jueves, 12 de septiembre de 2024

Un bastón para 3 presidentes

Amarga tradición

                        Dr. Luis Sáenz Peña                                  Dr. Roque Sáenz Peña   

Dr. Arturo H. Illia, con el bastón presidencial

Por Miguel Carrillo Bascary

En 1892 asumió como presidente de la Nación Argentina el jurista Luis Sáenz Peña (1822-1907), que llegó a presidir la Corte Suprema desde 1890 hasta que accedió a la primera magistratura, a consecuencia de un acuerdo entre los seguidores de Mitre y de Roca. Como es tradicional en la ceremonia de asunción su antecesor lo invistió con el clásico bastón que simboliza el poder que el pueblo le confió para desempañar su mandato. El citado había desempeñado varios cargos como diputado, senador, vicegobernador de Bs. Aires y la presidencia de su banco. Falto de poder propio y de grandes convicciones católicas su gestión quedó muy comprometida por la acción de los liberales que lo habían llevado al “sillón de Rivadavia” y la revolución radical de 1893, por lo que debió renunciar en 1895.

En 1910 asumió como presidente su hijo, Roque Sáenz Peña (1851-1914), quien era abogado, pero que también demostró ser un valeroso militar. Durante la revolución de 1874 promovida por el partido Liberal Nacionalista de Bartolomé Mitre, defendió la continuidad democrática, bajo las ordenes de Luis M. Campos. Luego de su baja se dedicó plenamente a la política, un ámbito donde su trayectoria fue prolífica, con muchos puntos de reconocido brillo. Su principal legado fue hacer sancionar la Ley Nº8.871[1] que lleva su nombre, lo que fue resistido por su propio partido. Esto permitió establecer un sistema electoral basado en el voto universal, secreto y obligatorio que rige a nuestro país hasta la actualidad, con varias modificaciones por supuesto. Al estallar la Guerra del Pacífico (1879-1884) entre Perú, Bolivia y Chile, Sáenz Peña se enlistó en las filas peruanas donde tuvo un desempeño heroico, hasta el punto que en 1905 fue reconocido como general de brigada del Perú, un caso verdaderamente excepcional. Había sido rechazado por una niña y resolvió "irse a la guerra" para sublimar su amargura. El 12 de octubre de 1910 asumió la presidencia de la Nación; en la oportunidad utilizó el bastón que había pertenecido a su padre, marcando un simbólico vínculo filial de gran emotividad.

Varas décadas más tarde el país se sumió en trances autoritarios que en alguna medida podríamos calificar como tiranía. Las elecciones de 1963 se vieron como una oportunidad más de reencauzar la vida institucional argentina cuando accedió al poder el probo médico Arturo Humberto Illia (1900-1983), de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Había sido vicegobernador de Córdoba y legislador. Al asumir, manifestó su voluntad de asumir utilizar el bastón de uno de sus antecesores, el radical Hipólito Yrigoyen, expulsado del poder en 1930 cuando desempeñaba su segundo mandato. No puso ser, ya que la pieza se había perdido junto con muchas de sus posesiones en el vandalismo desatado por la turba que saqueó su domicilio. Ante esta circunstancia alguien sugirió pedirle a doña Rosa Sáenz Peña (1887-1977), hija de Roque, el bastón que habían usado éste y su abuelo. La citada estaba casada con el premio nobel de la paz y diplomático argentino, Dr. Carlos Saavedra Lamas[2]. Se accedió al préstamo y el Dr. Illia asumió como presidente llevándolo sus manos y continuó con su uso hasta que fue derrocado el 18 de junio de 1966. La dueña de la pieza recuperó la reliquia cívica, evitando una perdida que pudo haber sido muy sentida,

La Historia nos cuenta que ninguno de los presidentes que usaron este bastón pudo terminar su mandato. Hoy se exhibe en el Museo Casa Rosada.


[2] Se le otorgó en 1936, como reconocimiento a su gestión para dar punto final a la Guerra del Chaco (1932-1935), que enfrentó a Bolivia con el Paraguay.

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