Un toque de color al tronar del cañón
Por Miguel Carrillo Bascary
En los siglos XVII, XVIII
y, también, en gran parte del XIX, en que se desarrolló la guerra por la
Independencia de América, era común pintar
la madera de las cureñas usadas para trasladar la artillería. En aquel
entonces no existía el concepto de camuflaje que aconsejara dificultar la visualización
de las piezas desde la distancia.
No se trataba de lograr solo
un impacto visual, sino que tenía una muy sencilla funcionalidad, preservar la madera aislándola de la
humedad. Debe tenerse en cuenta que por la falta de caminos era muy común que
se debieran atravesaran ríos y otros cursos de agua; en caso de lluvia debía maniobrarse
en verdaderos lodazales.
Aun así, el contenido
tánico de las madreas estacionadas que se usaban en estas piezas pudo ser suficiente garantía para asegurar su
duración.
Así se impuso pintar las cureñas
con los colores nacionales de cada ejército.
A los que se representan en la imagen inicial podemos sumar a Francia que empleaba
el azul, el Imperio Británico, el ploma claro, aunque también adoptó el rojo,
durante la Guerra Civil, la artillería de Estados Unidos supo apelar al celeste,
mientras que la Confederación se identificaba con el gris.
Estas referencias son muy aproximadas, ya que las variantes deben haber sido amplísimas considerando las dificultades logísticas de la época. Los datos documentados son escasos y solo han subsistido pocos ejemplares con su color original.
Interesante documento
En el Archivo General de la Nación (Argentina), Sala VI, legajo 319, se
conserva una nota cursada por el general Manuel Belgrano a Feliciano Chiclana,
gobernador intendente de la provincia de Salta, en donde le requiere que le envíe
albayalde para pintar las cureñas de
celeste. Esta datada el 7 de abril de 1813.
Por entonces Belgrano estaba en Jujuy, empeñado en reorganizar el Ejército Auxiliador del Alto Perú, en el marco de la Segunda Campaña a esa región.
La sustancia aludida es el
carbonato básico del plomo, que tiene
color blanco, de manera que la "pintura" es de suponer que debió ser la azul, formado por pigmentos de azurita,
carbonato de cobre o, con mucha mayor probabilidad, por el índigo o añil que se obtenía de un vegetal arbustivo (Indigofera tinctoria), que abundaba en
el Perú.
Adenda
El lector Gustavo Fernetti apunta que estas pinturas también tenían por objetivo evitar el ataque de la termita del roble; que el rojo tenía contenido de mercurio, que el verde y el azul se lograban con sulfato de cobre, mientras que el blanco y el naranja contenían sales de plomo; en tanto que el amarillo se formaba con litargirio, que también es un óxido de plomo.
Como vemos compuestos tóxicos sobre los que la Humanidad tardó en tomar conciencia.
----------------
Referencias:
(1) Ref.: Gran Guerra del Norte (1700/ 1721, librada por la supremacía en el Báltico)
(2) La bandera de Suecia era azul y amarillo; la de Rusia, roja, azul y blanca; la de Dinamarca, roja y blanca; la de Austria, roja y blanca también por lo que el uso del amarillo escapaba a la regla ante la necesidad de contrastar con la anterior; la de Sajonia, amarillo y negro; la de Prusia, blanca y negra; la otomana también desmentía el principio, al ser grises sus cureñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario