Una pieza notable por donde se la mire
Por Miguel Carrillo Bascary
La banderola reproducida se referencia como
perteneciente a la “Guardia Nacional”, lo que justifica la necesidad de abordar
de qué se trataba este cuerpo armado y de establecer sus vinculaciones con las
milicias santafesinas, a lo que nos avocaremos seguidamente.
Marco
histórico
Durante la presidencia de Julio A. Roca[1]
el 18 de octubre de 1880 se dictó la Ley
Nº1072, que prohibió a las provincias formar (y mantener) cuerpos militares[2],
norma que aún mantiene su vigencia. Muy
sintéticamente dispone su texto:
“Queda
prohibido a las Autoridades de Provincias la formación de Cuerpos Militares,
bajo cualquier denominación que sea”
De esta manera desaparecieron
las milicias que tan glorioso desempeño tuvieron en el curso de las
Invasiones Inglesas, las luchas por la emancipación, la guerra con el Brasil,
los enfrentamientos contra la flota anglo-francesa y la guerra del Paraguay.
También intervinieron en los hechos que
enfrentaron a las provincias entre
sí y que enlutaron a la Patria en persistentes luchas fratricidas.
Estas milicias estaban formadas por simples habitantes que, reunidos en “asambleas”, recibían una instrucción militar básica de parte de oficiales y suboficiales veteranos, la que se concretaba los domingos. En caso de una agresión foránea o de malones se los convocaba para hacerles frente, si había unidades veteranas los milicianos actuaban como auxiliares. Su primer reglamento data de 1764.
En el territorio del Río de la Plata, el nombre de “milicias provinciales”, surgió de una Real Orden del año 1791. A lo largo de los años la institución evolucionó y a fines de 1806 la de Bs. Aires reunía a los hombres de entre 16 a 50 años.
Con la
organización de los estados provinciales sus
milicias constituyeron de hecho cuerpos armados que protagonizaron el
período histórico que culminó con la aprobación de la Constitución nacional en
1853. En esta norma se consagró como deber
cívico el “armarse en defensa de la
Patria y de esta Constitución” (Artículo 21), se instituyó un ejército
nacional permanente que dependía del Poder Ejecutivo (inc. 23, Artículo 67), y se
dio un marco normativo común a las milicias provinciales cuya oficialidad
designaban los gobiernos de cada una (inc. 24, Artículo 67), estas debían
reunirse “cuando lo exijan la ejecución
de las leyes de la Nación y sea necesario contener las insurrecciones o repeler
las invasiones”. Con lo que estos cuerpos continuaron transitoriamente vigentes.
No deben confundirse las milicias con la “Guardia
Nacional” que se componía de un conjunto de hombres dotados de mejor entrenamiento
que aquellas y que conformaba una reserva
destinada a apoyar a las “fuerzas de línea” en activo. Fue organizada por ley de 1825, implicando a solteros
(entre 18 y 5o años) y casados (entre 18 y 45). Se preveía su movilización cuando
las necesidades militares lo demandaran. Como observación, si bien se utiliza el término “Guardia Nacional” se trataba en realidad
de un cuerpo plural al que contribuían los reclutados en cada provincia y
que formaban batallones con similar origen.
En 1854
la Guardia Nacional se reorganizó agrupando a los argentinos de entre 17 y 60 años.
Más tarde fue convocada en 1863 con motivo del levantamiento del “Chacho”,
Ángel Vicente Peñaloza, y en 1865 para atender a la Guerra del Paraguay, que se
prolongó hasta 1870. Actuó también en 1866 para reprimir la “Rebelión de los
Colorados” en Cuyo que encabezó militarmente Felipe Varela; en 1870 con motivo
de la sedición de Ricardo López Jordán en Entre Ríos y Corrientes y, con igual
motivo, en 1873 y 1876; así como cuando la revolución encabezada por Bartolomé
Mitre en 1874.
El conflicto
cumbre se dio en 1880 cuando se enfrentaron las milicias porteñas contra
las fuerzas nacionales, implicando éstas a la Guardia Nacional. La puja se
originó por la federalización de la
ciudad de Bs. Aires. La derrota del gobernador bonaerense, Carlos Tejedor,
selló el establecimiento de la Capital Federal y afianzó el centralismo que encarnó
el presidente Roca, con lo que se precipitó el desarme de todas las milicias provinciales
y la sujeción de las Guardias Nacionales de provincias al Poder Ejecutivo del
Estado.
Por las buenas y por las otras los gobiernos de
provincias “desafectos” debieron resignar
su margen de autonomía ante las ínfulas del gobierno nacional. Como militar
y hombre del interior ya fogueado en la dinámica del poder, Roca alcanzó los
consensos necesarios para dar andamiaje
legal a la supresión de las milicias provinciales,
que de hecho operaban como brazo armado de los gobernadores. Es cierto que éstos
encubrieron la pervivencia de algunos núcleos armados a su servicio directo, lo hicieron bajo
la forma de la policía local, los guardias cárceles y hasta de bomberos y
serenos, pero su capacidad operativa sería mínima.
La
dimensión vexilológica
Desde 1815 y, con mayor desarrollo desde 1820, el surgimiento
de las banderas provinciales
evidenció la existencia de las milicias locales que naturalmente se
identificaban con ellas. Su manifestación más evidente fue en el curso de la
campaña del “Ejército Grande” que venció en Caseros (3 de febrero de 1852), son
varios los testimonios iconográficos y las piezas que se preservan de aquél entonces. Lentamente estas divisas provinciales
fueron desapareciendo, las que más resistieron a la transformación de la
realidad política y militar de le época fueron las de Santa Fe y Entre Ríos.
Este es el contexto
que permite datar el vexilo que abre esta nota, veamos ahora sus
circunstancias propias, de donde no sería mayor 1880, ni anterior a 1870, como
se ampliará más adelante.
Análisis
de la pieza en concreto
Como primera referencia es dable informar que obra
en la colección del Museo Histórico
Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc”, dependiente del gobierno de la
provincia de Santa Fe. Figura en su inventario con el número 8825. Se muestra su reverso ya que su delicado estado no permitió apreciar su anverso. Hasta el
momento no ha sido oficialmente descripta para su formal registro.
Su estado de conservación es regular, como se evidencia en la fotografía, en donde se
observan quiebres en su superficie derivados del resecamiento del textil y un
plegado descuidado, así como la afectación con hongos, evidenciados en las
manchas que presenta. La decoloración
general, muy pareja ella, hace pensar que por largo tiempo estuvo expuesta
a la acción de la luz solar. Obviamente su condición actual reclama la
intervención profesional necesaria para estabilizarla y evitar así mayores
deterioros. No hay constancia ni memoria de que alguna vez se haya expuesto en
las vitrinas del Museo.
Agradezco muy especialmente al director del Museo, el
profesor Pablo Montini, que me permitió
analizar esta pieza, una más de la rica colección de vexilos antiguos que atesora
el Museo “Marc”, la más numerosa del
interior del país.
Lamentablemente la ficha museológica, además de informar que correspondería a la Guardia Nacional de Santa Fe, no aporta más referencias que la de haber sido comprada por el Museo en el año 1943, lo que hace pensar que pudo encontrarse en
alguna colección particular ya que nada justifica un uso militar cercano, por
cuanto las milicias en cuyas lanzas debió lucir había sido suprimidas 63 años
antes.
Se
trata con toda evidencia de una banderola de lanza, gallardete, banderín o flámula[3], como corresponde designarla con mayor precisión y
que en el uso corriente sustituyó al de grímpolas[4],
características de la Edad Media. Lleva cosida tres pares de tiras para
permitir su fijación al palo.
Desde la Antigüedad fue habitual que a las lanzas
de la caballería, particularmente, se les adicionaran vexilos, con esto se destacaban estas armas equipando a un núcleo
armado durante las ceremonias y adquirían un neto efecto sicológico intimidatorio
en el curso de una campaña bélica. Asimismo, su flameo tenía el potencial de espantar a los caballos enemigos contra
los que se cargaba. También señalaban la
presencia de la unidad en el campo de batalla lo que permitía que el
comando de las operaciones pudiera identificarla cuando los estandartes de la
unidad no eran visibles (recordemos que estos vexilos tenían dimensiones muy
inferiores a las banderas que portaba la infantería).
La Sanidad militar, advirtió una referencia particular asociada al uso de
las flámulas en las lanzas. Primeramente, se observó que las heridas
causadas por ellas se infectaban en mucha mayor medida que las ocasionadas con
la lanza seca. El desarrollo de la Microbiología explicó este efecto, ya que al
introducirse la tela en los cuerpos agredidos no solo se contaminaba la herida
por la poca higiene del textil, sino que eventualmente quedaban hebras y aún trozos
en el interior, potenciando la posibilidad de infección.
En la actualidad las flámulas solo son usadas en las
lanzas que portan las unidades
históricas, así como las
guardias reales o presidenciales de numerosos países. Es el caso, por ejemplo,
de los “Granaderos a Caballo General San Martín[5]”,
escolta del primer mandatario argentino.
Las referencias
pictográficas y etnográficas de diversas culturas y épocas nos muestran que
estos vexilos se elaboraban tanto con un conjunto de crines, plumas, colas de animales
y, fundamentalmente, con textiles (bien que fueran cintas o banderines de diversas
formas).
Generalmente eran de colores contrastantes, a veces con algún elemento identificador
como el número de la unidad, un monograma o algún atributo heráldico. Solían llevar los colores de su comandante, de la unidad
o de la región a la que pertenecía la tropa y, más tarde, fueron los de la
nación por la que combatían. Por ejemplo, los “Granaderos” de San Martín
utilizaron banderolas sucesivamente blancas y amarillas, también blanqui-celestes,
y otras, cuadriculadas en blanco y celeste.
El textil en análisis lleva los clásicos colores que la provincia de Santa Fe adoptó tempranamente para
sus banderas. Estos se disponen en franjas
horizontales conforme lo ordenó la ley del 7 de enero de año 1831[6]. Una fina vaina azul por el lado del asta da solidez
al conjunto.
Las
dimensiones de las flámulas
son obviamente muy variables, al igual que su materialidad. En este último caso lo usual era la lanilla, pero de
ser posible se usaba la seda, particularmente cuando se quería dar mayor
prestancia a la unidad que las portaba. Es el
caso de la pieza analizada.
En cuanto a su
forma, las hubo cuadradas, triangulares y farpadas. Estas últimas predominaron por ser mucho más visibles
atento a su estructura aerodinámica. También es la que tiene la pieza que nos
ocupa.
En el caso, las
franjas se cocieron entre sí utilizando una máquina de coser, lo que se
evidencia en la regularidad y minuciosidad de las puntadas.
Este sencillo detalle técnico aporta una referencia cronológica en orden a la más lejana datación de la pieza. Fue el 12 agosto 1851 que Isaac Merrit Singer patentó la primera máquina de coser, que luego presentó en la “Feria Mundial” de París, celebrada en 1855, poco después su uso se generalizó en el mundo desarrollado[7]. Entiendo difícil que algunos ejemplares de esta tecnología hayan llegado a nuestro país con antelación a 1860, pero también es factible que las flámulas fueran encargadas a un proveedor europeo, como se estilaba cuando era necesario contar con grandes cantidades de algún requipo militar.
En tren de seguir suponiendo y, si este fuera el
caso, la banderola no sería anterior a
1870, quizás poco más. Claro está que se trata de un albur netamente
subjetivo.
De manera entonces que, si se tiene presente que la
flámula lleva los colores de Santa Fe y recordamos la fecha en que se aprobó la
Ley Nº1.072 que suprimió las milicias, tales
fechas permitirían datar la pieza en
la década de 1870/ 1880.
En
definitiva
- Pese a su humildad, se trata de una pieza de significativa importancia ya que no se conocía algún ejemplar similar.
- Testimonia un uso tradicional en un período histórico concreto del pasado argentino y la pervivencia del diseño de la bandera provincial de Santa Fe en una fecha muy posterior a la batalla de Caseros.
[1] Su primer mandato abarcó desde el 12 de octubre de 1880 hasta la
misma fecha de 1886.
[2] Registro Nacional de Leyes, tomo VIII, p. 327. La colección Anales de Legislación Argentina (ADLA) de Editorial La Ley (Tomo I, 1852 -1880, p. 1199), señala
los siguientes antecedentes legislativos: Diario
de Sesiones del Senado (DSS), 1880 p. 325 (ed. 1912, p. 581); Diario de Sesiones de Diputados (DSD),
1880, pp. 429, 452; DSS, 1880, pp. 403, 404 (ed. 1912, p. 675); DSD, 1880, pp.
469, 476, 487; DSS, 1880, p. 416 (ed. 1912, p. 690). Lo que indica el intento
debate que originó hasta que fue sancionada el 18 de octubre de 1880.
[3] Del latín, flammula,
"pequeña llama".
[4] Hoy se las denomina así a las que se usan en Náutica para caracterizar
a los clubes deportivos o indicar algunos tipos de comando o comisión
castrense.
[5] La unidad fue formada por el general José de San Martín en 1812. A su
mando y al de otros jefes combatió en la Banda Oriental, las Provincias Unidas,
el Alto Perú, Chile, Perú y el hoy Ecuador. Fue disuelto y recreado cuando se
le confió la custodia presidencial, como se dijo.
[6] Ref.: Carrillo Bascary, Miguel, con la colaboración de Francisco
Gregoric. “Historia documentada de las banderas provinciales de Santa Fe”.
Revista Vexiloargentina Nº8,
diciembre 2020, pp. 36 y 37.
[7] Como bien lo advierte el experto Francisco Gregoric, la primera máquina de coser eléctrica fue patentada por Singer en 1889, hasta entonces se accionaban en forma mecánica.
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