibió su bautismo de fuego en la batalla de Salta el 20 de febrero de 1813 fue la surgida en Tucumán y que también estuvo presente en la jura de obediencia a la Asamblea. Ella fue testimonio material de la victoria. Según los usos de la guerra, no cabe duda que en presencia de este glorioso paño rindió su espada el general Juan Pío de Tristán y que ante él se entregaron las banderas realistas que acreditaron el triunfo. Tuvo su momento cúlmine cuando por la calle de La Merced ingresó el grueso del ejército hacia el centro de la ciudad de Salta. El coronel Martín Rodríguez, jefe del ala izquierda del ataque, la hizo ondear desde los balcones del Cabildo mientras los presentes la vivaban por tres veces y batían a rebato las campanas de todas las iglesias[24]. 

Belgrano se alojó en la casa de la familia Gurruchaga (actual calle Zuviría, ex de la Caridad, entre Caseros y España), allí se debió depositar la bandera hasta que unos días después se introdujo solemnemente en la Catedral para el Te Deum con que aquél general católico acompañado de sus huestes y del pueblo agradeció al Creador la victoria. Más tarde impulsó el incontenible avance patriota que liberó a Jujuy (21 de marzo). Luego continuó por la quebrada de Humahuaca y el Alto Perú, hasta llegar a Potosí, donde la bandera triunfadora en Salta encabezó al ejército patriota, atravesando arcos votivos y recibiendo los vítores de la población[25]. Es particularmente significativo el acto donde Belgrano presentó esta bandera, cuando el 8 de julio de 1813 hizo jurar obediencia a la Asamblea a los vecinos de Potosí, el que demandó tanto en lengua castellana como en aimara y quechua[26]. También por decisión de Belgrano, durante los fastos del tercer aniversario de la Revolución de Mayo en Jujuy, acompañó el alumbramiento de la Bandera Nacional de la Libertad Civil, que en la oportunidad legó el prócer al pueblo jujeño, como prenda del sacrificio oblado en las jornadas de Tucumán, Salta y en el Éxodo de 1812[27]. 

Es aquella estuvo en la luctuosa jornada de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) donde, consumada la derrota, Belgrano se posicionó en un morro, mientras ordenaba a sus tambores tocar llamada y permanecía “silencioso apoyado en el asta de la bandera que servía de punto de reunión[28]. En la ocasión arengó a sus hombres con estas palabras: “Soldados hemos perdido la batalla después de tanto pelear, la victoria nos ha traicionado pasándose a las filas enemigas en medio de nuestro triunfo. ¡No importa! Aún flamea en nuestras manos la bandera de la Patria[29]. Testigo del hecho, José M. Paz consignó al respecto: “Él mismo [Belgrano] tomó la bandera del ejército y excitó personalmente a nuestras tropas al combate que se renovó efectivamente durando algunas horas”. Pese a la desfavorable posición Belgrano cargó tres veces contra los realistas, pero sin mayor fortuna. Ya empeñada la retirada “confió a Perdriel la bandera que había conservado en sus manos y le previno [que] tomara la cabeza de la columna[30]”. En esto no hubo improvisación, a despecho de tan crítica circunstancia Perdriel comandaba el Regimiento 1 (de hecho, reducido a un batallón) que integraba la reserva, formaba la escolta de Belgrano y era su “predilecto”, al decir de Paz[31]. Lugones[32] relata que al epilogar la batalla “La vista de aquella bandera que en la cima flameaba en manos de Belgrano llamó a reunión a los que podíamos hacerlo”. En aquellos aciagos momentos éste dijo[33]: “Soldados ¿Conque al fin hemos perdido después de haber peleado tanto? La victoria nos ha engañado para pasar a otras manos, pero en las nuestras aún flamea la bandera de la Patria”. 

En las postrimerías de Ayohuma (14 de noviembre de 1813) fue el propio Belgrano quien junto a Díaz Vélez, nuevamente desde una loma de ásperas piedras y mientras hacía tocar reunión, se expuso al enemigo agitando con sus brazos la bandera del ejército, procurando nuclear a cuantos patriotas fuera posible que, de hecho, sumaron unos 80 de caballería y otros 400 del de diversas armas[34]. Sobre esto escribió Paz[35]: “los restos de nuestros infantes que huían en todas direcciones se fueron replegando al general Belgrano, que había enarbolado la bandera del ejército”. Completa Lugones[36] afirmando: “Nuestra pérdida fue total, se puede decir que todo quedó en el campo de batalla, excepto la bandera que para que se perdiera era preciso que se muriera Belgrano, porque él la llevaba en la retirada”. 

Detenernos en las incidencias bélicas con que culminaron tan amargamente la campaña en el Alto Perú ha sido necesario para demostrar que la bandera victoriosa en Salta fue preservada por las manos de Belgrano y que acompañó el repliegue de los restos de su fuerza hasta Tucumán. Posteriormente, una vez estabilizado el frente de combate, los usos castrenses vigentes indican que la histórica enseña se mantuvo en la sede del comando, incluso cuando lo desempeñó Rondeau y que, eventualmente, se empleó en las ceremonias oficiales (revistas, formaciones, celebración de las Fiestas Mayas y, acaso, en las conmemoraciones religiosas tradicionales). Esta es la bandera que vio el general San Martín, cuando asumió la conducción del que todavía se llamaba “Ejercito Auxiliador” (18 de diciembre, 1813), a su semejanza compuso más tarde aquella con la que cruzó los Andes y desarrolló la campaña que libertó a Chile. 

Hay tres documentos signados por Belgrano que prueban que el prócer en persona conservó esta, su bandera generala. El primero está datado en Tucumán el 25 de febrero de 1814, una vez que Belgrano se enteró que San Martín acudía a relevarlo en el mando del ejército. En la oportunidad Belgrano dirigió una proclama a los pueblos del Alto Perú, que en lo pertinente reza: “He depositado en sus manos [se refiere a San Martín] la bandera del Ejército que en medio de tantos peligros he conservado, y no dudéis que tremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacándoos de entre las garras de la tiranía y dando días de gloria y de paz a la amada Patria”. El segundo documento es el Libro de Órdenes del día del Ejército Auxiliar del Perú, donde en la correspondiente al 22 de mayo consta la previsión de colocar la bandera a la que se refiere como “nacional”, en el Cabildo tucumano durante el 25 de ese mes y en su víspera, algo que la lluvia frustró por lo que debió diferirse hasta el 28[37]. La tercera prueba documental es la carta personal que Belgrano dirigió a San Martín desde Santiago del Estero (6 de abril, 1814) donde, con su característica caligrafía le recomendó: “…conserve la bandera que le dejé, que la enarbole cuando el Ejército se forme”. De esta manera, queda comprobado que la llamada bandera ”del ejército” no se perdió luego de Ayohuma, como plantean aquellos que afirma que fue escondida en la capilla de Santa Teresa, en Titiri[38], cercanías de Macha. Todo lo contrario, siguió en uso hasta que Belgrano retomó el comando de la fuerza, ya declarada la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, el 9 de julio de 1816. 

La falta de un acto gubernamental que reconociera como enseña de la nación en ciernes a la bandera que desde 1812 había propuesto Belgrano generó diversidad de diseños. Todos coincidieron en el uso del blanco y del celeste, sobre lo que hay referencias copiosas que la extensión fijada a este ensayo impide referenciar. Sin embargo, lentamente se fue configurando el empleo mayoritario del formato que hoy reconocemos como Bandera Oficial de la Nación (Decretos Nº10.302/ 1944 y Nº1.650/ 2010), celeste, blanco y celeste en tres franjas horizontales. Fue así que el mismísimo Congreso General Constituyente reunido en Tucumán reconoció este diseño, en carácter de “bandera menor” de las Provincias Unidas a la que oportunamente se le impondría algún elemento característico de la forma de gobierno que surgiría de su labor institucional. El texto sancionado lo estipuló en estos términos: “será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente y se usará exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor”. Con esta norma, el 20 de julio de 1816, el Congreso dio identidad formal al nuevo estado y, a la par, terminó con la anarquía en cuanto a los símbolos lo que demandó adecuar las banderas de las diferentes unidades castrenses. Bien lo observa Juan Pablo Bustos Thames[39], que cuando se trató de elementos militares esa norma dispuso la exclusividad de uso, con lo que jurídicamente el empleo del adjetivo cobra enorme significado y explica la necesidad del reemplazo. 

Mientras tanto, el 7 de agosto de 1816 Belgrano había asumió el comando del ejército, entonces acantonado en Trancas (Tucumán). Al mes siguiente eligió la jornada en que debía conmemorarse el cuarto aniversario del triunfo en Tucumán para disponer el cambio de bandera de la fuerza[40]. Este gesto ratificó su liderazgo y contribuyó a reverdecer la gloria alcanzada en el Campo de las Carreras. Conforme a la orden del día para el 24 de septiembre de 1814, rodeó la ocasión de toda la parafernalia que imponía su intuitiva capacidad para traducir y aplicar lo que hoy llamamos Psicología Social. El mismo prócer nos relata el acontecimiento, que culminó cuando depositó ante la legitima Generala del Ejército la “bandera vieja[41], que portó por tres años en gloriosas y dramáticas jornadas, tanto bajo la metralla de los combates como en la placidez de los días de cuartel, al calor del pueblo y como merecedora del respeto de los soldados. En su arenga Belgrano manifestó: “Una nueva bandera del ejército os presento, para que, reconociéndola, sepáis que ella ha de ser nuestra guía y punto de reunión. La que acabo de depositar a los pies de nuestra generala, María Santísima de Mercedes, sirvió al mismo efecto mientras tuve el honor de mandaros”. Esta última alusión es capital para entender que se trató del mismo paño que había hecho la campaña al Alto Perú, por lo que nunca lo perdió en Ayohuma. 

Allí quedó, en San Miguel de Tucumán, a los pies de Nuestra Señora de las Mercedes, en el viejo templo que le estaba dedicado, donde debió permanecer como prenda preciada de la Patria hasta nuestros días. Por algunos años acompañó al bastón de mando que Belgrano le ofrendó a la Virgen en ocasión del espontaneo acto de acción de gracias que protagonizó el 28 de octubre de 1812 y, también, de otra bandera aquella que adjuntó a su donación[42], la que era enteramente celeste (color mariano por antonomasia), centrada en una cruz laureada y con el escapulario mercedario colgando de sus brazos, una reliquia casi olvidada por la Historia. No ocurrió así, debido a las disensiones que derivaron en la lucha fratricida que ensangrentó al país. 

Llegado el año 1831, los federales al mando de Facundo Quiroga enfrentaron a Gregorio Aráoz de La Madrid, jefe militar de la Liga Unitaria del Interior. Entre las fuerzas del segundo estaba el Regimiento 5[43], a cargo del coronel Isidoro Larraya[44], que tomó del templo de La Merced el histórico lábaro para erigirlo en la divisa particular de la unidad que mandaba. Poco después, en la batalla de La Ciudadela (Tucumán, 4 de noviembre) ese paño fue capturado a guisa de trofeo de guerra por subordinados a Quiroga, quien se lo cedió en reconocimiento por sus méritos de guerra al entonces sargento mayor José Ruiz de Huidobro[45], cuando le confió el mando del Regimiento de Auxiliares[46] de los Andes. Más tarde, este último, buscando congraciarse con al gobernador de Bs. Aires, Juan M. de Rosas, a raíz de una situación personal, dispuso entregarle la enseña. Lo hizo por nota fechada el 8 de abril de 1836[47] en donde afirmó que se trataba de “la bandera sobre la cual juró la independencia en Tucumán el ejército del general Belgrano[48] […] representando los colores prohibidos”, lo que indica que era blanca y celeste, color por el que el Restaurador sentía proverbial fobia[49] ya que los unitarios lo usaban como divisa de su partido. La pieza fue llevada hasta la residencia de Rosas en Palermo por manos del coronel Andrés Seguí. 

El historiador Guillermo Palombo consigna que esa nota mereció del Restaurador un lacónico “Archívese[50]”. Por lo demás, nada más se sabe de sobre esta bandera. El documento signado por Ruiz de Huidobro y archivado más tarde por orden de Rosas es una sólida prueba documental aunque Bustos Thames[51] apunta que existe una versión contraria, aunque solo se asienta en la débil tradición familiar que testimonió la señora Rosario López Ibaceta de Etcheverry, quién en 1912 afirmó que en casa de sus ancestros tucumanos supo guardarse[52] el bastón donado por Belgrano a la Virgen y dos antiguas banderas “trofeos”. Bustos Thames informa que, una fue aquella que más tarde albergó el Convento de San Francisco en Tucumán[53] y que la otra, acaso podría ser la que cedió Belgrano a la Virgen en 1816, lamentablemente esta pieza desapareció entre los años 1942 (cuando la vio Rómulo Zabala[54], quién no aportó mayores referencias sobre ella) y 1964 en que la primera quedó expuesta a la vista de los fieles en el citado templo, cuando fue erigido en monumento histórico nacional. En definitiva, se trata de una incógnita más en la historia de nuestros símbolos nacionales. 

Conclusión 

Así, en apretadísima síntesis, queda plasmada la trayectoria de esta bandera, que nació en Tucumán, ondeó triunfante en Salta, liberó a Jujuy y al Alto Perú, fue preservada por las propias manos de Belgrano en Vilcapugio, Ayohuma, así como en la retirada hacia Potosí y que volvió a Tucumán, donde permaneció hasta el momento en que su mismo creador la depositó a los pies de la Virgen Generala con el implícito propósito de que quedara en su santuario, honrando la memoria del milagroso triunfo obtenido el 24 de septiembre de 1812. Es la misma que sin pensar en sus consecuencias fue usada como talismán en una batalla que no debió librarse entre hermanos. En definitiva, es aquella bandera que desapareció en Bs. Aires en silentes circunstancias, privándonos a los argentinos de un testimonio capital para nuestra identidad nacional. 

Bibliografía sintetizada 

Los documentos citados constan en numerosas fuentes éditas e informáticas. Este trabajo se basó en Documentos para la historia del general Don Manuel Belgrano, publicado por el Instituto Nacional Belgraniano (tomos IV al VII, 2001 a 2015) e Ideario de Belgrano, de Matías DIB (2019), a los que puede accederse desde http://manuelbelgrano.gov.ar/seccion-biblioteca. Así como en el Registro Nacional de Leyes y Decretos, edición oficial publicada en varios tomos desde 1879.

Para el tema de la bandera se recomiendan especialmente: Enigmas sobre las primeras banderas argentinas, de Adolfo Mario GOLMAN (2007); “Origen de la Bandera Argentina” (Boletín de la Academia Nacional de la Historia, volumen LIV-LV [1981/1982], pp. 91 a 116, de Roberto MARFANY, Documentos para la historia de la Bandera Argentina, de Guillermo PALOMBO y Valentín ESPINOSA (2001), La Bandera de la Patria, de Eduardo S. ROSENKRANTZ (1988); así como La Bandera Nacional de la Libertad Civil, su historia y su pueblo, del autor de este ensayo (2013), sin olvidar las obras clásicas que abordan la temática, como por ejemplo, Dardo CORVALAN MENDILAHARZU, “Los Símbolos Patrios”, en Historia de la Nación Argentina. Ed. Academia Nacional de la Historia. Bs. Aires. 1944. Tomo VI, parte 1ª., p. 243 y ss. Por supuesto que la bibliografía es muy amplia, pero de una sistemática muy variada.



Notas y referencias: 

[1] Oficio de Belgrano al Gobierno, datado en Rosario el 27 de febrero de 1812.

[2] Ver CARRILLO BASCARY, Miguel. Cuatro hipótesis sin respuestas sobre el diseño original de la Bandera argentina: http://banderasargentinas.blogspot.com/2016/02/cuatro-hipotesis-sin-respuesta-sobreel.html y http://banderasargentinas.blogspot.com/2016/02/cuatro-hipotesis-sin-respuesta-sobreel_26.html (2016)

[3] BELGRANO, Mario. “En torno a los retratos de Rivadavia y Belgrano” (Boletín del Inst. de Investigaciones Históricas. Bs. Aires. 1941. Tomo XXIV. Nos. 89-92. pp. 14 y 15.

[4] BERUTI, Juan Manuel, en “Memorias Curiosas” (Biblioteca de Mayo. Ed. oficial. Bs. Aires. 1960. Tomo IV, p. 3833) refiere que, en agosto de 1812, conocido el fracaso de la conspiración de Alzaga, se vieron banderas azules y blancas en la torre del templo de San Nicolás, esto es con los colores invertidos respecto a la de Rosario. Luego escribió: que conforme al decreto del 30 de abril de 1813 (otros lo datan el 27), el Triunvirato mandó reemplazar los blasones realistas por el “gran escudo de la nación de las Provincias Unidas del Río de la Plata” aprobado por la Asamblea Constituyente, el que describió y dejó dibujado. El testigo señala: “Las manos juntas significa[n] la unión de las provincias; […] y los campos celeste y blanco nuestra bandera nacional”. Esto indicaría la existencia y composición de la bandera que se usaba en Bs. Aires, entre agosto de 1812 y mayo de 1813 (Ob. cit. p. 3846).

[5] Fue estudiada en diversos trabajos por Julio LUQUI-LAGLEYZE y María Cristina D’ANDREA. Por ejemplo en: https://fiav.org/wp-content/uploads/2021/06/ICV21_17-Luqui.pdf (2005)

[6] Principalmente en CARRILLO BASCARY, Miguel. Ob. cit. p. 59.

[7] En Rosario la bandera no fue jurada, las palabras del prócer clarifican el punto, ya que en su arenga manifestó: “Soldados de la Patria […]. Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sur será el templo de la independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!” (Proclama que Belgrano adjuntó al oficio que cursó Belgrano cursó al Gobierno, datado el 27 de febrero de 1812). Esto es, lo que se juró fue vencer a los enemigos.

[8] Imagen tomada de PALOMBO, Guillermo y DE IGARZABAL CLAUSSE, Luis. La bandera de Belgrano en su bicentenario. Bs. Aires. 2012, publicado en: https://www.colegiomilitar.mil.ar/rediu/pdf/ReDiU_1030_art4-Bandera%20de%20Belgrano%20en%20su%20Bicenteario.pdf En el documento puede leerse que, el 27 de mayo de 1812 Belgrano ordenó al Comisario a cargo de la caja del ejército, que entregara 75, 5 pesos al ayudante de campo Dámaso Bilbao para “la bandera del ejército”, con su cola y fornituras; seguidamente consta el recibo por esa suma.

[9] El documento lo difundió Roberto MARFANY cuando se incorporó a la Academia Nacional de la Historia. (Boletín de la Academia Nacional de la Historia, volumen 1981/1982, entre pp. 108 y 109).

[10] Puede ampliarse al respecto en CARRILLO BASCARY, M. Ob. cit., pp. 61 a 63.

[11] En esto la argumentación sigue la tesis de Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ (Los dos simbolismos de la Patria. Ed. del autor. Rosario. 1968) quien desde 1957 postuló que fue la izada en Rosario y que, luego de la derrota de Ayohuma, se la escondió en la capilla de Titiri (Bolivia), en cercanías de San José de Macha, donde fue descubierta en 1883. Aquella que se conoce como “bandera de Macha”, pieza fundacional del museo Casa de la Libertad, Sucre.

[12] Desde 1995 Tucumán tenía una enseña provincial que se aprobó durante el gobierno de Ramón “Palito” Ortega (Ley Nº6.696), pero su confección se demoró y recién la concretó su sucesor, Antonio D. Bussi. Al finalizar su mandato el mandatario que lo sucedió dejó de emplearla. En el año 2010 se dictó la Ley Nº8.291, que impuso la bandera hoy en uso (blanca, celeste y blanca, en horizontal), aduciéndose que fue la empleada por Belgrano en la batalla de Tucumán. Este razonamiento responde al deliberado propósito de manipular los hechos históricos con propósitos netamente ideológicos. Hubiera sido un acto de rebeldía contra el Gobierno que Belgrano combatiera en Tucumán bajo la bandera usada en Jujuy, cuando meses antes había recibido una orden directa que implicaba su prohibición; de haberlo hecho se demostraría que faltó a su palabra, por lo que la tesis es un verdadero agravio a la memoria del prócer.

[13] Así lo reseña puntillosamente GOLMAN, Adolfo Mario. Enigmas sobre las primeras banderas argentinas. Una propuesta integradora. Ed. De los 4 Vientos. Bs. Aires. 2007, pp. 94 a 99.

[14] Unidad de infantería formada en 1810, participó en Las Piedras, Tucumán, Salta y Vilcapugio, cuando quedó diezmado por lo que Belgrano lo refundió con el Reg. 1, lo que ratificó el Directorio en febrero de 1814, a propuesta de San Martín. Por entonces fueron sus jefes: Warnes, Miguel Aráoz, Pico y Forest.

[15] Ordenanzas reales para el régimen de los ejércitos. Tomo I, Tratado II, Título XIX, pp. 251 y ss. Madrid. 1768 y concordantes.

[16] En este oficio Belgrano informó que el 25 de mayo de 1812 el barón von Holmberg condujo “la bandera nacional, desde mi posada” una referencia que indica el lugar donde se guardaba.

[17] Referencia a los Anales inéditos de Potosí, aportada por LUQUI-LAGLEYSE, Julio. “Banderas históricas de los Patricios 1806-1998”. En RUIZ MORENO, Isidoro y DE MARCO, Miguel. Historia del Regimiento Patricios de Bs. Aires. Ed. Edivern. Bs. Aires. 2000. Ratifica esta información y la amplía, GOLMAN, A. M. Ob. cit. Capítulo 14, cuya fuente es la Historia de la Villa Imperial de Potosí de Nicolás Martínez Arzans y Vela (Catálogo de la Colección Rück).

[18] CARRILLO BASCARY, M. Ob. cit. pp. 75 y 76, principalmente.

[19] PAZ, José María. Memorias póstumas. Ed. La Revista. Bs. Aires. 1855. Tomo I, p. 72.

[20] Otro testigo coincide con Paz, ALVARADO, Rudecindo. “Memoria histórico biográfica”, en Biblioteca de Mayo. Tomo II. Bs. Aires. 1942.

[21] LUGONES, Lorenzo. El coronel Lorenzo Lugones (Memorias). Ed. Kraft. Bs. Aires. 1896. p. 34.

[22] Ver el dictamen emitido acorde a la competencia estipulada en el Decreto Nº1.435/ 1992, (artículo 3º c), en http://manuelbelgrano.gov.ar/bandera/dictamen-del-inb-sobre-el-juramento-del-rio-pasaje-13-de-febrero-de-1813. Fue pedido por los Institutos Belgranianos de Salta y de Gral. Güemes. La resolución no conformó a su similar de Metán, ciudad inmediata al lugar histórico, una actitud que desnuda llamativo localismo.

[23] Ver su texto en: DIB, Matías. Ideario Belgraniano. Varios editores. Bs. Aires. 2019. p. 293.

[24] FRIAS, Bernardo. Historia del general Martín Güemes. Ed. El Cívico. 1902. Tomo II, capítulo XVII.

[25] PAZ, J. M. Ob. cit. Tomo I, pp. 93 y 95.

[26] GOLMAN, A. M. Ob. cit. p. 122.

[27] Reconocida más tarde como “símbolo patrio histórico” por Ley Nº27.134 (2015) y también como bandera oficial de la provincia de Jujuy, por medio de la Ley Nº4.816 (1994), ratificada por Ley Nº5.772 (2013).

[28] MITRE, Bartolomé. Historia de Belgrano. Ed. F. Lajouane, reimpresa por W. S. Jackson. Bs. Aires. Tomo II, p. 272.

[29] MITRE, B. Ob. cit. Tomo II, pp. 273 y 274.

[30] PAZ, J. M. Ob. cit. Tomo I, pp. 125 y 152.

[31] PAZ, J. M. Ob. cit. Tomo I, pp. 119 y 121.

[32] LUGONES, Lorenzo. Ob. cit. p. 45.

[33] LUGONES, L. Ob. cit. p. 46.

[34] MITRE, B. Ob. cit. Tomo II, p. 302.

[35] PAZ, J. M. Ob. cit. p. 152.

[36] LUGONES, L. Ob. cit. p. 56.

[37] Trascripción realizada por ZABALA, Rómulo. “La bandera vieja en el ejército”, en Diario La Nación, edición del 24 de septiembre, 1944. Bs. Aires.

[38] Sobre esta enseña puede verse GOLMAN, A. M. Ob. cit. capítulo 21, p. 175 a 189. La pieza fue restaurada entre 2007 y 2009 por un equipo de expertas encabezado por Patricia Lisa y María Pía Tamborino, en cuyo proceso pudo comprobarse que presenta “manchas amarronadas y oscuras” las que alguna vez se creyeron de origen hemático, es decir, compatible con sangre, coloración que se corresponden con el desteñido del género rojo que la ocultaba: https://es.scribd.com/document/449176629/Informe-final-restauracion-Bandera-Macha

[39] BUSTOS THAMES, J. P. Ob. cit. p. 274.

[40] Un interesantísimo estudio sobre el punto se debe a BUSTOS THAMES, ob. cit. pp. 249 a 260 y 271 a 283.

[41] Así la llamó Zabala y con él también lo hicieron muchos otros autores.

[42] Sobre esta puede verse CARRILLO BASCARY, M. Ob. cit. pp. 67 a 71; para un estudio mayor es imprescindible acceder a BUSTOS THAMES, Juan Pablo. La Bandera del Templo de San Francisco. Ed. del autor. Tucumán. 2018.

[43] Mencionado también como batallón, el 5 de Cazadores fue creado en 1826, actuó en Ituzaingó y Ombú, participó en la asonada contra Dorrego y luego se incorporó a las fuerzas de Paz, combatió en La Tablada, Oncativo, La Ciudadela y en otras numerosas acciones.

[44] Isidoro Larraya (Montevideo, 1790-1831) fue cadete durante las Invasiones Inglesas, actuó en el sitio de Montevideo, participó en numerosos combates y batallas, entre las que se cuenta Ituzaingó, hizo la campaña del Brasil (subordinado a Lavalle), acompañó a Martín Rodríguez contra los indios, enrolado en el bando unitario luchó en Inactivo, La Tablada y otras. En la dispersión posterior a La Ciudadela fue asesinado por los federales.

[45] Ruiz Huidobro nació en Madrid, en 1802. Era un verdadero aristócrata. Perteneció al mítico Regimiento Numancia, convocado por Aloda combatió en Pilar, La Tablada, la segunda de Oncativo, hizo la campaña al interior subordinado a Quiroga, de quien fue uno de sus principales lugartenientes, con quien expedición contra Yanquetrúz, estuvo en Las Acollaradas, comandó la frontera Sur de Córdoba, conspiró contra los Reynafe que dominaban Córdoba, aunque consiguió ser sobreseído. Se retiró al campo en la provincia de Bs. Aires y murió en 1842.

[46] Se formó en 1829, por Quiroga con efectivos provenientes de La Rioja, San Luis, Catamarca y Mendoza.

[47] Identificada por PALOMBO Guillermo y ESPINOSA, Valentín (Documentos para la historia de la Bandera Argentina. Bs. Aires. 2001, p. 190) en el Archivo General de la Nación, Documentación donada y adquirida, legajo 231, Colección Juan Farini. Colección Adolfo Saldías, Documentación sobre J. M. de Rosas, 1836, fo. 191 y v. (VII. 3-3-6)

[48] Este acto se verificó el 21 de julio de 1816.

[49] Manifestando esta aversión, que también se extendía al verde, Rosas mutó de hecho la enseña nacional, sin que se hubiera dictado norma alguna pese a contar con la suma del poder público, por lo que aquella vio oscurecidas sus franjas superior e inferior, se enrojecido al Sol y se le añadieron cuatro gorros frigios junto a leyendas hostiles a sus opositores.

[50] Ref.: PALOMBO, G. y DE IGARZABAL CLAUSSE, L. Ob. cit. en nota 8.

[51] BUSTOS THAMES, J. P. Ob. cit. pp. 256, 257 y de 277 a 281.

[52] En el curso de las turbulencias del siglo XIX fue común que ciertos valores y objetos de interés comunitario fueran preservados en manos de algunas familias principales, para ponerlos a salvo de incursiones de bandoleros y de los saqueos que solían afectara templos y conventos a consecuencia de las guerras civiles.

[53] Actualmente se preserva en el pequeño museo anexo a dicho templo. Es de tras franjas, celeste, blanca y celeste y lleva la inscripción “A LA ESCUELA DE SAN FRANCISCO/ DON BERNABÉ ARÁOZ GOBERNADOR”, centrada en otra inscripción “TUCUMÁN/1814/ DONÓ”.

[54] Ver nota 42.