miércoles, 27 de septiembre de 2023

Apuntes de ceremonial y etiqueta para actos oficiales / Parte 2

Grandes y pequeños detalles

 

Por Miguel Carrillo Bascary

La experiencia acumulada en muchos años de concurrir a diversos tipos de actos institucionales me motiva a compartir esta segunda entrega de apuntes sobre lo que conviene tener en cuenta y evitar, a lo que sumo algunos tips que podrán ayudar ocasionalmente. La primera parte de los Apuntes podrán encontrarla en https://banderasargentinas.blogspot.com/2023/07/apuntes-de-etiqueta-para-actos.html

Ojo con los ojos

Una actitud personal inveterada impone que cuando se saluda a otra persona se establezca contacto con su mirar. No hacerlo así implica no considerar al interlocutor, no reconocerlo en su dignidad y por ende constituye una situación de violencia social que siempre debe evitarse.

Durante la exposición a cargo de un orador lo correcto es dirigirle la mirada y no demostrarle indiferencia oteando el panorama. Esta recomendación es particularmente aplicable a las más altas autoridades presentes en la ceremonia, ya que es natural que todos estén atentos a sus más pequeños gestos. Si el público advierte que las primeras figuras tienen sus miradas puestas en alguien o algo que no sea el expositor, invariablemente se despertará la curiosidad de conocer quién o qué demanda su atención. Si estos gestos se multiplican es lógico que lo perciba el exponente, lo cual implicará una manifestación de violencia social hacia su persona. 

Quienes tiene poca experiencia en participar en actos donde se iza una bandera no suelen considerar la importancia de seguirla con la vista mientras se iza en el mástil o bien cuando se arría. Tan aparentemente ingenuo como desconsiderado gesto implica un menosprecio a todo lo que representa el símbolo.

Las ofrendas

Sigue siendo parte de las ceremonias oficiales el colocar una ofrenda floral o de gajos verdes ante un monumento, una placa recordatoria o una bandera. Los invitados a depositarla lo harán a continuación de las principales personas que sean convocadas a tal efecto, quienes tomarán el testimonio para trasladarlo y dejarlo en el lugar pertinente. Solo serán dos las personas que asuman estos roles, el resto acompaña.

Si los encargados de la operación son más de dos personas, quienes acompañen a los de mayor nivel cuidaran de no adelantarse a estos, tanto en el trayecto hasta el lugar de depósito, como al regresar hasta los lugares que ocupaban.

Es usual que el responsable de la organización del evento prevea la cercanía de un auxiliar para indicar a los protagonistas de la ofrenda el lugar preciso donde debe colocarse. En su caso, éste debe hacer gala de discreción y no sobreactuar en su rol de servicio, por el mismo motivo su vestimenta será lo más neutra posible y sus gestos manifestarán cauta seguridad.

Sitios marcados

Es un viejo recurso de los ceremonialistas señalar el lugar que debe ocupar cada participante colocando en el suelo un pequeño cartelito con su nombre. El problema es que a veces la letra es tan pequeña que a los citados se les hace imposible percibir lo escrito, de manera que finalmente todo queda en buenas intenciones y se mezclan las posiciones. Por supuesto que no es para nada elegante que los auxiliares deban multiplicar sus esfuerzos “acomodando” a los invitados.

¿Alguna pauta al respecto? En primer lugar, utilizar letra grande para imprimir los apelativos. En segundo, hacerlo sobre un papel o cartulina del color que sea lo más parecido posible al del piso (caso contrario serán captados por las cámaras) y utilizar letras contrastantes. Finalmente, al menos hacer conocer a los funcionarios si deberán colocarse en una primera o en segundas líneas, a la derecha, al centro o a la izquierda del conjunto.

Jamás sustituir sus nombres con las banderitas de los países representados, ya que sería una grave ofensa al decoro de los símbolos nacionales.

Si del Himno hablamos no dejar de cantarlo

Traigo a la memoria del lector las numerosas críticas que recibía el hoy idolatrado Leo Messi por no unirse a sus compañeros durante la entonación del Himno nacional argentino en las ceremonias previas a los partidos del Seleccionado. Esta aparente displicencia fue remediada por el astro, hasta el punto que hoy entona las estrofas patrias como todo argentino que se precie.

Los himnos nacionales representan al pueblo que los consagraron en su historia y también a los gobiernos del estado pertinente. Estas piezas vocales demandan que quienes se sientan partícipes de la nación de que se trate lo canten siempre en tono firme y decidido.

Los himnos no son meras composiciones musicales, expresan sentimientos, valores y vivencias. Quienes cantan un himno suman su protagonismo a la ceremonia conjunta. No hacerlo implica colocarse más allá del resto de la comunidad en un gesto de equivoca superioridad o de inaceptable prescindencia, algo totalmente inaceptable.

Nada excusa el silencio. Ni siquiera una mala voz, tampoco desafinar. Cada persona debe aportar lo suyo en una dimensión de la diversidad que caracteriza a la igualdad democrática. Como en Argentina la mayoría de los actos patrios se concretan en invierno es factible que algunos se vena afectados por dolencias en sus gargantas, pero ni aun esto debería inhibir de, al menos, vocalizar en silencio la letra de la canción patria.

Conviene destacar quizás que cuando en una ceremonia encabeza el canto de un himno nacional un profesional de la voz, esto no excluye el acompañamiento del pueblo. La ocasión no es un número del artista al que se concurre a escuchar. Es el /la dotado/a quien con su técnica y voz encabeza o guía al pueblo, que hace su aporte en la medida de sus posibilidades.

Y tratándose de un himno nacional es fundamental que se entienda que la pieza constituye una sola unidad entre la letra y la música, de manera que termina cuando se escucha el último acorde y no con la letra postrera. Al respecto indica profesionalismo en el guionado de la ceremonia que cuando se anuncia el Himno desde la locución se advierta una expresión similar a la siguiente: “… recordemos que tributaremos nuestro aplauso al símbolo cuando hayamos escuchado el ultimo acorde musical”.

Más aún, siempre será bien visto que quienes conocen un himno nacional extranjero acompañen su canto. Nada impide que un argentino proceda de esta manera. En su caso será un dechado de atención para con los extranjeros presentes, un meritorio gesto de buena voluntad.

Algo más, en la eventualidad de que los varones utilicen sombrero u otro tipo de cubrecabezas es absolutamente esencial que se descubran, tanto cuando se canta el Himno nacional de su país como el de otro estado. Por tradición se excluyen de esta pauta de conducta a las damas y a los uniformados.

Para quienes deban exponer

Pretender fijar pautas sobre la mejor manera de dirigirse a un auditorio en ceremonias oficiales o corporativas sería vana ostentación de mi parte. Existen verdaderos tratados sobre la materia a los que corresponde remitir. Esto no obsta que en las breves líneas que siguen me permita puntualizar algunas pautas mínimas con toda simplicidad.

Es usual que quien esté previsto que hable en una circunstancia como las mencionadas deban ascender a un palco, escenario o a un atril ubicado en un desnivel con respecto al solado. Nada mas poco elegante que tropezar al hacerlo o, peor aún, que la inadvertencia lleve a trastabillar o, peor aún, que provoque una caída. En consecuencia, será una medida de elemental prudencia que el expositor mida sus movimientos y que no pierda de vista la posición de sus pies mientras asciende hasta el lugar desde donde hablará. Algo obvio, pero la experiencia indica lo válido de la advertencia que realizo.

Una vez en el atril y, eventualmente, desde su posición en la mesa, el consejo para el inminente expositor es que se sitúe en el ambiente. Corresponde que se dé un espacio, un momento, que recorra con su vista el auditorio, haciendo contacto visual con las primeras filas y acostumbrándose a las luces que lo enfocan. De alguna manera, deberá dominar el panorama, dejando traslucir la momentánea autoridad que se le ha confiado, pero sin imponerse manifiestamente. En no pocas ocasiones este instante de silencio inicial servirá para que se acalle alguna tardía murmuración en la sala.

El expositor se verá beneficiado si es capaz de realizar algún gesto empático, adecuado a la situación de que se trate. Suele pensarse en un mínimo sonreír, pero no siempre será adecuada. También hay riesgo de que la tensión nerviosa haga lo suyo y en vez de una sonrisa salga una mueca. No hay receta universal al respecto, mucho dependerá del autodominio, de la experiencia y de la inspiración del susodicho.

Estos primeros instantes también son para acomodar el micrófono y, luego de que se haga, hay que olvidarse del adminiculo. Toquetearlo repetidamente durante la exposición es un gesto fetichista que denota búsqueda de una seguridad de la que se carece. Algo similar ocurre con el cabello, una causal que suele incidir en aquellos que lo lucen largo, particularmente en las damas. Ambas circunstancias constituyen una suerte de muletilla gestual que si no se disciplina puede tornarse en un modismo susceptible de ser ridiculizado.

Sabido es que el expositor jamás debe tomarse del atril ,a la manera de una tabla de salvación, otro gesto que denota inseguridad ante el público. Algo similar se revela si se toman reiterados sorbos de agua, un recurso con incidencia tanto negativa como positiva, a condición de que prive la prudencia.

Si se habla sentado, tampoco hay que hacerlo con las piernas cruzadas, ya que implica una tensión innecesaria que puede traslucirse en una negativa postura corporal, por lo demasiado rígida.

Los benditos celulares

Nuestra generación ha incorporado tan íntimamente los celulares a la vida cotidiana que perdemos perspectiva cuando participamos de una ceremonia formal. Es algo obvio, pero nunca falta alguien que se olvida de apagarlo o ponerlo en “vibrar”, sin reparar lo embarazoso que resulta que todas las miradas se dirijan hacia el poco memorioso cuando los pitidos alteren la normalidad del evento.

Al respecto, un gesto de profesionalismo en la elaboración del guion demanda que antes de que se inicie el acto, el locutor recuerde a los presentes que es preciso silenciar los aparatejos y, como devolución, que entre las palabras finales se tenga la atención de recordar la necesidad de conectarlos o de aumentar el volumen.

Un aparte para aquellos ansiosos que no pueden estar desconectados, particularmente si son autoridades a las que pudiera demandarse la atención de alguna novedad importante. En estos casos se impone confiar el teléfono a algún colaborador que tras ponerlo en vibrar podrá atender discretamente el llamado y juzgar si resulta imprescindible comunicar lo pertinente a su superior.

Siempre en torno al celular, es bivalente la actitud general en ocasión de sentarse a la mesa. Obvio que tratándose de una situación formal resulta inaceptable colocarlo al lado de los cubiertos, más aún se lo debería apagar o al menos silenciarlo, para eventualmente consultarlo en ocasión de algún transitorio retiro de la mesa. De la misma manera que lo veíamos en el párrafo anterior, las personas que tengan un protagonismo saliente en el encuentro social deberían confiar su móvil a un colaborador que juzgará cuando será necesario apercibir a su jefe de un llamado.

En cuanto al tipo de toque (rings) hay que ser muy prudente en la elección. Se preferirán los neutros, los más clásicos, los que sean poco estridentes. Hay algunos que no condicen con la imagen institucional o personal que debe proyectar un dirigente social o una autoridad.

Pañuelos y pañuelitos

Llegado el verano, cuando el calor genera copioso sudor en los rostros, lo indicado es utilizar pañuelos de tela que tendremos que plegar y depositar en un bolsillo luego de cada uso. Es inadecuado emplear pañuelitos descartables. ¿La razón?, la expondré con una pregunta: ¿Dónde ponerlos luego de usar?

No es cómodo colocarlos en un bolsillo y es una grosería deslizarlos hasta el piso.

Al respecto viene a mi memoria un muy robusto intendente que al terminar un acto bajo el rayo del Sol dejó un círculo de blancos pañuelitos arrugados en el lugar donde estuvo.

De olvidos y descuidados

Hay circunstancias donde se producen embarazosos “descuidos” con la vestimenta, ya que los apuros y olvidos pueden deparar que algún cierre quede sin levantar. Esto puede suceder a los funcionarios varones, particularmente ¡Ni que decir si la camisa aflora por la ventilación que no debió quedar abierta!

Un avezado hombre público supo comentarme una vez que tenía convenido con quien oficiaba de su secretario, que estaba autorizado a formularle cuanta observación juzgara necesaria sobre, su vestimenta y actitudes. Es una buena medida, ¡a condición de que el auxiliar no sea un obsecuente!

Perfumes

Pareciera ocioso mencionar el tema, pero nunca es superfluo. Al respecto se aplica el tradicional apotegma: “si breve dos veces bueno”, que en el caso de perfumes puede expresarse como: “nada mejor que en su justa medida”. Particularmente cuando se trata de fragancias dulces. Utilizar un perfume de alta saturación es tan exorbitante como cualquier exceso en el vestir.

“Delicadeces” para los paparazzi

Es necesario comprender que las personas que forman la primera línea en una ceremonia quedan permanentemente expuestas a las cámaras y que cualquier gesto equívoco puede quedar registrado, con lo que se afectará al concepto general sobre el protagonista o a la imagen de la institución a la que representa. Vemos algunos ejemplos, burdos hasta la saciedad, pero que no por esto dejan de darse: rascarse la oreja, meterse un dedo en la nariz, toser sin taparse la boca o hacerlo con la palma de la mano, bostezar estentóreamente y hasta rascarse el pelo o cierta parte de la anatomía varonil.

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