Una jornada de expectante reflexión
Por Miguel
Carrillo Bascary
La
piedad popular del pueblo católico
registra interesantes prácticas para el último día del año. Algunas se relacionan
con una actitud de agradecimiento a
Dios por los beneficios y gracias recibidos. Es así que en ciertas regiones celebra
el Te Deum (1) “como expresión comunitaria de alabanza y gratitud”. Otras se
vinculan con un sentido de arrepentimiento
por los pecados cometidos, tanto de acción como de omisión, en una inflexión
del tiempo festivo que plantea el periodo de Navidad.
En
algunas comunidades monásticas y de otro tipo se dedica la jornada a la reflexión y al silencio, un lapso de serenidad
que se concrete con la suspensión de labores, y, particularmente, con la adoración
al Santísimo Sacramento que al efecto se expone en iglesias y capillas.
Estas
perspectivas han sido tomadas por la sociedad
secularizada ya que en muchos lugares las ocupaciones se reducen al mínimo
y muchas veces se establece un “día no laborable” en el que la actividad
oficial es alcanzada por un asueto “extraordinario”
y muchos patrones conceden una licencia especial a sus empleados o, al menos, dispone
suspender el trabajo durante alguna hora, en donde se aporta un refrigerio en común
o se concreta un anticipado brindis.
En
el ámbito familiar se dedica espacio
a los preparativos culinarios que demanda la vigilia del primer día del año y,
de ser posible, se procura un descanso previendo que la celebración adviniente
ocasionará una trasnochada. A medida que avanza la última vuelta del reloj se multiplican las tareas de quienes
tienen un rol más activo en las celebraciones manducatorias, mientras que los
afortunados que resulta eximidos pueden dedicarse a un repaso mental sobre los logros y pesares que deja el año que se va.
También hay un lógico espacio para el
recuerdo de los ausentes, ya sea por causa de un circunstancial alejamiento
o por haber fallecido.
Ha perdido vigencia en muchas regiones una costumbre centenaria, la del festejo con pirotecnia, aunque permanece muy arraigada en otras. Es indudable la emoción atávica que despierta, pero también son plurales las desgracias que acarrea, sin olvidar el espanto que provoca en los autistas de lo que lentamente vamos tomando conciencia.
La sociedad de consumo no puede desmentirse y la ocasión es propicia para retribuir atenciones enviando obsequios, particualarmente a clientes y otras relaciones vinculadas al comercio.
De
la mano de la tecnología digital hoy se suma una nueva práctica social: el intercambio constante de mensajes e
imágenes apropiados a través de todas las redes. Algunos serán repetitivos y
despersonalizados, otros trasuntarán simpatías, no faltarán aquellos de
compromiso y en otros, seguramente los más numerosos, se manifestarán sinceros
afectos y buenos deseos.
En
una vívida imagen, se evidencia así el eterno
"corsi e ricorsi", expresión latina que indica el transcurrir de
la Humanidad en una permanente sucesión de ciclos, como lo expresa el pensar del
filósofo Giovambattista Vico (1668-1744), fundador de la Semiótica y
sistematizador del método en la investigación histórica.
(1) https://es.catholic.net/op/articulos/15602/te-deum.html#google_vignette
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