sábado, 6 de diciembre de 2025

¿Dónde va la estrellita?

… y ¿por qué no, el cometa?

 

Por Miguel Carrillo Bascary 

En estos días, a lo largo de todo el mundo se arman los arbolitos de Navidad, un elemento definitivamente entronizado en las tradiciones de múltiples culturas, aunque en algunas regiones jamás haya crecido un abeto.

Hoy me limitaré a contestar la pregunta que abre esta nota, en otras ya me detuve en diferentes aspectos de la ambientación navideña, refiriéndome a las tradiciones y fantasías de este tiempo[1], sin perjuicio de tener presente el 25 de diciembre recordamos nada más ni nada menos que el nacimiento de quien es verdadero hombre y verdadero dios al que reconocemos con el nombre de Jesús, Nuestro Señor.

Y, hablando de tradiciones, cuando se termina de decorar el árbol navideño con cintas, luces, regalitos y demás parafernalia, llega el momento cúlmine, cuando el pequeñín de la familia coloca “la Estrella”, figurando ser aquella que condujo a los Reyes Magos hasta el pequeño poblado de Belén, cuna del Niño Dios. La razón de la preferencia etárea radica en la percepción de los niños en cuya primera infancia ( hasta los 6 años) se enlazan la realidad y la fantasía, siendo así una etapa de su vida en que se establecen las bases de su desarrollo emotivo, cognitivo y social, lo que será capital para su futuro.


En la historia de la Astronomía se solía atribuir a los cometas, estrellas caudadas (con cola) la revelación de un prodigio o el anuncio de un hecho trascendental, tanto de buen augurio como de padecimientos.

Las interpretaciones del astro y su calificación sustancial difieren, con lo que se demuestra que este tipo de signos no son lo más importantes, sino que expresan un simbolismo trascendente, inmaterial, que supera la forma con que se nos presentan arropados por la Cultura.

Para algunos lo que se coloca en la cima del árbol es una gran estrella, de volumen superior a todas las que se pudieron haber colocado entre las ramas. Convencionalmente se trata de un astro de cinco puntas. También habrá quienes prefieran un perfil de mayor cantidad de vértices, destacándola así en forma particular. 

Su color es cambiante, las habrá plateadas y doradas, pero también de cambiantes luces.

Otros preferirán acogerse a la tradición más acendrada y optarán por un cometa, cuya cauda representará el astro viajero al que siguieron los Magos recortando su particular brillo sobre las oscuras noches de Oriente. Igualmente se colocará en la punta del árbol, pero también se admite hacerlo unos centímetros por debajo, para que la cola se destaque netamente sobre el verde.

Los artesanos nos ofrecen desde antiguo una alternativa que más se acerca a la estrella que al cometa. Estaba bastante extendida en tiempos donde los adornos navideños se confeccionaban con vidrio soplado. Se trataba de un pico estilizado que surgía de una esfera, uno de cuyos lados aparecía aplanada, formando una estrella en su interior. 

Tras una somera investigación en los mercados on line no encontré más que unos pocos con esta forma, lo que indicarían que las preferencias de los públicos se inclinan a decididamente por las estrellas de cinco puntas. En lo que sí se advierte variedad es en el empleo de estos picos, formados por dos o más globos superpuestos, terminados en punta.

La voz de la Heráldica

Esta ancestral disciplina modeló en el inconsciente colectivo la forma que le atribuimos a las estrellas y cometas, lo que define las imágenes que colocamos en los arbolitos de Navidad.

Se las representa mayormente planas, dotadas de cinco rayos, y se las llama “pentáculo” (si se inscriben en un círculo). La figura se apoya sobre dos de ellos, de manera que el superior se perfila solitario y los dos restantes hacia los lados. Si se analiza bien esta forma es indudable que nos remite al “Hombre de Vitrubio”, que concibió Leonardo Da Vinci hacia el 1490, para representar la proporción aurea aplicada al cuerpo humano, como una relación matemática perfecta. 

Pero no siempre es así, también puede concebirse la estrella ranversada, que se apoya sobre un solo rayo, lo que suele verse particularmente en las figuras octópodas.

Al respecto se asigna a la estrella de cinco brazos un origen celta-británico; a las de ocho se las hace germánicas, mientras que la representación itálica utilizaría tanto las de seis como las de ocho vértices. Hay también estrellas de cuatro brazos, a las que se atribuye representar al Lucero (Venus), que destaca en el cielo nocturno por ser el astro que más brilla luego de la Luna, lo que la simbología cristiana señala como imagen de la Cruz.

La Ciencia del Blasón describe numerosas variantes de la figura esencial, la decoración navideña las admite en su totalidad, veamos algunas. La caudada, donde uno de los rayos es de mayor extensión, sea recto u ondulante, en cuyo caso también puede interpretare como un cometa. La flamulada, donde todos los rayos tienen forma de ondas. La realzada, que evidencia un relieve a partir de desprender un vector sede cada vértice que se reúnen en el centro de la figura, lo que le otorga una apariencia tridimensional.

Todavía podrían citarse a otras muchas formas de este mueble heráldico que recogieron diversas culturas y que, a su vez, se les atribuyen significados particulares: la moleta (con el centro perforado), el hexagrama, referenciado con el profeta David (magen), con el rey Salomón, (hexagonal), los pitagóricos y el Majzén marroquí.

En cuanto a su aspecto referenciado en los blasones, el típico las hace conformadas por un metal heráldico, el plata (argent), lo que se traduce a los ojos del profano como “blanco”; pero también se las admite en cualquier otro color, incluso en dorado (oro).

Respecto al simbolismo de las estrellas ya se ha visto que remite a la que vieron los Magos, pero la Cristiandad ve un ángel en cada una. También son imagen de la espiritualidad, que se ve exacerbada durante la noche, y de lo eterno. Nuestra Señora, bajo su advocación de la Inmaculada Concepción, lleva una corona de doce estrellas, también se la venera como "Stella Maris", "Estrella de los Mares".


En cuanto al cometa, la Heráldica suele representarlo como una estrella octogonal, con su brazo inferior extendido aproximadamente hasta un largo triple, ya sea en punta como terminando en un haz de trazos, en cuyo caso será cabellado. Pero si este brazo cuenta con una serie de trazos que surgen de su centro el cometa será crinado.

Pero, en concreto la Heráldica define como “Estrella de Belén” a la que lleva una cola, desplegada desde la izquierda (Oriente) a la derecha (Occidente), recreando el trayecto de los Sabios desde sus lejanos países, que transitaron hacia el Oeste, para ir a detenerse en su percepción sobre la región de Palestina, más concretamente sobre la localidad de Belén. Su representación más propia es en plata y tanto de ocho como de cinco rayos.

La simbología cristiana la considera como el anuncio universal del nacimiento de Jesús, como imagen de la gracia divina, de la búsqueda de Dios, del cumplimiento de la promesa que Él le hizo a Adán y a Eva, cuando merecieron ser expulsados del Paraíso, por no abundar.

Concluyendo

De esta forma queda contestado el interrogante que titula esta nota. Además, se enriquece su consideración con algunas explicaciones sobre el simbolismo y las formas que nos aporta la estrella que corona el “Árbol de Navidad”.



[1] En este Blog hay muchas notas sobre la Navidad, te comparto un par de links que te permitirán conocerlas: “Juguetes y dulces en el árbol de Navidad” - https://banderasargentinas.blogspot.com/2025/11/juguetes-y-dulces-en-el-arbol-de-navidad.html y “Navidad, historias y leyendas” https://banderasargentinas.blogspot.com/2024/12/la-navidad-historias-y-leyendas.html Te invito a explorarlas.

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