¿Por qué no?
Por Miguel Carrillo Bascary
Desde Morón me realizan la consulta en los términos del primer título, desde Tucumán se repite. Desde Rosario contesto con el interrogante del segundo. Veamos la cuestión.
La promesa a la Enseña patria entraña
un alto compromiso para los niños de cuarto grado de primaria que
habitualmente la concretan. Las condiciones del acontecimiento graban
profundamente esta vivencia en sus memorias, así resulta de los testimonios de
quienes, ya en su mayoría de edad, recuerda el instante en que respondieron ¡Sí, prometo!
Podemos decir que, sin
tener las connotaciones de un juramento, la solemnidad de esa promesa es un compromiso de vida que, desde el
raciocinio, hace innecesario repetirla.
Más aún, si esto se hiciera se trataría de una redundancia, sin mayor efecto de
fondo, aunque con un gran potencial para enriquecer la conciencia sobre el
vínculo.
Concluyamos entonces en
que, la promesa a la Bandera es una sola,
no es necesario reafirmarla, ni tampoco renovarla.
Sin embargo, desde hace
algunos años hay regiones y comunidades educativas en que cuando aquellos niños
de entonces llegan a la adolescencia, próximos a finalizar el ciclo secundario,
usan renovar el compromiso desde una
perspectiva propia de la edad en que la experiencia vital implica un mayor grado de compromiso.
La posición tradicional indica que esto sería no solo innecesario,
sino que podría interpretarse como un cuestionamiento de la seriedad del acto
cumplido en cuarto grado. Un razonamiento que implicaría evitar la reiteración.
Una postura sedicente como “moderna”, plantearía la procedencia de la
renovación, lo que aportaría diversos factores positivos, particularmente
emotivos. No tengo presente que pueda indicarse ninguna faceta en contrario.
La normativa vigente solo estipula con respecto a la promesa en el
nivel primario, nada dice sobre su renovación en el secundario, por lo que
subjetivamente entiendo que el principio
de libertad contenido en la Constitución Nacional autoriza a llevar
adelante la segunda ceremonia.
Creo valido traer a
colación un paralelismo significativo, aunque de un ámbito radicalmente
distinto, pero que aporta una imagen habilitante. Es dato de la realidad que un
acto tan definitorio como el de protagonizar el sacramento del matrimonio, que, en el marco de la doctrina de la
Iglesia Católica, establece un vínculo de por vida. Es claro que no puede volverse a concretarse, pero
en ciertas circunstancias los esposos disponen
reiterar sus votos ante la comunidad, seguramente en presencia de sus hijos
y hasta de sus nietos. Obvio es que la Iglesia, a través del sacerdote actuante,
los bendice. Más aún la actitud constituye ejemplo de vida que se destaca ante la
comunidad.
Lineamientos
Para el nuevo acto servirá
de ejemplo el que es tradicional en
primaria, pero la fórmula deberá
adecuarse para destacar que se trata de una renovación.
Eventualmente, alguno de
los jóvenes quizás no haya podido concretar la promesa oportunamente. La ocasión
será válida para que lo haga ahora, en cuyo caso lo prestará en forma diferenciada, antecediendo a sus compañeros, como
forma de jerarquizar el evento.
Es obvio que se deberán
trabajar en clase los contenidos propios de la ceremonia y sus implicancias
para la vida. Esta propedéutica es
fundamental.
Posición de los abanderados
Este punto suscita algunas dudas que considero oportuno
esclarecer, veamos:
Durante la ceremonia realizada en la escuela primaria los abanderados y escoltas son niños del último grado que, por ende, ya hicieron la promesa al cursar cuarto. Estos se colocan al frente de los promesantes para que tengan ante su vista la bandera de ceremonia del establecimiento. Cumplido el acto, se reintegran a la formación. esto parece haber generado la idea de quienes prometen deben estar indefectiblemente ante el vexilo.
Si la ceremonia se
concreta en el último año de la secundaria, el abanderado y los escoltas están cursándolo, lo que suele
dar lugar a las siguientes preguntas:
¿El abanderado y los escoltas, se
colocan al frente de quienes deben renovar la promesa? o ¿cómo debe hacerse?
La respuesta al aparente problema es muy simple. Ellos cumplen una función de representación y por esto es claro que, no solo pueden, sino que deben desprenderse de sus pares para destacarse colocándose a su frente para que estos puedan ver con claridad al vexilo. Es en esta posición que cuando la dirección requiere la respuesta a la fórmula de renovación, es desde esta posición que responden. Obviamente que en el momento deben dirigir su mirada al símbolo. En cuanto al abanderado, no se le exige similar gesto, ya que al estar sosteniendo el lábaro su compromiso con el mismo y lo que este representa es absolutamente evidente.
Si en la
jurisdicción suele acompañarse el acto con el brazo derecho extendido, así lo
hacen los escoltas, pero nunca el
abanderado, ya que toda su atención debe centrarse en ser portados de la
Enseña patria.
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Fotografías tomadas de: https://colegiodelsalvador.esc.edu.ar/acto-de-renovacion-de-la-promesa-a-la-bandera-camada-153/
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