Las siete caras de la mujer que cosió la Bandera
Por Miguel
Carrillo Bascary
María Catalina Echevarría, a quien la tradición atribuye haber cosido la
primera bandera argentina parece haber sido “descubierta” como adalid de la
reivindicación de la mujer a partir de su rol en la épica de la creación del
símbolo. En realidad, María Catalina, hizo
mucho más que coser la Bandera. Emerge entre las brumas del tiempo a través
de documentos; recuerdos familiares y otras fuentes complementarias, aunque en
su biografía existan numerosos espacios
en blanco que siempre nos inquietarán; incógnita se extiende a su
participación en la creación del símbolo. No es un
personaje de leyenda, fue una persona concreta y, sin embargo, muchos se
empeñan en vincularla con fantasías inaceptables.
María Catalina tiene un
muy bien ganado espacio en la tradición de Rosario. No necesita que se le endilguen infundios so pretexto de destacar
su protagonismo en función de perspectivas de nuestra actualidad.
El afán de reivindicar a María
Catalina encubre una preocupante falta
de responsabilidad en el manejo de la información; también implica el uso
de estereotipos sociales y, en
definitiva, muestra una desvergonzada manipulación
de la Historia para acomodarla a las problemáticas del presente. Lo peor es
que, sin mayor crítica, muchos replican estas construcciones irreflexivamente, con
lo que se profundizan los desvíos y se deforma injustamente a quien fue la María
Catalina “real”.
Sería inicuo reducir la
existencia de María Catalina al simple hecho de coser dos paños de tela para
cumplir el encargo de un coronel de paso por un pequeño poblado perdido en la
llanura. María Catalina no necesita que la ensalcen y menos, como paradigma de
algo que no fue. Su vida, que fue tan
dura como la de muchas mujeres de su tiempo, aquellas que con su compromiso
de cada día ayudaron a forjar la Patria y a llevar adelante una familia, con lo
que su singular pero circunstancial intervención en la creación de la Bandera
la constituye en referente de la mujer
rosarina en el alba de la historia local.
Nacida en 1782, María Catalina tuvo la desgracia de quedar huérfana a
los dos años; la muerte de su padre, lanceado por una partida de indios (1784), fue el primer golpe de una realidad que confronta a algunos con la vida
atravesándola con el enorme dolor de una ausencia.
Sobre María Catalina pesa
otro infundio histórico, se la presenta como hija de “inmigrantes vascos”, en un vano intento de asimilarla a este
grupo que tuvo tanta importancia en composición social de Argentina y de
Rosario, en particular. Si bien su progenitor Fermín de Echevarría tuvo ese
origen, su madre, María Tomasa de Acevedo, entroncaba con los Acevedo una de
las primeras familias que se formaron Rosario, a comienzos del siglo XVIII.
Como se sabe, María
Catalina fue adoptada por un amigo de su padre, Pedro Tuella Montpesar, un peninsular de espíritu inquieto, que
llegó hasta América para forjarse un porvenir y que formó su hogar con Nicolasa Costey, oriunda de Montevideo.
Era Tuella maestro de escuela, en Itapuá, antigua misión ubicada al Norte del
Paraná (hoy Paraguay). Destino que cambió para establecer una tienda y pulpería
en el poblado de la Capilla del Rosario, sito en el Pago de los Arroyos. Fue
también el único suscriptor residente en Rosario del “Telégrafo Mercantil”,
periódico decano del Río de la Plata. Se lo considera el primer cornista de la
realidad local, cuyos apuntes volcó en esa publicación de la que actuaba como
corresponsal en la zona. Tuella también tuvo sus veleidades de poeta. Esto lo
señala como un hombre de muy buen nivel
cultural por lo que es natural que lo haya volcado en educar a su querida
hija adoptiva.
La niña María Catalina no
tuvo a sus padres adoptivos como únicos apoyos afectivos; además sumó el afecto
de su extensa familia materna, cuya
casa solariega estaba a escasos 80 metros de aquella donde habitó con los
Tuella. Además, de su herencia contaba con un más que respetable patrimonio. Puede
afirmarse entonces que no fue “una pobre
huerfanita”, como ciertos autores la presentan para conmover a sus
lectores.
El censo de Rosario,
levantado entre 1815 y 1816, nos muestra a una María Catalina treintañera, casada en 1810 con Juan Manuel Vidal y
Lucena, joven de buena familia, un año mayor que ella. Esta escasa diferencia
de edad alienta a suponer que se trató de un matrimonio por amor. Por entonces
contaban con tres hijos: Josefa, de 5; Pedro, de 3 y Manuela, de solo cinco
meses, luego vendrían más.
A fuer de difundir la
participación de María Catalina como gestora de la Bandera se ha dicho que fue una “humilde costurera”. Cierta bibliografía se
refiere a ella como “la costurerita” de Rosario o, más aún, como “la
costurerita del buen paso”. Nada de sus circunstancias indican que dependiera
de su habilidad con la aguja para llevar el sustento a su casa; como se
consignó, en febrero de 1812 era una mujer de buen pasar, señora de su casa.
Temerariamente algunos atribuyen a María Catalina haber
escogido los colores de la bandera primigenia. Considerando la importancia
que el propio Belgrano atribuyó al símbolo, nada menos que una bandera
nacional, es impensable que la haya confiado a la inspiración de María Catalina.
El prócer era sumamente cuidadoso con todo lo que de él dependía y estaba en
los más mínimos detalles. Más aún, a lo largo de toda su vida el Belgrano
testimonió amplios conocimientos en materia de símbolos y la importancia que
daba a la exteriorización de sus ideas. Todo esto contribuye a descalificar por
fantasiosa la pretensión de que María Catalina diseñó la bandera según su
parecer.
Otro verdadero disparate, que al parecer se origina en el afán de dar a María Catalina
un protagonismo superlativo en la creación de la Bandera, es atribuirle que ella misma la izó el 27 de febrero de 1812. Nada
lo sustenta y, en contrario, se registra la tradición de que la tarea estuvo a
cargo de Cosme Maciel, cabildante en Santa Fe y principal autoridad política
presente en aquel acto, lo que resulta coherente con las prácticas de
ceremonial vigentes.
También sin mayor fundamento se afirma que María Catalina
convocó a sus vecinas y amigas y que, entre mates y bollitos, se dieron a
la tarea de confeccionar la primera bandera. Es factible que quienes lo sostienen
tengan en cuenta la leyenda de que las “damas mendocinas” bordando en conjunto la
compleja bandera que identificó al “Ejército de los Andes” (1). Pero, la bandera izada en Rosario fue tan sencilla,
que pudo culminarse en pocas horas de labor. El vexilo solo tuvo dos paños y no llevaba ningún símbolo por ende, para elaborarlo bastó tomar dos piezas
de género (se especula que María Catalina usó algunas del negocio familiar), unirlas
a lo largo, hacerle un bordillo y adosarle dos pequeñas cuerdas en los vértices
del lado de la vaina, para poder izarla hasta lo más alto del mástil. En la siguiente imagen se muestran en rojo las costuras que debió implicar aquella primera bandera, sobre la derecha va la vaina destinada a contener la driza que permite izar y arriar el paño. El reborde plateado procura destacar mejor esas costuras.
Veo factible que alguna de las esclavas de la familia Tuella–Vidal haya colaborado en la tarea, todo un mensaje contenido en que el símbolo de la libertad e independencia
de América, con que lo aludió Belgrano fuera confeccionado por las blancas
manos una dama de la pequeña sociedad local y por las oscuras de su servidora. El
censo citado señala que en la casa había dos esclavas, con lo que surge otro
interrogante: ¿Quién ayudó eventualmente a María Catalina; habrá sido la parda
Victoriana (casada, de 32 años) o Josefa (soltera, de 20)? ¿quizás, ambas? Es
otra de las incógnitas en la leyenda del lábaro.
Tras compartir estas
referencias, dudas y advertencias, sobre María Catalina cabe desmitificar los gravísimos errores que se difunden sobre su
aspecto físico. En el afán de dar carnadura a su persona muchos no trepidan
en hacerlo de cualquier manera. Pareciera que solo se busca captar la atención
sobre su nombre, aún a costa de usurpar su identidad real, nada menos.
En la cultura de la imagen
que vivimos el objetivo de algunos pareciera
querer asociar a la Bandera con un rostro, si es posible lo más llamativo,
agradable y colorido posible; en definitiva, se concreta una impostura que no
tiene nada de inocente. Tras compulsar
decenas de páginas de Internet sobre María Catalina Echevarría sorprende
que la enorme mayoría denotan una improvisación francamente fantasiosa. No busco
la polémica, sino llamar la atención sobre el mínimo respeto que merece la María Catalina real, que evidentemente
no coincide con la imagen que algunos intentan presentar a la consideración de
los no informados.
En concreto, las imágenes que se atribuyen a María Catalina
son:
1ª) El retrato obtenido en su ancianidad; sobre el que
no existen dudas; es el que abre esta nota.
2ª) El de su hija, Natalia Vidal Echevarría de Fernández, que algunas fuentes confunden con María Catalina.
3ª) Otra imagen de la misma señora presenta una toma más fiel, en neto primer plano, corresponde a la publicada en la revista "Patria" (1926), editada en la localidad de Pergamino.
4a.) La composición
idealizada de su rostro que dibujó quien firma como “Pacheco”, para ilustrar
una nota sobre María Catalina elaborada por el historiador Félix Chaparro en el
diario “Democracia” (30.9.1953). No se conoce cuál puede haber sido la fuente que justificara este aspecto o si el artista actuó con total libertad al respecto.
5ª) Una evidente variante de la anterior, fue esculpida por Eduardo Barnes y fundida en el bajo
relieve que se instaló en la “Galería de Honor del Monumento a la Bandera”, inaugurado en 1957.
6ª) Una segunda
versión de la tercera, iluminada a color, que sostiene una bandera sobre su
pecho; cuyo autor/a no consta.
Y, finalmente una 7ª que corresponde nada menos que a ¡Manuela Mónica Belgrano! Sí como se
leyó. Se trata de un óleo que se pintó a la citada sobre la base de un retrato previo, a poco de su fallecimiento.
Del relevamiento surge que: a) la imagen 1ª, la auténtica es muy poco
conocida; b) igual ocurre con la 2ª y la 3a. que corresponden a la misma persona, hija de María Catalina. En cuanto a la 4ª, por la antigüedad de su
origen y la escasa circulación del periódico ha sido prácticamente olvidada, pero cobra relevancia por haber servido de base a la 5ª y a la 6ª; esta última
es la más ampliamente difundida. Lo señalado resulta verdaderamente
sorprendente y francamente inaceptable. Obviamente hemos de descartar la 7a., tratando de disculpar a quienes la difunden, aunque el error es sencillamente muy grosero.
Pareciera que a los ojos
de los argentinos/as del siglo XXI la “María
Catalina”, joven y bella; es mucho más atractiva que su imagen auténtica ya
en su ancianidad. En esto vemos reflejado un concepto que desmiente la actual
sensibilidad por no discriminar. Es una paradoja, pero asignar a un rostro
juvenil un protagonismo histórico tan significativo como el formar nuestra Bandera,
contradice el reconocimiento que se debe a quienes llevan trasuntan en su aspecto
exterior una vida vivida con esfuerzo y dignidad. Es así que en momentos en que
la Humanidad toda reivindica a la mujer, lo leído debería hacernos reflexionar
sobre la debilidad de los valores que
luchamos por difundir.
Frente a este panorama es imperioso difundir la correcta imagen de
la María Catalina Echevarría, la “histórica” y descalificar las restantes,
particularmente la última que se menciona.
Con estas breves
referencias encontramos que en el mes destinado a reivindicar a la mujer corresponde rescatar a María Catalina Echevarría
como participe de un hecho histórico relevante pero también, como una persona
real libre de caprichos y fantasías que algunos le endilgan asignándole rostros
extraños.
Anexo – Relevamiento de las imágenes atribuidas a
María Catalina
Nota: se practicó con una búsqueda de su nombre en
Google, concretada en la primera semana de marzo del año 2021
http://aprender.entrerios.edu.ar/dia-de-la-creacion-de-la-bandera-nacional
Imagen
Nº2: Foto publicada en “Recopilaciones
históricas” de Francisco Funes Freyre. Editorial Apis. Rosario, 1956.
Imagen Nº3: Foto facilitada por la señora Gabriela Fernández Díaz, publicada en la revista "Patria" editada en la ciudad de Pergamino, en 1926.
Imagen Nº5: Dibujo
idealizado de “María Catalina” con bandera.
https://creativamonumento.irice-conicet.gov.ar/sistema/?q=node/75
https://cuartopodersalta.com.ar/la-mujer-que-confecciono-la-primera-bandera/
https://www.euskonews.eus/0616zbk/kosmo61601es.html
https://www.barriada.com.ar/una-mujer-cosio-primera-bandera-patria/
http://socialesyescuela.com.ar/items/show/436
https://issuu.com/dovejero/docs/revista_historia_n___25
http://brujulacomunicacion.com.ar/mujeres-de-la-historia-maria-Catalina-echevarria
Imagen Nº7: Retrato de
Manuela Mónica Belgrano, hija del General.
https://www.elcordillerano.com.ar/noticias/2021/01/30/102731-belgrano-y-las-mujeres-de-la-revolucion
http://www.tigre.gov.ar/public/files/educacion/ManualBanderaNacional.pdf
https://www.lv12.com.ar/la-mujer-que-confecciono-la-primera-bandera-n36951+
https://misionescuatro.com/tag/maria-Catalina-echevarria
Nota: 1.- la falsificación del relato sobre la creación de la bandera del Ejército de los Andes ha sido probada documentalmente por Adolfo Mario Golman y Francisco Gregoric en su libro "La Bandera del Ejecito de los Andes - Reflexiones sobre la carta que explica su confección". Bs. Aires. Editorial de los 4 Vientos. 2014.
Es bueno que alguien, alguna vez, diga la verdad de la historia.VIVA LA PATRIA!
ResponderEliminar