Preguntas y respuestas
Por Miguel Carrillo Bascary
En la Antigüedad las
banderas se consideraban más que objetos sagrados, eran representaciones
mismas de los dioses. Por esto se sacrificaba ante ellas, se guardaban en los
templos y perderlas se consideraba un verdadero sacrilegio. Tomemos como
referencia los vexilos romanos, que
cuando las legiones se encontraban en campaña se depositaban en la aedes sacellum o cellae, capilla del principia,
ubicada en el centro de los castrum
(destacamentos mayores).
Por igual motivo cuando se capturaban vexilos enemigos
se ofrendaban a los dioses locales y también se guardaban en los templos, a
manera de ofrendas votivas.
La Historia y la Vexilología referencian innumerables banderas a las que se atribuían poderes
sobrenaturales. El caso más difundido es la Fairy Flag, que según la leyenda entregó un hada al clan escocés de
los MacLeod[1].
En tiempos más recientes vemos que estas costumbres
pretéritas mantienen su valoración
tradicional. Así ocurre, por ejemplo en la Argentina, donde muchos de los
trofeos obtenidos en batallas todavía se exhiben en algunos de sus templos. En
rápida síntesis:
- Basílica de Ntra. Señora del Rosario (Santo Domingo) en Bs. Aires, que atesora numerosos vexilos tomados a los británicos en la “Primera Invasión Inglesa” al Río de la Plata (1806)[2] y dos estandartes de caballería concedidos como exvotos por el general Belgrano.
- Basílica de Sto. Domingo (Córdoba), donde se encuentran otras dos banderas británicas obtenidas en 1807[3].
- Basílica de Ntra. Señora de la Merced (Tucumán), donde se muestran dos enseñas tomadas por el general Belgrano en sus campañas[4].
- Templo dedicado a Ntra. Sra. del Carmen, en la ciudad del mismo nombre, provincia de Buenos Aires, donde se exhiben dos banderas conquistadas durante la guerra que enfrentó a la Argentina con el Imperio del Brasil[5] (1825-1828).
Así también
ocurre en otros países, respecto de los cuales hay innumerables ejemplos de
todas las épocas, tanto en grandes iglesias como hasta en pequeños oratorios.
Como ejemplo superlativo se puede mencionar a la iglesia de San Luis, en los
Inválidos, París. Sobre esto dediqué varios estudios, a los que remito en
razón de la brevedad[6].
Por otra parte, en muchos estados (no en Argentina) se
preservan en las iglesias las enseñas de
unidades militares históricas, a manera de testimonio de gratitud por las
gracias que recibieron quienes revistaron en ellas.
Objeto de
esta nota
Me referiré concretamente al posicionamiento de las banderas en el interior de los templos. Me detendré
con toda lógica en aquellos de países occidentales ya que no conozco con
propiedad la realidad de los de Oriente.
¿Qué
vexilos se muestran en los templos occidentales, ya sean católicos, cristianos o
de iglesias derivadas?
Además de lo mencionado precedentemente planteo este
interrogante como hipótesis de trabajo y me respondo, podemos señalar: las banderas
nacionales, la de la Santa Sede, las que caracterizan a las órdenes,
congregaciones, cofradías y hermandades católicas; así como las representativas
de otras confesiones.
Con un menor desarrollo también pueden señalarse
vexilos propios de obispados, abadías, catedrales y jurisdicciones menores.
En ocasiones se encuentran las de naciones con las que
existe algún tipo de vínculo histórico o cultural, cuyo ejemplo más conocido
está en la basílica de Ntra. Sra. del Pilar, en Zaragoza.
Por última se advierten otras que, visibilizan
movimientos sociales de diversos tipos, algunos con alcance nacional o netamente locales.
¿Qué
representa cada uno de estos vexilos? Cuando en un templo vemos una bandera nacional, es
obvio que corporiza la presencia de la nación de que se trata y, también, al
estado local. Mientras que aquella a la que comúnmente se denomina “papal”, ya
hemos visto que en realidad simboliza a la Santa Sede, no al Papa, ni tampoco
al Estado de la Ciudad del Vaticano[7].
Por su parte, cada una de las restantes identificará a los diferentes
colectivos a los que aluden.
Es un error interpretar que una bandera nacional
colocada en un templo es un gesto de sumisión de esa iglesia al estado. Tampoco
cabe identificarla como un apoyo de la iglesia a una gestión de gobierno en
particular. Nada de eso.
¿Las
banderas que vemos en las iglesias, son objetos de culto? La respuesta es negativa, enfáticamente, los
feligreses no oran ante ellas y, mucho menos las adoran. Tampoco deben
considerarse como elementos decorativos, tienen la función de representar no de
adornar un espacio.
¿En qué
sitio mostrar las banderas dentro de una iglesia? Por principio general será en un lugar de honor, pero
nunca en el principal que se reservará a las representaciones sacras propias
del culto.
En consecuencia, en los templos católicos se las verá
dispuestas en el presbiterio (ver fotografía que abre esta nota), es
decir el lugar central destinado a la Liturgia a cargo de los presbíteros
celebrantes, donde se asienta el altar mayor o en un espacio inmediato al mismo,
es lo natural a sus respectivas representaciones. En algunos templos de grandes
dimensiones existe un deambulatorio o
girola, que es una suerte de galería que bordea por detrás al altar mayor,
pero tampoco corresponde instalar las banderas en este sector ya que se
encuentra relegado con respecto al presbiterio y por lo tanto se afectará la
posición honrosa con que siempre deben mostrarse las banderas.
¿Es
imprescindible presentar banderas nacionales en los templos? La respuesta es negativa. Tratándose de los dedicados
al culto católico esto dependerá de las decisiones que haya tomado el
episcopado nacional y en su defecto, el obispo del lugar (no hay una directiva papal específica). Tratándose de templos
bajo la jurisdicción de una orden o congregación dispondrán al respecto los
capítulos o superiores, según corresponda.
Uno caso especial son los estados donde existe una religión nacional, como ocurre con
numerosas iglesias cristianas. En estos casos, resulta más que lógica la
presencia de la bandera estatal. Más aún, en ciertos regímenes, como en China, se exige la presencia de su bandera estatal en los templos católicos.
¿En qué
posición corresponde que se exhiban? Los usos del Ceremonial universal indican que habrán
de mostrarse enastadas, sobre sus respectivos pies-soportes, es decir lo que en
la jerga se denomina como un ejemplar “de sitio”. Eventualmente podría
admitirse el uso de cenefas o masteleros que permitan exhibir varias piezas en
conjunto, pero lo adecuado es que cada una tenga su asta y su pie.
¿Es
necesario colocar la bandera nacional y, eventualmente, alguna otra de
naturaleza religiosa en todos los altares de una iglesia? De ninguna manera, debe prevalecer un criterio
prudente, tal multiplicación es innecesaria, eventualmente bastará que se
instalen en el punto del templo que tenga mayor solemnidad y visibilidad que,
reitero en las iglesias católicas será junto al altar mayor.
Unos
indebidos.
Es inadecuado presentar un paño adosado a la pared que cierra el espacio destinado al culto,
el ábside o cabecera. ¿La razón? Porque de esta manera la bandera pierde su
funcionalidad, se desnaturaliza en su función significante, y se convierte en
un elemento ornamental. En síntesis, que jamás debería presentarse una bandera
en esta posición.
Con igual fundamento un vexilo tampoco debería servir
como frontal del mantel que recubre
el altar o el ambón. Aunque reconozco que esta posición suele ser bastante
habitual, no solo implica un silente menosprecio al magno significado del
vexilo, sino que también afecta la sacralidad del sitio, en donde solo deberían
emplearse elementos consagrados al culto, incluyendo en esto a la mantelería.
Tampoco corresponde exhibir banderas de tal manera que
el extremo del paño descanse
parcialmente sobre un altar. Se reitera, nada que no esté expresamente
consagrado al culto divino puede asentarse allí, con la sola excepción de los
elementos técnicos imprescindibles para las celebraciones, como el micrófono.
La imagen que se presenta seguidamente muestra una
asociación entre la enseña con el símbolo de la Cruz en un templo en
particular. Su sola vista cuestiona,
aunque bien puede ser una sensibilidad exacerbada de mi parte. Entiendo que es
un error identificar tan íntimamente un símbolo de fe con una nación –estado en
particular representada en ese paño, este es inmanente, aquél es obviamente
trascendente.
Precedencias
Si hay pluralidad de banderas se dispondrán guardando las reglas del Ceremonial universal. En
consecuencia, la enseña nacional irá sobre el lateral derecho del punto central
destinado al culto. En los templos católicos será el altar, en la mayoría de las otras confesiones cristianas
corresponderá al ambón, desde donde se
leen los libros sagrados y desde donde predica del pastor.
Volviendo sobre las
iglesias católicas, si se ubica la bandera nacional a la derecha (izquierda
del observador), la lógica indica que la que corresponde a la Santa Sede irá
sobre la izquierda. En la eventualidad de que se quiera presentar también el
emblema de una orden, congregación u otra institución, lo natural será que, por
razones de simple afinidad, acompañen a la de la Santa Sede, dejando en
solitario a la nacional.
Tengo presente que en algún lugar se dispuso posicionar
la enseña de la Santa Sede a la derecha, relegando a la nacional a la
izquierda. Interrogado el párroco responsable contestó que, “por tratarse de un ámbito destinado al culto
era lógico y procedente darle primacía a la bandera papal”. Nada más
equívoco, ya que los templos (aun
los más importantes) carecen de la extraterritorialidad
que corresponde a una embajada. En ningún caso puede resignarse la
precedencia, que siempre corresponderá al emblema del país.
¿En qué
condiciones materiales deben mostrarse las banderas en las iglesias? Será en las mejores. Siempre deben presentarse elaboradas
en el textil determinado en la legislación, con las dimensiones previstas en la
misma y en perfectas condiciones de integridad y de higiene, planchadas (para
que el paño no muestre dobleces), debidamente armadas es decir, munidas del accesorio llamado expansor[8]
o algún sucedáneo, para que los presentes puedan apreciar bien los textiles y que
no adquieran un aspecto mustio, con sus cargas poco menos que ilegibles a los ojos
de los observadores.
¿Qué accesorios
deben llevar? Serán los que determine la normativa. Valga
como ejemplo el de Argentina, donde estos complementos están expresamente regulados
en el Decreto Nº1.650/ 2020, que contiene las pertinentes Normas IRAM-DEF D
7675, que ordenan presentar a la Bandera Oficial de la Nación con su correspondiente
corbata, con la moharra, el asta y el pie-soporte reglamentarios. Asimismo,
ninguna otra bandera que se exponga en un templo puede ser de mayor tamaño, de
un textil más rico o con accesorios más lujosos que el correspondiente a la del
país. Como excepción podría admitirse el uso de un pie más elaborado que el
reglamentario para la Bandera nacional ya que se trata de un elemento funcional
cuya variación en nada altera el debido respeto al símbolo, todo lo contrario.
¿Qué
banderas no deberían exhibirse en los templos? Se trata de un aspecto ciertamente delicado.
Indudablemente no toda bandera puede mostrarse en estos lugares. Por esto se
excluirá a todas las que impliquen un motivo
de disensión, las que expresen cuestionamientos o toma de partido. En
definitiva, las que conlleven polémicas. Ninguna
iglesia puede manifestar preferencias por un grupo de sus hijos en desmedro de
otros. De tal manera que aquellos vexilos que expresen reivindicaciones
sectoriales, ideologías o partidos políticos, no deberían colocarse, a priori. Creo
que con estas palabras queda planteada la objeción y que no es necesario
abundar sobre la idea. Hay numerosos otros espacios en la vida comunitaria y
aún en los propios ámbitos eclesiales donde algunos podrán mostrarse, pero no precisamente en el interior de los
templos dedicados al culto divino y donde la concordia social debe primar.
Un aparte
sobre la llamada “bandera papal”. Su
forma está regulada por expresa disposición de la Santa Sede[9].
Si bien en principio debe llevar el emblema oficial sobre el segmento blanco
del paño, existe una tácita dispensa
fundada en razones económicas que exime del costo que implica el aditamento.
Las enseñas religiosas menores. Englobo en esta nominación a las que pertenecen a congregaciones, hermandades, cofradías y similares. Muchas veces éstas tienen forma de pendón y otras mantienen el típico carácter cuadrilongo.
En su caso, es preferible no lucirlas en los presbiterios junto a la nacional y
a la de la Santa Sede, para no multiplicar la presencia de vexilos durante las
ceremonias litúrgicas. Sí sería procedente que se mostraran allí en las fechas
votivas de las diferentes advocaciones marianas de que se trate, de las memorias
de santos y santas patrones, en fiestas particulares y celebraciones similares.
Si hubiera capillas o
altares menores dedicados a estas devociones no habría ningún inconveniente
para que allí se depositen, siempre atendiendo a las formalidades del caso y al
posicionamiento marcado por el Ceremonial.
No deben confundirse con banderas las ornamentaciones basadas en los colores de una determinada nación
que a veces suelen verse, particularmente en forma de colgantes. Como quedó
dicho, éstos son simples adornos, no se trata de banderas.
Banderas
en las iglesias católicas de Argentina
Hoy es habitual encontrar la Bandera oficial de la
Nación y la enseña de la Santa Sede, pero no siempre fue así. Este uso lo dispuso en el año 1950 la
Conferencia Episcopal, es decir el conjunto de los obispos y arzobispos
argentinos, como un particular homenaje a los ciento cincuenta años del
fallecimiento del general José de San Martín ocurrido el 17 de agosto de 1850,
en Boulogne-sur-Mer, Francia.
[6] http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/05/eldoble-mensaje-de-las-banderas.html, http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/05/problemas-de-las-banderas-en-horizontal.html y http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/05/el-doble-mensaje-de-las-banderas.html
[9] http://banderasargentinas.blogspot.com/2022/10/bandera-papal-de-la-santa-sede-o-del.html
[10] En este caso se dispensa la colocación a la derecha por cuanto en ese lugar dificultaría el acceso al altar y, además, se trata de un pendón de cofradía.
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