viernes, 13 de septiembre de 2024

Insignias presidenciales/ Nota 1

Cuando el poder se viste y se ve

 

El Presidente de la Nación, Dr. Arturo Frondizi, foto oficial

Por Miguel Carrillo Bascary

En forma recurrente me consultan sobre los llamados atributos presidenciales, también denominados emblemas o insignias que caracterizan al titular del Poder Ejecutivo nacional. Los interrogantes suelen provenir de quienes estudian Ceremonial, ya que es un tema muy específico, alejado de los intereses del gran público por su especificidad. Mediante la serie de notas que hoy inicio trataré de aportar un encuadre general, aunque reconozco que la temática da para mucho más. 

Generalidades

El lingüista podrá encontrar algunas sutilezas entre los términos “atributos”, “emblemas” o “insignias”, pero me centraré en la temática de este Blog y los consideraré sinónimos, tomando como referencia una de las acepciones del primero que nos ofrece el Diccionario de la Real Academia Española que nos dice que son “símbolos que sirven para representar algo o a alguien”.

A lo largo de la historia quienes detentan algún grado de poder se han manifestado por medio de diversos medios: un tratamiento honor, una vestimenta (o parte de ella), un collar, anillo u otra joya, perforaciones o laceraciones en el rostro, dientes, orejas u otras partes del cuerpo, el largo de las uñas, tatuajes, cortes de cabello, diversos tipos de tocados, mantos, portación de armas especiales, varas o bastones, sombrillas, colores exclusivos, la posesión de una escolta, el uso de vehículos exclusivos o tronos y una serie de otros ejemplos que podríamos seguir mencionando hasta cansar. Muchos de estos símbolos gozan de una extendida tradición de uso, otros son resultados de mutaciones y aun los hay que se elaboran en el presente con la aspiración de que trasciendan al futuro.

Todos estos elementos radican en el tácito reconocimiento de la autoridad de quien los porta. Estos fenómenos se manifiestan, tanto en sociedades del pasado como en los más modernos estados, sean monárquico como democráticos, totalitarios o republicanos.

Las monarquías son especialmente afectas a estos signos, mientras que en las democracias se simplifican, atento al principio de igualdad. Lo más curioso es que la mayoría de estas insignias surgen y se perpetúan en base a los usos y costumbres y son pocas las que cuentan con regulaciones normativas (positivizadas, como dicen los juristas) y, de haberlas, no suelen contar con el debido detalle.

Tras estas apreciaciones me enfocaré en los atributos o insignias presidenciales de la República Argentina, lo que nos lleva a recordar que, tratándose de una federación las provincias participan de su gobierno, de manera que también tenemos estos signos en los ámbitos propios de cada una, bien que con un menor desarrollo. En esta generalización se incluye a la Ciudad Autónoma de Bs. Aires. Aun en ciertas intendencias municipales se verifican ejemplos similares. En nuestro país no se advierten mayormente manifestaciones similares en quienes desempeñan las presidencias de los órganos colegiados o en las magistraturas judiciales, éstas se reducen al trato formal, sin mayor relieve.

Al iniciar el tratamiento del tema corresponde apuntar que algunos de estos elementos son de naturaleza institucional, mientras que otros resultan ser netamente personales, pero ambas categorías se plantean ante terceros como características del poder que inviste quien los usa. Algunos atributos son muy conocidos, pero también hay otros que pasan desapercibidos para la mayoría. Varios son de uso frecuente y los hay excepcionales. Unos pocos, incluso, han caído en desuso aunque formalmente persistan en los papeles, seguramente que con el tiempo habrán desaparecido de la realidad[1].

En el origen

Cuando el 25 de mayo de 1810 se constituyó el primer gobierno patrio, que hoy se conoce como la Primera Junta, el ejercicio del poder mantuvo muchas de las formas que eran propias del régimen colonial. En su seno pugnaban dos tendencias, la conservadora, dotada de ciertos caracteres monárquicos, y la revolucionaria, inspirada en la ideología republicana. Fue el 6 de diciembre de 1810, cuando las tensiones eclosionaron cuando se aprobó el “Reglamento de supresión de honores” que redactó el secretario, Mariano Moreno, con el apoyo mayoritario del resto. Remito al interesado a la lectura completa del documento[2]; como demostración copio solo dos de sus artículos:

3) Solamente la Junta reunida en actos de etiqueta y ceremonia tendrá los honores militares, escolta y tratamiento, que están establecidos.

4) Ni el Presidente, ni algún otro individuo de la Junta en particular revestirán carácter público, ni tendrán comitivas, escoltas o aparato que los distinga de los demás ciudadanos”.

Mucha agua habrá de correr bajo los puentes hasta arribar a la actualidad que nos permite distinguir varios atributos o emblemas presidenciales. En esta y en notas sucesivas los iremos analizando.

1.- Tratamiento

Suele pasarse por alto que el más evidente atributo es el título de “Presidente de la Nación Argentina” que le asigna nada menos que la Constitución Nacional en su artículo 87; el que reza: “El Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de “Presidente de la Nación Argentina”. Durante el mandato de Cristina Fernández se generó toda una polémica sobre si correspondía la forma femenina del sustantivo “presidente”, lo que finalmente admitió la Real Academia Española[3]. Como calificativo para presentaciones y otras circunstancias formales se le antepone al cargo el adjetivo de “excelentísimo”.

2.- La banda y el bastón

Ambos cuentan con una gran tradición y son bien conocidos por la población en general. Desde ya que la banda presidencial no es un símbolo nacional, aunque su mención en decreto de 1944 hace a algunos caigan en esta confusión. Se trata de un error de técnica legislativa, quizás fruto de la premura con que se confeccionó la norma, durante el gobierno de facto surgido ese año. En cuanto al bastón presidencial, no está regulado, su vigencia obedece a una tradición hondamente arraigada, como veremos más adelante; obviamente tampoco es un símbolo de la argentinidad.

Ambos elementos son posesiones personales del primer magistrado. Por ende, pueden contar con varios y disponen de ellos con libertad hasta, el punto de poder regalarlos o legarlos. Hay casos donde los recibieron como un presente que les ofrecieron terceras personas.

El carácter de ambos elementos fue ratificado por la Justicia Federal en el año 2018. Por entonces el juez Bonadío que investigaba a Cristina Fernández por causas de corrupción había incautado una serie de cajas en su casa de la localidad de El Calafate, bajo la suposición de que podían encontrarse allí elementos probatorios. En su interior se hallaban varias bandas y bastones presidenciales, tanto de ella como de su esposo. A pedido de la interesada el mismo juez hizo lugar[4] a su devolución por considerar que eran objetos de uso personal y que no interesaban a la causa. La decisión no hizo más que confirmar la naturaleza de estos atributos.

2. 1. Banda presidencial

Es la insignia que recibe el Presidente de la Nación como atributo personal de su función de: jefe supremo (del Estado), del Gobierno, de la Administración general del país y de ser comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, según lo define la Constitución Nacional (artículo 99; incisos 1 y 12).

Su uso se remonta al Decreto del 26 de enero de 1814, dictado por la Asamblea General Constituyente, que reformó el “Estatuto Provisorio del Supremo Gobierno de las Provincias Unidas”, en cuyo Art. 3º, estableció una banda distintiva para uso del “Director Supremo” (titular de la función ejecutiva), la que debía ser blanca, celeste y blanca, con lo que Gervasio Antonio de Posadas fue el primero en usarla (1814-1815). Más tarde, el Decreto del 25 de febrero de 1818 le agregó un Sol bordado y así se hará eco en el Art. 4º del Decreto Nº10.302/ 1944[5] que trata de los “Símbolos nacionales”, pero cuarenta años más tarde el presidente Alfonsín reformó lo dispuesto haciendo mérito de un menor lujo en los materiales. El siguiente cuadro lo expresa:

 

Decreto Nº10.302/ 1944

(texto original)

Decreto Nº459/ 1984

(texto vigente)

Art. 4° – La Banda que distingue al Jefe de Estado, autorizada por la Asamblea Constituyente en la Reforma del Estatuto Provisorio del Gobierno, de 26 de enero de 1814 y alcanzada por la distinción de 25 de febrero de 1818, ostentará los mismos colores, en igual posición y el sol bordado de oro de la Bandera Oficial. Esta insignia terminará en una borda de oro sin ningún otro emblema.

Art. 4° – La banda que distingue al Jefe del Estado, autorizada por la Asamblea Constituyente en la reforma de estatuto provisorio del Gobierno del 26 de enero de 1814 y alcanzada por la distinción del 25 de febrero de 1818, ostentará los mismos colores, en igual posición y el sol de la Bandera Oficial. Esta insignia terminará en una borla sin otro emblema. Tanto el sol como la borla serán confeccionados con hilos, con baño de oro, de óptima calidad y máxima inalterabilidad en el tiempo.

Nota: lo destacado en color expresa las diferencias

La remisión que la norma dispone a la “bandera oficial” nos lleva a integrar la hoy vigente; esto es, el Decreto Nº1.650/ 2010 que estipula sobre el exacto color, la materialidad y el diseño uniforme del símbolo.

La Historia argentina refiere que el primer presidente constitucional, el general Justo José de Urquiza y, más tarde, Bartolomé Mitre, utilizaron bandas de solo dos franjas (blanca y celeste) pero también de tres, en ambos casos sin Sol ni otro aditamento. Presidentes posteriores usaron bandas con el Escudo nacional bordado o aplicado, con diversos diseños (Sarmiento, Alvear y Castillo, por ejemplo). Roca empleó una banda con Sol y otra con el Escudo. Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña, J. E. Uriburu, Quintana, Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza e Hipólito Yrigoyen, prefirieron las que llevaban escudo. También se registran variaciones en el ancho, en el diseño de la borla[6], en el largo de los flecos[7] y en la tonalidad del celeste. Es única la concepción de la banda usada por Avellaneda que se guarda en el Museo Histórico Nacional, ya que además de un escudo orlado con banderas, lleva 14 estrellas en derredor, representando el número de provincias que había entonces. Se registra que la banda más lujosa es la usada por Julio A. Roca en su segunda presidencia, lleva una guarda de oro en todo su perímetro y el Sol está formado con hilos el mismo metal y seda, con aplicaciones de diamantes.

Banda presidencial de Julio A. Roca

Detalle

Las dimensiones de la banda no están expresamente legisladas, mientras que su largo se adaptará a la contextura del usuario. Tanto el Sol como el Escudo, cuando se usó, se colocan centrados en la franja blanca, aunque se registra que una de las vestidas por Sarmiento llevaba el blasón en el eje de simetría de su pecho.

Imagen elaborada por Francisco Gregoric

La banda presidencial la recibe el ciudadano que haya sido electo como Presidente de la Nación, durante la asunción del mando, como una suerte de regalo del pueblo, una distinción honorifica y signo de buen augurio de la gestión de representación que inicia. Como gesto de continuidad en el ejercicio del poder democrático es el presidente saliente quien se la impone al que entra[8].

El presidente Ing. Mauricio Macri, al asumir,
a su derecha la vicepresidenta, Lic. Gabriela Michetti

Lo usual es que cada presidente tenga una banda, pero como no está expresamente prohibido, es factible que pueda contar con un segundo ejemplar que reciba o adquiera en un momento posterior al citado. Eventualmente, también es posible emplear una banda que perteneció a un anterior colega, es el caso de Roque Sáenz Peña (1910-1914), quien vistió la que fuera de su padre, Luis (1892-1895).

La humilde banda usada por ambos Sáenz Peña

La banda presidencial se lleva por sobre la vestimenta, pendiente del hombro derecho, cruzando el pecho y la espalda hasta posicionarse sobre el lado izquierdo de la cintura. La razón de esta disposición radica en que remite al tahalí con el que antiguamente se portaba la espada[9].

En tiempos antiguos, cuando el primer magistrado usaba frac, la banda se vestía bajo la levita (chaqueta), el último caso registrado en que así se hizo correspondió al Dr. Arturo Illia (1963-1966). Se emplea en las ceremonias de Estado de mayor formalidad; por ejemplo: al abrir la Asamblea Legislativa, el Te Deum, al recibir cartas credenciales de un diplomático y otras. En las exequias presidenciales la banda debe colocarse sobre la bandera que recubra el féretro.

Es usual que las bandas presidenciales se conserven en poder del usuario y que, a su muerte, queden en la familia del fallecido o bien, que se leguen o donen al Museo Histórico Nacional, al de Casa Rosada[10] y, eventualmente, a cualquier otro repositorio similar. Incluso sería válido que un presidente la donase a una imagen sagrada, a manera de un ex voto.

Banda del presidente Marcelo T. de Alvear (Museo Histórico de Luján)
colocada por sobre su uniforme de embajador y sus condecoraciones

Respecto de su confección, las primeras bandas se encargaron en Europa o en los Estados Unidos. Se ha hecho una tradición que desde mediados del siglo XX las bandas presidenciales sean elaboradas por la Sastrería Militar. Consultada oportunamente esta repartición informó:

Los materiales a utilizar y la forma de confección están normalizados por el Decreto Nº10.302/ 1944. El ancho de la banda es de 10 cm. con las tres franjas de un mismo ancho, en tela de gro de seda, de un sólo paño tricolor, con el ancho exacto. La banda se arma con dos piezas iguales unidas por una costura en cada borde, lo que nos permite a afirmar que posee anverso y reverso. No lleva relleno ni otro agregado. Este tipo de textil se caracteriza por tener surcos muy marcados, su gramaje esta comprendido entre los 200 g/m2 y los 250 g/m2. El celeste y blanco se indican según codificación internacional, conforme a lo dispuesto para la Bandera Oficial de la Nación en su versión de ceremonia[11].

El Sol debe caer justo en el centro pecho, para que se visualice con amplitud, se borda a mano centrado en la banda, su imagen es igual al contenido en la Primera Moneda Argentina (moneda de oro de 8 escudos, acuñada en 1813). El bordado solo se aplica en el anverso, es un trabajo totalmente artesanal, realizado a mano. 

La Sastrería Militar detalló el procedimiento de fabricación, que es el siguiente: 1) En base a un molde de madera se fabrica una pieza de papel maché con el volumen de la cara. 2) se cubre con cordoné dorado y se le bordan los ojos, nariz y boca. 3) Se cose la cara en el centro de la banda. 4) Se recortan en cartón los rayos y se sujetan uno a uno en su lugar con unas puntadas. 5) Se bordan los rayos cubriendo el cartón con hilo dorado. 6) Bordeando la cara se colocan pequeñas lentejuelas bordadas con gusanillo trenzado. Para los 32 rayos se alternan, flamígeros con rectos. El diámetro de la cara es de 4 cm. y, con la corona, el diámetro del conjunto llega a 9 cm.

La borla se prepara con hilo, gusanillo y trenzado dorados. Tiene un armazón de cartón y madera. Los canelones (flecos) son 60, se hacen con alambre de cobre con baño electrolítico de oro.  Las bandas más antiguas presentan dos borlas.

 

2. 2. Bastón de presidencial


Bastón que Sarmiento regaló a Urquiza, empuñadura de cristal de roca

Obedece a una antigua tradición, se trata de otra distinción honorífica que el presidente de la Nación recibe durante la ceremonia de asunción del mando luego que se le haya impuesto la banda. Es un obsequio a título personal que simbólicamente le da el pueblo mediante la interpósita persona del primer magistrado saliente, no tiene ninguna función particular, pero se lo asimila a la vara del poder de los antiguos monarcas.

Su origen se remonta a la noche de los tiempos y se encuentra presente en la mayoría de las culturas. En su evolución pueden señalarse muchas facetas y características, algunos diseños son de líneas muy simples y otros, profundamente elaborados. En ciertos casos tiene las características de un arma (maza o macana), en otras es más pequeño (cetro; del griego sceptrum), pasando por una amplia variedad de estilos. Los cónsules de Roma lo usaron como emblema de su potestad militar, más tarde se extendieron a otras funciones y de allí a los mariscales y otros altos oficiales en los ejércitos modernos, hasta la actualidad.

La Antropología prevé rituales específicos, tanto en la elaboración como en la ceremonia de imposición que en tiempos modernos desaparecen o se estilizan.

En la República Argentina los bastones de sus presidentes se confunden con los que eran de uso cotidiano hasta comienzos del siglo XX, con algunos aditamentos que señalaban su carácter particular.

Según voluntad de su poseedor el bastón presidencial es de uso discrecional en las ceremonias oficiales de carácter solemne en donde también se reviste la banda.

El bastón presidencial se entrega y recibe empleando ambas manos, se porta con naturalidad. Sobre el mismo existen dos pareceres diferenciados: a) uno indica que no se lo hará tocar el suelo como gesto de respeto a la soberanía popular que representa, origen del mandato; b) el otro considera que, pese a su simbolismo, no deja de ser un objeto funcional y que como tal puede utilizarse en forma acorde a su naturaleza, con lo que muy bien puede apoyarse en el suelo, con toda naturalidad. A este segundo criterio se suma un significado más hermético, como es una forma de la ancestral vara que simboliza el poder, se transforma en un vector que une al mandatario con el territorio sobre el que ejerce su imperium, esto justifica con amplitud que se lo apoye en el suelo, como manifestación del ejercicio efectivo del poder. La normativa no se pronuncia al respecto, por lo que son válidos ambos criterios.

Queda para la anécdota la irreverencia que protagonizó el expresidente Kirchner (2003) quien evidentemente no había sido instruido sobre la materia y, sin saber qué hacer, luego de recibirlo, protagonizó un extraño juego de fintas; fue un gesto obviamente muy evidente, claramente banal e injustificado que mostró su incomodidad. Para disimular la gaffe, su entorno hizo circular posteriormente que se trataba de un “antiguo ritual” de la etnia que predominó en la provincia de Santa Cruz, donde había sido gobernador.

Con los años fue patente el desprecio de Kirchner por todo lo relativo al Ceremonial

El bastón presidencial se elabora de manera artesanal, según la libre inspiración del artífice. Su materialidad es igualmente libre. Hubo presidentes que lo emplearon de caña de Malaca, de marfil, ébano, teca y otras maderas exóticas, últimamente se estilan los que provienen de especies del país, con lustre al natural, de forma cilíndrica. Para la empuñadura tradicionalmente se prefirió el oro, a veces con incrustaciones de piedras, desde el año 2006 se emplea la plata labrada, lo que se justificaría porque el nombre “Argentina” deriva de este metal. Si se incluye un Escudo Nacional deberá tener el diseño oficial con su campo esmaltado, no ha ocurrido así habitualmente. Algunos ejemplares preservados en museos muestran borlas con el Escudo nacional bordado en seda de colores o con hilo de oro. Como ornamento accesorio la costumbre consagra un galón trenzado (dragona) con filamentos de oro terminado con dos borlas y un manojo de flecos.

En cuanto al largo se ajusta a la talla de su destinatario, de manera que mide entre setenta y noventa centímetros aproximadamente. En 1932 la afamada joyería Ricciardi comenzó a confeccionar los bastones presidenciales conforme a los planos elaborados al efecto; en los mismos se preveía que fuera de caña de Malaca, que la empuñadura fuera de 8 cm de largo, de oro macizo (18 quilates) al igual que el regatón y con el Escudo nacional esmaltado. 

Bastones de Castillo, Aramburu, Frondizi y Guido

Cuando se recobró la democracia en 1983 hubo varios artesanos que disputaron el privilegio de elaborar este atributo, circunstancia que se ha repetido desde entonces hasta el punto que suele haber varias propuestas. El de Alfonsín y subsiguientes presidentes lo preparó Juan Carlos Pallarols; el de macri fue obra de Damián Tessore; el de A. Fernández, otra vez lo fabricó pallarons, minetras que el de Milei se debe a Hugo Pontoriero , que introdujo varias originalidades al diseño, como las iniciales de su poseedor y la cabeza de sus perros colocadas en la empuñadura.

Bastón del presidente Javier Milei

Según las pautas de la contabilidad pública para adquirir un ejemplar el Poder Ejecutivo debe llamar a una licitación, con el afán de tener el privilegio de confeccionar el bastón se registran ofertas por valores simbólicos ($1 o $0,1).

Durante el transcurso de su mandato el primer magistrado puede recibir o adquirir otros bastones para igual función. Cuando le sea ofrecido por un tercero en carácter de donación corresponde que se acepte mediante nota formal. En las exequias presidenciales se depositará sobre la bandera que recubra el féretro, como símbolo de la alta función que ejerció el fallecido. Como pieza de uso y propiedad personal puede ser guardado por la familia de su titular, también cederse o legarse a un tercero o bien donarlo a un museo, que es el destino más común.

Un curioso caso también tiene como protagonistas a tres presidentes argentinos[12] ya que Roque Sáenz Peña, cuando asumió en 1910 utilizó el bastón que había sido de su padre, Luis. También lo usó el Dr. Arturo Illia cuando hizo lo propio en 1963, señalando de esta manera un vínculo de profundo sentimiento democrático entre la gestión que encaraba con la de quien sentó las bases del sistema electoral basado en el voto universal, secreto y obligatorio que abrió un nuevo rumbo en la evolución democrática del país mediante la ley Nº8.871 que hizo aprobar Roque Sáenz Peña.

Atención: en siguientes notas me referiré a otros elementos que también se consideran atributos o emblemas de los presidentes argentinos.

Más info: en "La historia de la banda presidencial", del Dr. Juan Pablo Bustos Thames;  https://www.infobae.com/2015/12/05/1774607-la-historia-la-banda-presidencial-tiene-dueno/

Otra nota sobre el tema en este Blog: "Tato Bores y la banda presidencial" ¡imperdible! https://banderasargentinas.blogspot.com/2017/02/tato-bores-y-la-banda-presidencial-por.html


[1] Entre los desaparecidos podríamos recordar: las carrozas, también el tren y el yate presidencial.

[6] La banda empleada por Nicolás Avellaneda (1874-1880) no cuenta con borla dorada, sino que su extremo se deshilacha formando flecos celestes y blancos.

[7] Isabel Martínez usó una banda con flecos de unos 30 cts. de largo.

[8] Es de lamentar que la ex presidente Cristina Fernández se negara a esto cuando debió asumir la primera magistratura el Ing. Mauricio Macri (2015).

[9] Podría pensarse que las presidentas no estarían sujetas a esta pauta, pero tanto en el caso de María Estela Martínez como de Cristina Fernández, llevaron la banda igual que sus colegas varones. En esto se evidencia un grado de empoderamiento perfectamente acorde a la actualidad. Además, existe una razón histórica que avala la unidormidad y que nada tiene que ver con la perspectiva de género, en tiempos antiguos cuando las monarcas se hacían presentes en los campos de batalla y en circunstancias similares, revestían armadura y espada, en un plano de igualdad con sus homólogos masculinos.

[10] Casa Rosada es el nombre del palacio donde tiene su sede el Poder Ejecutivo, está ubicada en el sitio del antiguo Fuerte de Bs. Aires.

[11] Anexo I a) Norma IRAM DEF D 7679 y Anexo I d) Norma IRAM DEF D 7474, numerales 3 y 4.2.1).

[12] Ver mayor información al respecto en “Un bastón para 3 presidentes-Amarga tradición”; https://banderasargentinas.blogspot.com/2024/09/un-baston-para-3-presientes.html

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