miércoles, 26 de febrero de 2025

Bandera histórica: ideología y polémica

Ejemplo de preservación y moraleja

Patio Islas Malvinas, Casa Rosada. Se observa claramente la exposición al Sol que experimenta la bandera histórica

Por Miguel Carrillo Bascary 

Una inesperada y virulenta polémica concitó una decisión que debió haberse tomado hace muchos años, demasiados. La inacción solo puede entenderse desde la miopía de las ideologías que parecieran tornar en noche lo que debería brillar a la luz del día.

Todo gira en derredor de una bandera histórica que, como todo elemento patrimonial, debió ser preservada como testimonio para las futuras generaciones de argentinos. Los colores celeste y blanco, no pueden ser patrimonio de ningún sector, pertenecen al pueblo argentino en su conjunto. Ningún hijo debería intentar apropiarse del sentimiento que inspira la madre común, la Patria, simbolizada en su bandera.

Una mirada hacia atrás

Nos recuerda la crónica que el 28 de septiembre de 1966 un grupo de dieciocho argentinos izó ese paño en un improvisado mástil en las Islas Malvinas, ahí permaneció flameando unas veintiséis horas, como signo visible de los derechos argentinos a ese querido pedazo de suelo. Ante ella los activistas cantaron el Himno nacional en la mañana del día 29, antes de entregarse a las autoridades británicas que los rodeaban. Quienes así procedieron buscaron llamar la atención del mundo sobre la injusta ocupación británica, justamente en momentos en que el consorte de su reina estaba en el país participando en un torneo de polo.

La acción fue ejecutada por militantes de tendencia ultranacionalista, en lo que se conoció como el “Operativo Cóndor”. Con los años esa bandera, junto con otras que compartieron su suerte, fueron puestas en valor como referencia visible de aquel evento reivindicador. Inicialmente las recibió el gobernador de Ta. del Fuego, circunstancialmente presente en el vuelo desviado por los complotados, luego permanecieron como elementos de prueba, a disposición del juez federal de Ushuaia en donde se los procesó. En su sentencia el magistrado se pronunció sobre el destino de los vexilos en los siguientes términos[1]:

Cualquiera fuera la opinión personal del infrascripto escapa a sus funciones el disponer sobre el destino solicitado. No pretendamos anticiparnos al juicio de la historia. Dejemos a la posteridad lo que es de la posteridad. Solo el tiempo que acalla las pasiones y afina las perspectivas es el capaz de dar su fallo sereno e imparcial”.

Así fue, con el devenir de los años las siete banderas adquirieron un significado particular que justifica que sean debidamente preservadas.

A fines del 2012 la periodista María Cristina Verrier, una de las promotoras del Operativo, se entrevistó con la entonces presidente de la Nación y le entregó las piezas que tenía en su poder, lo que se dio a conocer durante un acto cumplido el 24 de agosto de ese año con el que se quiso reivindicar al gaucho Antonio Rivero[2] Fue durante el gobierno de Cristina Fernández, cuando la pieza más significativa, la que se colocó en el improvisado mástil de hierro en cercanías de la pista del hipódromo malvinense, se instaló en la “Casa Rosada”, precisamente en uno de sus patios interiores, consagrado a memorar a las Islas. Ahí en una ceremonia oficial que fue ampliamente documentada, la entonces presidente de la Nación inauguró su emplazamiento, una gran vitrina, donde la enseña se exhibió desplegada en vertical, detrás de un grueso cristal. Era el 2 de abril del año 2014[3], y desde entonces quienes transitaban por el sector pudieron verla en esa ubicación[4].

 La vitrina en concreto, lo que nunca debió ser

¿Cómo son las banderas?

Sus medidas originales indicaban un largo de 2,50 por 1,50 metros, aproximadamente. Las siete fueron confeccionadas por la madre de María Cristina Verrier. Ninguna tenía el Sol en su centro, esto indicaba que eran de uso civil, tal como lo mandaba la legislación por entonces vigente, ya que las que portaban el astro se reservaban como insignias oficiales.

El biógrafo de estas enseñas, referencia al número con sus connotaciones bíblicas, atento a que varios protagonistas del Operativo eran católicos y devotos de Ntra. Señora de Itatí[5].

Un juicio técnico

No son pocas las banderas que testifican la historia nacional que se conservan en los muesos, iglesias y otros lugares significativos. La gran mayoría se referencian con la guerra por nuestra independencia, otras con las luchas intestinas, algunas menos testimonian acciones que se inscriben en posteriores momentos del pasado nacional. También las hay que constituyen trofeos tomados a tropas enemigas. Lamentablemente las deficientes condiciones con que se conservaron por décadas han hecho mella en la integridad de casi todas, muchas hay que se han desintegrado por acción del tiempo y las malas condiciones de su archivo, otras tantas permanecen en estado crítico hasta el punto de su inminente destrucción.

En un primer momento estas banderas se exhibieron colgadas o enrolladas a sus astas. Quizás las más valiosas intentaron ser preservadas encerrándolas en vitrinas, a la manera de los cuadros, de esta forma se exhibieron indiscriminadamente. Doloroso es afirmar que así se mantienen, huérfanas del cuidado necesario, sin que ninguna gestión en pro de su conservación haya tenido eco en los últimos gobiernos.

Empero, es justo reconocer que algunas[6] han podido ser intervenidas en los últimos años, revirtiendo las condiciones de su guarda y estabilizando los daños.

Lo cierto es que cada una es un girón de nuestra historia, bajo sus pliegues hubo argentinos que combatieron y cayeron muertos o heridos. Otras fueron llevadas en triunfo y aclamadas a su paso. Todas merecen conservarse.

Quienes nos dedicamos a la Vexilología hemos sido instruidos por los especialistas en la conservación de textiles sobre cuál es la forma en que deben conservarse como piezas testimoniales del pasado argentino.

De más está decir que, aún el más noble de los textiles está expuesto dramáticamente a la acción de distintos factores que los van degradando con cada día que pasa. La luz solar, los cambios de temperatura, particularmente aquellos que implican una amplitud térmica significativa, la acción de microrganismos e insectos, la polución de sus detritos, la proliferación de hongos, los procesos químicos que se dan entre las fibras, todo conspira contra su integridad.

La acción mecánica sobre el entramado también es otra condición muy negativa para los textiles, particularmente cuando se los exhibe en vertical ya que su propio peso tracciona por efecto de la gravedad.

Señalado lo expuesto, cabe recordar los consejos destinados a minimizar tan negativas circunstancias. Se sugiere mostrar la pieza en posición horizontal o, al menos, con una inclinación mínima. Es imprescindible que el espacio contenedor sea lo más ascéptico y hermético posible, de forma que pueda mantenerse a una temperatura y humedad constante. La bandera jamás deberá recibir la luz del Sol, por ser extremadamente agresiva. Mientras que la iluminación artificial será la mínima posible, previendo que permanezca en la oscuridad cuando no se exhiba al público.

El caso en concreto

Con la debida reserva de mi fuente de información puedo aseverar que, desde el año 2014, voces técnicamente calificadas señalaron la inadecuada forma en que se mostraban estas banderas, particularmente la instalada en el Patio Islas Malvinas de casa Rosada. Las observaciones fueron desoídas y con ello el deterioro no hizo más que acentuarse.

Es evidente que las condiciones con que se mostró la histórica bandera durante diez años y diez meses no cumplía con las demandas técnicas adecuadas para preservar la pieza. Por esto, merece el aplauso la decisión de removerla para poder realizarle la intervención paliativa que sea necesaria para que, posteriormente, se exhiba en un lugar donde la tela no siga sufriendo.

Así lo explicó el vocero presidencial[7] respondiendo a las voces que, por cuestiones ideológicas cuestionaron el retiro de la reliquia como si fuera poco menos que un destrato para con dicha bandera.

Así las cosas, llama la atención que por más de una década la ideología haya impedido advertir que ni esa, ni ninguna otra bandera histórica, debió haberse mostrado en la forma en que así se hizo.

Otra imagen del sector

Informe oficial

En su intervención, el vocero oficial se refirió al informe técnico que elaboró el Museo que reza: 

“La bandera presentaba numerosos deterioros, roturas, decoloración, faltantes, deshilachados, suciedad general, así como dobleces que se efectuaron al adaptar el tamaño del textil a la vitrina donde estaba”. Por otro lado, agregó el funcionario “había un documento que acompañaba a la bandera se encontraba con un alto grado de deterioro como rigidez, faltantes, rajaduras, decoloración, etcétera. Todos estos fueron producidos - según el análisis que hizo el propio Museo - por la sobreexposición a la luz solar directa, cambios de temperatura y por la fuerza que realiza el textil al exponerse de forma vertical como estaba, o como estuvo parte del tiempo allí, en el Patio Malvinas”.

Conclusión/ Moraleja:

Es de esperar que este incidente sirva para hacer tomar conciencia y que aquella bandera que lo originó sea cabeza a un proyecto que comprometa al Gobierno nacional en preservar las numerosas banderas históricas que se atesoran en el país, de manera que se las muestre bajo condiciones técnicamente correctas. 

Al menos aquellas que sean de mayor trascendencia, ya que todas son de importancia...y son muchas.



[1] López López, Carlos. Siete banderas, siete destinos: el Operativo Cóndor y la reafirmación de la soberanía argentina en las Islas Malvinas. Imprenta del Congreso de la Nación. Buenos Aires. 2020, p. 43. https://icn.gob.ar/public/publicaciones/7_Banderas/7-banderas.pdf.

[2] Era empleado del gobernador argentino en Malvinas cuando la usurpación británica. Sus panegiristas lo presentan como un patriota, decidido opositor a los ilegítimos ocupantes, otros afirman que sus acciones no tuvieron más que objetivos personales.

[3] Para lectores no argentinos: es la fecha de 1982 en que se concretó la reocupación de Malvinas por fuerzas argentinas y que se extendería hasta el 10 de junio de ese mismo año en lo que la historia conoce como “Gesta o Guerra de Malvinas”.

[4] Por decisión presidencial, las otras banderas se distribuyeron en diversos lugares del país: en el “Salón de los Pasos Perdidos” del Congreso Nacional, en las basílicas de Luján (provincia de Bs. Aires) y de Itatí (provincia de Corrientes), en el Museo del Bicentenario (subsuelo de la Casa Rosada), en el Museo de las Islas Malvinas (ciudad de Bs. Aires) y la restante se instaló en el mausoleo dedicado al ex presidente Kirchner, en Río Gallegos (provincia de Santa Cruz). Para ampliar la información recomiendo consultar: Las siete banderas del Operativo Cóndor de Tomás Aguerre en: https://cenital.com/las-siete-banderas-del-operativo-condor/.

[5] Esto justificaría que una de las piezas fuera posteriormente derivada al santuario de esta advocación. 

[6] Citamos de entre ellas: la llamada bandera de Ayohuma, en el Museo Histórico Nacional, la Bandera Nacional de la Libertad Civil (Jujuy), la Bandera Ciudadana (San Juan) y la insignia del Ejército de los Andes (Mendoza)

martes, 25 de febrero de 2025

Febrero 27 y las banderas ESPURIAS

Llamado de atención, condenando la desaprensión

Por Miguel Carrillo Bascary

Este 27 de febrero, en que los argentinos conmemoramos la creación de la Bandera Nacional, no busco aportar ninguna reflexión sobre su historia, tampoco sobre su significado emotivo, ya lo hice en otras oportunidades.

Hoy quiero ir a lo concreto, al día en que vivimos, una realidad donde tenemos el deber de cambiar todo aquello que pueda cambiarse, sea mucho, sea poco o sea mínimo.

Antes que nada vale recordar que el "Diccionario de la Real Academia" española nos informa sobre los sinónimos del calificativo “espurio”: falso, bastardo, ilegitimo, refalsado, ficticio y fraudulento. Otros diccionarios aportan algunos más: apócrifo, engañoso, falaz, adulterado, capcioso, artero, malintencionado, retorcido, tramposo y otros. Ninguno suena bien.

Para que se me comprenda, inevitablemente vuelvo mi pensar hacia ciertas cuestiones del pasado, tanto el lejano como el más reciente, pero por sobre todo a las lagrimas que motiva nuestro presente.

Cuando en 1818 el Congreso sumó el Sol a la Bandera Nacional no especificó cómo debía representarse. No dijo cuántos rayos debía tener, ni cómo debían ser los ojos, tampoco indicó su tamaño, ni si tendría boca, nariz o el ceño fruncido. A consecuencia de estos silencios surgieron cientos de interpretaciones, cada artista dispuso como mejor le pareció.

Hubo varios intentos para definir un diseño modelo al que debían ajustarse todas las banderas, pero ninguno alcanzó este loable propósito.

Llegado el siglo XXI se formó una comisión multidisciplinaria, ampliamente pluralista, con el propósito de establecer un modelo patrón de la Bandera Oficial de la Nación. Los trabajos demandaron una década y cuajaron en cuatro diversas normas IRAM que debían satisfacer el objetivo de fijar un diseño en forma acorde al mejor nivel técnico que demandaba una materia tan entrañable como nuestra Enseña Patria.

Se esperaba que el Congreso Nacional aprobara estas disposiciones por medio de una ley, pero el Poder Ejecutivo Nacional quiso capitalizarlo para sí y determinó emitir el Decreto Nº1.650/ 2010, coincidiendo con el bicentenario de la Revolución de Mayo.

Este decreto contiene la NORMA IRAM- DEF D 7677, que definió el modelo de Sol de la bandera de izar, y también la NORMA IRAM- DEF D 7679, que hizo lo propio para la enseña de ceremonia. Ambas coinciden en los trazos del astro:

Modelo patrón, conforme Normas IRAM (Decreto Nº1.650/2010)

Sol bordado y modelo legal

La triste realidad

Pasaron casi quince años, en este lapso algo se consiguió, pero mucho falta todavía para cumplir con lo que dispuso el Decreto. Son muchas, demasiadas, las banderas de izar y de ceremonia en uso que muestran al Sol con diseños espurios, diferentes a lo reglado, incluso en las reparticiones oficiales del más alto nivel. No debería ser así, todo lo contrario. 

Veamos algunos ejemplos de soles no reglamentarios:


Desde el Estado nacional y desde las provincias se debería dar el ejemplo en la observancia de la forma dispuesta para el más antiguo de nuestros símbolos nacionales.

Esta tarea tendría que comprometer a todas las reparticiones públicas, a las escuelas y aun a las unidades militares, a las que la Patria debe su independencia.


Repito, la esperada ejemplaridad pareciera no existir, quizás por inadvertencia, quizás por desidia. No es una cuestión menor. Es una falta de sensibilidad con todo lo que significa la Bandera nacional.

En estos tres lustros las acciones del Instituto Nacional Belgraniano, de sus más de cuarenta  filiales distribuías por todo el país, de muchas entidades afines y la tarea de ingente cantidad de ceremonialistas, poco han podido hacer ante la proliferación de banderas con soles espurios que ofrece el comercio desde pluralidad de medios. Basta abrir cualquier portal de compras on line para verificarlo.


 Soles espurios bordados en banderas de ceremonia

 Soles espurios en banderas de izar

También se verá en la Internet que importantes fabricantes de banderas ofrecen a los incautos modelos, cuyo rasgo más evidente es un Sol que dista mucho de ser el que demanda la normativa nacional.

 Sol reglamentario - Sol espurio
A veces las diferencias pueden ser muy sutiles

Ante este panorama podemos preguntarnos:

- ¿No será oportuno que desde el Gobierno nacional se instruya todos sus organismos solo usen y adquieran banderas argentinas reglamentarias, acordes a la normativa IRAM?

- ¿No es pertinente que los gobiernos de provincia hagan lo propio, y adviertan a las escuelas y a sus cooperadoras, que no compren ejemplares engañosos?

Vaya como recomendación para los encargados de compras de las entidades oficiales y privadas, que en todo pedido de cotización para adquirir banderas argentinas se incluya como condición necesaria que las ofertas deban cumplir en detalle con las previsiones del Decreto Nº1.650/ 2010.

Lo que sí es claro y no deja lugar a ninguna duda es que las autoridades, DEBERIAN DAR EL EJEMPLO. ¿No les parece?

viernes, 21 de febrero de 2025

Cuestión jurídica: aportes del Estado a la Iglesia

Un fósil constitucional

Por Miguel Carrillo Bascary

El 24 de diciembre de 1822, no casualmente en víspera de la Navidad, el octavo gobernador de la provincia de Buenos Aires, en ejercicio de las relaciones exteriores de los Provincias Unidas del Río de la Plata, general Martín Rodríguez (1771-1845), guerrero de la independencia y acérrimo liberal, firmó un decreto por el que el Estado se incautó de los bienes inmuebles de la Iglesia Católica en esa jurisdicción y se suprimió los diezmos[1]. El inspirador de la medida fue el hombre fuerte en las sombras, su Ministro de Gobierno y relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia (1780-1845), unitario, europeizante y también masón. Si bien años después algunos de estos inmuebles fueron restituidos y el gobierno hizo aportes aislados la exacción nunca se compensó.

Llegado el año 1853 en que se acordaría la firma de la Constitución Nacional se puso de relieve la incongruencia que existía y que conspiraba contra la radicación de capitales extranjeros imprescindibles para desarrollar el país.

Si bien el Artículo 17 reconocía el derecho de propiedad como inviolable y se garantizaba que solo podía expropiarse por razones de interés público, sentencia fundada en ley y previa indemnización, era público y notorio de que el gobierno había avanzado sobre los bienes de la Iglesia, sin cumplir ninguna de esas condiciones.

No podía disimularse que si esto ocurrió con la Iglesia ¿qué podía esperar un inversor extranjero que se aventurara a traer su capital al país? Era una simple cuestión de lógica, el riesgo de perderlo todo era patente y harto peligroso.

El gobierno de entonces no contaba con posibilidad material de volver sobre sus pasos, carecía de metálico, muchas de las tierras públicas estaban en manos de los indios, el crédito del estado era inexistente y, para peor, todavía se adeudaba compensar la mayor parte de los gastos de la guerra por la Independencia y de la que el país sostuvo con el Brasil, también las pensiones a los veteranos de estos conflictos. La única fuente significativa de recursos eran las rentas de aduana, por entonces en poder del Estado de Buenos Aires, separado del resto de las provincias. En esta dramática circunstancia los convencionales reunidos en Santa Fe optaron por “patear la pelota para adelante un dicho futbolero que con los años se haría muy popular en Argentina, que indica el diferir los compromisos de pago.

Para instrumentar la dilación del reintegro se incluyó el Artículo 2º de la Constitución, que dispone lacónicamente: “El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”. Con los años la interpretación de esta norma daría lugar a verdaderos ríos de tinta que intentarían explicar lo que ordenaba el precepto, sin término ni condición alguna.

Acá es fundamental especificar que, al contrario de lo que ocurría en muchas naciones de entonces, la Iglesia Católica no fue declarada como “religión oficial” del país. Pese a esto el Estado argentino mantuvo vigente una cuestionable facultad propia de la monarquía hispana que le daba a posibilidad de ejercer el llamado “derecho de patronato”, reservándose nada menos que la designación de los obispos, entre otras cosas que deberían haber sido privativas de la Iglesia.

Es imposible en breves líneas brindar una referencia sobre cómo evolucionó la relación de la Iglesia con el Estado nacional, en lo que hace a la cuestión económica. Cuestiones ideológicas y de intereses oscurecen la cuestión. Con la perspectiva que aportan los más de doscientos años que median desde la disposición de 1822, que privó de esos recursos a la Iglesia, correspondería sumar los intereses y deducir los aportes concretados a lo largo de los años, una ecuación imposible por falta de adecuada documentación.

Para el año 2023, el aporte del Estado a la Iglesia Católica era prácticamente nominal desde hacía años y se mantenía dentro del presupuesto nacional solo para mantener formalmente el mandato fijado en la Constitución. Para atender a las necesidades materiales de la Iglesia en junio de 2020 esta generó el Programa EFE (de Financiamiento Eclesial de la Iglesia Argentina), formado particularmente con el aporte de sus fieles. Cabe señalar, además, que la Iglesia no tiene tarifados sus sacramentos y servicios religiosos, cada fiel aporta lo que voluntariamente dispone y de no ser así los recibe sin costo.

Así desde el 1º de enero de 2023, unilateralmente la Iglesia de Argentina y por decisión de la Conferencia Episcopal dejó de percibir la contribución que abonaba el Estado a sus miembros titulares (poco menos de 100), que entonces era de $55.000 (u$s 290) mensuales, con o que se suponía un obispo debía mantener a sus sacerdotes, hacer frente a los gastos corrientes de sus iglesias y dependencias, atender las demandas de la caridad, etc., etc.

El propósito de esta nota se limita a bosquejar el estado actual de la cuestión a propósito de que el pasado 31 de enero 2025, el obispo de San Francisco y presidente del Consejo Episcopal de Asuntos Económicos, monseñor Sergio Buenanueva, especificó a los medios que, desde el 1º de enero de 2024, “ya ningún obispo recibe nada del Estado, tampoco los obispos jubilados”.

Buenaventura también agregó[2]:

“No queremos depender de lo que el Estado nos pueda dar porque, de hecho, no dependemos … esto hay que decirlo una y otra vez: la Iglesia no es sostenida en su obra evangelizadora por el Estado. No lo ha sido, no lo es y no lo será". A la Iglesia "la sostenemos los católicos, la sostiene tu comunidad parroquial, que sostiene la parroquia (…) quedan dos ítems, que van a ir desapareciendo progresivamente, que es un aporte mínimo, una cifra irrisoria, para los seminarios (Nota del autor: ¡$4.235, por cada seminarista mayor!), y otra para parroquias de frontera" (unos 500).

Otra cosa que debe desmentirse es la muy generalizada idea de que la Iglesia recibe del Estado un monto de dinero por cada fiel bautizado, esto es una evidente leyenda urbana. Nunca ocurrió en Argentina.

La Iglesia cuenta además con ciertas exenciones impositivas, como el impuesto a las ganancias o en el IVA, un beneficio que se extiende a otras entidades religiosas. Ciertamente que el Estado hace aportes aleatorios para ciertas obras o proyectos puntuales como la asistencia a comedores, la reparación de templos declarados monumentos históricos nacionales, subvenciones a escuelas, cotolengos, programas de recuperación de adictos, de salud publica y similares, pero no en forma de prestaciones en exclusiva, ya que también lo hace en favor de otras confesiones religiosas y de instituciones civiles no confesionales.

Concluyendo

De concretarse una eventual reforma de la Constitución Nacional corresponderá quitar el actual Artículo 2do., por haber quedado vaciado de contenido, convertido en un fósil jurídico, como decimos los docentes de Derecho Constitucional. Igual ocurrió en la Reforma de 1994, cuando se quitó el requisito de que el Presidente de la Nación fuera católico.

¿Y la compensación por lo incautado en tiempos de Rodríguez y Rivadavia? Bien, gracias.

sábado, 15 de febrero de 2025

Médicos y abogados, sumisos y federales

El colmo del autoritarismo

Primitiva sede de la Universidad de Buenos Aires, fundada en 1821

Por Miguel Carrillo Bascary

Suele presentarse a quien gusta leer antiguos documentos algunos datos curiosos que merecen ser compartidos. Son demasiado sabrosos para guardarlos en el anecdotario personal.

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Al menos en el año 1836, data de nuestra historia, el ejercicio de la Medicina y de la Abogacía en Argentina no demandaba acreditar los conocimientos correspondientes, los requerimientos muy otros, como se verá.

En obsequio de quienes no sean argentinos, antes de entrar en tema es imprescindible brindar alguna noticia sobre el muy alto funcionario que suscribe el decreto que será comentado. Descuento que mis compatriotas cuentan con información al respecto.

Por entonces el gobernador de la provincia de Bs. Aires, era Juan Manuel de Rosas cuyo nombre completo era Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio (Bs. Aires, 1793-Southhampton, 1877). Esto evidenciaba su rancio abolengo, del que renegó por causa de una disputa con su padre. Quien sería llamado “restaurador de las leyes” era un poderoso estanciero, autocrático líder, sedicente federal pero acérrimo defensor de los intereses de Buenos Aires. Por no haber una autoridad nacional, Rosas también ejercía la representación exterior del país y extendía su influencia sobre el resto de los gobernadores.

Ahora sí, pasemos al documento, un decreto que Rosas suscribió el 27 de enero de 1836, “Año 27 de la Libertad, 21 de la Independencia y 7 de la Confederación”, como consta en la data.

En el texto se verá cuánto valoraba Rosas la sumisión y la obediencia de los profesionales a sus “Superiores de la Universidad”, valor que estimaba imprescindible para ejercer las profesiones de Galeno y de Cicerón, lo que habla bien poco de la trascendencia que se otorgaba a la independencia de criterio, que supuestamente debía cultivarse en los centros de altos estudios.

Esto no era lo más grave, seguidamente el decreto define un segundo requisito ya que el interesado en ejercer debía “… ser notoriamente adicto a la causa nacional de la Federación”. O sea, al sentir político predominante, del que Rosas se presentaba como el campeón.

Estas eran las condiciones se requerían para trabajar en ambas “profesiones liberales”, bajo pena de nulidad del diploma.

El texto que leerán a continuación me exime de mayores comentarios. Lo antecedía la proclama que estaba omnipresente en todo escrito, tanto público como privado, ¡VIVA LA FEDERACION!:


Fuente: Leyes y Decretos Promulgados en la Provincia de Buenos Aires desde 1810 a 1876. Aurelio Prado y Rojas. Imp. El Mercurio. 1878.

viernes, 14 de febrero de 2025

Wenufoye: símbolo de contradicción (RAM vs. Democracia)

Las cosas en su lugar 

     

Por Miguel Carrillo Bascary

Esta nota muestra una faceta de la compleja realidad de un símbolo sometido a las tensiones de las ideologías. De ninguna manera puede entenderse como un análisis de los múltiples enfoques que habilita el tema.

Referencias de lo cotidiano

Desde hace algunos años Argentina sufre la acción de grupos, sedicentes mapuches, que plantean reivindicaciones más allá del marco legal, apelando a todo tipo de medidas violentas. Un panorama similar, pero de mayor entidad, se verificó en la Rep. de Chile, hasta el punto que su ejército fue mandado a poner coto a las graves agresiones[1], pasado ese crítico momento las tensiones continúa subyacentes. En los últimos meses las noticias de Argentina abundan en consideraciones sobre el problema, donde el interesado podrá abrevar en busca de mayor información[2].

Para los lectores del exterior, corresponde señalar que los “pueblos originarios” o “indígenas argentinos”[3] cuentan con una amplia gama de derechos colectivos, además de aquellos de carácter subjetivo que les corresponden por ser ciudadanos del país. Es lo que especifica Constitución Nacional en su reforma de 1994, (inciso 17[4] de su artículo 75) y en la numerosa normativa derivada. Para decirlo con claridad: en Argentina no hay mapuches, hay argentinos de etnia mapuche y como tales no tienen ningún impedimento para ejercer todos sus derechos, en el marco de la ley, como cualquier otro nacional. También es un dato de la realidad que mapuches con nacionalidad chilena, que habitan dentro de nuestras fronteras, lo que gozan de derechos como todo extranjero.

Perspectiva histórica

Las consideraciones históricas sobre la temática exceden mucho a este reducido medio. Habitualmente se habla del “pueblo mapuche”, aunque no hay consenso, sobre la acepción de este término. En él se distinguen diversas parcialidades u orígenes territoriales, que reconocen un tronco común con significativos caracteres culturales, pero que expresan diversas trayectorias históricas. Quienes se reconocen parte de la etnia mapuche son originarios de Chile; hoy habitan una importante porción de su territorio y de Argentina.

En esta última, la minoría tiene mayor densidad en las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro. También hay un número significativo en algunos puntos de la provincia de Bs. Aires, en La Pampa y San Luis, que si bien se identifican como “ranqueles” tienen origen aonikenk (tehuelche) y están fuertemente influidos por la cultura mapuche.

En tiempos pasados, las relaciones entre los mapuches, otras etnias indígenas y las comunidades bajo la égida de las autoridades de Chile y Argentina presentaron un complejo panorama de enfrentamientos sangrientos, alianzas parciales y períodos de convivencia pacífica. A lo largo del siglo XIX y hasta bien entrada el XX se definió una política integracionista que en la perspectiva del tiempo hubiera implicado la pérdida de la identidad cultural indígena. También hubo graves manifestaciones de xenofobia, hasta tiempos recientes, particularmente en Chile. En las últimas décadas el panorama cambió drásticamente, revelando peculiaridades divergentes a cada lado de la frontera andina. Hoy la diversidad cultural se valora como un rasgo positivo para el futuro de ambos países.

Perspectiva normativa

En este aspecto me enfocaré en la legislación argentina, partiendo con cierta arbitrariedad desde el año 1994, cuando se aprobó la reforma a la Constitución Nacional que introdujo el inciso 17 del artículo 75 entre las atribuciones del Congreso. Su importancia demanda reproducirlo:

Artículo 75.- Corresponde al Congreso: […] Inc. 7. Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería Jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones”.

El panorama reconoce importantes antecedentes, como la Ley Nº23.302 (1985), llamada de “Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes” y la Ley Nº24.071 (1992) por la que Argentina adhirió al “Convenido 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales”. Por su parte, muchas provincias aprobaron numerosas normas en beneficio de estas minorías. Desde entonces puede afirmarse que hubo un cambio de paradigma en favor de los pueblos originarios que implicó el reconocimiento explícito de sus identidades culturales y de la capacidad de autogestión que determinó una gran apertura en materia de participación sociopolítica.

Mapuches y banderas

En la historia a de Sudamérica hay referencias ciertas de que los mapuches se identificaron con distintos vexilos en diversas circunstancias.

Durante las Guerras de Arauco (ca. 1546- 1647) emplearon banderas azules con una estrella blanca de ocho puntas que, se acepta, representaba al Lucero de la mañana (planeta Venus), guñelve o wuñelfe, lo que dio nombre al vexilo. Su uso se documentó en la primera mitad del siglo XIX[5], pero ya contaba con una larga tradición oral. Tiene una amplia vigencia, a veces comparte el paño con una medialuna; el Lucero suele adoptar diversos diseños.

Una porción de la doctrina visualiza a la Guñelve mimetizada en el interior de la estrella que luce en su cantón la bandera que adoptó Chile[6] en 1817.


Aspecto actual en la pieza original y reconstrucción hipotética

Incluso, desde 1604 se computa la creación del Tercio de Arauco, formado por mapuches bajo autoridad peninsular que combatieron a sus compañeros de etnia en las Guerra de Arauco portando banderas hispanas. Esta afinidad se mantuvo hasta tiempos tan tardíos como las luchas por la independencia de Chile, donde los mapuches sostuvieron las enseñas blancas con la Cruz de Borbón en la zona de Chiloé hasta 1826.

Asimismo, puede computarse la experiencia del francés Orellie-Antoine de Tounens (1825-1878), sedicente rey de Araucanía y Patagonia, que se desarrolló en dos etapas entre 1860 y hasta 1862. Este aventurero reunió algunas tribus bajo la bandera que él mismo concibió como símbolo de su utopía. Pretendía ejercer soberanía sobre el norme espacio comprendido por el litoral sobre el Pacífico entre el río Bio Bío (Chile), el Estrecho de Magallanes y la costa atlántica de la Patagonia, hasta el curso del río Negro. Pretender que este experimento político constituyó un antecedente de la autodeterminación mapuches es desconocer la realidad, pero hay a quienes lo afirman con pasión.

Como otra referencia se computa la bandera de la Federación Araucana, que en 1934 se adoptó en Chile.

En la tradicional ceremonia conocida como guillatún (rogativa[7]) se emplean banderas azules y amarillas, lo que evidencian a la cosmogonía mapuche.

Rumbo al guillatún

Aparece la Wenufoye

Como respuesta al llamado “Quinto Centenario” de la llegada de Cristóbal Colón a América, en Chile se conformó el “Consejo de Todas las Tierras” o Aukiñ Wallmapu Ngulam (AWNG) que se reunió Temuco en 1990. En innegable que la izquierda fue principal impulsora de esta convocatoria que se concretó en el marco de la lucha contra la dictadura pinochetista (1973-1990) que reunió a grupos de diferentes posiciones ideológicas.

El Consejo promovió una significativa toma de conciencia sobre las tradiciones y la identidad mapuche, plasmando una perspectiva dialéctica contradictoria de la cultura mayoritaria, a la que caracterizó como “huinca” (wingka).

Este término puede traducirse como un equivalente de “raza blanca”, pero en lengua mapuche, equivale a extraño, invasor, extranjero, en definitiva, a lo “no mapuche” o a “los otros”. Los más extremos suelen asignarle el significado de “ladrón”.

En la “2a. Conferencia Nacional de Autoridades y Personalidades Originarias”, reunida en Temuco, entre el 18 y 21 de marzo de 1991, se convocó a presentar proyectos de banderas representativas de la etnia. Las referencias indican que llegaron entre 300 y 500 proyectos desde comunidades chilenas y de Argentina. Cada uno expresó a su manera diversos símbolos y colores que posteriormente se sintetizaron en cinco, que representaron a los diferentes orígenes territoriales del gran tronco mapuche[8]. En el ínterin el gobierno de Chile emprendió varias acciones en procura de desalentar el proceso en ciernes, lo que escapa a la temática de esta breve nota.

En la agitada reunión del Consejo que se realizó en Temuco el 6 de octubre de 1992 (algunas fuentes dicen que fue el 5 y aún el 7), por medio de una decisión cuya legitimidad podría ser cuestionada según indican algunos de los propios dirigentes de la etnia, se aprobó adoptar un diseño válido para todo el conjunto al que se llamó Wenufoye (canelo celestial, en tanto que este árbol tendría connotaciones místicas). La enseña resultó significativamente parecida a la divisa nagche, mientras que su emblema central es coincidente con la huenteche y la laftquenche:

Wenufoye


Banderas nagche y huenteche 

Bandera lafquenche 

Pocos días más tarde se presentó en esa ciudad y en Santiago de Chile, durante las manifestaciones de repudio a los actos del Quinto Centenario (12 de octubre de 1992), con lo que comenzó el proceso de difusión del símbolo.

En el año 1993 el gobierno de Chile dictó la ley sobre “Protección, fomento y desarrollo de los Indígenas”, Nº19.253[9] que, en tanto garantiza la “protección del patrimonio cultural” indígena, se considera que tutela a la Wenufoye. En el criterio mapuche esto implica el reconocimiento del emblema con carácter nacional; esta subjetiva interpretación no deja de ser forzada si se considera el texto normativo pertinente:

Artículo 28.- El reconocimiento, respeto y protección de las culturas e idiomas indígenas contemplará: […] f) La promoción de las expresiones artísticas y culturales y la protección del patrimonio arquitectónico, arqueológico, cultural e histórico indígena”.

En el año 2010 la Controlaría General de Araucanía (Chile) emitió su dictamen 022247N10[10], que concluyó afirmando:

“… la Municipalidad de Villarrica se encuentra facultada para autorizar el izamiento de la bandera, emblema o escudo del pueblo mapuche junto a la bandera nacional, en las reparticiones municipales de su dependencia, en el entendido que el uso de esos símbolos cumpla la exigencia de satisfacer una expresión cultural, educativa o artística de la referida etnia”.

Este parecer se consolidó a lo largo de los años, hasta la actualidad y constituye un reconocimiento jurídico de la Wenufoye por el Estado chileno.

Desde este contexto combativo y radicalizado la Wenufoye adquirió características políticas y su uso se divulgó con creciente aceptación hasta el punto que algunos advierten sobre el peligro de su banalización, ya que el omnipresente mercado se apoderó de ella y hoy se la ve como emblema de los más variados productos y vestimenta, aparece en manifestaciones folklóricas, en preparados naturales y demás.

En la actualidad la Wenufoye es un emblema multifuncional, con el que se identifica particularmente al pueblo mapuche. Es un atributo que lucen con legítimo orgullo quienes se ven reflejados en este paño, soslayando las pretensiones secesionistas que le asignan otros, que la consideran la imagen misma de un estado propio (Mapudungún), que abarcaría territorios que están bajo la soberanía de Argentina y de Chile.

Descripción

La documentación vinculada a la creación de Wenufoye se conserva de manera parcial. Existen varias descripciones, aproximadamente coincidentes que dan razón de su significado.

Corresponde describirla desde su centro, formado la representación plasmada en un cultrún o cultrum o kultrum ceremonial, usado en los ritos tradicionales. Es un instrumento de percusión formado por una caja semiesférica construida en un tronco ahuecado de canelo (foye, considerado un árbol sagrado), pero también de laurel (triwe) o lenga (variedad de roble), al que se adosa un parche de cuero ovino, caballar o de guanaco.  Su diámetro frisa en los 40 centímetros. En el interior se colocan piedrecillas, hierbas medicinales, plumas o huesos.

La superficie el parche se pinta de amarillo (chod) aludiendo a la vitalidad solar, y una figura compleja trazada en tinte rojo (o con sangre sacrificial) que representa la “tierra de los cuatro lugares” (meli witran mapu), señalada con los puntos cardinales, donde destaca al Este (pwel, lugar del nacimiento del Sol (a veces con forma de cruz gamada), con lo que se sintetiza al universo. En los espacios así definidos se representan generalmente al Sol y a la Luna, pero también a otros símbolos o al primero, en forma exclusiva, como así también estrellas. Cada cuarto de la superficie alude a las estaciones, formando una cruz de brazos iguales. Mientras que los trazos que las dividen evidencian al relmu (arco iris) otros indican que son las patas del choique (ñandú).

En cuanto al paño del vexilo consiste en tres franjas iguales, horizontales, en celeste o azul (calfu) signo de la vida, del cielo, el orden; verde (karü), la naturaleza, el poder de sanación, lo femenino, y rojo (kelü) la fuerza, el poder, la memoria ancestral.

Por arriba y por abajo, hay dos guardas rituales guemiles (ngümin) de color negro y blanco (kuri/ liq) aludiendo al equilibrio de todo, el día y la noche, lo estable y lo dinámico, lo tangible y lo intangible. Contiene una sucesión de estrellas escalonadas (nimiñ[11]), por lo general doce, número que puede variar, las que aparentan ser cruces en la mirada del profano. Se considera que estas guardas muestran el poder transformador que surge de las artes y el trabajo, el conocimiento, las ciencias.

Esta interpretación podría extenderse aún más, con numerosos detalles, que no siempre son coincidentes.

Símbolo de contradicción

En los últimos años esos grupos radicalizados de los que se habló derivó en la comisión de todo tipo de delitos: cortes de rutas, usurpaciones de tierras públicas y privadas, amenazas de todo tipo, destrucción de infraestructura, exacciones a los transeúntes, incendios de propiedades y de bosques nativos, violencias, hasta de lesiones y asesinato de pobladores de la zona. La organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) de la que Francisco Facundo Jones Huala es cabeza visible, se adjudicó la mayor parte de esas acciones[12]. La agrupación posee un escudo, pero no cuenta con bandera propia, sino que utiliza la Wuenufoye con la idea de dar legitimidad a sus actividades. Algunas de sus entidades satélites han empleado vexilos negros con el cultrún en blanco, lo que remite a una de las enseñas del anarquismo.

Transcurría el año 2017 bajo el gobierno del presidente Mauricio Macri, cuando a través de su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se planteó la seria amenaza para la convivencia democrática en la región que implicaban estas entidades clandestinas[13]. Coincidió el líder de la oposición en el Senado, Miguel Pichetto[14].

En Argentina la débil y hasta cómplice política de los gobiernos de Cristina (2007-2015) y de Aníbal Fernández (2019-2023) toleró estos abusos, incluso otorgó escandalosos subsidios[15] para estas agrupaciones, mientras que no ocurrió igual para con comunidades que acreditan larga residencia en sus tierras. No deja de ser significativo que en el año 2021 el ex canciller Rafael Bielsa[16], embajador argentino en Chile, abogara por la liberación de Jones Huala, detenido por crímenes en ese país. En Argentina, una mayoría de tribunales prefirió minimizar su accionar, dilatando la toma de decisiones en los procedimientos policiales y demorando las acciones tutelares de los pobladores perjudicados. Así, se configuró una gran paradoja, al amparo que les aporta el sistema legal argentino los grupos radicales niegan la soberanía de los estados argentino y chileno, desconociendo a sus autoridades y la vigencia de la ley en ambos lados de la cordillera. Una situación que aparece fogoneada y multiplicada con netos propósitos ideológicos desde la Mapuche International Link (MIL)/ Mapuche Nation, fundado en Bristol (1996)[17], activa central radicada en el Reino Unido.

El inicio de la explotación a gran escala del riquísimo yacimiento gasífero de Vaca Muerta en Argentina (junio, 2023) parece haber agregado un elemento más en la compleja la situación.

Paralelamente existen numerosas comunidades de mapuches que pueblan esas mismas zonas desde el siglo XIX, que desarrollan su vida con total normalidad, reivindicando sus demandas, cultivando sus rasgos culturales, explotando sus tierras y cooperando con la acción del gobierno constituido. Ellas también se identifican con la Wenufoye, no consideran que sea un vexilo separatista, en consecuencia, niegan las veleidades de formar un estado nacional mapuche (Wallmapu) basado en la pertenencia a la etnia y aspiran a que no se los confunda con los nucleamiento radicales. En su concepción, la Wenufoye no es una divisa combativa, ni un emblema que acompañe actos delictivos. No extraña entonces que hayan sido blanco de agresiones de quienes los consideran traidores a los ideales radicales.

No se conocen cómputos en Argentina pero en el año 2021 una nota de la BBC indicó que el 70% de los mapuches chilenos rechazaban la violencia[18] como medio de obtener sus reivindicaciones.

Aunque ambos sectores se referencien en la Wenufoye, es claro que existe una antinomia entre la visión de unos y otros. De esta manera la enseña se constituye en todo un símbolo de contradicción, una situación que admite ser explotada desde una perspectiva ideológica. Esta es la realidad que desde la Vexilología interesa puntualizar.

Identidad y convivencia

Ante evidencias de que los recientes incendios en la zona de El Bolsón (Río Negro) y Epuyen (Chubut) tuvieron origen delictivo y considerando las recientes manifestaciones de Jones Huala, el sentimiento de rechazo a las demandas de estos grupos se acentuó notablemente en la opinión pública de Argentina. La escalada piro maníaca colmó la medida. Así, por Resolución Nº210/ 2025 del Ministerio de Seguridad Nacional[19], se calificó a la RAM[20] como una “organización terrorista”.

En consecuencia, hay referentes sociales y políticos que pretenden se considere a la Wenufoye como un símbolo subversivo y que, por ende, debe ser proscrita[21]. Subjetivamente este designio puede entenderse como una posición extrema, ya que no puede considerarse que es de uso privativo de los violentos, ni mucho menos. Sin embargo, lo acontecido en los últimos años confunde las cosas y torna ambivalente la función del símbolo.

Desde la Vexilología podría decirse que a futuro se visualizan varias opciones. O bien alguno de los grupos referenciados modifica su diseño, para que exprese su particular posición o adoptan otro diferente, con el que se consideren mejor identificados, aunque esto se considera muy improbable.

En Chile existió un precedente en el vexilo que adoptó una fracción de la tendencia ultramontana; un paño rojo, con la estrella de Arauco en blanco[22].

En definitiva

Más allá de este planteo teórico se estima que la Wenufoye continuará siendo usada tanto por la generalidad de la etnia, como por la minoría ideologizada y violenta

El empleo de la Wenufoye acredita ya más de tres décadas y cuenta con amplia aceptación, además de que cada segmento detenta la aspiración de considerarse legítimo heredero de aquella bandera que surgió en 1991 en el despertar de las reivindicaciones por la identidad mapuche.

Por lo expuesto, quienes se dediquen al Ceremonial, al Protocolo, a la Organización de Eventos y los responsables de llevar adelante actos oficiales harán bien de actuar con extrema prudencia, cuando se trate de la aparición de este vexilo en sus eventos. De hecho, nunca debe compartir mástil, ni con la Bandera Nacional, ni con las de provincias, que que estas son símbolos de naturaleza estatal.

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Otra nota en este Blog

Banderas indígenas de Chile/3: Los pueblos de la ancestralidad mapuche. El gran tronco mapudungun; https://banderasargentinas.blogspot.com/2022/08/banderas-indigenas-de-chile-3-los.html



[3] Con este término figuran en la Constitución Nacional.

[5] FAMIN, César. Historia de Chile. Imp. Guardia Nacional. Barcelona. 1839, p. 14; https://books.google.com.ar/books?id=QvlQAAAAcAAJ&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

[6] CARRILLO BASCARY, Miguel. El misterio de las dos estrellas https://banderasargentinas.blogspot.com/2023/01/el-misterio-de-las-dos-estrellas.html

[7] NAVARRO, Herminia. El Nguillatun, ceremonia mapuche: Un análisis desde la antropología lingüística https://repositoriosdigitales.mincyt.gob.ar/vufind/Record/MemAca_eade43da9c31537c79ce032f9ee848aa

[8] Ellos son los huiliches, lafquenche, nagche, pehuenche y huenteche.

[11] Doce son los jugadores del palín, suerte de juego lejanamente parecido al hockey sobre césped, que también se desarrolla con quince participantes. 

[12] Declaraciones de Jones Huala: https://youtu.be/pZD3xTUmlmE

[15] INFOBAE 9/2/2025: Dos auditorías de la SIGEN (Sindicatura General de la Nación) revelaron graves irregularidades en millonarios subsidios; https://www.infobae.com/politica/2025/02/09/dos-auditorias-de-la-sigen-revelaron-graves-irregularidades-en-millonarios-subsidios-girados-a-comunidades-mapuches-que-usurpan-tierras/

[20] Entidad establecida hace el año 2009, cuyos miembros han sido condenados como responsable de muchos delitos, tanto en Argentina como en Chile.

[22] CARRILLO BASCARY, Miguel. La estrella sobre el cielo sangrante. https://banderasargentinas.blogspot.com/2022/12/la-estrella-sobre-el-cielo-sangrante.html