sábado, 11 de abril de 2020

Pasión por el futbol

Pasión por la vida 

¿Cuándo? Algún día de marzo.

¿Dónde? En la plaza “San Martín”, centro de Rosario.

¿Qué? Lo que voy a contarles.


Caminaba a dar clase, iba pensando en mis cosas.

De la nada, una pelota verde se me adelantó.

Indiferente,  apenas  la atendí.

Mecánicamente, la seguí con mis ojos hasta que se detuvo.

Miré distraído de donde venía,

y la emoción me embargó.

Les comparto que vi:


Tras esa remera del “Hombre Araña” latía un corazón,

impulsaba una voluntad tan grande, que me dominó.

Caminé unos pasos y busqué un banco para sentarme.

Ninguno estaba vacío, me fui algo más lejos.

Me senté y que quedé absorto, largos minutos.


Una joven le arrojaba la pelota; una y otra vez.

"Hoimbe Araña" corría y la golpeaba, 

hacia adelante, una y otra vez …

¡Un canto a la vida! ¡Lección de alegría!

¡Rezumando la pasión por el futbol!

Reía; reía y reía.

Jadeaba … y volvía a reír.



¿Y yo? … 

No podía dejar de mirar; oculto a sus ojos en mi lejanía.

Pasaron quince minutos y pareció cansarse.

La joven tomó la pelota.

Se fueron caminando, lentamente.

Me quedé un rato más …

No fui el único en mirar.




En su cenit, el cálido Sol desafiaba al otoño.

A mi lado, el retonño del pino de San Lorenzo1 extendía su sombra, 

cómplice, definitivamente.


Nunca olvidaré ese momento, pero quise compartirlo. 

Extrañé una buena cámara,

quería mostrarles bien ese superhéroe de 13 años, quizás.

Tomé mi celular.

¿Cumplió su objeto? ¿Valió la pena?



Me queda una certeza, ¡cuántos de estos superhéroes y superfamilias conviven entre nosotros, en el silencio cotidiano.

Ese día de marzo, bajo un Sol de mediodía, pese a mi ceguera por las ocupaciones habituales yo me encontré uno.

Miren bien cerca, seguro que hay otros.


Disculpen, hoy no escribí de banderas; tampoco de Ceremonial.

MCB



(1) En el atardecer del día 3 de febrero de 1813, el entonces coronel José de San Martín, libertador de tres naciones, con su cuerpo dolorido, todavía con el uniforme cubierto de polva, embargado por el distress post combate, escribió el parte de la victoria que acababa de obtener en San Lorenzo. Lo hizo bajo la sombra de un pino que crecía en el convento franciscano de la localidad.

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