Paseo de la Bandera en Santiago del Estero y su primer abanderado
Por Miguel
Carrillo Bascary
Una referencia poco mencionada entre quienes tratan la historia de la Bandera Nacional consta
en el libro de actas capitulares de la “Madre de Ciudades”, Santiago del Estero.
Esto justifica difundir el dato en este ámbito y glosarlo prudentemente, al par
que se destaca la personalidad de quien fue con todo derecho su primer
abanderado.
Marco histórico
Comenzare recordando que
el “Reglamento de División de Poderes” (1811) previó realizar funciones públicas el 25 de mayo. Al
año siguiente, por decreto del 12 de mayo, el Primer Triunvirato dispuso conmemorar al 25 de ese mes como “aniversario
de nuestra libertad civil”; el día anterior había suprimido el paseo del Estandarte real, por considerarlo un símbolo de la” tiranía, en el entendimiento de
que su tradicional paseo era una “ceremonia humillante”.
Al año siguiente, la Asamblea
General Constituyente estableció por ley[1]
las “Fiestas Mayas”, dedicadas a conmemorar la formación del primer
gobierno patrio y ordenó que se ejecutaran actos oficiales en todas las
ciudades bajo su autoridad.
La disposición se concretó
sobre la matriz del tradicional paseo
del Estandarte Real, lo que ocurría
cada natalicio del monarca y en otras solemnidades. Los cabildos de cada ciudad
tenían a su cargo organizar y costear la conmemoración, cuyo acto central radicaba en sacar el vexilo en
manos del alférez real, con el
acompañamiento de la corporación, del clero secular, de las órdenes religiosas
asentadas en la ciudad, de la guarnición y hasta de la burocracia local, a los
que se sumaba el conjunto de la población que cerraba la marcha y jalonaba el
recorrido desde veredas y balcones.
Para estas ocasiones el Cabildo mandaba higienizar las
calles, adecentar los frentes de las casas, colgar mantas y tapices en sus
balconadas y ventanas, al par que se formaban arcos de mimbre adornados con
follaje y flores de papel. Desde la
víspera se alumbraban las calles y, de haber recursos disponibles, se ofrecían
fuegos artificiales, “refrescos[2]”,
música y juegos populares. En esto se
continuaba con la tradición festiva sentada desde el tiempo de los
Austrias, bien que el aparato escénico se había visto menguado con el advenimiento
de los Borbones.
El 25 de Mayo de 1814 en Santiago del Estero
Por entonces la
jurisdicción no tenía entidad de provincia, sino que dependía de la Intendencia
de Salta del Tucumán y estaba a cargo de un teniente gobernador. El festejo se centró en el paseo de la Bandera,
lo que indica que su uso ya estaba extendido.
A esta altura del
desarrollo, es forzoso poner en común el texto
de lo dispuesto por el Cabildo de Santiago[3],
sobre el que realizará algunos comentarios. A tal fin me permito modernizar la
redacción, en lo imprescindible:
“En la ciudad de Santiago del Estero a
catorce días del mes de abril de mil ochocientos catorce años. Nos, los
individuos que componemos este Ilustre Ayuntamiento. Habiéndonos juntado en
esta, nuestra Sala Capitular, a son de campana, como lo hemos de costumbre, fue
de nuestra primera atención tratar sobre el modo como debemos perpetuar en
nuestra memoria el glorioso día del veinte y cinco de Mayo, y para el efecto
acordamos que para solemnizarlo, se haga un solemne paseo a caballo sacando una Bandera para insignia de nuestra
libertad, celeste y blanca, y habiéndose pensado quien debería de sacar
esta, ha querido y ha acordado este Muy Ilustre Cabildo, hacer este honor a el Teniente
Gobernador de esta Ciudad; el que muy gustoso lo ha admitido, dando las gracias
por esta distinción con lo que ha concluido; quedando este Ilustre Ayuntamiento
con las obligaciones de costumbre, con los gastos de Misa y sermón, y demás
gastos. Y no habiendo más que tratar cerramos el presente Acuerdo y firmamos
para Nosotros y ante Nos, a falta de escribano”. Siguen las firmas de: Mariano Sarassa, Manuel Gregorio Cavallero, Manuel Santillán, Mariano
Medina y Doroteo Olibera.
Lo primero a señalar es la
antelación con que se previó la
conmemoración lo que, a tenor de las actas capitulares de otras ciudades,
solía ocurrir no más allá que en la semana previa. En este caso la diligencia
del Cabildo local llama la atención, pues ocurrió más de un mes antes.
Para nuestra perspectiva
resulta de interés la formalidad de la convocatoria, que se concretó a toque de campana, lo que reunió a los
capitulares en su sede natural, el Cabildo que, muy remozado, aún se mantiene
frente a la plaza mayor de la ciudad, hoy llamada “Libertad”.
Esto del paseo a caballo puede parecernos algo
sencillo, pero implicaba un particular boato. Usualmente se empleaba un brioso equino,
para mayor lucimiento del vexilo, generalmente un padrillo. Para conducirlo y llevando
una bandera al viento, se debía ser un eximio jinete, como podrán dar
testimonio todos aquellos que conocen de la materia. Para los que no, convendría
aclarar que los equinos enteros son particularmente fogosos por razones
hormonales. En el ritual ecuestre del poder el animal representaba a las veleidades del pueblo al que el rey o
sus delegados debían saber conducir con mano firme y habilidad.
Alegoría, paseo del Estandarte en México s. XVI
El distinguido tampoco
pasaba solo, sino que lo acompañaban
los cabildantes, también sobre sus mejores montados debidamente engalanados. El
trayecto no está determinado en el
acta, por ser de conocimiento general entre la gente de aquellos tiempos.
Previsiblemente comenzaba en el domicilio del portador y se extendía por las
principales cuadras de la ciudad, incluyendo una vuelta a la plaza, pasando por
la principal iglesia a los efectos del Te
Deum y misa, que incluía un sermón “patriótico”. Finalizaba en el propio
Cabildo, desde cuya balconada se hacía tremolar la enseña, reafirmando así su
carácter representativo. La multitud se pronunciaba entonces con vítores y otras demostraciones afines.
Llegamos así al punto central del ritual, la bandera, a
la que los cabildantes calificaron como “insignia de la libertad”. Esta última
referencia tiene una importancia superlativa, ya que evidenciaba su
identificación con la idea de soberanía popular, aunque todavía no se había declarado
oficialmente la independencia. En ella
se corporizaba al pueblo libre de todo yugo. Me detengo también en el vocablo
“bandera”, cuyo uso indica que no era un pendón al estilo de los usados antes
de ser suprimidos por el gobierno patrio en 1812. Era propiamente una bandera, su
sola forma destaca la mutación de las formas antiguas y el surgimiento de este
nuevo signo.
En cuanto a los colores, el acta define con claridad: celeste y blanco, composición afín a la que el general Belgrano
mostró en Rosario el 27 de febrero, en Jujuy, el 25 de mayo de 1812 y que
presidió la marcha del ejecito Auxiliador desde Tucumán hasta el Alto Perú,
ocasiones todas en que el vexilo habría sido blanco y celeste, en horizontal. En el caso de Santiago del Estero la disposición cromática se invierte,
lo que también es significativo, pues desde agosto de 1812[4]
se comenzaron a ver banderas con esta última disposición.
Respecto al portador del símbolo, resulta evidente
que en Santiago se encontraba vacante el cargo de Alférez, por lo que se
dispuso invitar al teniente gobernador para que cubriera esa función. Otras
referencias nos indican que se trataba de Mariano
José Sarassa[5],
que se desempeñó entre el 1º de febrero de 1813 y el 11 de enero de 1815. Presente
en la sesión, aceptó inmediatamente y, “muy gustoso” (sic), agradeció la
distinción.
El funcionario, era un patriota decidido, como que se alistó
en los Patricios y luchó en sus filas durante las Invasiones Inglesas, más
tarde se sumó al Ejército Auxiliador del Alto Perú. Tras ser teniente
gobernador en Santiago pasó a Jujuy, donde cumplió idéntica función del 14 de
noviembre de 1814 hasta el 17 de mayo de 1815. A partir de 1816 asumió diversas
comisiones en el Estado Mayor hasta fines de 1820. Llegó a ser teniente coronel.
Una vez que se hubo retirado se radicó como estanciero en cercanías de la
Guardia del Monte. Había nacido en la ciudad de Bs. Aires, el 7 de junio de 1769,
se desconocen datos sobre su muerte.
Otras referencias
No termina acá esta
noticia. El acta capitular subsiguiente,
que se dató el 21 de abril, revela que Santiago no contaba con el ejemplar de
bandera necesario, por lo que se adoptaron previsiones para hacerlo
confeccionar. Se transcribe la parte pertinente del texto:
“En segundo lugar tratamos el que para
la función del veinte y cinco de mayo corra nuestro regidor Mayor con todo lo
que sea peculiar a la Iglesia en los gastos y demás que ocurra. En tercer lugar,
cometimos a nuestro regidor Defensor de Menores corra con la hechura de la bandera que se ha de hacer sacar el día de
la función del veinte y cinco [de] mayo. Y no habiendo más que tratar cerramos
el presente Acuerdo y firmamos por Nos y ante Nos a falta de Escribano”. Siguen
las firmas de: Manuel Gregorio Cavallero; Manuel Santillán, Manuel Jiménez de
Paz, Mariano Medina y Doroteo Olibera.
Concluyendo
- Las solemnidades del 25 de mayo de 1814 en Santiago del Estero fueron cabalmente organizadas por el Cabildo.
- Se centraron en el paseo de la Bandera “celeste y blanca”, como insignia de la libertad y de la soberanía popular.
- El teniente gobernador Mariano José Sarassa fue el primer abanderado de Santiago del Estero.
- El vexilo se preparó especialmente para la ocasión, presumiblemente continuó en uso por varios años y al mismo efecto.
[1] Ley que se aprobó el 5 de mayo de 1813.
[2] Básicamente la bebida consistía en zumos de fruta mezclados con vino
aguado, lo que más adelante se conocería como clericó.
[3] Fue tomado de la reproducción de las “Actas Capitulares de Santiago
del Estero” que editó la Academia Nacional de la Historia (Tomo VI, 1951, pp.
467 y 468).
[4] Así lo refiere el cronista y testigo presencial Antonio Beruti, en
sus “Memorias Curiosas” (“Biblioteca de Mayo”, Tomo IV, p. 3833, 1960), cuando informa
sobre el izamiento de una bandera “celeste y blanca” en la torre de la iglesia
de San Nicolás, ciudad de Buenos Aires.
[5] No hay coincidencia en la grafía de su apellido. Existe documentación
donde se lo relaciona como Sarasa, Sarassa y también como Saraza y, aún, como
Zaraza. Su padre, nacido en Pamplona, se avecinó en Bs. Aires donde formó una extendida
familia y fue repetidamente regidor, alcalde de segundo voto (1772) y de primero
(1780).
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