sábado, 22 de octubre de 2022

Descubierto: banderín de lanza de la Guardia Nacional de Santa Fe

Una pieza notable por donde se la mire

Flámula de lanza de la, Guardia Nacional, provincia de Santa Fe

Por Miguel Carrillo Bascary


La banderola reproducida se referencia como perteneciente a la “Guardia Nacional”, lo que justifica la necesidad de abordar de qué se trataba este cuerpo armado y de establecer sus vinculaciones con las milicias santafesinas, a lo que nos avocaremos seguidamente.

Marco histórico

Durante la presidencia de Julio A. Roca[1] el 18 de octubre de 1880 se dictó la Ley Nº1072, que prohibió a las provincias formar (y mantener) cuerpos militares[2], norma que aún mantiene su vigencia. Muy sintéticamente dispone su texto:


“Queda prohibido a las Autoridades de Provincias la formación de Cuerpos Militares, bajo cualquier denominación que sea” 

De esta manera desaparecieron las milicias que tan glorioso desempeño tuvieron en el curso de las Invasiones Inglesas, las luchas por la emancipación, la guerra con el Brasil, los enfrentamientos contra la flota anglo-francesa y la guerra del Paraguay. También intervinieron en los hechos que enfrentaron a las provincias entre sí y que enlutaron a la Patria en persistentes luchas fratricidas.

Estas milicias estaban formadas por simples habitantes que, reunidos en “asambleas”, recibían una instrucción militar básica de parte de oficiales y suboficiales veteranos, la  que se concretaba los domingos. En caso de una agresión foránea o de malones se los convocaba para hacerles frente, si había unidades veteranas los milicianos actuaban como auxiliares. Su primer reglamento data de 1764.

En el territorio del Río de la Plata, el nombre de “milicias provinciales”, surgió de una Real Orden del año 1791. A lo largo de los años la institución evolucionó y a fines de 1806 la de Bs. Aires reunía a los hombres de entre 16 a 50 años. 

Con la organización de los estados provinciales sus milicias constituyeron de hecho cuerpos armados que protagonizaron el período histórico que culminó con la aprobación de la Constitución nacional en 1853. En esta norma se consagró como deber cívico el “armarse en defensa de la Patria y de esta Constitución” (Artículo 21), se instituyó un ejército nacional permanente que dependía del Poder Ejecutivo (inc. 23, Artículo 67), y se dio un marco normativo común a las milicias provinciales cuya oficialidad designaban los gobiernos de cada una (inc. 24, Artículo 67), estas debían reunirse “cuando lo exijan la ejecución de las leyes de la Nación y sea necesario contener las insurrecciones o repeler las invasiones”. Con lo que estos cuerpos continuaron transitoriamente vigentes.

No deben confundirse las milicias con la “Guardia Nacional” que se componía de un conjunto de hombres dotados de mejor entrenamiento que aquellas y que conformaba una reserva destinada a apoyar a las “fuerzas de línea” en activo. Fue organizada por ley de 1825, implicando a solteros (entre 18 y 5o años) y casados (entre 18 y 45). Se preveía su movilización cuando las necesidades militares lo demandaran. Como observación, si bien se utiliza el término “Guardia Nacional” se trataba en realidad de un cuerpo plural al que contribuían los reclutados en cada provincia y que formaban batallones con similar origen.

En 1854 la Guardia Nacional se reorganizó agrupando a los argentinos de entre 17 y 60 años. Más tarde fue convocada en 1863 con motivo del levantamiento del “Chacho”, Ángel Vicente Peñaloza, y en 1865 para atender a la Guerra del Paraguay, que se prolongó hasta 1870. Actuó también en 1866 para reprimir la “Rebelión de los Colorados” en Cuyo que encabezó militarmente Felipe Varela; en 1870 con motivo de la sedición de Ricardo López Jordán en Entre Ríos y Corrientes y, con igual motivo, en 1873 y 1876; así como cuando la revolución encabezada por Bartolomé Mitre en 1874.

El conflicto cumbre se dio en 1880 cuando se enfrentaron las milicias porteñas contra las fuerzas nacionales, implicando éstas a la Guardia Nacional. La puja se originó por la federalización de la ciudad de Bs. Aires. La derrota del gobernador bonaerense, Carlos Tejedor, selló el establecimiento de la Capital Federal y afianzó el centralismo que encarnó el presidente Roca, con lo que se precipitó el desarme de todas las milicias provinciales y la sujeción de las Guardias Nacionales de provincias al Poder Ejecutivo del Estado.

Por las buenas y por las otras los gobiernos de provincias “desafectos” debieron resignar su margen de autonomía ante las ínfulas del gobierno nacional. Como militar y hombre del interior ya fogueado en la dinámica del poder, Roca alcanzó los consensos necesarios para dar andamiaje legal a la supresión de las milicias provinciales, que de hecho operaban como brazo armado de los gobernadores. Es cierto que éstos encubrieron la pervivencia de algunos núcleos armados a su servicio directo, lo hicieron bajo la forma de la policía local, los guardias cárceles y hasta de bomberos y serenos, pero su capacidad operativa sería mínima.

La dimensión vexilológica

Desde 1815 y, con mayor desarrollo desde 1820, el surgimiento de las banderas provinciales evidenció la existencia de las milicias locales que naturalmente se identificaban con ellas. Su manifestación más evidente fue en el curso de la campaña del “Ejército Grande” que venció en Caseros (3 de febrero de 1852), son varios los testimonios iconográficos y las piezas que se preservan de aquél entonces.  Lentamente estas divisas provinciales fueron desapareciendo, las que más resistieron a la transformación de la realidad política y militar de le época fueron las de Santa Fe y Entre Ríos.

Lancero de la caballería federal al servicio de Rosas. Uniforme similar con pechera blanca lucieron las caballerías de Urquiza. Ambas se enfrentaron en Caseros

Este es el contexto que permite datar el vexilo que abre esta nota, veamos ahora sus circunstancias propias, de donde no sería mayor 1880, ni anterior a 1870, como se ampliará más adelante.

Análisis de la pieza en concreto

Como primera referencia es dable informar que obra en la colección del Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc”, dependiente del gobierno de la provincia de Santa Fe. Figura en su inventario con el número 8825. Se muestra su reverso ya que su delicado estado no permitió apreciar su anverso. Hasta el momento no ha sido oficialmente descripta para su formal registro.

Su estado de conservación es regular, como se evidencia en la fotografía, en donde se observan quiebres en su superficie derivados del resecamiento del textil y un plegado descuidado, así como la afectación con hongos, evidenciados en las manchas que presenta. La decoloración general, muy pareja ella, hace pensar que por largo tiempo estuvo expuesta a la acción de la luz solar. Obviamente su condición actual reclama la intervención profesional necesaria para estabilizarla y evitar así mayores deterioros. No hay constancia ni memoria de que alguna vez se haya expuesto en las vitrinas del Museo.

Agradezco muy especialmente al director del Museo, el profesor Pablo Montini, que me permitió analizar esta pieza, una más de la rica colección de vexilos antiguos que atesora el Museo “Marc”, la más numerosa del interior del país.

Lamentablemente la ficha museológica, además de informar que correspondería a la Guardia Nacional de Santa Fe,  no aporta más referencias que la de haber sido comprada por el Museo en el año 1943, lo que hace pensar que pudo encontrarse en alguna colección particular ya que nada justifica un uso militar cercano, por cuanto las milicias en cuyas lanzas debió lucir había sido suprimidas 63 años antes.

Se trata con toda evidencia de una banderola de lanza, gallardete, banderín o flámula[3], como corresponde designarla con mayor precisión y que en el uso corriente sustituyó al de grímpolas[4], características de la Edad Media. Lleva cosida tres pares de tiras para permitir su fijación al palo.

Desde la Antigüedad fue habitual que a las lanzas de la caballería, particularmente, se les adicionaran vexilos, con esto se destacaban estas armas equipando a un núcleo armado durante las ceremonias y adquirían un neto efecto sicológico intimidatorio en el curso de una campaña bélica. Asimismo, su flameo tenía el potencial de espantar a los caballos enemigos contra los que se cargaba. También señalaban la presencia de la unidad en el campo de batalla lo que permitía que el comando de las operaciones pudiera identificarla cuando los estandartes de la unidad no eran visibles (recordemos que estos vexilos tenían dimensiones muy inferiores a las banderas que portaba la infantería).


La Sanidad militar, advirtió una referencia particular asociada al uso de las flámulas en las lanzas. Primeramente, se observó que las heridas causadas por ellas se infectaban en mucha mayor medida que las ocasionadas con la lanza seca. El desarrollo de la Microbiología explicó este efecto, ya que al introducirse la tela en los cuerpos agredidos no solo se contaminaba la herida por la poca higiene del textil, sino que eventualmente quedaban hebras y aún trozos en el interior, potenciando la posibilidad de infección.

En la actualidad las flámulas solo son usadas en las lanzas que portan las unidades históricas, así como las guardias reales o presidenciales de numerosos países. Es el caso, por ejemplo, de los “Granaderos a Caballo General San Martín[5]”, escolta del primer mandatario argentino.

Imagen reciente de los Granaderos, con banderas argentinas en sus lanzas

Las referencias pictográficas y etnográficas de diversas culturas y épocas nos muestran que estos vexilos se elaboraban tanto con un conjunto de crines, plumas, colas de animales y, fundamentalmente, con textiles (bien que fueran cintas o banderines de diversas formas).

Dibujo antiguo coloreado (la flámula se sobredimensionó para mostrar su emblema)

Generalmente eran de colores contrastantes, a veces con algún elemento identificador como el número de la unidad, un monograma o algún atributo heráldico. Solían llevar los colores de su comandante, de la unidad o de la región a la que pertenecía la tropa y, más tarde, fueron los de la nación por la que combatían. Por ejemplo, los “Granaderos” de San Martín utilizaron banderolas sucesivamente blancas y amarillas, también blanqui-celestes, y otras, cuadriculadas en blanco y celeste.

Primer uniforme de los Granaderos, diseño de San Martín

El textil en análisis lleva los clásicos colores que la provincia de Santa Fe adoptó tempranamente para sus banderas. Estos se disponen en franjas horizontales conforme lo ordenó la ley del 7 de enero de año 1831[6]. Una fina vaina azul por el lado del asta da solidez al conjunto.

Las dimensiones de las flámulas son obviamente muy variables, al igual que su materialidad. En este último caso lo usual era la lanilla, pero de ser posible se usaba la seda, particularmente cuando se quería dar mayor prestancia a la unidad que las portaba. Es el caso de la pieza analizada.

En cuanto a su forma, las hubo cuadradas, triangulares y farpadas. Estas últimas predominaron por ser mucho más visibles atento a su estructura aerodinámica. También es la que tiene la pieza que nos ocupa.

En el caso, las franjas se cocieron entre sí utilizando una máquina de coser, lo que se evidencia en la regularidad y minuciosidad de las puntadas.

Detalle

Este sencillo detalle técnico aporta una referencia cronológica en orden a la más lejana datación de la pieza. Fue el 12 agosto 1851 que Isaac Merrit Singer patentó la primera máquina de coser, que luego presentó en la “Feria Mundial” de París, celebrada en 1855, poco después su uso se generalizó en el mundo desarrollado[7]. Entiendo difícil que algunos ejemplares de esta tecnología hayan llegado a nuestro país con antelación a 1860, pero también es factible que las flámulas fueran encargadas a un proveedor europeo, como se estilaba cuando era necesario contar con grandes cantidades de algún requipo militar.

En tren de seguir suponiendo y, si este fuera el caso, la banderola no sería anterior a 1870, quizás poco más. Claro está que se trata de un albur netamente subjetivo.

De manera entonces que, si se tiene presente que la flámula lleva los colores de Santa Fe y recordamos la fecha en que se aprobó la Ley Nº1.072 que suprimió las milicias, tales fechas permitirían datar la pieza en la década de 1870/ 1880.

En definitiva

  • Pese a su humildad, se trata de una pieza de significativa importancia ya que no se conocía algún ejemplar similar.
  • Testimonia un uso tradicional en un período histórico concreto del pasado argentino y la pervivencia del diseño de la bandera provincial de Santa Fe en una fecha muy posterior a la batalla de Caseros. 


Notas y referencias

[1] Su primer mandato abarcó desde el 12 de octubre de 1880 hasta la misma fecha de 1886.

[2] Registro Nacional de Leyes, tomo VIII, p. 327. La colección Anales de Legislación Argentina (ADLA) de Editorial La Ley (Tomo I, 1852 -1880, p. 1199), señala los siguientes antecedentes legislativos: Diario de Sesiones del Senado (DSS), 1880 p. 325 (ed. 1912, p. 581); Diario de Sesiones de Diputados (DSD), 1880, pp. 429, 452; DSS, 1880, pp. 403, 404 (ed. 1912, p. 675); DSD, 1880, pp. 469, 476, 487; DSS, 1880, p. 416 (ed. 1912, p. 690). Lo que indica el intento debate que originó hasta que fue sancionada el 18 de octubre de 1880.

[3] Del latín, flammula, "pequeña llama".

[4] Hoy se las denomina así a las que se usan en Náutica para caracterizar a los clubes deportivos o indicar algunos tipos de comando o comisión castrense.

[5] La unidad fue formada por el general José de San Martín en 1812. A su mando y al de otros jefes combatió en la Banda Oriental, las Provincias Unidas, el Alto Perú, Chile, Perú y el hoy Ecuador. Fue disuelto y recreado cuando se le confió la custodia presidencial, como se dijo.

[6] Ref.: Carrillo Bascary, Miguel, con la colaboración de Francisco Gregoric. “Historia documentada de las banderas provinciales de Santa Fe”. Revista Vexiloargentina Nº8, diciembre 2020, pp. 36 y 37.

[7] Como bien lo advierte el experto Francisco Gregoric, la primera máquina de coser eléctrica  fue patentada por Singer en 1889, hasta entonces se accionaban en forma mecánica.

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