lunes, 24 de noviembre de 2025

Increíble error de Protocolo

 ¡No debió ocurrir!

 

Por Miguel Carrillo Bascary

A corazón abierto

No hay argentino que no reverencie el enorme cúmulo de valores que se materializan en el Regimiento de Granaderos a Caballo “Gral. San Martín”. Este cuerpo es un símbolo que trasciende la Historia y sus enlistados corporizan el culto a la Patria en su más alto nivel. Su presencia pública es paradigma del profesionalismo militar. Como unidad escolta del Presidente de la Nación ha dado muestras de un espíritu de servicio y sacrificio superlativo.

Por estas y por muchas razones similares se me hace muy difícil escribir esta nota. No hubiera querido hacerlo, de manera alguna. Sin embargo, lo veo necesario, para intentar evitar que se reiteren hechos similares al que comentaré. Lo digo con mucho dolor, demasiado.

Antecedente

Hace pocos días se concretó un acto solemne en la ciudad de Mendoza, nada menos que frente al monumento al “Ejército de los Andes” en el “Cerro de la Gloria”, precisamente, ante ese silente homenaje al cuerpo que se formó en Cuyo para cruzar la Cordillera y libertar a Chile. Estuvo presente el Ministro de Defensa quien puso en funciones el nuevo destacamento permanente del Regimiento, que desde entonces se desempeñará en tan histórico lugar.

Los efectivos vestían sus uniformes de gala, portaban su "Bandera de Guerra[1]" y la enseña histórica del glorioso “Ejército de los Andes”, la que le corresponde por derecho propio[2]. También hubo otras altas autoridades y público interesado.

Lo acontecido

La prensa recogió el acontecimiento favorablemente, como no podía ser de otra manera. También lo hicieron los medios oficiales.

Lo negativo estuvo en la disposición de las banderas, tal como se muestra en la fotografía que abre esta nota. Veamos en detalle:

  Derecha            -                Izquierda

En ella se podrá ver que el orden de precedencias no se respetóLa "Bandera de Guerra" se ubicó sobre la izquierda, mientras que en el lugar de privilegio se colocó a la insignia del Ejército de los Andes. ¡Sí, como queda visto y dicho! Con lo que se infringió una elemental regla de protocolo.

Corresponde explicar a los lectores no versados en cuestiones de Ceremonial que, cuando se habla de “derecha” o “izquierda”, es con referencia a la imagen, no al observador. La regla es muy sencilla pero las confusiones abundan, particularmente en ámbitos donde no se acostumbra a llevar adelante actividades de la especialidad. No fue el caso. veamos un esquema:

Consideraciones

¿Cómo explicar semejante error en los Granaderos? ¿Qué pudo pasar? ¿De dónde partió el equívoco?

Agrava la cosa que se trató de una ocasión formal y de una unidad militar habituada a protagonizar actos y formaciones ceremoniales.

No tengo respuestas. ¡No debió ocurrir!

Quisiera equivocarme, pero la fotografía lo hace imposible, así lo ilustra la foto que acompaña la crónica del evento tal como se publicó en la web oficial del Gobierno Nacional[3]. 

Pero, a veces pasa

Un error no enmienda otro, pero a veces aparecen sorprendentes anomalías. Lo importante es, reitero, que no se repitan.

Todas las instituciones, ceremonialistas y organizadores de eventos de cualquier tipo que sean, deberían capitalizar lo que acá se reseña.

Para muestra traigo al presente lo que sucedió con otro cuerpo militar de elite, ultra especializado en Protocolo. Su protagonista fue nada menos que la “Guardia de Color” del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos (Marine Corps Color Guard), que presta servicio en innumerables ocasiones. Aclaro que su nominación no deriva de la piel de sus integrantes, sino que se refiere a las banderas (“colors”) que identifican a las unidades de esa fuerza y a la propia enseña oficial de esa nación.

Fue el 18 de octubre de 1992, cuando se disputaba una de las finales de la 89ª. Serie Mundial, la Liga Mayor de Béisbol, en la ciudad de Atlanta (Georgia). Ahí se enfrentó el equipo local, los “Braves” y el de Toronto, los “Blue Jays”. En la ceremonia de apertura se hizo presente un pelotón de siete marines, uno de ellos llevaba la bandera de los Estados Unidos y otro portaba la enseña nacional del equipo visitante.

Por alguna desatención inexplicable la bandera del Canadá se mostró invertida y permaneció en esta posición mientras se ejecutaba su Himno[4], a la vista de decenas de miles de espectadores y durante una transmisión televisiva que llegaba a millones.

Inicialmente los espectadores no lo advirtieron, pero cuando la TV repitió la escena los teléfonos explotaron reclamando por lo que los canadienses consideraban un agravio a su país[5], con toda justicia. No era para menos. Nadie entendía que había pasado.

Advertido el error, resulto imposible de enmendarlo en el momento, el daño estaba hecho y la TV lo magnificó. En los medios deportivos se llegó a hablar de una conspiración para debilitar psicológicamente al equipo de Toronto.

Hubo grandes quejas del público, incluso entre los estadounidenses[6], se registró un sentimiento de vergüenza por el desempeño de sus siete especialistas[7].

El entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush, debió pedir disculpas al pueblo del Canadá, y en dos ocasiones. Muy diplomáticamente Canadá fingió ignorar el incidente, pero tras bambalinas se acordó una salida, en forma reservada, pero a un muy alto nivel. 

El Cuerpo de Marines quedo en ridículo y debió realizar un acto de desagravio a la insignia foránea, con lo que el conflicto se dio por superado. 

Al respecto, el periódico “Los Ángeles Times” informó[8]: “El Cuerpo de Infantería de Marina no reveló el nombre del sargento responsable de voltear la bandera, pero declaró que asumía ‘toda la responsabilidad’ del error”. Incluso se adelantó que no habría reprimendas, ni castigos, por entender que se trató de un incidente de circunstancias.

Cuando en el partido posterior, realizado en Toronto, se ejecutó el Himno nacional de los Estados Unidos muchos pensaron que la multitud local lo repudiaría. Fue entonces que los canadienses dieron un ejemplo de civilidad y acompañaron con su canto el himno de sus rivales. Un atronador aplauso cerro la ocasión.

El incidente todavía se recuerda como uno de los mayores errores de protocolo que registra la historia cercana. Desde entonces muchas de las referencias al hecho han sido prolijamente eliminadas de los archivos públicos.

Es preciso reconocer que hubo un sincero pesar en la opinión pública norteamericana y una muestra de hidalguía en su Gobierno que aceptó la responsabilidad, sin pretender minimizar el hecho. Mi reconocimiento por ello.

Finalmente, los “Blue Jays”, ganaron la serie, se consagraron campeones y por primera vez llevaron a su país el máximo trofeo de ese deporte.-


[1] El “Reglamento de Ceremonial Militar” prevé en su artículo 6.002 b): que la "Bandera de Guerra" es la principal de todo “comando, subunidad comando y servicios, instituto, unidad o subunidad independiente, es decir, agrupamiento orgánico de tropas pertenecientes a un arma, servicio o tropa técnica, que tenga un cuadro de organización y esté bajo comando único”, además de cumplir otros requisitos. Su corbata porta las condecoraciones merecidas por el elemento, como se aprecia al ampliar la fotografía. Se distingue de la "Bandera Oficial de la Nación" por llevar inscripto en el paño la denominación del elemento, en su franja inferior, y la correspondiente a la Fuerza, en la superior. 

[2] Así lo habilita el “Reglamento de Ceremonial Militar”, en su art. 6.006. A esta bandera se la considera como “símbolo del Ejército”.

domingo, 23 de noviembre de 2025

Juguetes y dulces en el árbol de Navidad

Para grandes y chicos

Por Miguel Carrillo Bascary

Entre la infinita multitud de objetos que se colocan en el Árbol de Navidad destacan pequeños juguetes y dulces. Todos cuelgan del verde follaje en un desorden que solo los resaltan.  

Por dictado de la tradición destacan: soldados de rígidas presencias, con uniformes arcaicos de brillante colorido y altos morriones; pequeñas casitas, caballos hamacas,  muñecos de nieve, bueyes, venados y otros animales; autitos, trenes y barquitos; muñecas y cacerolas para las niñas; enanos, duendes y títeres; sin olvidar a Santa Claus, sus renos y trineo. Además:  flores, campanillas, manzanas, caramelos, chupetines, chocolates, galletas de jengibre y de las otras, bastones de azúcar, huevos de chocolate, bolsas o paquetitos conteniendo confites, sin mengua de muchos más.

También se ven ángeles, como heraldos que anuncian la llegada el Divino Niño.

Muchos objetos se fijan con brillantes cintas y moños que los realzan. La mayoría quedan bien vivibles, como invitando a tomarlos con la mano, otros se esconden entre las hojas, demandando mayor atención a los ojos interesados. Sus ricos colores contrastan sobre el sobrio verdor.

En el inconsciente colectivo esos elementos materializan el deseo de atraer los bienes representados para gozarlos en el nuevo año. Ya lo hacía el hombre primitivo cuando dibujaba piezas de caza en las cavernas primordiales.

Ahí conviven con guirnaldas y velas, con estrellas y cometas, junto a esos globos de colores brillantes que recuerdan a las frutas estivales, ausentes en las navidades invernales, pero presentes en su forma idealizada. Son una promesa de que, cumplido el ciclo estacional, volverán a brotar en los árboles.

El significado que mayormente se les atribuye es que son los dones que Dios nos da a cada momento, especialmente al llegar la Navidad.

La costumbre de colocar juguetes parece haberse originado en la Europa central y Escandinavia, donde las hábiles manos de los mayores los elaboraban entreteniendo las horas de reposo a la luz del candil, mientras los pequeños dormían. De astillas de los troncos que alimentaban el fuego, surgían los presentes. En origen se coloreaban con pigmentos naturales o se vestían, utilizando retazos de telas de colores, según fuera el caso.

Por su parte, las madres, abuelas y tías, se centraban en preparar dulces, pastelitos y galletas con formas imaginativas, decoradas con azúcar, miel o chocolate, para hacerlas más atractivas. En esta línea surgió el “hombre de jengibre”, que inmortalizó el cuento del “Mago de Oz”. Para esta labor se invitaba a colaborar a los niños, como un anticipo de la fiesta. Era un sabio proceder, que les enseñaba a sublimar su deseo de consumir y a ejercitar la paciencia, esperando gozar de la recompensa cuando llegara el momento oportuno.

El armado del Arbolito incentivaba el entusiasmo de los pequeños, encendiendo su imaginación con los juegos que proyectaban para cuando se les diera autorización de tomar esos juguetes y bocaditos. Todavía lo hace.

Acá reside una de las diferencias con las costumbres actuales. Antiguamente los elementos colgados eran una decoración efímera. Llegados los invitados, practicadas las oraciones y cantados los villancicos tradicionales, era el momento en que cada niño o niña, por riguroso turno, comenzando por los más pequeños se hacían de los juguetes, mientras que todos, grandes y chicos, iban despojando al Árbol, pieza por pieza de las golosinas que lo adornaban. Aunque no siempre era así, también se invertía el orden y los cánticos surgían con la ingesta y los juegos.

Con el tiempo, en las clases privilegiadas, los presentes fueron creciendo en tamaño y complejidad, con lo que se generó la costumbre de colorarlos bajo el ramaje, cuidadosamente envueltos y con tarjetas señalando a sus destinatarios. Esto originó la ceremonia de distribución y abertura de regalos, teñidas por la lógica expectativa de los más pequeños, sin excluir a los mayores.

Lo relatado todavía tiene vigencia en algunas regiones del mundo, pero, en la mayoría, esas pequeñas tentaciones son meros decorados. Algunas tienen formas primorosas y se conservan en las familias de generación en generación.

Las ferias navideñas aportan legiones de adminículos para tentar a posibles compradores. Cada mes de diciembre, cuando se arma el Arbolito, salen de sus envoltorios y se posicionan en las ramas para alegrar la vista y preparar los espíritus ante la cercanía de la Navidad. Al terminar las Fiestas, vuelven a su sueño hasta el próximo año, escamoteadas de las manos de los niños que lo aceptan con ingenua complicidad.

Lamentablemente, la sociedad de consumo va haciendo perder estas sanas costumbres. Hoy los adornos del Arbolito proliferan en el comercio y se venden hasta por Internet. La estandarización impera, generando formas estandarizadas, despersonalizadas, en un millón de variedades, pero de uniforme aspecto. El plástico y los materiales sintéticos hace décadas que sustituyeron la calidez de las maderas y los dulces industrializados a los preparados en las tardes de trabajo hogareño.

Sea como sea, ¡también son parte de la Navidad!

En este Blog hay muchas notas sobre la Navidad, te comparto el link:

https://banderasargentinas.blogspot.com/2024/12/la-navidad-historias-y-leyendas.html

viernes, 21 de noviembre de 2025

Manuel Belgrano y el Real Estandarte

La impronta paterna en un futuro estadista

“El recobro del Real Estandarte[1]”, Pedro Fortuny (1918)

    Hace unas semanas se publicó en este Blog una nota sobre Don Domingo Belgrano, padre de nuestro prócer[2]. El interés que despertó en los lectores motiva que hoy les ofrezca esta otra colaboración, que nos muestra un perfil del referenciado.

En este caso destaco la eventual influencia que pudo tener en el alma de ese niño de diez años que era Manuel Belgrano cuando en 1781 vio a su padre portar el Real Estandarte en su recorrido solemne por las calles de Buenos Aires. A esto se unió el hecho de ver al pendón reverenciado en la sala de recibo de su casa familiar durante el transcurso de ese año. 

Estoy íntimamente convencido de que esta vivencia quedó hondamente grabada en la mente del futuro prócer y que este factor psicológico fue una impronta indeleble que oportunamente afloró en sus acciones, hasta el punto de inspirar el nacimiento de la Bandera Nacional y de los otros vexilos que se le deban, tal como lo testimonia su trayectoria.

Para ilustrar el punto nada mejor que abrevar en el breve pero sólido trabajo que se reproduce seguidamente. Fue elaborado por la Prof. María Elena Speroni[3] y el Dr. Juan Carlos Rossi Belgrano[4] y que se publicó en la “Revista Digital de la Asociación Belgraniana de C.A.B.A.” Nº16[5], agradezco a sus editores la autorización que permite esta reproducción, que viene a prestigiar el presente Blog. En ella se incluyen algunas notas destinadas a ilustrar a los lectores que no sean de tradición hispano americana. Se modernizó la trascripción de los trextos encomillados para facilitar su traducción a los numerosos lectores de habla no hispánica.

M.C.B .

San Martín de Tours, Domingo Belgrano y el Real Estandarte

Por María Elena Speroni y Juan Carlos Rossi Belgrano

Introducción

Gran parte de esta historia transcurre en 1781. Por entonces Manuel Belgrano era un niño de once años que cursaba sus primeros estudios en los claustros del Convento de Santo Domingo. En la conmemoración realizada ese año en honor a San Martín de Tours, patrono de la ciudad de Buenos Aires, su padre, Domingo Belgrano Peri[6], ofició como Alférez Real portando el Real Estandarte, símbolo y representación del poder del Monarca en la lejana colonia.

Esperamos, a través de estas líneas, transmitir la profunda y piadosa emoción que produjo a los pobladores de la aldeana Buenos Aires el imponente acto, tan lleno de simbolismo.

En la puerta misma del hogar de los Belgrano se vivió un momento trascendente cuando, Domingo Belgrano Peri, bandera en mano, esperaba a los dignatarios y vecinos de la ciudad que, en solemne cortejo, se dirigieron a su encuentro para comenzar con los homenajes al venerado Santo Protector de la ciudad.

El Pleito Homenaje[7]

En la votación realizada en el Cabildo, el primero de enero de 1781, Domingo Belgrano Peri resultó electo Regidor y Alférez Real; el 6 de agosto de dicho año fue elegido Síndico Procurador General por renuncia de Pedro Vicente Cañete, quien había recibido un nombramiento como asesor del gobierno del Paraguay[8].

En aquellos tiempos, la asignación del Alférez Real se realizaba pocos días antes de las celebraciones a San Martín de Tours, que tienen lugar el 11 de noviembre de cada año. El protocolo comenzaba con la liberación del juramento al Alférez anterior, la presentación en la Sala Capitular del Estandarte Real y el juramento (Pleito Homenaje) del nuevo Alférez Real. Por lo tanto, en el Acuerdo del Cabildo del 6 de noviembre de 1781 se señalaba[9]:

“... Se leyó un pedimento del Señor Síndico Procurador General presentando al Señor Teniente de Rey Gobernador, pidiendo se alce el Pleito Homenaje al Señor Regidor que fue el año próximo pasado Don Pablo Ruiz de Gaona, que tiene prestado desde dicho año de custodiar el Real Estandarte..."

Cumplido el año durante el cual el Regidor Pablo Ruiz de Gaona ofició como Alférez Real, correspondía liberarlo del Juramento realizado a través del Pleito Homenaje por el cual se había comprometido a custodiar el Real Estandarte.

“...a cuya continuación aparece un  Decreto de Su Señoría en que previene que, haciendo el Pleito Homenaje dicho Señor Procurador Geneal y Regidor Alférez Real Don Domingo Belgrano Pérez se la entregue el Real Estandarte..."

En reemplazo de Ruiz de Gaona se designó al padre del Prócer quien, como ya señalamos, ejercía como Regidor y Procurador General.

“...en cuyo cumplimiento el citado Señor Don Pablo Gaona exhibió en esta Sala Capitular en manos del Señor Alcalde de primer voto con las ceremonias sumisas de veneración que se deben ...”

Real Estandarte usado hasta 1789 en Bs. Aires, en el reverso llevaba la imagen de la Virgen María y del Niño Jesús

El Real Estandarte era la representación del Rey y por eso se le debían grandes muestras de respeto y veneración.

“...y hallándose presente el expresado Señor Síndico Procurador General; por el nominado Señor Alcalde se le recivió juramento, diciendo “V. S. Jura y hace Pleito Homenaje como Alférez Real  cuyo empleo ha de ejercer por este año según fuero, y costumbre de tener por Nuestro Rey y Señor el Real Estandarte, custodiándolo con la fidelidad debida, como que representa la Majestad de Nuestro Soberano hasta rendir la vida en su defensa, y de no entregarlo sin que primero se le alce el Pleito Homenaje y Juramento que se le recibe...”

Para poder ejercer como Alférez Real, debía realizar el correspondiente Pleito Homenaje. Se trataba de una ceremonia solemne que se acompañaba de un ritual especial.

Por antiguos testimonios conocemos como se realizaba este acto en la ciudad de Santa Fe[10]. El nuevo Alférez Real se arrodillaba y el Alcalde de Primer Voto tomaba sus manos entre las suyas mientras decía la fórmula señalada precedentemente:

“...a que respondió S. S. “si juro y hago el correspondiente Pleito Homenaje de cumplirlo asi”, en cuya conformidad, y bajo este solemne Juramento queda en su poder el Real Estandarte...”

Luego del juramento de Domingo Belgrano, el Alcalde le entregó formalmente el Real Pendón. Terminada esta ceremonia comenzó a tratarse cómo iba a realizarse la celebración del Santo Patrono de la Ciudad, San Martín de Tours.

“...se trató sobre que, hallándose próxima la festividad de Nuestro glorioso Patrono Señor San Martín, y de ser preciso se haga con la decencia que corresponde, para que asi se verifiquen, unánimes los Señores determinaron diputar para el efecto a los Señores regidores Don Manuel Martínez de Ochagavía y Don Cristóbal de Aguirre, quienes asimismo deberán correr con la función de cuarenta horas que se han de verificar los tres últimos días de la Novena...”.

Firma autógrafa de Domingo Belgrano Pérez [11]

La Celebración

Correspondía a Domingo Belgrano realizar el Paseo del Real Estandarte en el día de la Víspera y en el de la conmemoración del Santo (11 de noviembre).

En la noche anterior comenzaban las iluminaciones de los edificios públicos y también de las casas particulares. Los vecinos más pudientes colocaban sus lámparas delante de cornucopias que multiplicaban sus resplandores a través de los espejos. Era, sin dudas, la festividad más importante de la vida colonial.

A través de las páginas de “Por Buenos Aires con San Martín de Tours”[12] podemos reconstruir la tocante ceremonia. Por la mañana se reunían frente al Cabildo los alcaldes, regidores y demás autoridades, ataviados con trajes de gala y con sus cabalgaduras lujosamente enjaezadas. Luego, junto con los vecinos comenzaba la marcha hacia el Fuerte. Abrían el cortejo los negros maceros, vistiendo sus trajes de terciopelo rojo y llevando relucientes mazas de plata potosina. Detrás, según orden de importancia, desfilaban los ediles y el resto de los vecinos.

En el Fuerte, se unían a la marcha el Gobernador y una escolta de soldados. La nutrida comitiva se dirigía entonces a la casa del Alférez Real, que los esperaba sosteniendo en sus manos el Estandarte Real.

Montando un caballo lujosamente adornado, se colocaba a la derecha del gobernador y comenzaba su recorrido por las calles de la ciudad rumbo a la Catedral. A su arribo, el Obispo los recibía para comenzar la ceremonia religiosa.

El Alférez Real, ayudado por dos ediles, llevaba el Pendón hasta el Altar Mayor y lo colocaba junto al Evangelio. Luego del canto del Solemne Tedeum, el Alférez y la comitiva regresaban con igual ritual hasta la casa del abanderado donde el Estandarte Real quedaba en exhibición.

Por la tarde se realizaba la procesión del Santo y comenzaban los festejos populares con torneos ecuestres, juegos de distintos tipos, representaciones teatrales y acrobáticas.

Tradicionalmente, las celebraciones se extendían por varios días. Sin embargo, las estrecheces económicas que atravesaba la ciudad impidieron llevar a cabo la habitual corrida de toros que se realizaba tres días después de la celebración al Santo Patrono[13].

La participación de Domingo Belgrano Peri fue recordada en la “Relación de Méritos y Servicios” realizada en 1792 por Miguel Díaz de Antoñana:

“...en el año de mil setecientos ochenta y uno fue electo Regidor el nominado Domingo Belgrano, y sacó el Estandarte Real, costeando la función con todo lucimiento...[14]”.

El 22 de noviembre se presentaron al Cabildo el resumen de los gastos que originaron los festejos

“...se presentaron por los Señores Alférez Real y Diputados para la fiesta y Jubileo de cuarenta horas de Nuestro Glorioso Patrón el Señor San Martín, las cuentas de los gastos ocasionados en una y otra funcion, y vistas por los Señores dijeron que respecto a estar arregladas las aprobaban, y que en consecuencia se libren por el Señor Alcalde de primer voto contra el Señor Tesorero de propios los cuatrocientos cuarenta y ocho pesos tres reales...[15]”.

Si bien no consta en los documentos revisados, era habitual  que el Alférez Real participara en las celebraciones de San Sabino y San Bonifacio y en la octava jornada de Corpus Chisti, en la cual el Cabildo se presentaba como corporación[16].

Fin de la asignación

El 8 de noviembre de 1792, cumplido el año de su nombramiento, Domingo Belgrano solicitó se le libere de su juramento:

“...Se leyó un pedimento del Señor Síndico Procurador General presentado al Señor Teniente de Rey Gobernador Interino pidiendo se le alce el Pleito Hmenaje que tenía hecho como Alférez Real que fue el año próximo pasado, de custodiar el Real Estandarte...”

Signatura abreviada de Don Domingo Belgrano, datada en 1785

El nuevo Alférez sería Isidro José Balbastro:

“...a cuya continuación aparece un Decreto de S. S. en que previene que haciendo el Pleito Homenaje el Señor Regidor Don Isidro José Balbastro se le entregue el Real Estandarte, en cuyo cumplimiento el citado Señor Síndico Procurador exhibió en esta Sala Capitular en manos del Señor Alcalde de primer voto con las ceremonias sumisas de veneración que se deben (a) dicho Real Estandarte...”

Domingo Belgrano presentó el Estandarte en la Sala del Cabildo y con el juramento del nuevo Alférez Real quedó liberado de sus obligaciones[17].

Los Patricios de Buenos Aires

Pasaron los años y en 1806 el Lic. Manuel Belgrano, ahora con treinta y seis años, fue nombrado Sargento Mayor del recientemente creado Regimiento de Patricios, luego de la victoria obtenida por las armas de la Patria en la Primera Invasión Inglesa.

En la tumultuosa votación efectuada el 8 de noviembre, en el Consulado de Buenos Aires, su participación fue esencial para encauzar la elección de los Comandantes. En esa misma jornada decidieron, también por votación, nombrar Patrono Tutelar del Regimiento a San Martín de Tours:

“...los Comandantes del Cuerpo de voluntarios Patricios de esta Capital, exponiendo haber nombrado por Patrono y tutelar al Glorioso Señor San Martín e implorando la protección de este Ilustre Cabildo, solicitan se le permita depositar a su cargo las Banderas (...) y se les tenga presente para los honores que le correspondan en sus funciones, lo mismo que en la guarda del Real Estandarte...”

El 9 de noviembre fueron solemnemente bendecidas en la Catedral de Buenos Aires las banderas de los tres batallones que integraban al Cuerpo de Patricios, junto con la bandera del Cuerpo de Arribeños.

Al día siguiente, vísperas de la celebración del Santo, se realizó el tradicional Paseo del Estandarte Real, pero en esta ocasión, y por vez primera, el pendón estuvo flanqueado por las banderas de las compañías que habían participado en la defensa de la ciudad.

        "Se leyó un oficio de los Comandantes del Cuerpo de Voluntarios Patricios de esta Capital, en que exponiendo haber nombrado por patrono y tutelar al glorioso Señor San Martín, e implorando la protección de este Ilustre Intercesor solicitan se les permita depositar a su cargo las Banderas y fijar el punto de reunión para cualesquier caso en sus Casas Capitulares y se les tenga presentes para los honores que corespondan en sus funciones, lo msmo que en la guarda del Real estandarte que defenderán hasta derramar su sangre. Y los S. S. acordaron se les conteste en el acto, exponiendoles en los terminos mas expresivos que este Cabildo recibe al Cuerpo bajo su protección, admite el depósito de las Banderas y cuenta con él para la defensa del real Estandarte; y mandaron se copien y archiven uno y otro oficio". 

Nuevos tiempos

Luego de la Revolución de Mayo, la “regeneración política” hizo que la celebración, relacionada cercanamente con la monarquía, perdiera el favor de las autoridades. En 1811 el desfile del Real Estandarte se desplazó al 25 de mayo y a su víspera, no teniendo lugar en noviembre como era tradicional. Beruti, en sus “Memorias Curiosas” señalaba:

No salió el paseo del real estandarte por haberse transferido esta función para el 25 de mayo en que se celebra la instalación de la Junta[18]”.

Nunca más desfilaría el Real Estandarte por las calles de Buenos Aires. A principio de 1812 el Primer Triunvirato brindó una fuerte declaración al respecto:

“...Considerando este gobierno que el paseo del estandarte en los pueblos de la América española es una ceremonia humillante, introducida por la tiranía, e incompatible con las prerrogativas de la libertad que ha proclamado y defiende, ha determinado en acuerdo de 11 del corriente, que se suspenda por ahora, y hasta tanto que con las consultas de Vuestra Excelencia y demás autoridades se sustituya al paseo del estandarte una demostración mas digna y análoga a nuestra regeneración civil...”

Pero la fe en el Santo Patrono de la Ciudad no menguaba por estos sucesos políticos. El 24 de enero, Manuel Belgrano empezaba la marcha que lo llevaría, junto a los Patricios, a Rosario y que daría lugar a la creación de la bandera.

Al anochecer de esa jornada harían campamento en San José de Flores y el santo y seña establecido fue: “San Martín y Buenos Ayres” y la respuesta era “Constancia[19]”.

En 1816, Francisco Belgrano, el hermano más querido del Prócer (y su compañero durante su primera estadía en Europa), fue elegido Alcalde de segundo voto en el Cabildo de Buenos Aires. Por propuesta suya, luego de declarada la Independencia, se sustituyó el pendón real por la bandera celeste y blanca de la Patria en las celebraciones al Santo Patrono[20].

“...Hizo moción el Señor Alcalde de segundo voto para que con el objeto de celebrar con la solemnidad y lucimiento posibles la función del glorioso Patrón de eta Ciudad San Martín Obispo, e infundir en los Cívicos y Vecindario las más nobles ideas de devoción y entusiasmo, se acordase, que a imitación de la práctica que se observaba en tiempo de los Reyes de enarbolar el Real Estandarte, y presentarlo al público en las Galerías de Cabildo al toque de las doce en la víspera del día, se ejecute del mismo modo con la Bandera de la Patria, enarbolándose a la misma hora en la ventana de la Torre del mismo Cabildo, que cae a la Plaza mayor, donde debe subsistir dicha víspera y día del Santo, cuyo acto sea inmediatamente precedido del toque de las doce con el badajo de la Campana de dicha Torre, luego que el Reloj acabe de darlas, y solemnizado con la salva de Artillería por la Fortaleza, oficiándose a este fin al Exmo. Señor Director, (...) como se ha practicado este año y apoyada la moción acordaron los Señores de conformidad a ella y que se ponga esta constancia para su inalterable observancia en lo subcesivo...”

Y su “inalterable observancia” ha llegado hasta nuestros días desde su nombramiento como Patrono de Buenos Aires, realizado el 20 de octubre de 1580, pocos meses después de la fundación de la Ciudad.

Hasta aquí esta breve historia que comenzó con el padre del prócer y el estandarte real en tiempos de la colonia y concluyó con su pródigo hijo, la enseña celeste y blanca, que nos legara, y la Patria libre e independiente por la cual se sacrificó hasta ofrendar la vida.


Notas y referencias

[1] Tinta, acuarela y témpera sobre papel, firmada por Pedro Fortuny (26,5 x 37 cm.) Publicado en Narraciones coloniales. Buenos Aires en el siglo XVII. El recobro del Real Estandarte. Ilustró el texto publicado en la Revista Plus Ultra, Nº24 (1918) por B. J. Mallol, quien describe así la imagen: “La escena representa el paseo del Estandarte Real –símbolo y representación del monarca- durante los festejos en Bs. Aires celebrando la proclamación del rey Carlos III. Al centro el Alférez Real montando, un magnífico caballo, enjaezado con bridas de seda, tapafunda, mandil de borlas, gualdrapa de brocato; todo bordado con pasamanería de oro y plata. Bizarramente llevaba el Estandarte del que, a su vera, los dos alcaldes tenían las borlas; cerraba el cortejo otro escuadrón de Dragones.”. Ref.: https://www.hilariobooks.com/producto/el-recobro-del-real-estandarte-circa-1918

[2] LEDESMA, Norma. Don Domingo Belgrano Pérez. Importante comerciante comerciante  rioplatense - https://banderasargentinas.blogspot.com/2025/10/don-domingo-belgrano-perez.html

[3] Profesora y docente, autora de libros y artículos de historia argentina, fundadora del Instituto Belgraniano de la Ciudad de Buenos Aires, ocurrido el 2 de abril de 2019.

[4] Doctor en Química por la Univ. de Bs. Aires, investigador del CONICET, docente universitario, miembro fundador del Instituto Belgraniano de la Ciudad de Bs. Aires.

[5] Publicación original en: Revista Digital de la Asociación Belgraniana de C.A.B.A. Nº16, Noviembre 2021. https://drive.google.com/file/d/1Txe5ySGYOgA9zWW0ccfGI38kkTM7GYIu/preview

[6] Nota del Editor (N.E.): Peri era el segundo apellido del biografiado, quien lo castellanizó como “Pérez” al trasladarse al Río de la Plata.

[7] N. E.: En el Medioevo, el “pleito homenaje” era un solemne juramento que prestaba de manera publica el vasallo ante su señor lo que establecía el vínculo feudal entre ambos.

[8] Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Tomo XLIV. Acuerdos de 1781, Cabildo del 6 de agosto, p. 697, foja 192 del documento original.

[9] Acuerdos del Extinguido… Tomo XLIV, Acuerdos de 1781, cabildo del 6 de noviembre, p. 716, foja 14 del libro original.

[10] Actas del Cabildo de Santa Fe de la Vera Cruz. Período XVI a XIX. Tomo XVII B, XVII, pp. 353 a 355 v, 7 de enero de 1808.

[11] Fuente: https://encrypted-tbn1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcStMUCSEr6HCvadPEUeRNcZ39DMDOJoP8fg06b3VwwjIISUT7XZ

[12] VANZINI, Marcos Gabriel. Por Buenos Aires con San Martín de Tours. Bs. Aires 2008, ISBN 978-987-1037-79-7.

[13] Acuerdos del Extinguido … Tomo XLIV, p. 719.

[14] Documentos para la Historia del General Manuel Belgrano. Tomo 1. Instituto Nacional Belgraniano. Bs. Aires. 1982.

[15] Acuerdos del Extinguido … Tomo XLIV, Acuerdos de 1781, Cabildo del 22 de noviembre, p. 717.

[16] Acuerdos del Extinguido … Tomo XLIV, Acuerdos de 1781, Cabildo del 23 de mayo de 1782, Libro XLIV, foja 103 vuelta del libro original, p. 65.

[17] Acuerdos del Extinguido … Tomo XLIV, p. 111, foja 161 del libro original.

[18] GÓMEZ, Fernando. La primera década de Fiestas Mayas (1811-1820). Su aporte para la construcción de legitimidad en el Buenos Aires postrevolucionario. Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. 2009.

[19] FITTE, Ernesto (comentador). Diario de Marcha del Coronel Belgrano a Rosario, Instituto Nacional Belgraniano. Bs. Aires. 1995, p. 21.

[20] Acuerdos del Extinguido …, p. 648. Libro LXXIV, Cabildo del 14 de noviembre de 1815, foja 13 vuelta del libro original.