lunes, 16 de junio de 2025

Monumento a la Bandera: los olvidados

 También se lo debemos a ellos

  

El Ing. Guido (saco claro, centro), explica a la Comisión 

ciertos detalles del proyecto (octubre 1943)

Por Miguel Carrillo Bascary 

En general, la opinión pública tiene bien en claro que el Ing. Ángel Guido tuvo a su cargo el diseño y la dirección de obra del Monumento que la Patria dedicó a la Bandera nacional. Algunos suman a los escultores José Fioravanti y Alfredo Bigatti, unos pocos recuerdan que el Arq. Alejandro Bustillo cooperó con el diseño. Menos aún sabe decir qué rol le cupo al 

Sin embargo, la historia registra un nutrido conjunto de personas que aportaron lo suyo para llevar adelante el ideal común. Lo hicieron sin distinciones actividad política, de ideología, de profesión o de diversos sectores del quehacer comercial. Ellos son los olvidados hacedores del Monumento Nacional a la Bandera, a ellos se les debe memoria y reconocimiento. Lamentablemente su sola mención

La primera iniciativa de construir el Monumento a la Bandera perteneció al ingeniero al servicio de la Municipalidad de Rosario, Nicolás Grondona, italiano, que la formuló en 1872. Se concretó parcialmente al año siguiente cuando con fondos privados se construyó un modesto obelisco conmemorativo a la batería “Independencia”, que levantó Belgrano en la isla frente a Rosario. Fue arrasado por la corriente del río Paraná durante la gran crecida de 1876. La mayoría de los suscriptores eran extranjeros. También se había propuesto levantar una construcción similar en el emplazamiento de la batería “Libertad”, donde hoy se yergue el Monumento, pero quedó en buenas intenciones.

En 1898 el Intendente municipal Luis Lamas hizo colocar la piedra fundamental que adelantaba el esfuerzo de una comisión de notables decididos a lograr su propósito, pero no se pudo avanzar más.

La negativa experiencia del monumento obra de Lola Mora (1909-1925) y un concurso posterior, desalentaron a algunos pero fortaleció la decisión de muchos rosarinos que anhelaban la construcción del memorial.

Fueron muchos los nombres que sostuvieron encendida la tea de la idea, entre ellos el Dr. Calixto Lassaga, de cuyas enseñanzas se aprobó la ley que en 1938 creó el “día de la Bandera”. Si solamente mencionáramos los nombres en una hipotética nómina, seguramente que excedería de la centena.

La acción del Dr. Miguel Culaciati, dos veces intendente de la ciudad, acompañado por varios de sus amigos logró hacer ver al presidente Ortiz la justicia del homenaje y, nuevamente, se puso en marcha el proceso. 

Corría el año 1939 cuando el Gobierno nacional reservó una partida del presupuesto destinada a su construcción, hasta que se formó una comisión nacional presidia por el propio Culaciati, a quien acompañaron varios notables rosarinos de diversa extracción política: Emilio Pareto, magistrado judicial, Leopoldo Uranga, médico y muy notable deportista, Federico Coverton, hacendado, Juan José Colombo Berra, notable abogado y el distinguidísimo médico Eduardo Solari, a ellos deben sumarse el médico e historiador Carlos de Sanctis, el Ing. Tavernier y el historiador Ricardo Levenne. Con el tiempo se sumaron otros más, como el Cnl. Marcelino De Loredo, que presidía la Comisión a la fecha de la inauguración (20 de junio de 1957), Julio Marc, fundador del Museo Histórico Provincial, el escultor Eduardo Barnes y el Arq. Domingo Trangoni. 

Para contribuir a documentar lo que antecede reproduzco seguidamente el Decreto Nº25.828 de 1939, por el que el gobierno del presidente Ortiz ratificó con carácter nacional la Comisión formada tres años antes. Casi todos sus miembros eran socios del “Jockey Club Rosario”. Al par, le otorgó amplias facultades para organizar el concurso de diseño, para seleccionar el proyecto de monumento, contratar la construcción, administrarla y disponer de los fondos necesarios. Esto implicó que la Comisión compartiera con el Ing. Guido la responsabilidad de acordar numerosos aspectos de la ejecución, hasta el punto que, sin opacar el accionar de este último, corresponde reconocer el trascendental aporte con que sus miembros contribuyeron a la ejecución de la obra.

En torno al trascendental decreto existen varias circunstancias que corresponde destacar. Lleva como fecha de firma el 14 de marzo de 1939, pero recién fue publicado en el “Boletín Oficial” del 2 de octubre de 1943, es decir, más de cuatro años después. Algo inusitado, ya que los decretos se dan a conocer en esa fuente, a lo sumo, unas pocas semanas más tarde de ser firmados por el Presidente de la Nación.

Se apunta también que el contrato con Guido se firmó en 1942 y que en mayo de 1943 tomó posesión de la plaza “Belgrano”, donde debía levantarse el Monumento, con lo que, recién entonces, se dio por iniciada su gestión.

Tras su inauguración el Monumento siguió formalmente en manos del Gobierno Nacional a través de la Comisión que había actuado durante su construcción. Hasta que el Ing. Guido fue nombrado como su director, por Decreto Nº2017/ 1959 (10 de marzo), pero a poco falleció (29 de mayo de 1960), con lo que la administración del espacio quedó acéfala.

En la emergencia, ante la pasividad del Gobierno nacional y sin nada que lo autorizara la Municipalidad de Rosario asumió el mantenimiento del Monumento. Vista la necesidad de regularizar la anomalía el Intendente Luis C. Carballo pidió que se cediera a Rosario la tenencia, custodia y conservación del memorial. Fue entonces que el presidente de facto José María Guido dispuso en consecuencia, mediante el Decreto Nº374/ 1963 (16 de enero).

Como es muy difícil acceder a esta normativa se trascribirá seguidamente, tomándola de su publicación en el “Boletín Oficial de la Rep. Argentina”:

Tampoco podemos olvidar a quienes trabajaron en la obra, con un cariño a toda prueba erigido sobre su compromiso de estar creando "algo grande", ni a quienes contribuyeron materialmente con su aporte, cuando se hizo necesario, entre los que se encontraban aquellos chicos de escuela que desde todo el país compraban pequeñas estampillas sin valor postal, cuyo producido era para construir el Monumento.

Valgan estas pocas líneas para testimoniar que, tanto los rosarinos, como el resto de los argentinos, debemos reconocer los esfuerzos de todos los olvidados de la historia del Monumento Nacional a la Bandera que contribuyeron a levantarlo para admiración de las jóvenes generaciones y como legado de un pasado cercano hacia un inconmensurable porvenir.

Mayor información: 

Amargo testimonio de un resentido - https://banderasargentinas.blogspot.com/2021/12/rosario-la-bandera-el-monumento-el.html

¿De quién es el Monumento?  - https://banderasargentinas.blogspot.com/2021/04/de-quien-es-el-monumento-la-bandera.html


viernes, 13 de junio de 2025

¿Renovación de la promesa a la Bandera?

¿Por qué no?

Renovación de la promesa a la Bandera 
en el Colegio del Salvador (Ciudad de Bs. Aires)

Por Miguel Carrillo Bascary 

Desde Morón me realizan la consulta en los términos del primer título, desde Tucumán se repite. Desde Rosario contesto con el interrogante del segundo. Veamos la cuestión.

La promesa a la Enseña patria entraña un alto compromiso para los niños de cuarto grado de primaria que habitualmente la concretan. Las condiciones del acontecimiento graban profundamente esta vivencia en sus memorias, así resulta de los testimonios de quienes, ya en su mayoría de edad, recuerda el instante en que respondieron ¡Sí, prometo!

Podemos decir que, sin tener las connotaciones de un juramento, la solemnidad de esa promesa es un compromiso de vida que, desde el raciocinio, hace innecesario repetirla. Más aún, si esto se hiciera se trataría de una redundancia, sin mayor efecto de fondo, aunque con un gran potencial para enriquecer la conciencia sobre el vínculo.

Concluyamos entonces en que, la promesa a la Bandera es una sola, no es necesario reafirmarla, ni tampoco renovarla.

Sin embargo, desde hace algunos años hay regiones y comunidades educativas en que cuando aquellos niños de entonces llegan a la adolescencia, próximos a finalizar el ciclo secundario, usan renovar el compromiso desde una perspectiva propia de la edad en que la experiencia vital implica un mayor grado de compromiso.

La posición tradicional indica que esto sería no solo innecesario, sino que podría interpretarse como un cuestionamiento de la seriedad del acto cumplido en cuarto grado. Un razonamiento que implicaría evitar la reiteración.

Una postura sedicente como “moderna”, plantearía la procedencia de la renovación, lo que aportaría diversos factores positivos, particularmente emotivos. No tengo presente que pueda indicarse ninguna faceta en contrario.

La normativa vigente solo estipula con respecto a la promesa en el nivel primario, nada dice sobre su renovación en el secundario, por lo que subjetivamente entiendo que el principio de libertad contenido en la Constitución Nacional autoriza a llevar adelante la segunda ceremonia.

Creo valido traer a colación un paralelismo significativo, aunque de un ámbito radicalmente distinto, pero que aporta una imagen habilitante. Es dato de la realidad que un acto tan definitorio como el de protagonizar el sacramento del matrimonio, que, en el marco de la doctrina de la Iglesia Católica, establece un vínculo de por vida. Es claro que no puede volverse a concretarse, pero en ciertas circunstancias los esposos disponen reiterar sus votos ante la comunidad, seguramente en presencia de sus hijos y hasta de sus nietos. Obvio es que la Iglesia, a través del sacerdote actuante, los bendice. Más aún la actitud constituye ejemplo de vida que se destaca ante la comunidad.

Lineamientos

Para el nuevo acto servirá de ejemplo el que es tradicional en primaria, pero la fórmula deberá adecuarse para destacar que se trata de una renovación.

Eventualmente, alguno de los jóvenes quizás no haya podido concretar la promesa oportunamente. La ocasión será válida para que lo haga ahora, en cuyo caso lo prestará en forma diferenciada, antecediendo a sus compañeros, como forma de jerarquizar el evento.

Es obvio que se deberán trabajar en clase los contenidos propios de la ceremonia y sus implicancias para la vida. Esta propedéutica es fundamental.

Posición de los abanderados

Este punto suscita algunas dudas que considero oportuno esclarecer, veamos:

Durante la ceremonia realizada en la escuela primaria los abanderados y escoltas son niños del último grado que, por ende, ya hicieron la promesa al cursar cuarto. Estos se colocan al frente de los promesantes para que tengan ante su vista la bandera de ceremonia del establecimiento. Cumplido el acto, se reintegran a la formación. esto parece haber generado la idea de quienes prometen deben estar indefectiblemente ante el vexilo.

Si la ceremonia se concreta en el último año de la secundaria, el abanderado y los escoltas están cursándolo, lo que suele dar lugar a las siguientes preguntas:

¿El abanderado y los escoltas, se colocan al frente de quienes deben renovar la promesa? o ¿cómo debe hacerse?

La respuesta al aparente problema es muy simple. Ellos cumplen una función de representación y por esto es claro que, no solo pueden, sino que deben desprenderse de sus pares para destacarse colocándose a su frente para que estos puedan ver con claridad al vexilo. Es en esta posición que cuando la dirección requiere la respuesta a la fórmula de renovación, es desde esta posición que responden. Obviamente que en el momento deben dirigir su mirada al símbolo. En cuanto al abanderado, no se le exige similar gesto, ya que al estar sosteniendo el lábaro su compromiso con el mismo y lo que este representa es absolutamente evidente.

Si en la jurisdicción suele acompañarse el acto con el brazo derecho extendido, así lo hacen los escoltas, pero nunca el abanderado, ya que toda su atención debe centrarse en ser portados de la Enseña patria.

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Fotografías tomadas de: https://colegiodelsalvador.esc.edu.ar/acto-de-renovacion-de-la-promesa-a-la-bandera-camada-153/

jueves, 12 de junio de 2025

Atributos de las Vírgenes Generalas

Tradición secular en torno a la Bandera argentina

Nuestras Señoras de la Merced (Tucumán) y del Carmen (Mendoza)

Por Miguel Carrillo Bascary

Las consultas que recibe periódicamente este Blog son muy valoradas. La mayoría versan sobre cuestiones poco debatidas, que me incentivan a estudiar nuevos problemas. No siempre es posible llegar a definiciones, pero el solo plantear la problemática ya constituye todo un desafío. En ocasiones el debate enriquece el conocimiento general, es el caso de la presente, que comparto en las siguientes líneas.

Desde hace más de ochenta años se hizo usual que las imágenes de Nuestra Señora de la Merced, de Tucumán, y de Nuestra Señora del Carmen, de Mendoza, se muestren con sendas fajas y bandas dotadas con los colores y el diseño que se corresponde con la bandera nacional argentina.

El observador recibe el informe que le aporta su vista con naturalidad, sin mayor espíritu crítico, pero quien va más allá de esta tácita apreciación se ve interpelado por esta perspectiva vexilológica, de manera que en su mente se formula la pregunta ¿Qué razón asiste para que estas dos imágenes religiosas lleven tales prendas?

Los estudios históricos indicarán que esto refleja el carácter de “generalas” con que Manuel Belgrano y José de San Martín las reconocieron en los ya lejanos años de 1812 y 1817, tal como se recordará más adelante.

Un interlocutor, más inquieto aún, avanzará en la cuestión y bien podrá inquirir sobre las circunstancias y las formas que tuvieron originalmente; esto constituye la materia del presente ensayo.

Así, en correspondencia con cada una de las imágenes históricas, son dos los interrogantes planteados, que implican varios puntos en común por lo que, para intentar responderlos, demandan el concurso de la Historia, la Vexilología, la Uniformología y la Imaginería religiosa. Comenzaremos partiendo de dos trascendentes hechos del pasado argentino.

El primero

En el sentir del general Manuel Belgrano y de la población involucrada, la victoria sobre la vanguardia del ejército hispano en la batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812) se consiguió gracias a la intervención de Nuestra Señora de la Merced, cuya fiesta se conmemoraba ese mismo día y a la que las tropas patriotas se habían encomendado. Así en el parte del triunfo pude leerse: La Patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el día 24 del corriente. Día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos”.

La tradición y diferentes alusiones documentadas indican que en razón del inminente batalla la función litúrgica debió postergarse hasta el 27 de octubre de 1812, en cuya oportunidad se concretó una solemne procesión que encabezaba la imagen de la advocación mariana. Durante su transcurso el general Belgrano hizo detener al cortejo y en una demostración singular se hincó ante la imagen de Nuestra Señora al par que la reconoció como “generala del ejército”. Como manifestación concreta del título le entregó su bastón de mando que anudó en la mano derecha. Desde entonces se denominó “Virgen generala” y así la nombra el prócer en diversos documentos.

Belgrano entrega su bastón de mando a Ntra. Sra. de la Merced

Poco más tarde, tras ceder el mando del ejército a San Martín, le escribió Belgrano: "Conserve la bandera que le dejé; que la enarbole cuando el ejército se forme; que no deje de implorar a N. Sra. de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra Generala" (carta del 6 de abril de 1814).

La histórica imagen, fotografía reciente

El segundo hecho.

Su principal fuente documental es el relato que nos legó el general Gerónimo Espejo[1]. Nos hace saber que, en vísperas de iniciarse la expedición a Chile, el general José de San Martín reunió a sus oficiales para definir bajo la protección de qué advocación mariana se pondría el Ejército de los Andes, asignándole el carácter de patrona. La decisión recayó en Nuestra Señora del Carmen, posiblemente por ser la más popular en la región.

San Martín entrega su bastón de mando a Ntra. Sra. del Carmen

En consecuencia, el 5 de enero de 1817, en la ciudad de Mendoza, se concretó una formación especial en la que participó todo el Ejército. Fue ahí que el prócer presentó e hizo jurar la bandera que llevaría la fuerza en su empresa libertadora. Luego de la misa y del posterior Te Deum, San Martín invistió a la imagen de Nuestra Señora del Carmen como generala del Ejército de los Andes, ofreciéndole su bastón de mando. Este era de palisandro, con empuñadura de topacio.


Imagen tradicional y la que se venera en la Ciudad de Bs. Aires

Observaciones

Es evidente el paralelismo entre el gesto de ambos prohombres. Puede decirse que la conducta de Belgrano fue más espontánea, mientras que la de San Martín estuvo planificada minuciosamente para dejar una impronta indeleble en todos los presentes. En ninguno de los casos se documentó que los próceres hayan colocado banda o faja alguna a las imágenes. El gesto de entregar el bastón pareciera haber sido suficientemente explícito.

Sin embargo, según la tradición, la correlación ínsita entre la vara y los textiles habría determinado que ambas imágenes se ornamentaran con estos últimos, hasta la actualidad. No hay referencias explícitas sobre la forma ni los colores que pudieron tener las bandas y las faja, pero es dable suponer que sería idénticas a las que vestían ambos próceres, como parte de los atributos de los brigadieres. Con los años, en ambos casos éstas adoptarán el aspecto con que hoy las vemos, de tras franjas y en los colores nacionales (Ver las fotos en el inicio). Las circunstancias expuestas justifican emprender este breve ensayo.

Las preguntas en concreto

Sobre la base fáctica desarrollada los interrogantes que se intentan responder aquí son los siguientes:

1).- ¿Qué diseño debería tener la “banda de general” que se coloca a la imagen de Nuestra Señora de la Merced de Tucumán, para que responda a la que usaba el general Belgrano cuando le entregó su bastón de mando?

2).- ¿Qué diseño debería tener la “banda de general” que se coloca a la imagen de Nuestra Señora del Carmen de Mendoza, para que responda a la que usaba el general San Martín cuando le entregó su bastón de mando?

Las conclusiones a que podamos llegar no aspiran a cambiar la costumbre aquilatada sobre el aspecto que presentan ambas imágenes sagradas, para nada. No nos anima ningún afán revisionista, simplemente intentaremos aproximarnos a la realidad de los hechos históricos. Nada más, ni nada menos. 

Respuesta al primer interrogante

Inicialmente adelantamos que su resolución no puede ser concluyente por no existir antecedentes debidamente documentados. Intentaré desarrollar la cuestión en los siguientes términos.

Desde el siglo XVI, los brigadieres generales de los ejércitos realistas empleaban como señal de su rango una banda de tela roja[2], cruzando desde el hombro derecho hacia la cintura izquierda, complementada por una faja[3] de igual color. Si bien tenía unos dos palmos de ancho, al estar colocada quedaba plisada en forma irregular, lo que se observa muy bien en la iconografía. Mientras que los oficiales superiores empleaban la misma en forma de faja. El rojo reflejaba a los estandartes reales; así se referenciaba el poder del Rey en cuyo nombre ejercían el mando.

En rigor la banda estuvo asociada a la figura del rey desde fecha tan temprana como el siglo XIV, así se evidencia en algunas representaciones del monarca Juan I de Castilla (1358-1390)[4].

Según la iconografía de la época las bandas se anudaban tanto sobre el hombro derecho como en la cintura, que de esta forma se tornaba ampliamente visible para distinguir a su portador. Veamos como ejemplo dos retratos; el primero corresponde a Alejandro Farnesio[5], fue pintado por Otto van Veen y está datado en 1585; el segundo pertenece a Juan de Austria[6] y es una obra de Alonso Sánchez Coello, quien la ejecutó en 1567.

        Alejandro Farnesio y Augsburgo                                 Juan de Austria

En los primeros ejércitos de la Patria (Provincias Unidas del Río de la Plata/ Argentina) se continuaron aplicando las regulaciones militares españolas. Es factible entonces que los generales de los primeros ejércitos patriotas hayan empleado esa banda roja, pero no hay evidencia documentada.

Desde la perspectiva que nos aporta la Emblemática, la continuidad se hizo evidente con el uso de la escarapela roja como divisa particular. Esto llevó a Manuel Belgrano[7], comandante de la guarnición de las baterías de Rosario, a solicitar al Triunvirato la sustitución de este emblema, a lo que se proveyó con la creación de la escarapela nacional por decreto del 18 de febrero de 1812. Se transcribe:

En acuerdo de hoy se ha resultado que, desde esta fecha en adelante, se haya, se reconozca y se use, la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declarándose por tal, la de dos colores; blanco y azul celeste, y quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.

Es muy improbable que, cuando Belgrano comandó el Ejército Auxiliador del Perú (1812-1813) haya empleado una banda roja, ya que este color estaba íntimamente relacionado con el poder realista. Recordemos que el Prócer era sumamente cuidadoso en lo relativo a la disciplina de la Emblemática, pero también se recordará que, en el contexto propio de la época, los militares patriotas pasaban por alto mucho de lo previsto en las ordenanzas militares españolas.

La Asamblea General Constituyente reunida en 1813 desarrolló un protagonismo destacado en materia de los símbolos del poder. Recuérdese que: creó el Escudo, acuñó moneda, oficializó el Himno, suprimió títulos y balsones realistas, estableció como fiesta cívica al 25 de Mayo, etc. Por esto no sorprende que la ley del 5 del mismo mes y año[8] dispusiera los atributos que singularizarían a los grados militares, cuando ordenó que el más alto de entonces, el de brigadier, tuviera una faja blanca y celeste con fleco de oro en las puntas” y que se llevara ceñida a la cintura.

El texto de la ley es claro, se refería expresamente a una faja, nada decía sobre una banda. Recién el decreto del 1º de febrero de 1814[9], dispuso para el uniforme de general una divisa íntegramente de color “celeste con borlas de oro, que descenderá del hombro derecho al costado izquierdo”, atravesando pecho y espalda.

Consideramos que el rechazo del gobierno a la Bandera[10] no tenía por qué alcanzar a la banda, que era emblema de uso personal. En 1812 no existía ninguna directiva sobre la confección de uniformes. Cada oficial lo disponía libremente, sobre la base del azul que se empleaba habitualmente.

La disposición blanca y celeste la consagró formalmente la ley del 5 de mayo de 1813. Es lamentable que la norma no mencione sus antecedentes, en el contexto de la época este tipo de mutaciones no era espontáneo, sino que solían consagrar un uso general. Conociendo a Belgrano, queda en claro que habrá adecuado sus atributos a lo que aquella ordenaba, por lo que el vencedor en Tucumán habría empleado la faja “blanca y celeste”, propia de los brigadieres, si es que ya no venía haciéndolo desde antes.

Es plausible que el 27 de octubre de 1812, cuando Belgrano encontró la procesión de la Virgen de la Merced, como parte de la investidura de “generala” con que la distinguió, colocándole su bastón de mando, también pudo despojarse de la faja de (brigadier) general que portaba. De esta manera completó la entrega de los dos atributos de su mando. Tenemos que considerar que como la imagen era de escasa talla el Prócer pudo aplicársela a manera de banda, para destacarla más, caso contrario, la prenda tendría que haber dado varias vueltas a la cintura de la Virgen, generando un abultamiento poco elegante.

En esta posición, faja colocada como banda, habría coincidido con la iconografía previa en que estas últimas pendían del hombro derecho y eran de cierto ancho, con flecos de oro, formando un nudo o borla, como remate, a la altura de la cintura.

Interesa señalar porqué entendemos que la banda caía de derecha a izquierda. La razón es sencilla, ya que de esta forma no ocultaba las medallas que por tradición se llevan sobre la izquierda del pecho, sobre el corazón.

En cuanto a la disposición de los colores, la mención del blanco en primer lugar parece indicar que ocuparía la posición superior y el celeste, la inferior, de forma que sería de solo dos franjas y sin aditamento (de sol, escudo u otro) en su paño[11].

Esta composición es el más lejano antecedente de la actual banda presidencial[12], que con el tiempo incorporará, ora un Escudo nacional, ora un Sol, similar al que porta la Bandera oficial[13], hasta que el Decreto Nº10.302/ 1944[14] estableció definitivamente sus características en la forma con que la conocemos.

En abono a la tesis, debe recordarse que el uso de la composición celeste, blanca y celeste de nuestra Bandera se aprobó recién en julio de 1816, por lo que sería impropio entender que los atributos castrenses tuvieran esta disposición en fecha tan temprana como septiembre de 1812 o mayo de 1813. Por lo tanto, la imagen de Nuestra Señora de la Merced no debió lucir la presentación tripartita en aquellos primeros años.

En consecuencia, aquella banda y faja que usaba Belgrano en 1812 debieron asimilarse a la que luce el retrato del general Juan Esteban Pedernera[15], que se ilustra seguidamente.

General Juan Esteban Pedernera (1796-1886)

Respuesta al segundo interrogante

Tiene una resolución segura, que nos permite afirmar que la banda impuesta por San Martín a Ntra. Señora del Carmen, invistiéndola como generala del Ejército de los Andes fue de un solo color, celeste, con fleco y borla de oro en su extremo.

Así lo había ordenado el Decreto 4 de marzo de 1814, donde el Director Supremo, Gervasio de Posadas[16], estableció que una “banda celeste” distinguiera a los generales en jefe de los ejércitos patriotas, tuvieran una No contamos con certeza sobre de qué material era, pero posiblemente fue de tafetán, seda.

Imagen referencial, fajín usado por los coroneles del Ejército español

La disposición continuaba vigente en vísperas del cruce de los Andes (enero de 1817). De ello da cuenta la extensa iconografía sanmartiniana del período, que lo representa usando una banda del tipo indicado. 


General José de San Martín (Gil de Castro, 1818)

También en este caso la posición correcta del elemento indicaba que debía pender del hombro derecho, cruzar el pecho y la espalda, para cerrarse a la izquierda de la cintura (aunque en algunas representaciones del prócer esté invertida, por un error o licencia del artista).

En el caso de los retratos pintados al Libertador por el peruano José Gil de Castro y Morales (1785-1841), contemporáneo del Prócer, entendemos que se muestra la banda de izquierda a derecha para destacar los entorchados de la faja. De hacerlo a la inversa, los terminales hubieran quedado ocultos por la mano izquierda del retratado y el correaje del sable. Veamos las siguientes imágenes: 

San Martín, Protector del Perú                 General Bernardo O'Higgins

Conclusiones

Con lo razonado sería factible concluir afirmando que:

a)    La imagen de Nuestra Señora de la Merced, como generala del Ejército Auxiliador del Perú, habría recibido del Gral. Belgrano la faja blanca y celeste que era emblema del generalato con que se la invistió. Se le habría impuesto en forma de banda atento a que la talla es menor a la del cuerpo humano al que representa.

b)    La imagen de Nuestra Señora del Carmen, como generala del Ejército de los Andes, recibió del Gral. San Martín la banda celeste con aditamentos de oro que expresaba su cargo.

Es cierto que estas definiciones no cuentan con referencias documentadas pero el andamiaje lógico que vincula la normativa entonces vigente, la costumbre imperante y las tradiciones parecerían suficientes para abonar las respuestas plasmadas a los dos interrogantes que originan esta nota.

Lo que siguió después

Con los años el aspecto que las históricas imágenes adquirieron respectivamente en 1812 y 1817 se fue mimetizando con el uso generalizado de la banda y faja de tres franjas que revestían los más altos grados militares. La normativa sobre uniformes así lo consagró, bien que restringió el uso de estos atributos para los uniformes de gala de los tenientes generales. Por correspondencia, fue natural que el Decreto Nº9.471/ 1943[17] diera valor a la decisión de ambos próceres y, por ende, reconoció con el grado de “generalas” del Ejército Argentino a la Virgen María en sus advocaciones de: “de la Merced” (o “de las Mercedes”), de Tucumán y a “del Carmen”, de Mendoza. Al año siguiente el primer mandatario revistió a estas imágenes con la banda y faja propias de este grado, con lo que se difundió una iconografía que las incorporan.

Andando el tiempo se consideró procedente replicar este uso en imágenes sagradas de las mismas advocaciones marianas que se veneran en otras regiones del país hasta el punto que se hizo una constante, con lo que se perdió la memoria general sobre el origen de la práctica. 



Notas y referencias:

[1] “El paso de los Andes”. Casavalle Ed. Bs. Aires. 1882, p. 481; https://books.google.com.gt/books?id=j4ICAAAAYAAJ&printsec=frontcover&source=gbs_atb#v=onepage&q&f=false

[2] Se elaboraban con raso de seda, cuyo aspecto satinado se logra mediante un proceso de tejido especial, donde los hilos de la urdimbre flotan en la parte superior de los hilos de la trama, en lugar de atravesarlos. Esto le da su característico brillo. La técnica permite obtener una textura suave, agradable al tacto.

[3] En España se la denomina “fajín”.

[4] Fernández de Córdova Miralles, Álvaro. “El emblema de la banda, entre la identidad dinástica y la pugna política en la Castilla bajomedieval”. En Emblemata, Revista Aragonesa de Emblemática, Nº20-21 (2014/2015), pp. 121-170; https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/34/83/07fernandezdecordova.pdf.

[5] Vivió entre 1545 y 1592. Duque de Parma, Plasencia y de Castro. Capitán general del Ejército de Flandes (1578) y del ejército español que invadió Francia (1590)

[6] Hijo extramatrimonial de Carlos V (1547-1578). De extensa actuación al mando de los ejércitos reales, entre lo que destaca el triunfo en la batalla de Lepanto (7.10.1571).

[7] Oficio del 13 de febrero de 1812, datado en el poblado Capilla de Nuestra  Señora  del Rosario: “Parece que llegado el caso de que Vuestra Excelencia se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar, para que no se equivoque con la de nuestros enemigos, y no haya acciones que puedan sernos de perjuicio; y como por otra parte observo que hay cuerpos del Ejército que la llevan diferente, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse, como Vuestra Excelencia sabe, me tomo la libertad de exigir de Vuestra Excelencia la declaratoria que antes expuse”.

[8] En “Asambleas Constituyentes Argentinas”. Emilio Ravignani (director). Peuser. Bs. Aires. 1937. Tomo I, p.40; https://ravignanidigital.com.ar/asambleas/asa1/asa1_indice.htm

[9] “Gaceta de Buenos Aires” del 2 de febrero de 1814; https://www.cervantesvirtual.com/obra/gaceta-de-buenos-aires-18101821-tomo-1--0/

[10] Enterado el Gobierno de la presentación de la bandera en Jujuy, reconvino a Belgrano al respecto por oficio del 27 de junio de 1812, a cuyas resultas el prócer se comprometió a “retirarla y deshacerla”, mediante oficio del 18 de julio.

[11] Así también se entiende que era la bandera que Belgrano creó el 27 de febrero de 1812, la que presentó ante el Ejército en Jujuy el 25 de mayo del mismo año, y la que recreó en Tucumán en enero de 1813 como “bandera del ejército”, que este conservó hasta el 24 de septiembre de 1816, cuando se sustituyó por la de tres franjas, que oficializó el Congreso General en julio de ese año.

[12] Será tripartita la banda que caracterizará al titular del Poder Ejecutivo, el Director Supremo, según lo dispuso el “Estatuto Provisorio del Gobierno” datado el 26 de febrero de 1814, que reza: “Art. 3°.- Llevará una banda bicolor, blanca al centro, y azul a los costados, terminada en una borla de oro, como distintivo de su elevada representación”; https://es.wikisource.org/wiki/Reglamento_para_el_Gobierno_Provisorio_de_1814

[13] La presencia del Sol es una suerte de síntesis del escudo de las Provincias Unidas, tal como se usaba en los documentos oficiales, el que se tomó de la imagen de las primeras monedas patrias acuñadas por orden de la Asamblea en 1813.

[15] San José del Morro (San Luis), 25 de diciembre de 1796; Bs. Aires, 1º de febrero de 1886. Abogado. Guerrero de la Independencia y veterano de las campañas libertadoras a Chile y el Perú. Presidente interino de la Nación argentina (1851).

[16] Bs. Aires, 1757-1833. Miembro del Segundo Triunvirato (1813-1814). Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1814-1815).