La Inmaculada, óleo de Zurbarán
Por Miguel Carrillo Bascary
Cada 8 de diciembre se celebra la festividad de la “Inmaculada Concepción
de María”, madre de Nuestro Señor.
La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la
infunde en la materia orgánica procedente de los padres, el óvulo fecundado que
se expresa en la formación de una nueva cadena de ADN, es el momento científicamente
puede decirse que existe un nuevo ser dotado de identidad cromosómica; o sea,
cuando comienza la vida humana, tal como hoy lo tiene demostrado la Biología.
Así resulta de reiterados pronunciamientos de la "Academia Nacional de Medicina" (Argentina), desde 1994 (https://www.acamedbai.org.ar/declaraciones/25.php)
La Inmaculada Concepción implica que la Virgen María surgió a la vida sin compartir el
pecado común a toda la Humanidad; o sea, que fue concebida sin el estigma del
pecado original que afecta a toda la humanidad desde la desobediencia de Adán y
Eva que relata el libro del Génesis, en la Biblia.
La causa de tal excepción fue la providencia de Dios por ser María la madre de su Hijo,
Jesús.
Esta “verdad de fe” (dogma) para los católicos indica que la “Inmaculada
Concepción” fue fruto de una intensa y
secular reflexión de la Iglesia en la que participaron importantísimos
teólogos; santos; papas y otros pensadores. Tan azarosos debates tuvieron gran
trascendencia teológica a lo que se sumó la afectividad que los católicos
profesan a la Madre de Cristo.
La declaración del dogma
Tras una rica evolución de siglos, que
reseño algo más adelante, correspondió al beato papa Pío IX proclamar como “verdad de fe” la “Inmaculada Concepción de
María”. Fue un momento de honda emotividad para la grey católica.
Consecuentemente, la advocación se afianzó, al mismo tiempo que se multiplicaron
las gracias atribuidas a su mediación.
La bula “Ineffabilis Deus”
(“Dios inefable”) expedida el 8 de diciembre
de 1854 expresa: "...declaramos,
proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen
María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente,
en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está
revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos
los fieles..."
Interesa destacar que, en las
famosísimas apariciones de Lourdes,
la Virgen María expresó a la vidente Bernardette: “Yo soy la Inmaculada
Concepción”, lo que ocurrió el 25 de marzo de 1858. También se advierte que
muchas advocaciones conocidas en general como “Nuestra Señora del Rosario”, también se las referencia como
manifestaciones de la Inmaculada.
En Argentina
La primera función en que se celebraron
honras oficiales a la Inmaculada fue en Bs. Aires, más precisamente en el templo
de los jesuitas, en 1664; donde
además de las ceremonias litúrgicas hubo bailes y otros espectáculos populares.
Siguiendo la tradición española de celebrarla cada 8 de diciembre, la fiesta de
la Inmaculada, este día fue considerado un “feriado nacional”, pero hace
algunas décadas se suprimió a los efectos civiles; aunque de participar en la
Eucaristía (misa) para los católicos, aunque el 8 de diciembre caiga en día
laborable.
También, como en toda Hispanoamérica,
fue y sigue siendo una tradición en ciertos ámbitos, principalmente rurales,
que se saluda con una invocación que
remite a la Inmaculada; quién encuentra a otra persona dice: “Ave María
purísima”. A lo que se contesta como si fuera una contraseña: “Sin pecado
concebida”.
Más aún hasta hace unos 60 años
aproximadamente era común colocar pequeñas
plaquetas cerca de los timbres que invitaban a repetir dicho saludo.
Consigno un ejemplo que detecté hace tiempo en una calle de Rosario
(Argentina).
Además, también es muy común entre los
católicos pronunciar una jaculatoria
(pequeña oración) que dice así: “Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento
del altar; y la Virgen concebida sin mancha del pecado original”.
Algo de Historia
Demandaría un espacio desproporcionado
el siquiera esbozar las implicancias teológicas y pastorales del tema en una
entrada de este tipo. Existen numerosas
fuentes en Internet a las que el interesado podrá dirigirse. Por ejemplo:
lo consignado por el Catecismo Católico; numerales 490 a 493 (http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2a3p2_sp.html); para una explicación de relieve más histórico puede
consultarse: http://www.franciscanos.org/virgen/rambla.html
Por nuestra parte destacamos que
comenzando en España y siguiendo por sus entonces numerosas colonias el pueblo se manifestó tempranamente por la tesis
de que María fue concebida sin pecado original ya desde el seno de su
progenitora, aquella mujer que la tradición llama Ana y que la Iglesia reconoce
como santa.
En Oriente la advocación era admitida
desde el siglo VI.
Fue desde el año 646, en el siglo VII,
cuando por decisión de san Ildefonso, arzobispo de Toledo, se celebra en España
la fiesta de la Concepción Inmaculada de
María. Desde allí irradió a toda la península Ibérica y con el devenir de
los siglos se extendió en derredor del mundo, literalmente. Sin embargo,
algunos autores señalan iniciativas anteriores en igual sentido.
El primer tratado sobre la Inmaculada fue escrito por el monje
Eadmero, de Canterbury (1128), contradiciendo nada menos que a san Agustín;
pero fue el franciscano san Juan Duns Escoto, quien a principios del siglo XIV elaboró
el argumento teológico que consagraría el dogma quinientos años más tarde.
En 1304, Jaime II de Aragón, recogiendo el sentir de sus vasallos y la opinión de
los teólogos a los que consultó, mandó celebrar la fiesta de la Inmaculada en
todos sus feudos. El papa Sixto IV, autorizó
la festividad en 1483. En 1390 los Concellers de Barcelona comprometieron
hacerlo con toda solemnidad.
Cuatro años más tarde, el rey Juan I de Aragón, Cataluña y Valencia se
consagró a la Inmaculada junto a todos sus feudatarios.
También Madrid siguió el ejemplo; la
ciudad entera se comprometió con voto perpetuo a celebrar su acción de gracias
a la Virgen por mitigar una espantosa epidemia de cólera que la asoló en 1438.
Las cofradías de Sevilla fueron las primeras instituciones que
solicitaron formalmente a la Iglesia que se declarara a la inmaculada
concepción como un dogma de fe. En 1431 Adolfo, el magnánimo, de Aragón, lo solicitó
formalmente al Concilio reunido en Basilea.
En 1456, Juan II de Aragón, promulgó las
Constituciones de Cataluña, primer
documento oficial que defendió esta cualidad de María, elevada ya a una
verdadera advocación.
Mientras los teólogos debatían
intensamente la cuestión los laicos participaron a su modo, como que en muchas ciudades y villas se juraba
“defender la fiesta de la Inmaculada Concepción por siempre jamás”.
Esta decisión se plasmaba muchas veces
con el dramatismo propio de la época,
hasta el punto que no fue extraño que la adhesión a la tesis constara por
escrito en diversos documentos y hasta que se firmara con sangre; como solían
hacerlo los soldados de los famosos tercios españoles.
El arte tomó a la Inmaculada como motivo de inspiración y su imagen se
divulgó ampliamente, revestida de blanco y celeste o azul.
En las universidades peninsulares tempranamente se recogió el compromiso en favor de la
Inmaculada, en abierta antítesis del postulado en contrario definido por la
Universidad de París.
Una ligera relación consigna apunta una
decisión favorable en las universidades
de Valencia (1530); Granada y Alcalá (1617); Barcelona; Salamanca y Valladolid
(1618); al tiempo que reconocieron a Inmaculada como “patrona”. También lo
hicieron los claustros de Baeza; Santiago de Compostela; Sevilla; Granada;
Alcalá; Osuna; Toledo y Zaragoza (1617); Huesca y Oñate (1619).
Lo propio ocurrió con otras prestigiosas universidades de
Europa como las de París (que superó su resistencia inicial); Colonia y
Maguncia, en Alemania. La adhesión se
proyectó a las universidades de América,
cuando se pronunciaron en igual sentido la de Lima y México en 1619.
Esto implicaba que sus profesores y
aún los alumnos se comprometieran a promover la defensa teológica de la
posición como que, en 1664, Felipe
IV dispuso que antes de ser admitidos como estudiantes los aspirantes debían
jurar la tesis de la Inmaculada.
En 1708 la festividad fue declarada por Clemente XI como “día de
precepto”, con obligación de participar en la Eucaristía (“oír misa”)
La exigencia llegó a su extremo en
1779, cuando Carlos III lo impuso
como condición para expedir los títulos en todas las universidades de su
imperio.
En el ínterin, numerosos ayuntamientos
(cabildos) proclamaron reconocer como
“patrona” a la Inmaculada; y más tarde así lo hicieron las Cortes reunidas
en Madrid (1760) que solicitaron al Rey peticionara al Papa el reconocimiento
del patronato de la Inmaculada respecto de “todos los reinos hispanos”.
Carlos III, consiguió que en 1760 el
papa Clemente XIII aprobara a la
Inmaculada Concepción como “por singular y universal Patrona y Abogada de todos
mis reinos de España y los de las Indias y demás dominios y señoríos de esta
monarquía” (bula “Quantum Ornamenti”).
Carlos III, gran maestre de la Orden
Además, creó en su honor la “Real y Distinguida Orden de Carlos III”,
para la que adoptó los colores blanco y celeste como divisa, conforme a la
tradicional imaginería de la advocación. Esto fue aprobado pocos meses más
tarde por el papa Estos colores aluden a la pureza y la virginidad cualidades
asociadas a la Virgen María.
Medalla de la Orden de Carlos III
El “privilegio español”
Fue en 1864, diez años más tarde de proclamado el dogma, que Pio IX, por los
reiterados pronunciamientos de España y sus antiguas colonias en favor de esta
verdad que se estableció el llamado “privilegio español” autorizando que en las
fiestas marianas los sacerdotes celebraran la Eucaristía (misa) revestidos con casullas de color celeste (o azul),
cuando para el resto del mundo corresponde emplear los ornamentos blancos. Este
privilegio rige aún hoy en la propia España y en toda Latinoamérica (incluida
Argentina, lógicamente), así como en Filipinas y las islas Marianas (hoy
territorios dependientes de Estados Unidos, en Micronesia; Oceanía) ya que por
entonces eran parte del imperio castellano.
Más recientemente, el santo papa Juan Pablo II, el magno, expresó en Zaragoza (1983): “El amor Mariano ha sido en
vuestra historia fermento de catolicidad; y ha impulsado a las gentes de España
a una devoción firme y a la defensa intrépida de la grandeza de María, sobre todo
en su Inmaculada Concepción”.
La iglesia extendió este privilegio para algunas festividades determinadas en beneficio
de la Orden Franciscanas, de ciertas iglesias de Alemania; Nápoles y otros
vinculadas a la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Advierto
aquí que sobre la extensión del privilegio hay contradicciones en las fuentes
consultadas; en todo caso es una cuestión menor cuyo esclarecimiento agradeceré
a cualquiera de los lectores.
Desde distintos liturgistas señalan que en muchos otros lugares se
celebran estas fiestas marianas con ornamentos azules o celestes, lo que resulta impropio
por estar fuera del radio del “privilegio español”.
También en otras naciones
La Inmaculada es reconocida como patrona de Portugal (desde 1646); de los Estados Unidos (1846)
La Inmaculada Concepción es también Patrona de la Congregación de los Misioneros Redentoristas. Ignoraba lo de que la casulla azul era privilegio y no universal. Muy interesante.
ResponderEliminarMuchas gracias
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