sábado, 15 de marzo de 2025

1814 - Significativo testimonio

Paseo de la Bandera en Santiago del Estero y su primer abanderado

Cabildo de Santiago del Estero, el escudo de la ciudad 
y la bandera paseada en 1814

Por Miguel Carrillo Bascary

Una referencia poco mencionada entre quienes tratan la historia de la Bandera Nacional consta en el libro de actas capitulares de la “Madre de Ciudades”, Santiago del Estero. Esto justifica difundir el dato en este ámbito y glosarlo prudentemente, al par que se destaca la personalidad de quien fue con todo derecho su primer abanderado.

Marco histórico

Comenzare recordando que el “Reglamento de División de Poderes” (1811) previó realizar funciones públicas el 25 de mayo. Al año siguiente, por decreto del 12 de mayo, el Primer Triunvirato dispuso conmemorar al 25 de ese mes como “aniversario de nuestra libertad civil”; el día anterior había suprimido el paseo del Estandarte real, por considerarlo un símbolo de la” tiranía, en el entendimiento de que su tradicional paseo era una “ceremonia humillante”.

Al año siguiente, la Asamblea General Constituyente estableció por ley[1] las “Fiestas Mayas”, dedicadas a conmemorar la formación del primer gobierno patrio y ordenó que se ejecutaran actos oficiales en todas las ciudades bajo su autoridad.

La disposición se concretó sobre la matriz del tradicional paseo del Estandarte Real, lo que ocurría cada natalicio del monarca y en otras solemnidades. Los cabildos de cada ciudad tenían a su cargo organizar y costear la conmemoración, cuyo acto central radicaba en sacar el vexilo en manos del alférez real, con el acompañamiento de la corporación, del clero secular, de las órdenes religiosas asentadas en la ciudad, de la guarnición y hasta de la burocracia local, a los que se sumaba el conjunto de la población que cerraba la marcha y jalonaba el recorrido desde veredas y balcones.

Para estas ocasiones el Cabildo mandaba higienizar las calles, adecentar los frentes de las casas, colgar mantas y tapices en sus balconadas y ventanas, al par que se formaban arcos de mimbre adornados con follaje y flores de papel. Desde la víspera se alumbraban las calles y, de haber recursos disponibles, se ofrecían fuegos artificiales, “refrescos[2]”, música y juegos populares. En esto se continuaba con la tradición festiva sentada desde el tiempo de los Austrias, bien que el aparato escénico se había visto menguado con el advenimiento de los Borbones.

El 25 de Mayo de 1814 en Santiago del Estero

Por entonces la jurisdicción no tenía entidad de provincia, sino que dependía de la Intendencia de Salta del Tucumán y estaba a cargo de un teniente gobernador. El festejo se centró en el paseo de la Bandera, lo que indica que su uso ya estaba extendido.

A esta altura del desarrollo, es forzoso poner en común el texto de lo dispuesto por el Cabildo de Santiago[3], sobre el que realizará algunos comentarios. A tal fin me permito modernizar la redacción, en lo imprescindible:

“En la ciudad de Santiago del Estero a catorce días del mes de abril de mil ochocientos catorce años. Nos, los individuos que componemos este Ilustre Ayuntamiento. Habiéndonos juntado en esta, nuestra Sala Capitular, a son de campana, como lo hemos de costumbre, fue de nuestra primera atención tratar sobre el modo como debemos perpetuar en nuestra memoria el glorioso día del veinte y cinco de Mayo, y para el efecto acordamos que para solemnizarlo, se haga un solemne paseo a caballo sacando una Bandera para insignia de nuestra libertad, celeste y blanca, y habiéndose pensado quien debería de sacar esta, ha querido y ha acordado este Muy Ilustre Cabildo, hacer este honor a el Teniente Gobernador de esta Ciudad; el que muy gustoso lo ha admitido, dando las gracias por esta distinción con lo que ha concluido; quedando este Ilustre Ayuntamiento con las obligaciones de costumbre, con los gastos de Misa y sermón, y demás gastos. Y no habiendo más que tratar cerramos el presente Acuerdo y firmamos para Nosotros y ante Nos, a falta de escribano”. Siguen las firmas de: Mariano Sarassa, Manuel Gregorio Cavallero, Manuel Santillán, Mariano Medina y Doroteo Olibera.

Lo primero a señalar es la antelación con que se previó la conmemoración lo que, a tenor de las actas capitulares de otras ciudades, solía ocurrir no más allá que en la semana previa. En este caso la diligencia del Cabildo local llama la atención, pues ocurrió más de un mes antes.

Para nuestra perspectiva resulta de interés la formalidad de la convocatoria, que se concretó a toque de campana, lo que reunió a los capitulares en su sede natural, el Cabildo que, muy remozado, aún se mantiene frente a la plaza mayor de la ciudad, hoy llamada “Libertad”.

Esto del paseo a caballo puede parecernos algo sencillo, pero implicaba un particular boato. Usualmente se empleaba un brioso equino, para mayor lucimiento del vexilo, generalmente un padrillo. Para conducirlo y llevando una bandera al viento, se debía ser un eximio jinete, como podrán dar testimonio todos aquellos que conocen de la materia. Para los que no, convendría aclarar que los equinos enteros son particularmente fogosos por razones hormonales. En el ritual ecuestre del poder el animal representaba a las veleidades del pueblo al que el rey o sus delegados debían saber conducir con mano firme y habilidad.

 

Alegoría, paseo del Estandarte en México s. XVI

El distinguido tampoco pasaba solo, sino que lo acompañaban los cabildantes, también sobre sus mejores montados debidamente engalanados. El trayecto no está determinado en el acta, por ser de conocimiento general entre la gente de aquellos tiempos. Previsiblemente comenzaba en el domicilio del portador y se extendía por las principales cuadras de la ciudad, incluyendo una vuelta a la plaza, pasando por la principal iglesia a los efectos del Te Deum y misa, que incluía un sermón “patriótico”. Finalizaba en el propio Cabildo, desde cuya balconada se hacía tremolar la enseña, reafirmando así su carácter representativo. La multitud se pronunciaba entonces con vítores y otras demostraciones afines.

La Catedral de Santiago imagen tentativa, ca. siglo XVII/ XIX

Llegamos así al punto central del ritual, la bandera, a la que los cabildantes calificaron como “insignia de la libertad”. Esta última referencia tiene una importancia superlativa, ya que evidenciaba su identificación con la idea de soberanía popular, aunque todavía no se había declarado oficialmente la independencia. En ella se corporizaba al pueblo libre de todo yugo. Me detengo también en el vocablo “bandera”, cuyo uso indica que no era un pendón al estilo de los usados antes de ser suprimidos por el gobierno patrio en 1812. Era propiamente una bandera, su sola forma destaca la mutación de las formas antiguas y el surgimiento de este nuevo signo.

En cuanto a los colores, el acta define con claridad: celeste y blanco, composición afín a la que el general Belgrano mostró en Rosario el 27 de febrero, en Jujuy, el 25 de mayo de 1812 y que presidió la marcha del ejecito Auxiliador desde Tucumán hasta el Alto Perú, ocasiones todas en que el vexilo habría sido blanco y celeste, en horizontal. En el caso de Santiago del Estero la disposición cromática se invierte, lo que también es significativo, pues desde agosto de 1812[4] se comenzaron a ver banderas con esta última disposición.

Respecto al portador del símbolo, resulta evidente que en Santiago se encontraba vacante el cargo de Alférez, por lo que se dispuso invitar al teniente gobernador para que cubriera esa función. Otras referencias nos indican que se trataba de Mariano José Sarassa[5], que se desempeñó entre el 1º de febrero de 1813 y el 11 de enero de 1815. Presente en la sesión, aceptó inmediatamente y, “muy gustoso” (sic), agradeció la distinción.

El funcionario, era un patriota decidido, como que se alistó en los Patricios y luchó en sus filas durante las Invasiones Inglesas, más tarde se sumó al Ejército Auxiliador del Alto Perú. Tras ser teniente gobernador en Santiago pasó a Jujuy, donde cumplió idéntica función del 14 de noviembre de 1814 hasta el 17 de mayo de 1815. A partir de 1816 asumió diversas comisiones en el Estado Mayor hasta fines de 1820. Llegó a ser teniente coronel. Una vez que se hubo retirado se radicó como estanciero en cercanías de la Guardia del Monte. Había nacido en la ciudad de Bs. Aires, el 7 de junio de 1769, se desconocen datos sobre su muerte.

Otras referencias

No termina acá esta noticia. El acta capitular subsiguiente, que se dató el 21 de abril, revela que Santiago no contaba con el ejemplar de bandera necesario, por lo que se adoptaron previsiones para hacerlo confeccionar. Se transcribe la parte pertinente del texto:

“En segundo lugar tratamos el que para la función del veinte y cinco de mayo corra nuestro regidor Mayor con todo lo que sea peculiar a la Iglesia en los gastos y demás que ocurra. En tercer lugar, cometimos a nuestro regidor Defensor de Menores corra con la hechura de la bandera que se ha de hacer sacar el día de la función del veinte y cinco [de] mayo. Y no habiendo más que tratar cerramos el presente Acuerdo y firmamos por Nos y ante Nos a falta de Escribano”. Siguen las firmas de: Manuel Gregorio Cavallero; Manuel Santillán, Manuel Jiménez de Paz, Mariano Medina y Doroteo Olibera.

Concluyendo

  • Las solemnidades del 25 de mayo de 1814 en Santiago del Estero fueron cabalmente organizadas por el Cabildo.
  • Se centraron en el paseo de la Bandera “celeste y blanca”, como insignia de la libertad y de la soberanía popular.
  • El teniente gobernador Mariano José Sarassa fue el primer abanderado de Santiago del Estero.
  • El vexilo se preparó especialmente para la ocasión, presumiblemente continuó en uso por varios años y al mismo efecto.


[1] Ley que se aprobó el 5 de mayo de 1813.

[2] Básicamente la bebida consistía en zumos de fruta mezclados con vino aguado, lo que más adelante se conocería como clericó.

[3] Fue tomado de la reproducción de las “Actas Capitulares de Santiago del Estero” que editó la Academia Nacional de la Historia (Tomo VI, 1951, pp. 467 y 468).

[4] Así lo refiere el cronista y testigo presencial Antonio Beruti, en sus “Memorias Curiosas” (“Biblioteca de Mayo”, Tomo IV, p. 3833, 1960), cuando informa sobre el izamiento de una bandera “celeste y blanca” en la torre de la iglesia de San Nicolás, ciudad de Buenos Aires.

[5] No hay coincidencia en la grafía de su apellido. Existe documentación donde se lo relaciona como Sarasa, Sarassa y también como Saraza y, aún, como Zaraza. Su padre, nacido en Pamplona, se avecinó en Bs. Aires donde formó una extendida familia y fue repetidamente regidor, alcalde de segundo voto (1772) y de primero (1780).

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