lunes, 24 de marzo de 2025

Prendas que ocultan

Donde las formas desaparecen

 

Por Miguel Carrillo Bascary

Esta breve nota intenta responder a una consulta sobre las diferentes variantes de la vestimenta femenina cuyo objeto es sustraer la vista de los cuerpos fuera del espacio familiar.

La práctica se remonta en el tiempo, aunque en la actualidad se manifiesta particularmente en el área de influencia de la cultura semítica, en sus vertientes judaica y musulmana, con importantes afloramientos en los países de Europa que en las últimas décadas han recibido importantes flujos de tales orígenes. En la Antigüedad Clásica las mujeres romanas de alta clase también cubrían sus cabezas. La occidentalización universal de las últimas décadas ha limitado fuertemente esta costumbre que se expresa tanto como un mandato impuesto por la ley islámica como a través de pautas consuetudinarias o de preferencias personales.

Durante la Edad Media en Europa también fue usual que la mujer cubriera su cabeza, no así su cara. En la Iglesia Católica la práctica persistió en los hábitos de las monjas, complementando los velos con accesorios almidonados que enmarcaban la cara y el cuello, con estructuras lisas o distintas formas de pliegues. Por su parte, las mujeres laicas utilizaron rebozos y mantones hasta el siglo XIX, y, las mantillas, mayormente elaboradas con blonda (encaje) o tules, las solteras las usaban de menores dimensiones. Las mantillas se mantuvieron hasta las reformas surgidas del Concilio Vaticano II a mediados de los años '60. También en el subcontinente indostaní existe la costumbre femenina de emplear ligeros velos que cubre la cabeza y caen hasta los hombros o la cintura, tanto entre los hindúes como en los sijs y musulmanes.

Las razones de estos ocultamientos pueden explicarse en una pauta de identidad cultural, razón principal que se esgrime como justificativo para su uso, particularmente en Occidente. También como expresión de piedad religiosa, de recato y modestia femenina, de una dedicación total hacia el esposo y hasta como medio de defensa personal, atento a de esta forma no se daría lugar a la lascivia masculina.

La Psicología social sindica a estos usos como una expresión del machismo, una afectación de la dignidad de la mujer y una despersonalización evidente, entre otros calificativos similares.

Tras estas referencias históricas corresponde detenerse en las prendas referenciadas con la cultura musulmana. Al respecto es necesario explicar que éstas no son uniformes, existen variantes de diversos tipos. Se identifican con nombres que varían según las regiones y lenguas; la adaptación de estos vocablos al español implica numerosas grafías. En general son amplios mantos que recubren los cuerpos o bien las cabezas en forma total o parcial. Los materiales pueden ser muy variados, de diferentes calidades, densidad de la trama, colores y espesores.

La burka, paranji o haik, según las regiones, cubre cabeza y todo el cuerpo, hasta los pies, también las manos; habitualmente es de color negro o azul. La variante afgana posee una suerte de rejilla sobre los ojos. En otras regiones se complementa con el chachvan que tapa la cara desde la frente y que se ata con cintas por detrás de la cabeza u otra pieza a la que se apela para tapar la boca ante la presencia de un hombre. Bushiya es de forma cónica y oculta totalmente la cabeza, de manera que la usuaria solo puede mirar a través de las fibras del textil. El chador persa, permite que se vea la cara y también oculta las manos.

Cabe señalar que la gran extensión de textil que demandan estas prendas irroga un importante peso que debe sobrellevar la mujer, dificultándole sus movimientos. La sustracción de la piel a los rayos solares determina un importante estorbo para fijar la vitamina D, generando avitaminosis, lo que implica consecuencias muy negativas para la salud ya que favorece a la osteoporosis.

El nicab, cubre toda la cabeza hasta los hombros, dejando una estrecha franja para permitir ver. Una variante es la shayla, que tiene un mayor tamaño y que por ende cae hacia adelante ocultando parcialmente los pechos. El llamado “medio nicab” consiste en un velo atado tras la cabeza que cae hacia adelante cubriendo la nariz, la boca y el mentón.

El hijab, muy difundido, hasta el punto de ser caracterizado como “velo musulmán”, tiene forma cuadrada, y la mujer se lo coloca de manera que oculta totalmente su cabello y cuello, dejando descubierto el rostro. La batula es una suerte de capucha que complementa el hijab, pero tapa la frente y los pómulos, con lo que el rostro pierde mucho de su natural expresividad. Veamos dos ejemplos:

El al-amira consta de dos segmentos, una especie de gorro y un velo que recubre el cuello en forma de un amplio tubo.

El khimar deja libre la cara, pero cubre la cabeza, el cuello y los hombros que se confunden totalmente con el tronco, obviamente que disimula los pechos.

El tudong, es la modalidad indonesia-malaya del hijab. Una variante es el kerudung, que sobresale sobre la frente, hacia adelante, formando una especie de visera que deja en sombras la zona ocular.

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