jueves, 23 de mayo de 2024

Jorgito el almacenero patriota

Un alma solidaria

Salvador Saggal/ "Jorgito - El Potro" y su negocio

Por Miguel Carrillo Bascary

Conocí a Jorgito en 2016, cuando acudió a mi buscando el respaldo del Instituto Belgraniano de Rosario para evitar que la Municipalidad le obligara a retirar el mástil que desde muchos años antes había instalado en la vereda de su comercio.

En realidad, yo ya lo conocía, como el simpático almacenero dueño de una peculiar verborragia y desenfado, ya que por algunos años había vivido en cercanías de su lugar de trabajo, ubicado en calle Entre Ríos esquena Cochabamba. Puede decirse que Jorgito era una institución, hasta el punto que por iniciativa de algunos vecinos se lo había distinguido por su espíritu solidario, mediante resolución del Concejo Municipal dictada en el año 2008.

Este título honorífico lo destacaba como un probo y honrado hombre de trabajo, dotado de una empatía a toda prueba. Sabia utilizar las pizarras de su almacén como soporte para recaudar ayudas para cuanta buena causa se le presentara. Si había una inundación, Jorgito recibía ropas, colchones y mantas que la gente donaba para los damnificados. Si se necesitaban libros para una escuela carenciada, Jorgito los acopiaba. Así podríamos seguir un largo rato.

Recibiendo donaciones para los damnificados de Salta

Su verdadero nombre era Salvador Saggal, aunque se lo conocía como “Jorgito – El Potro”, desconozco la razón de estos apelativos, pero seguramente que muchos conocerán la historia.

Jorgito tenía una motoneta, veterana ya, con la que se sumaba a las clásicas caravanas de los “días del niño” y otras circunstancias parecidas. Conducía disfrazado de payaso, rodeado de globos que iba entregando para alegría de todos. También solía recorrer los hospitales llevando galletitas, caramelos, juguetes y su buen humor.

El negocio de Jorgito era un almacén de barrio al que intentaba dar una personalidad con su esmerada atención y multitud de pizarras que usaba para publicitar sus ofertas y mensajes solidarios, siempre teñidos de un sano humor, pretendidamente “atrevidos”. Para muchos de sus vecinos era un "loco lindo".

Jorgito en 1982 y su peculiar forma de hacer propaganda

Cuando Jorgito llegó a verme demostró un gran patriotismo, particularmente inspirado por el general Belgrano. Cada fecha patria engalanaba “su” esquina con los colores celeste y blanco, también repartía escarapelas a sus clientes. Es evidente que en algún momento tuvo la inspiración de colocar junto al cordón el mástil que tantos dolores de cabeza llegó a darle. En el mismo izaba cada mañana la Bandera nacional, a la que arriaba al atardecer cuando terminaba su jornada. Esta imagen era una patente demostración de que la argentinidad no es un concepto vacío sino una realidad bien concreta que se construye cada día desde el lugar que cada uno ocupa en la vida. Ese mástil, con su bandera, en ese lugar era una forma de “hacer patria”, digna de emularse.

El mástil cumplía también otra función, la de servir de limitada defensa para los parroquianos que se llegaban hasta el almacén en caso de algún choque de vehículos. Quienes conocen esa esquina saben de su gran peligrosidad ya que el tránsito por Entre Ríos es muy intenso, particularmente en horas pico, y que los vehículos llegan a la intersección con Cochabamba en plena aceleración, buscando alejarse del caótico centro, tras superar una larga espera de la luz verde en el semáforo de avenida Pellegrini.

Convengamos que la normativa municipal específicamente prohíbe colocar instalaciones en las esquinas por ser un factor de peligro para el tránsito vehicular, con lo que se establece una contradicción con los riesgos que asumen los peatones que circulan por el lugar. Esto fue lo que determinó que la Dirección de Inspección General, dependiente de la Municipalidad, intimara a Jorgito para que retirara su mástil.

Al recibir la notificación Jorgito intentó por todos los medios salvar ese mástil que ya era parte del paisaje urbano, porque la pasividad del municipio lo había tolerado por largos años. También era una marca registrada de su almacén. Las suplicas inicialmente fueron estériles, hasta llegó a suplicarle aen este sentido a la entonces intendenta municipal, la Dra. Mónica Fein. Por supuesto que desde el Instituto Belgraniano nada pudimos hacer más que acompañar emotivamente a Jorgito.

Objetivamente el municipio solo trataba de hacer cumplir lo que estipulaban las ordenanzas, no había ninguna animosidad para con Jorgito. Acá debemos recordar que estamos en nuestra querida Argentina, donde como decían en la época colonial las normas se acatan, pero no se cumplen, es evidente que, ante la irreductible decisión de Jorgito de no sacar el mástil, pese al peligro de que se le aplicaran multas, la presión social que despertó su causa y su simpatía hicieron que los funcionarios optaran por dejar correr el tiempo con sucesivas (e inútiles) intimaciones.

Seguramente las actuaciones fueron finalmente archivadas, como un guiño del poder hacia un honesto votante. ¿La Señora Intendenta? Ajena a la cuestión en forma directa, seguramente habrá sonreído benevolente, conquistada por la simpatía de Jorgito.

Esta no fue la primera relación de Jorgito con el poder municipal, nada de eso. Par aprueba basta la siguiente fotografía donde se nada menos que al Dr. Horacio Usandizaga, primer intendente de Rosario (1983-1987) luego de la restauración democrática, quien estaba dotado de un progresista perfil, algunas de cuyas conductas anticiparon las que encarna nuestro actual primer mandatario. Allí lo vemos, en la esquina del almacén de Jorgito izando la Bandera nacional en el mástil que más tarde sería objeto de discordia.

El Intendente Usandizaga iza la Bandera nacional en el mástil de Jorgito

Hace cuatro años ya Jorgito cerró su almacén a consecuencia de la pandemia y de su mala salud, que a la postre terminaría con su vida. Hoy, su mástil sigue recordando que, en ese lugar, en Cochabamba y Entre Ríos, Jorgito dio clases de patriotismo sin ser profesor al par que ejerció su comercio para ejemplo de muchos que prefieren vivir prebendas.

A sus 85 años, el 2 de abril, fecha preclara en el calendario argentino, Jorgito partió para reencontrarse con Nuestro Creador, sin dudas muchos de aquellos a los que benefició habrán salido a recibirlo. Tiempo más tarde, su hija Cintia, resolvió levantar esas persianas y retornó a la senda paterna, en el eterno recomenzar de la vida.

2 comentarios:

  1. Excelente y sentida crónica , de esas que muchas veces la historia clásica no cuenta pero que sin dudas hacen a nuestra esencia y folkore Rosarino . Un clásico y un gran creativo Jorgito !!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias Miguel. la Historia también la hacen los invisibles

    ResponderEliminar