La Bandera Argentina y su moharra
Por Miguel Carrillo Bascary[1]
Observación: El Área de Investigación del Museo Histórico Nacional pidió asesoramiento al Instituto Nacional Belgraniano atento a la competencia que le asigna el Decreto Nº1.635/ 1992 (Art. 3º). El pedido fue derivado al autor por su presidente, el Lic. Manuel Belgrano (Ref. Nota INB Nº140/ 2023) El siguiente es el texto completo del informe que elaboró el firmante en su carácter de miembro de número de la entidad y que fue remitido a la entidad solicitante por Nota INB Nº203/ 2023.
Palabras clave: BANDERA – MOHARRA – HISTORIA – ARMAS - NORMATIVA
Esta nota fue publicada originalmente en revista ¡Calacuerda! Nº23 (febrero marzo 2024. A cuyos editores mucho agradezco. Consigno el link pertinente:http://www.revistacalacuerda.com.ar/assets/cala23.pdf
Por tradición, la Bandera Oficial de la Nación Argentina en sus versiones de ceremonia y de sitio se emplea adosada a un asta que termina en una moharra. Conforme a lo solicitado en este informe se procurará responder los siguientes interrogantes:
- ¿Qué es una moharra?
- ¿Qué función posee?
- ¿Qué razones pudieron determinar la incorporación de una media luna en la base de la lanza?
- ¿Qué circunstancias históricas definen su empleo en el ceremonial de la Bandera Oficial de la Nación argentina?
- ¿Qué normativa regula su empleo?
1. Sobre la moharra
En el Real
Diccionario de la Academia Española[2]
se define la moharra como una: “Punta de la lanza, que comprende la cuchilla
y el cubo con que se asegura en el asta”. El vocablo sería de origen árabe,
aunque su etimología se caracteriza como incierta. Se especula que podría
derivar del árabe andalusí muḥárraf (orillado) o de mohárrib (aguzado). Se agrega que “se utiliza como un término comprensivo de armas enastadas”. La
definición no es una afirmación dogmática, como en todos sus enunciados la Real
Academia se basa en usos que gozan de aceptación a nivel general, por lo que
corresponde darle el crédito que merece.
Las moharras son armas que demandan ser usadas con ambas manos. A lo largo de la Historia presentan una amplia variedad de formas que los expertos clasifican conforme a
sus diversas funciones: ensartar, cortar, desgarrar o traccionar, algo
particularmente necesario si se combatía a enemigos montados, a estos hierros
se los denominaba “petos”. La moharra era un arma propia de la infantería, pero
también la empleó la caballería.
Obviamente que se construían en acero o hierro forjado, se moldeaban en una sola pieza a golpes de martillo sobre el yunque o bien sus partes se trabajaban independientemente para luego ensamblarlas. El cabo de la moharra se insertaba en el extremo de un asta de madera fuerte, particularmente de roble[3], tejo[4] o fresno[5], aunque de faltar, cabía usar la que estuviera disponible. El largo variaba según diversos factores locales y hasta por el gusto del usuario.
La moharra que interesa al presente
estudio es un arma compuesta, formada
por una lanza (también nominada como “cuchilla” o “chuza[6]”)
con punta en diamante o de estilete aguzado,
de uno o más palmos de extensión. En su base lleva una media luna con sus extremos (cuernos) hacia adelante. Se adosa al
asta con una pieza cilíndrica hueca, llamada “cubo”, un nombre evidentemente
engañoso, en el que se inserta el palo[7].
Usualmente se complementaba con el
regatón, pieza metálica similar a un dedal que recubría el extremo inferior
del palo, con lo que se la preservaba de la humedad y de los golpes contra el piso;
además equilibraba el peso del arma, ya que en caso contrario tendía a bajarse
la punta, lo que requería ejercer mayor fuerza en su empleo. Las piezas que
subsisten indican que el ancho de la
media luna era variable, las hay de unos veinte centímetros, pero también se
registran otras de menores dimensiones, como la que se ilustra seguidamente:
En ocasiones el segmento curvo se sustituía
por uno recto, transversal al eje del asta, al que se denomina espontón[8], lo que también dio nombre al arma completa; tenía la función de parar los golpes de sable del enemigo. Para algunos
derivaría de un arma similar, la partesana[9].
Se advierte que si se usa el término
moharra para designar al extremo metálico de todas las armas enastadas suele
caerse en el muy común error de
confundirla con la alabarda[10]
y con otras similares.
2. Función
2.1. En su origen
La moharra cumplía tres propósitos:
a) Ofensivo. La lanza se concibió para penetrar en el cuerpo del enemigo, la media luna
complementaba su accionar ya que si su lado cóncavo se afilaba aumentaba el
daño que ocasionaba la punción, particularmente cuando se giraba en el tórax
del contrario.
b) Defensivo. A este fin servía la media luna, pues con ella era posible parar los
golpes de sable de la caballería rival o el impulso de un agresor munido de otra
arma enastada. El conjunto podía afirmarse contra el piso, sirviéndose del
regatón, lo que permitía resistir la carga de un enemigo a caballo o de una
línea de infantes que avanzaba en bloque. Así lo ejemplifica una escena del
film “El Patriota[11]”.
c) Otro aspecto de esta función era la de evitar que la cuchilla penetrara muy profundamente en el pecho de un contrario, con lo que se hacía difícil liberarla exponiendo al portador a ser atacado por otro enemigo. Más aún, desde la perspectiva actual resulta difícil percibir otro efecto que justificó usar media lunas en las moharras de las astas-banderas, este factor radicaba en tratar de preservar la integridad de la pieza textil.
Se advierte al lector que las líneas siguientes pueden parecer truculentas,
pero hace a la dura realidad de las luchas
cuerpo a cuerpo. Efectivamente, si carecía del elemento y el abanderado debía
defenderse lanceando al enemigo, el paño se introducía profundamente en la caja
torácica, y al extraer el hierro las costillas fracturadas destruían el ángulo
del cantón del vexilo. En cambio, si el arma contaba con media luna, sus
cuernos quedaban atrapados entre las costillas, con lo que se reducía la
adversidad del factor comentado. De esta manera se intentaba preservar las
banderas, las que nunca fue sencillo de reemplazar, ya que por entonces tenían
un considerable costo pues se construían con telas preciosas y sus emblemas se
bordaban con hilos de oro y/o plata.
Una observación. Podría pensarse que existe un vínculo entre la moharra y el desjarretador, que era una herramienta
rural usada en las ganaderías, en una faena que en América se llamó vaquería. El
instrumento se empleaba desde el caballo con el que se perseguía al animal y con un golpe se le
cortaba el tendón de una pata trasera dejándolo inerme en el campo. Luego se volvía
por él, se le daba muerte y se lo faenaba quitándole el cuero, que se
comercializaba posteriormente.
El argumento principal en contrario es que
la media luna, sin la lanza, era un arma
muy inferior en manos de un abanderado, aun tratándose de un portaestandarte
montado, ya que el paño prácticamente impedía maniobrarlo con un mínimo de
comodidad. Con esto se puede descartar que la media luna tuviera origen en el hilal[12]
(media luna) que muchas veces ornamentaba las astas de las banderas moras[13].
Empero, al desjarretador lo empleaban a guisa de lanza los soldados de
caballería, como bien lo recuerda Fernando Assunzao[14]
Con el tiempo, los brazos del arco perdieron el filo y mutaran en cuernos, con lo
que se acentuó su función defensiva en desmedro de su potencial eventualmente
ofensivo.
2. 2. En la actualidad
Desaparecido su carácter bélico la moharra
hoy es un implemento de naturaleza ceremonial, en la que puede
distinguirse dos funciones:
a) Decorativa, pues corona el extremo superior del asta, con lo que realza el paño.
b) Axiológica, ya que evidencia los valores que debe adornar al abanderado y remite a la fuerza de las tradiciones y los procesos históricos implicados en su empleo original. Esto último suele ser desconocido por el gran público, aunque a los efectos simbólicos tiene una importancia esencial.
3. Clasificación
Según su forma las moharras usadas en las astas-banderas podrían catalogarse
como:
¡ Partesana: lanza larga de moharra ancha, simétrica, de doble filo y con aletillas o cuernos laterales. Esta designación es la que corresponde al modelo fijado en
Argentina.
¡ Corcesca o coresca: una variante de la partesana, cuyas aletas tienen forma de
arpón. Se la llamaba roncona, cuando
el elemento central era largo y fino, con lo que su principal función consistía
en ensartar al enemigo, aprovechando la fuerza extra que aportaba la masa del
asta.
4. Mayor letalidad
La potencialidad
de daño de la moharra con respecto a una sencilla hoja de lanza, es
absolutamente evidente y su efecto como defensa tampoco es despreciable, lo que
justificó obviamente que se adoptara para las astas-banderas.
5. Circunstancias históricas
El documentalista y experto en armas Juan L. Calvó[15]
consigna que:
“Las lanzas adoptadas entonces [se refiere a la Guerra de la Independencia
española, 1808-1814] se indican
construidas sin sujeción a modelo, y sin otra regla que el
capricho de los jefes, y aún a veces de los mismos soldados, que modificaban y
arreglaban la suya a su costa y capricho, notase en ellas mucha variedad, con
especialidad en las moharras, parte principal que constituye esta arma, y bien
se comprende no podía menos de suceder así en aquellas circunstancias, nada
a propósito para establecer reglas fijas en la introducción de esta nueva arma
para la caballería”.
Continúa aportando que, en España, las características de las lanzas recién se
reglamentaron en 1815, de manera que lo ordenado no pudo trascender en la
conformación de las usadas por los primeros ejércitos que armaron las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
Después de la Revolución de Mayo de 1810 hay
testimonios, entre los que se cuenta el académico de la Historia Carlos Páez de
la Torre[16],
quien además cita al especialista Juan Beverina, de que los soldados acudían a la lanza con bastante disgusto, y solamente
como “arma de emergencia”, cuando escaseaban los sables, carabinas y pistolas. La
apreciación tiene lógica ya que para el vulgo disponer de un arma de fuego era toda
una distinción, por ser muy escasas y por su importante costo, igual ocurría con
los sables, que se consideraban armas propias de oficiales.
Las lanzas fueron de reglamento para los blandengues[17]
que custodiaban las fronteras, si bien más tarde las complementaron con sables
y carabinas. De hecho, cuando la Defensa de Buenos Aires (1807) contra la
Segunda Invasión Inglesa, los cuerpos milicianos de “Pardos y Morenos” al igual
que los “Labradores y Quinteros[18]”,
los más humildes de los que se formaron entonces, estaban armados casi
íntegramente con lanzas. El general San
Martín fue uno de los más decididos impulsores de su empleo, valga como
ejemplo que dotó con ellas a la mitad de sus Granaderos, a quienes instruyó
personalmente en su manejo[19];
además, recomendó a Belgrano que armara con ellas a sus hombres, lo que así hizo.
Sobre el empleo de la lanza en el Ejército Auxiliador del Alto Perú bajo su
mando, Belgrano escribió a
San Martín el 25 de septiembre de 1813 desde Lagunillas, en respuesta a la
recomendación que el segundo le habría aportado[20]:
“Creo a Guibert[21] el maestro único de la táctica, y sin
embargo convengo con Usted en cuanto a la caballería, respecto de la espada y
lanza; pero no habiendo de propósito marchado, cuando recién llegué a este ejército,
más de 30 leguas hacia el enemigo con una escolta de 8 hombres con lanzas, y
sin ninguna otra arma, para darles ejemplo, aun así no he podido convencer
[…] a nuestros paisanos de su utilidad;
solo gustan de la arma de fuego y la espada; sin embargo, saliendo de esta acción
[se refiere a la batalla de Vilcapugio, que se dio el 1º de octubre de 1813], he de promover, sea del modo que fuese, un cuerpo
de lanceros y adoptaré el modelo que Usted me remita”.
Tiempo después Belgrano vuelve a
escribir a San Martín, esta vez desde La Ciénaga (Salta), el 14 de enero de
1814[22],
pidiéndole que la remita 45 lanzas, lo que revela haber cumplido su anterior
propósito.
El general José María Paz[23],
a propósito de la precariedad de
armamento con que se reorganizó el ejército mandado por Belgrano con
antelación a la batalla de Tucumán, refiere que:
“A falta de sables y armas de chispa, se daban alguna vez lanzas, y los
soldados se creían vilipendiados y envilecidos con el arma más formidable, para
quién sabe hacer uso de ella. He visto llorar amargamente, soldados valientes
de caballería, porque se les había armado de lanza, y oficiales, sumergidos en
una profunda tristeza, porque su compañía había sido trasformada en lanceros.
Ya se deja entender, que en la primera oportunidad se tiraban las lanzas, para
armar al caballero con una tercerola o un fusil largo”.
Más adelante Paz relata otra acción de la
que fue testigo, donde la cita tiene particular interés para el presente
estudio, ya que probaría fehacientemente
el uso de la moharra en ocasión de la batalla de Ayohuma (14 de noviembre
de 1813). Se trascribe[24]:
“Un oficial a caballo se había colocado al frente, y dándonos la espalda
para hacerse entender mejor de sus soldados, gritaba con toda la fuerza de su
voz: ‘Alto el fuego’. A este se dirigió el mayor [Máximo] Zamudio que iba a la cabeza de nuestro
grupo, dándole una terrible lanzada por la espalda que lo hizo inclinar sobre
el cuello de su caballo, pero que al mismo tiempo le hizo perder la lanza que
saltó de su mano. El oficial realista se reincorporó, y volviendo la cabeza
tomó la lanza por cerca de la moharra y se quedó como en expectativa por unos
momentos”.
Hacia 1813 las tropas patriotas adicionaron banderolas a sus lanzas, artificio que tenía como función espantar
a los montados enemigos cuando flameaban ante sus ojos[25],
sin descartar el efecto sicológico sobre el ánimo de los jinetes rivales
montados, como también lo consigna Paz[26]:
“[…] en los pocos
días que precedieron a la acción de Ayohuma, se mejoró la organización de
nuestra caballería y se empezó a dar a la lanza la preferencia que merece; […] Por primera vez se distribuyeron banderolas
para las lanzas, que eran bastante grandes, de género de algodón blanco y
celeste. Con los soles y lluvias perdió el último su vivacidad y quedó poco
menos que blanco. Los enemigos, que ignoraban esta circunstancia, y que ni
remotamente se les ocurrió que se podían poner banderolas, viendo acercarse un
grupo de hombres con insignias blancas, creyeron los más entendidos, que íbamos
pasados”
Pese a lo observado inicialmente, a fines de la década de 1820 la lanza había
demostrado sus méritos en numerosas batallas por lo que su uso se generalizó,
particularmente en las unidades montadas. También el general Martín Miguel de Güemes equipó con ella a sus caballerías gauchas[27]. Del arriesgado Gregorio Aráoz de La
Madrid y del jujeño Francisco
(“Pachi”) Gorriti se dice que fueron eximios
lanceros, al igual que Juan Facundo
Quiroga (el “Tigre de los Llanos”) quien previo al combate de El Puesto (23
de mayo de 1823) enfrentó a lanza limpia al general riojano Miguel Dávila, dándole
muerte. Otro duelo similar que se hizo célebre ocurrió en 1867 frente al fuerte
de San Rafael (Mendoza), implicó al capitán Ezequiel Montoya del Regimiento 1 de Caballería de Línea, y un tal Barros
(otras fuentes lo nominan Cáceres), que había sido trompa de la unidad, quien
desertó y se constituyó con el tiempo en un capitanejo de la indiada que en número
enormemente superior cercaba al destacamento. Planteado duelo singular, el
primero empuñó su lanza de negro ébano y traspasó a su rival en la embestida
inicial, con lo que el resto de los sitiadores se batió en retirada[28].
En la guerra que enfrentó a la Argentina contra
el Imperio del Brasil (1825-1828) la lanza se consagró definitivamente como arma de reglamento en el ejército de línea
y en las milicias. También con ella se peleó en las luchas por la organización
nacional, como evidencia de esto consta la lanza del tipo espontón que
perteneció al general Urquiza que
hoy se preserva en el Museo Histórico Nacional[29],
mide 2,70 metros de largo.
Por su parte, la pica y su evolución, la alabarda, fueron las armas típicas de la
infantería, ambas se empleaban en formaciones cerradas que requerían de la
tropa un alto grado de entrenamiento. La literatura militar refiere que la
última se usó esporádicamente en los
ejércitos patrios por cuanto su manufactura era más compleja e insumía un
tiempo excesivo para las muy requeridas armerías patriotas, además su empleo
demandaba mucha ejercitación para adquirir una capacitación táctica aceptable.
Aparentemente las alabardas que hubo fueron residuos de partidas llegadas de
España para equipar a las escoltas de las autoridades realistas. De hecho, este
tipo de armamento había quedado relegado desde que surgió la bayoneta a fines
del siglo XVII[30],
al cabo de cien años en la Península solo las empleaban los guardias de corps.
5. 2. Las moharras y las banderas
Desde la Antigüedad se utilizaron lanzas o
picas a las que se adosaba algún tipo de distintivo, pudiera ser que crines,
lienzos, cintas, abalorios, trenzas o cualquier otro elemento, algunos en sus
colores naturales y otros teñidos, para hacerlos más llamativos.
Con esto se procuraba que el elemento que
portaba el abanderado se destacara de entre un conjunto de combatientes con lo
que de esta forma se referenciaba la posición de la entidad o unidad a la que pertenecía,
circunstancia valiosísima para el liderazgo en situación de combate,
particularmente en épocas donde la uniformidad era muy relativa y donde el
polvo levantado y las anfractuosidades del terreno dificultaban la visión.
Así, el Egipto faraónico aporta
testimonios pictóricos y materiales sobre el empleo de picas coronadas de algún
distintivo (tótems, podríamos llamarlos)[31],
su mejor ejemplo es la “Paleta de Narmer[32]”
datada hacia el 3.050 a. C. Similares emblemas se documentan en Cartago,
Persia, Sumer, Hatti, Babilonia y otras civilizaciones del Viejo Mundo, incluso
en el pueblo de Israel, donde cada tribu contaba con su emblema de identidad,
según consta en la Biblia. También hubo vexilos en la América prehispánica, en
las hordas mongolas, en los imperios de China, Japón y la India, los vikingos,
samnitas, germanos, francos y etruscos contaban con emblemas parecidos. En
todos los casos sus caracteres los tornan exponentes de las culturas vernáculas.
En este proceso, la tradición castrense de Roma indica el uso de varios tipos de símbolos,
entre los que se destaca el vexillia[33] o vexillum, que identificaba a una sección de los
cuerpos militares, tanto de infantería como de caballería[34].
Básicamente era una lanza, con un travesaño en la parte superior del que pendía
una pieza textil cuadrangular dotada de un elemento singularizador.
Esta práctica tuvo continuidad durante la Edad Media donde los señores feudales
adosaban vexilos triangulares a sus lanzas para señalar su posición y reunir a
sus huestes en el curso de un combate. La Edad
Moderna, que implicó el batallar con grandes masas de hombres, se impuso el
empleo de banderas de gran superficie que permitían identificar a las unidades
desde lejos. Los textiles se portaban en armas enastadas de diversas formas.
Con el avance de la técnica bélica estos vexilos evolucionaron y se sistematizó
su uso. En muchas culturas se emplearon con diversos formatos, hasta que a
partir del siglo XV predominaron los cuadrangulares, con lo que propiamente
surgieron los que hoy conocemos con el nombre de banderas.
Una simple necesidad de supervivencia justificó que los portadores de tales
enseñas utilizaran armas enastadas, ya que en el fragor del combate debían
atender a su propia defensa. En este contexto los estandartes del rival siempre
fueron objetivos tácticos apetecidos pues su captura privaba al comando contrario
de un punto de referencia y, además, connotaba un aspecto místico de
supremacía. Por esta razón los
abanderados contaban con escoltas para defenderlos y, los reemplazaban si eventualmente
caían heridos o muertos.
La variedad de las armas que se usaron para llevar las banderas es inconmensurable,
derivaban de preferencias personales, de usos locales, del equipamiento reglado
de la unidad y de otros muchos factores.
5. 3. La guerra por la emancipación y las luchas fratricidas
En la historia argentina el período abarca desde el
pronunciamiento de Mayo de 1810 hasta la definitiva aprobación de la
Constitución nacional en 1860.
Diversos ejemplares subsistentes muestran que el arma se forjaba tanto en
una sola pieza como diferenciando la lanza y la media luna, que se adosaban en
conjunto al asta. En el Anexo 1 se
muestran varias[35]
de ellas. Las más elaboradas tienen punta en forma de diamante, las más
sencillas son de hoja plana.
Lamentablemente la inmensa mayoría de las
banderas que se conservan en los museos del país han sido desprovistas de sus astas originales, lo que impidió tomarlas
en consideración para este informe. La
iconografía de mediados del siglo XIX aporta alguna variedad en la materia, como se demostrará seguidamente.
5. 4. Guerra de la Triple Alianza
En abono de documentar un
uso antiguo de moharras similares al diseño actual pueden citarse los grandes
óleos, verdaderas obras testimoniales sobre la “Guerra de la Triple Alianza contra el
Paraguay[38]”, que se deben
al pincel de Cándido López[39] cuyo
preciosismo en la ejecución es todo un paradigma. Analizando la serie que pintó
es factible identificar con claridad el uso de moharras de tres puntas en astas-banderas o en poder de la caballería. Veamos:
a) En el óleo nominado “Batalla de Yatay “ (inventario del Museo Histórico Nacional-MHN- 3289), librada el 17 de agosto de 1865: se advierten tres banderas que porta la infantería argentina, todas coronadas con la clásica moharra de tres puntas.
b) En la composición titulada “Llegada del Ejército Aliado a Itapirú el 18 de abril de 1866” (MHN 3294, datada en 1880), el contingente
uruguayo muestra su bandera con igual tipo de moharra, más atrás se observan
dos unidades argentinas con el idéntico elemento:
c) En “Ataque del Boquerón visto desde el Potrero Piris” (MHN 3667, datado en 1894) se ilustra el encuentro ocurrido entre el 16 y el 18 de julio de 1866, en donde nuevamente se advierte una unidad argentina cuya bandera de guerra lleva moharra con tres puntas.
d) En “Rendición de Uruguayana” (MHN 3270, sin data) se alude al sitio a esa ciudad, que se extendió desde el 16 de julio al 18 de septiembre de 1865. Se observan distintos elementos de caballería que usan esas mismas moharras, aunque también hay de otros tipos.
Esto demuestra que el Ejército Argentino y
las milicias comprometidas en la conflagración que se desarrolló entre 1864 y
1866, emplearon moharras compuestas de
lanza y medialuna y que también las usaron como topes de sus banderas
de guerra.
Otro valioso testimonio sobre el uso del arma con forma idéntica a la que conocemos
hoy, es un óleo firmado por Serapio Herrera datado “a comienzos del siglo XX” (según consta en la información de la
obra), que se preserva en el Museo Nacional “Casa del Acuerdo” (San Nicolás,
provincia de Bs. Aires)[40]. Allí se
ilustra a un oficial, dos escoltas, un tambor, un trompa y un abanderado que
porta un asta-bandera terminada en una moharra clásica.
6. La moharra como objeto ceremonial
Con la multiplicación de las armas de
fuego hacia fines del siglo XVIII las
enastadas perdieron la importancia táctica que tuvieron en tiempos
anteriores, además se hicieron más livianas y cortas. Otras se continuaron
empleando en los ejércitos, pero lentamente quedaron reducidas a fines
ceremoniales[41]
y, como excepción en algunos casos se transformaron en insignias de mando de los suboficiales.
Cuando finalizaba el siglo XIX las armas
enastadas entraron en un decidido eclipse, aunque algunos cuerpos de caballería
todavía empleaban lanzas. Al estallar la Primera Guerra Mundial, ya eran totalmente obsoletas. Su canto del
cisne en la guerra moderna fue la carga de los lanceros polacos de la brigada “Pomorska”
contra una unidad de infantería del III Reich durante la invasión a su país[42],
en los albores de la II Guerra Mundial. Las armas blancas enastadas hoy solo subsisten
como equipo reglamentario en unidades históricas
que emplean uniformes de épocas pretéritas[43]
y que sirven de escoltas a las más altas autoridades de una nación.
Así, las moharras que coronan las astas de
las banderas de ceremonia y de sitio en Argentina mutaron su función, privadas ya
de poder ofensivo se transformaron en
simples objetos ornamentales, hasta el punto en que la lanza perdió todo filo y la punta adquirió un acabado romo. Con la
media luna ocurrió otro tanto. Hoy su aspecto recuerda vagamente a la moharra
bélica, aunque haya perdido su carácter de arma, se conservan como un símbolo de los valores de entrega y
sacrificio que se demandan a los abanderados. Dicho de otra manera, la moharra hace mucho tiempo ya que dejó de
evidenciar la violencia bélica para transformarse en un símbolo de las virtudes
cívicas puestas al servicio de la Patria.
Las tradiciones y costumbres de diferentes
estados son coincidentes en esta transformación, lo que se traduce en una amplia variedad de topes que adornan
las banderas de ceremonia y de sitio.
En algunos países se prevé un modelo
reglado y, por lo tanto, uniforme. Un
ejemplo típico es Argentina, como se comprueba en el Decreto Nº1.650/ 2010[44].
En otras naciones, la legislación no
trata el punto, lo que implica una gran libertad de formas. Ejemplo característico
puede ser Estados Unidos, en donde toma la forma de un águila en posición de
remontar vuelo o con sus alas desplegadas, también se usan estrellas[45].
En Japón es común colocar los kamons[46] de sus clanes. Mientras que en Gran
Bretaña suelen verse coronas. En la Europa Central las lanzas adoptan formas con
siluetas caladas, que incorporan diversos símbolos en su interior. Ucrania luce
un tridente (tryzub) y Chile un
cóndor. Las banderas corporativas e institucionales suelen llevar sus emblemas característicos
como topes, lo que replican algunas confesiones religiosas dotando a sus astas
con cruces de diversos tipos, estrellas de David (Maguén), media lunas islámicas, siglas y otros símbolos. Hay logias masónicas
que muestran escuadras y compases superpuestos. En las enseñas empleadas por
los países dominados por el comunismo se observan hoces y martillos o estrellas;
las de España franquista, lucían haces de flechas. En la India aparece un león
de Ashoka[47].
También existen terminales con forma de hacha, que en Argentina tuvieron alguna
aceptación a comienzos del siglo XX, unos pocos subsisten a despecho de la
reglamentación vigente. Al parecer este diseño registra influencia del gusto
francés en la materia. Como esta variedad supo ser usada como insignia de los
suboficiales a este modelo también de la denominó “sargenta”.
Además, es factible apreciar algunas
moharras como la que existe en la Casa Histórica de la Independencia, en Tucumán[48],
que se elaboraron en bronce fundido
estilo art nouveau lo que recuerda
vagamente al modelo tradicional o quizás a la parmesana, tal como resulta de la
siguiente fotografía[49].
Un ejemplar idéntico remata la pieza que luce en
el mismísimo despacho del Presidente de la Nación.
Pese a las peculiaridades
referenciadas, en Argentina siempre fue
mayoritario el formato tradicional de moharra, que luego consagró como
exclusivo el Decreto Nº1.650/ 2010, en ocasión de cumplirse el bicentenario de
la formación del Primer Gobierno Patrio, sobre lo que se amplía más adelante.
7. La moharra en Argentina
7. 1. Referencia general
Las prescripciones contenidas en el Decreto Nº1.650/ 2010 disponen imperativamente
que la moharra allí prevista debe ser usada como accesorio uniforme en todos los ejemplares de la Bandera Oficial de
la Nación, tanto en sus versiones de ceremonia como en las que se denominan “de
sitio” o “de posición”. La Ley Nº27.134
especifica en su Artículo 3º[50]
que la moharra de la Bandera Nacional de la Libertad Civil, emblema patrio histórico, será idéntica que la
prevista para la Enseña Oficial[51].
Atento a las pautas generales del
Ceremonial, cuando acompañen a la Bandera Oficial de la Nación también
corresponderá usar el mismo modelo de moharra en las enseñas de otros estados y de organizaciones internacionales
(siempre que el dispositivo se arme en territorio argentino, y que sea necesario
uniformar todas ellas). También corresponderá cuando se sumen las banderas de provincias y/o de la Ciudad
Autónoma de Bs. Aires, municipios y comunas.
Para las enseñas de instituciones
privadas, en principio no rige la pauta normada, aunque en estos casos deberá
cuidarse que sus características morfológicas y la calidad del material no sean
superiores comparadas con la Oficial.
7. 2. Antecedentes normativos
7. 2. 1. Época colonial
Para el presente estudio se tomó como
referencia lo dispuesto por las “Ordenanzas
Militares de Carlos III[52]”, que datan de 1768. En el Tomo Primero[53], donde se describen
puntualmente las banderas reales, se estipula que contarán con moharras, pero
como su estilo no se detalló, este silencio habilitó diversas formas que fueron
variando con los años y aún con las modas. Aunque es dable entender que
mayoritariamente contaban con lanza y media luna, ya que esta es la acepción
generalizada el término. Allí se lee:
Más adelante, se prescribe
que los sargentos usarán alabarda “con la
moharra hacia arriba”. Esto plantea
un dilema ya que en puridad ambas armas son de morfología diferente. Se
podría explicar consignando que cuando la norma menciona “moharra”, se utiliza
una expresión amplia ya que el contexto histórico indica que en realidad se referencia
al hierro que equipaba a las alabardas.
En el
Tomo Segundo, donde se prescribe la forma
en que los oficiales abanderados debían saludar con las enseñas que portaban, también acá se menciona la moharra
de sus astas[54].
Un aparte oportuno. Este tipo de rendición de honores es propia de las
monarquías ya que en ellas el poder reside en el rey y las banderas son simples
manifestaciones de su persona. Por esto, tal práctica resulta absolutamente reñida con la forma democrática de gobierno,
donde las banderas evidencian nada más ni nada menos que la soberanía popular
caracterizada en el Estado, por lo que nunca debieran inclinarse[55].
7. 2. 2. Período independiente
Las Fuerzas Armadas Argentinas
son sucesoras de los ejércitos hispanos,
su raigambre entronca en las tradiciones peninsulares, tanto en la organización
y disciplina, como en el armamento y el ceremonial. No ha sido posible precisar si existió alguna normativa que
reglamentó la forma de las moharras empleadas en las banderas argentinas del
temprano siglo XIX, sin embargo, a la luz de la obra de Cándido López que se
analizó previamente, es evidente que los ejércitos nacionales usaron con amplitud la moharra compuesta por la fusión
de lanza y medialuna.
La normativa argentina que se pudo recopilar para componer este informe
relativo a la moharra de las astas-banderas es la siguiente:
a) Decreto sin número del 9 de agosto
de 1895. (Reglamenta la Bandera de guerra para uso de los cuerpos de línea y la
Guardia Nacional), donde se consigna como accesorio del símbolo:
“Artículo 5º.- La moharra, de acero,
de la misma forma que la reglamentaria en las lanzas que usa la caballería de línea,
de veinte centímetros de largo, la que llevará como base una media luna, que
medirá de vértice a vértice doce centímetros”.
La referencia al uso en
la caballería de línea resulta de capital importancia, ya que certifica la
antigüedad y la tradición de este tipo de piezas como accesorio de las astas-banderas.
b) Decreto sin número del 8 de julio
de 1925 (Reglamentación de la Bandera Nacional de guerra para uso de los cuerpos
e institutos del Ejército de Línea y la
Guardia Nacional), que determina:
“Artículo 4º.- […] La moharra, [será] de acero, de veinte centímetros de largo, la que llevará como base una media
luna, que medirá de vértice a vértice doce centímetros”.
c) Decreto Nº856 del 15 de enero de
1948 (Características de la Bandera nacional de guerra de las unidades e
institutos del Ejército), que establece:
“Artículo 5º.- […] La moharra, [será] de acero cromado inoxidable, de 20 centímetros de largo. […]
d) Reglamento de
Ceremonial, Ejército Argentino
(RFP-70-03) aprobado el 23 de mayo de 1994 que en su Capítulo VI – Símbolos, el que ordena:
“Artículo 6.002. – Bandera Nacional de
Guerra. a. 5) […] la moharra será de acero cromado inoxidable, de veinte centímetros de
largo […]”
e)
Reglamento de Ceremonial Naval, Armada
Argentina (R.G-1-92) 2da. Edición, 1975, que consigna:
“Capítulo 01 – Pabellón y Bandera de Guerra.
Artículo 0102. Anexo 2 – Descripción de la Bandera de Guerra para el uso en
tierra por fuerzas […] con moharra y regatón de acero, la primera
de la misma forma que las reglamentarias para las lanzas de la caballería del
Ejército, llevando como base una media luna”.
f)
Reglamento de Ceremonial, Fuerza Aérea Argentina (R.A.G.9) Edición 2003, Capítulo I – Bandera Nacional. Bandera de Guerra, que estipula:
“Artículo 14.- La moharra será de
acero de VEINTE (20) centímetros de largo, y llevará como base una media luna
que medirá de vértice a vértice DOCE (12) centímetros”.
g) Resolución del Ministerio de Cultura y Educación
Nº1.635/ 1978 (Ceremonial del mismo) Edición 1991, la que establece:
“Bandera nacional. 1. A) Bandera de
ceremonia. […] -Moharra: Será de acero, de veinte
centímetros de largo, llevando como base una media luna, que medirá de vértice
a vértice doce centímetros”.
h) Ceremonial
para la Acción Militar Conjunta – Ministerio de Defensa. Estado Mayor Conjunto de las
Fuerzas Armadas. (RC 29-04). En la edición 1992, Capítulo 9 – Símbolos. Sección 1. Símbolos nacionales, Artículo 9.02.- Bandera Nacional de Guerra,
reza:
“Artículo 1.4. Asta de la bandera. […] La moharra [será] de acero cromado o acero inoxidable de veinte centímetros de largo”.
Lo expuesto manifiesta
que en la mayoría de los casos se
describe a la moharra compuesta de lanza y medialuna, en otras no se
precisa, quizás por entender que se mantenía la conformación tradicional. En la
normativa citada el ancho de la medialuna varía desde los doce hasta los veinte
centímetros. El acero define su uniforme materialidad y desde 1948 en algunos
casos se prescribe que será cromado.
7. 3. Normativa vigente en detalle
La variedad de regulaciones que se expuso en el apartado anterior
justificó plenamente que se incluyera la moharra cuando se emprendieron los
estudios para normalizar las características de la Bandera Oficial de la Nación
y de sus accesorios. Luego de ímprobo
trabajo, que implicó analizar numerosos antecedentes y coordinar diversas
perspectivas, se definió la redacción del documento de manera que desde el año
2010 lo referente a la moharra está contenido en la Norma Argentina IRAM-DEF D 7675, aprobada por el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional
Nº1.650/ 2010. El proyecto fue elaborado por una comisión especial
multidisciplinaria y sus conclusiones adquirieron fuerza vinculante por medio
del citado decreto. Hoy mantiene plena vigencia y en lo pertinente reza:
“Artículo 3.1.2. Moharra y regatón[56]
3. 1. 2. 1.- Adultos. Deben ser de
bronce o aleación de aluminio (zamac[57]),
pulido y cromado. La moharra debe tener 260 mm de largo total, y debe llevar
una media luna de 111 mm, medidos desde la parte externa de ambos extremos
(Figura 3) […]”
Esa imagen es la que se reproduce
seguidamente en la versión para ser
portada por personas adultas. También hay otra menor para los niños.
Moharra para la bandera de ceremonia para adultos
Frente y perfil (Norma IRAM-DEF D 7675, Figura 3)
7. 4. En conclusión:
Desde el dictado del Decreto Nº1.650/ 2010, la moharra reglamentaria
es de uso obligatorio y corresponde a la imagen previa.
Con respecto a las regulaciones previas al citado
decreto, la punta de lanza ganó en longitud, ya que pasó de 20 a 26 cm; mientras
que la media luna se contrajo, ya que de contar con 12 cm entre sus extremos la distancia es hoy de 11,1 cm.
7. 5. Lege
ferenda[58]
Como es usual que la
Bandera Oficial de la Nación se utilice en forma conjunta con las de provincias,
la Ciudad Autónoma de Bs. Aires y las de municipios o comunas, es pauta de
coherencia que todas tengan moharras idénticas.
Eventualmente, alguna norma provincial o municipal podría disponer usar de un
tope específico, a condición de que su tamaño no sea superior al de la moharra
definida por el Decreto Nº1.650/ 2010, lo que hasta el momento no ha ocurrido.
Como particularidad, se
ha constatado que la bandera del pueblo
mapuche-tehuelche de Chubut[59] (un vexilo que
cuenta con reconocimiento oficial de esa provincia), se enasta usualmente en una caña
coligüe[60], terminada con
una punta de lanza de pedernal tallado de antigua data[61]. También en
algunas comunidades se enastan las wiphalas
con terminales de madera, invocando razones ecológicas y por considerarse que
la moharra de la Bandera Nacional argentina recordaría a las que portaban las
huestes de Francisco Pizarro, estas son apreciaciones de reciente data, las
sostienen algunos referentes, pero otros son indiferentes al respecto. Resulta
evidente que ese rechazo posee caracteres ideológicos vinculados con la leyenda
negra y que se inspira en la archiconocida imagen del español, munido de yelmo,
botas hasta más arriba de la rodilla, peto de acero, alabarda, espada con gavilanes
y cazoleta, una vestimenta y armamento esterotipados, que recrea un fenómeno
parecido al que acuñó Hollywood para la iconografía del cowboy. Como aporte a
la cuestión cabría citar la autorizada palabra de Alberto M. Salas[62], quien refiere “[…] la alabarda y la partesana, ambas debieron ser muy poco usadas en la
Conquista”, ya que se hicieron innecesarias por cuanto la infantería
española no tuvo que enfrentar caballerías, ya que los pueblos americanos no la
tenían. Más tarde se emplearían en alguna media en las luchas intestinas
protagonizadas por las diversas fracciones hispanas.
Otras comunidades andinas colocan sobre las wiphalas,
a manera de terminación del asta, algunas plumas de cóndor y, eventualmente, la
cabeza disecada de un ejemplar macho de esta ave. El juicio sobre esta última
práctica queda a cargo del lector.
8. Irregularidades varias
Lamentablemente es factible constatar como demostración de un supino desconocimiento de la normativa vigente que, en algunas escuelas y reparticiones públicas se han reemplazando las moharras reglamentadas por terminales de barrales de cortinas con forma esférica u otras, elaborados en metal similar al bronce pulido o madera. En otros espacios, invocando “razones de costo” las moharras son inexistentes y en su lugar se tornea la punta del asta en forma cónica o se emplean piezas igualmente cónicas de extremo romo integradas sobre una media esfera, todo en flagrante violación de lo dispuesto por el Decreto Nº1.650/ 2010.
De más está decir que las moharras deben mantener la integridad de su constitución, aunque no resulta excepcional aparezcan algunas que exponen la factura de un extremos de la media luna o, peor aún, que haya desaparecido la punta de lanza, con lo que el elemento se asemeja al antiguo desjarretador. En estos casos lo que corresponde es reemplazar el elemento degradado y, de no ser posible, excusar la presentación pública del vexilo que le estaba destinado.
Obviamente que tales
irregularidades constituyen faltas
administrativas de las que deberá responder el titular del establecimiento
educativo o institución pertinente. Más grave aún será si se trata de un ejemplar usado por una repartición oficial. En contra lo que puede pensarse estas conductas desidiosas no configuran el
delito[63]
previsto por el Artículo 222 del Código Penal vigente, al menos en principio.
De manera entonces que ninguna norma de inferior jerarquía puede
validar el uso de moharras de diferentes características, ni de cualquier
otro elemento que sirva de terminal al asta, imperativamente
deberán reemplazarse por ejemplares acordes al Decreto citado.
Por ahora no se conocen referencias de que se hayan sustituido las moharras regladas por un
otro elemento o símbolo que exprese discriminación, toma de posición política o que manifiesten otra expresión sectorial, algo inaceptable si se considera que la Bandera
Oficial de la Nación debe plasmar la unidad del pueblo argentino. Sin
embargo, a juzgar por otras desviaciones que se computan en la realidad, no
sería extraño que pudieran aparecer anomalías como las indicadas. En su caso,
estos hechos serían faltas administrativas pero, según las circunstancias
concretas, también podrían tipificar el delito referenciado.
9. Concluyendo:
- Desde la Antigüedad se emplearon armas enastadas para
portar las banderas.
- Una de las razones que avalaron ese uso fue que el
abanderado pudiera utilizarlas en defensa del vexilo y de su persona.
- Se define como “moharra” al conjunto integrado por una
lanza con una media luna en su base. Su difusión devino de la funcionalidad táctica
que aportaba esta combinación.
- Inicialmente sus características no estuvieron
uniformadas, ni en España ni en el Río de la Plata.
- Al comenzar la lucha por la independencia argentina el
uso de la lanza no fue popular entre las tropas patriotas, pero con los años se
impuso por sus buenos desempeños. Entre sus impulsores se hallaron los
generales San Martín, Belgrano y otros acreditados jefes.
- Hay evidencias fácticas y documentales que acreditan
el extendido uso de la moharra con media luna en Argentina, al menos desde mediados
del siglo XIX, particularmente en la caballería de línea, lo que también
implicó que se empleara en las astas-banderas.
- Con la evolucion de las tácticas bélicas las moharras embotaron
sus aristas y adquirieron una función meramente ceremonial. Los ejemplares en uso actual técnicamente no son armas, carecen de letalidad, expresan
los valores y tradiciones que definieron a los abanderados combatientes.
- Desde el año 2010 el Decreto Nº1.650 definió un único
modelo de moharra como elemento accesorio de la Bandera Oficial de la Nación en
su versión de ceremonia lo que resulta extensiva a la de sitio. La Ley Nº27.134, que regula la Bandera Nacional de la
Libertad Civil, ratificó indirectamente lo dispuesto por el decreto.
- Es de buena práctica, conforme a la uniformidad
definida por los principios del Ceremonial, que las banderas que acompañan a la
Oficial de la Nación utilicen el mismo modelo de moharra.
- La inobservancia de los caracteres de la moharra
definidos en el citado decreto no tipifica delito, pero sin duda constituye
una falta administrativa de la que será responsable la autoridad del caso.
10. Respuesta a los interrogantes planteados
Es oportuno ahora responder las cuestiones que generaron la consulta:
Interrogante 1: ¿Qué es una moharra? La moharra es un arma blanca enastada, se compone de una punta de lanza, complementada por una media luna y el cubo, por el que se vincula al asta.
Interrogante 2: ¿Qué función posee? Actualmente las moharras solo tienen una función ceremonial, expresan los valores y tradiciones que caracterizaron a los abanderos combatientes.
Interrogante 3: ¿Qué razones pudieron determinar la incorporación de una media luna en la base de la lanza? La incorporación de una media luna en la base de la lanza se justifica en razones funcionales determinadas por su antigua condición de arma defensiva-ofensiva.
Interrogante 4: ¿Qué circunstancias históricas definen su empleo en el ceremonial de la Bandera Oficial de la Nación argentina? A lo largo de este informe se comprueba que moharras de caracteristicas similares a la hoy reglamentada se emplearon en las luchas por la Independencia y la organización nacional.
Interrogante 5: ¿Qué normativa regula su empleo? La normativa que regula a la moharra como accesorio de las Banderas Nacionales está contenida en el Decreto Nº1.650/ 2010 y en la Ley Nº27.134, respectivamente, que establece con carácter imperativo y excluyente un modelo preciso que deberá portar todo ejemplar de Bandera Oficial de la Nación de ceremonia y de sitio o posición.
Rosario, cuna de la Bandera, 8 de diciembre de 2023.-
(*) Imágenes provistas
por el Museo Histórico Nacional
Anexo: Ejemplares de
moharras empleados en lanzas durante el siglo XIX en Argentina y la República
Oriental del Uruguay
Notas y referencias
[1] Vexilólogo. Historiador. Abogado. Consultor señior en Ceremonial y Protocolo oficial. Fue profesor titular en
la Facultad de Derecho (Universidad Nacional de Rosario) y director general del
Monumento Nacional a la Bandera. Publicista y divulgador, produce el blog www.banderasargentinas.blogspot.com Correo: mcarrillobascary@gmail.com
[2] Diccionario de la Real
Academia Española (RAE): https://dle.rae.es/moharra
[3] Esta magnoliopsida pertenece a la familia de las fagáceas, género quercus. Su madera es pesada, sólida y
robusta. La especie más extendida resulta ser la quercus robur (roble común).
[4] Esta conífera es originaria de Europa, se la clasifica en la familia de
las taxáceas. La especie más extendida es la taxus baccata (tejo negro). La Mitología lo considera el árbol de
la vida y de la muerte.
[5] El fresno de la familia de las oleáceas, género fraxinus, reconoce diversas variedades. Su fibra es recta y
extremadamente recta, como que sus troncos pueden alcanzar de 15 a 20 metros de
alto.
[6] Si bien este último término se utiliza con propiedad para designar un
simple hierro aguzado colocado en el extremo de un palo.
[7] Algunos tardíos ejemplares se atornillaban al asta.
[8] Arma blanca formada por un asta y una hoja acorazonada, en cuya base se
encuentra una cruceta perpendicular al palo.
[9] Arma blanca enastada, compuesta de un asta y una cuchilla con aletas
por su base.
[10] Para caracterizarla puede véase: https://www.rae.es/dhle/alabarda
[11] Producida en el año 2000, bajo dirección de Roland Emmerich. Sus
principales protagonistas fueron: Mel Gibson y Heath Ledger.
[12] Este término se usa para referirse a la media luna considerada como
emblema de la religión islámica.
[13] KERWIN, Norma. Del vocablo
moharra al hilal árabe. 2009: http://normakerwin.blogspot.com/2009/02/del-vocablo-moharra-al-hilal-arabe.html
[14] ASSUNCAO, Fernando. Pilchas criollas, p.367. Emecé. Bs.
Aires. 1991.
[15] CALVÓ, Juan L. Armas enastadas
(II): http://www.catalogacionarmas.com/public/58-enastadas2.pdf
[16] PAEZ DE LA TORRE, Carlos. “Peleando con la formidable lanza” en diario La Gaceta (San Miguel de Tucumán),
edición del 11 de octubre de 2015. Se advierte que en esta nota se deslizan
citas equívocas en cuanto al origen de otras fuentes y que, verificada la
referencia que allí consta sobre el general Pablo Ricchieri, lo consignado peca
de inexacto: http://www.lagaceta.com.ar/nota/656866/sociedad/peleando-formidable-lanza.html?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=botondesktop
[18] Ver como testimonio la ilustración contenida en: https://conar.senip.gob.ar/pawtucket/index.php/Detail/Object/Show/object_id/2564
[19] ESPEJO, Gerónimo. El Paso de los
Andes. Crónica histórica de las operaciones del Ejercito de los Andes para la
restauración de Chile en 1817. Imprenta de Mayo. Bs. Aires. 1882, p. 52.
Donde también se aportan otras referencias sobre el temprano uso de la lanza: https://books.googleusercontent.com/books/content?req=AKW5QadCh2syR4poDzRhGk1iOXyDOt6M3VciIJv7enn73u4SGMMmjPyZ9nESccFjVc7wM8dRLO8rdLrOxtK2HxLV3xjUP6Qb7L1PkWUPbVM3GUHaQEy7H0Hp3chKWark_EInP59Mu5XQEeOMe5F5D5MlCwzdnS_inbIF38Th2KwTCSmHsgNzUrZdS4RDClWuwkYzzLf2njisCoRq1T2D0himdy-qtduoiPuWuv5ubrvMfQv0KEQm0fu1V0slLAGSy2MSXJVTudp7
[20] INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO. Documentos
para la historia del general Don Manuel Belgrano. Tomo VI, p. 539. Bs.
Aires. 2009.
[21] Se refiere a Jacques Antoine de Guibert (1743-1790), conde, mariscal y
miembro de la Academie francesa.
Autor del Ensayo General Táctico
(París, 1800), obra fundamental del arte militar.
[22] Oficio de Belgrano a San Martín, 16 de enero de 1814. En INSTITUTO
NACIONAL BELGRANIANO. Documentos para la
historia del general Don Manuel Belgrano. Tomo VII, p. 354. Bs. Aires.
2015.
[23] José María Paz (1791-1854), tuvo una larga carrera en las armas de
Argentina desde su primer destino en el Ejército Auxiliador del Perú que
mandaba Belgrano, por lo tanto, fue un testigo directo de las luchas por la
independencia y la organización nacional, cuyas vivencias plasmó en sus
Memorias. Se lo reputa uno de los mayores tácticos argentino y eximio
artillero, por lo que sus juicios sobre el uso de la lanza aquí consignados
gozan de particular fuerza. Las citas fueron tomadas de Memorias póstumas del general José María Paz. 2ª. Edic. Tomo I, pp.
55/56. Imprenta La Discusión. La Plata. 1892: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7e/Memorias_p%C3%B3stumas_del_general_Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Paz.pdf
[24] PAZ, J. M. Ob. cit. p. 152.
[25] CALVÓ, J. L. Ob. cit. p.1. citando a DE SALAS, Ramón. Prontuario de Artillería. Madrid. 1833.
[26] PAZ, J. M. Ob. cit. p. 154.
[27] El salteño Güemes tuvo a su cargo la frontera Norte de las Provincias
Unidas y se reveló como un notable comandante de caballería.
[28] MOYANO DELLEPIANE, Hernán. “Jurisprudencia caballeresca provinciana.
Los duelos en el interior del país”. En revista Cruz del Sur Nº14, pp. 174/176. Bs. Aires, 2015: https://www.revistacruzdelsur.com.ar/Numeros_011-020/RHCZDS-01405-Moyano-Jurisprudencia_caballeresca_provinciana.pdf También en ARAUJO, Emiliano, CHIAVAZZA, Horacio y MATEO, Samanta.
“Conflicto y vida cotidiana en la frontera sur de Mendoza durante la segunda
mitad del siglo XIX. El caso del Fuerte nuevo del Diamante. Gral. Alvear,
Mendoza”. XVI Jornadas Interescuelas, p.
15. Departamento de Historia.
Facultad Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata. Mar del Plata.
2017: https://cdsa.aacademica.org/000-019/280.pdf En ambos casos tomado de Fotheringham, Ignacio. La vida de un soldado, reimpresión. Buenos Aires. 1971, p. 207.
[29] Carpeta Nº3658, elemento ingresado al Museo Histórico Nacional el 29 de
agosto de 1904.
[30] Su nombre deriva de la ciudad de Bayona (Francia) donde se acepta que
surgió en 1670; aunque hay referencias anteriores, pero no mayores a las tres
décadas previas.
[31] Referencialmente puede verse: MILLETT, Nicholas Byram. The Narmer Macehead and related objects. Journal of the
American Research Center in Egypt XXVII, 1990, pp. 53-59: https://www.jstor.org/stable/40000073.
[32] PÉREZ LARGACHA, Antonio. “La Paleta de Narmer y el vaso Uruk. Ejemplos
de la memoria cultural en los procesos formativos del estado en Egipto y Uruk”. Universidad de Castilla la Mancha,
Ciudad Real. En BAEDE, Boletín de la Asociación Española de
Egiptología, Nº21, 2012, pp. 53-68. ISSN: 1331-6780:
[33] De este término deriva “Vexilología”, que es la disciplina que estudia
los vexilos, banderas, pendones y estandartes; fue acuñado por el profesor de
la Universidad de Boston, Whitney Smith en 1957, hoy está aceptado
internacionalmente incluso consta en el Diccionario de la Real Academia
Española: https://dle.rae.es/vexilolog%C3%ADa
[34] Un panorama general puede verse en Fernando QUESADA SANZ. “En torno al
origen de las enseñas militares en la Antigüedad”. En MARQ, Arqueología y Museos,
Nº2, 2007, pp. 83-98: https://www.uam.es/FyL/documento/1446794678645/Quesada-2007-Insigninas-MARQ.pdf
[35] Generalmente se insertaban en un extremo del asta, aunque en los
ejércitos de Europa se atornillaban al mismo.
[38] Implicó a los aliados Argentina, Brasil y Uruguay en contra del
Paraguay. Se extendió desde fines de 1864 hasta el 9 de marzo de 1870 en que se
produjo la rendición de los restos del ejército paraguayo tras la muerte de su
general en jefe y presidente Fráncico Solano López.
[39] Referencias biográficas sobre Cándido López (1840-1902) en: https://www.todo-argentina.net/biografias-argentinas/candido_lopez.php?id=552 y, con
mayor extensión: https://www.educ.ar/recursos/adjuntos/descarga/49385/candido-lopez-en-las-obras-del-museo-nacional-de-bellas-arte?disposition=inline Un interesante resumen de su testimonio pictórico en CORNUT, Hernán. “El
valor historiográfico militar de la obra de Cándido López”. Revista ESG (Escuela Superior de Guerra).
Buenos Aires. 2010: https://www.academia.edu/34211264/El_valor_historiogra_fico_militar_de_la_obra_de_Ca_ndido_Lo_pez
[41] Por su vistosidad solían ser de reglamento para las guardias de corps
de monarcas y señores feudales, en la actualidad las alabardas son equipamiento
de gala dela Guardia Suiza que protege a los papas. En las dos primeras décadas
del siglo XIX, en Argentina se emplearon alabardas para la guardia de virreyes,
gobernadores y aún se las menciona en el caso de jefes de ejército. El patriota
José de Moldes (1785-1824), instruido como militar en España, creó dos
compañías de alabarderos cuando en agosto de 1810 fue designado teniente
gobernador de Mendoza.
[42] El encuentro fue el 2 de septiembre de 1939 y finalmente los lanceros
fueron vencidos. Al respecto se generó la leyenda de que habían cargado contra
una columna de blindados alemanes, pero esto no fue así, en realidad atacaron
un conjunto de infantes que los repelieron con ametralladoras, causando la
mortandad imaginable entre los polacos. La tergiversación del evento fue parte
de una acción psicológica destinada a enaltecer el valor de la resistencia de
Polonia contra los nazis.
[43] Un caso típico son los célebres “Granaderos a Caballo Genera San
Martín”, escolta presidencial del presidente argentino, lo que se replica en
otros estados de América y de Europa en forma acorde a sus tradiciones
históricas.
[44] Esta norma aprobó precisas disposiciones técnicas sobre las
características, colores y proporciones de la Bandera Oficial de la Nación y
sus accesorios.
[45] El águila con alas desplegadas se reserva para le enseña del Presidente
de los Estados Unidos. En la Marina se utilizan diversos elementos para
distinguir las jerarquías del militar al que acompañan.
[46] Para un panorama general sobre los mons
o kamons, puede verse: https://doyouknowjapan.com/symbols/
[47] Son emblemas del primer imperio que unificó el subcontinente (dinastía
Mauyria, hacia el siglo III a C.)
[48] Donde en 1816 se declaró la independencia argentina, hoy convertida en
museo.
[49] Casa Histórica de la Independencia, San Miguel de Tucumán. La pieza
mide: 25 cm de alto por 12 de ancho. https://conar.senip.gob.ar/pawtucket/index.php/Detail/Object/Show/object_id/71610
[51] Este vexilo fue creado por el general Manuel Belgrano como testimonio
de agradecimiento al sacrificio del pueblo de Jujuy en ocasión del Éxodo de
1812 y por su desempeño en las batallas de Tucumán y Salta, a quien lo entregó
el 25 de mayo de 1813. La ley de referencia lo reconoció como “símbolo patrio
histórico”, es de uso opcional y complementario con la Bandera Oficial de la
Nación. Sobre el mismo puede abundarse en CARRILLO BASCARY, Miguel, La Bandera Nacional de la Libertad Civil, su
historia y su pueblo. Instituto Belgraniano de Jujuy. San Salvador de
Jujuy. 2015.
[52] https://books.google.com.ar/books/about/Ordenanzas_de_S_M_para_el_regimen_discip.html?id=aOZn8phXkasC&redir_esc=y
[53] S. M. CARLOS III, Ordenanzas
Reales de S. M. para el régimen, disciplina subordinación, y servicio.
Madrid. Edición de la Secretaría de Guerra. Tomo Primero, Tratado II, Título
IV, p. 5: https://books.google.com.ar/books?id=JQ7gfF99ZlIC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
[54] S. M, CARLOS III. Ob. Cit. Tomo Segundo, Tratado IV, Título XV, p. 136:
https://books.googleusercontent.com/books/content?req=AKW5QacM-zWJUqtzUNC2vL4O3XPc8t14lQesertTcbMbzOr53KRAivBPaD-w5L4OLiK6pZrpBG2pUJ-3TSY1H8fMNjhk6nhr3xE0OKMur1PKZUgr434U5tHwGz3azZPxnvh-9CxqwTfG5PUW_alc88Ddg_TZnrrWRnNxvT3UkISj0PwI5ALuU7Y2Pw9AnuPFY6ptVpqgsixeRIRqxe_uxNQzbsZvV_r7YUo-nYkVzA7-4EqJA8wL-Q4HI7yRnq_w8JPljubMbjyfYwkbczPuLyF-AkpqqgQKHxg2f_yvop3rh-_hgZAN4Jg
[55] CARRILLO BASCARY, Miguel. La
Bandera Argentina no se inclina ante nada ni nadie: https://banderasargentinas.blogspot.com/2019/11/se-inclinan-las-banderas-si-o-no.html
[56] https://banderasargentinas.blogspot.com/2023/04/normas-tecnicas-sobre-la-bandera_22.html. La versión de la moharra para niños es idéntica a la de adultos, pero
de menor tamaño.
[57] El zamac es una aleación de zinc con aluminio, magnesio y cobre.
Permito el procesado por inyección, a presión en la matriz, con sensible ahorro
de costos, reduce el maquinado y facilita los acabados.
[58] Esta locución latina significa el concepto enunciado debería ser tenido
presente “para una futura reforma de la ley” o “con motivo de proponer una ley”
(RODRÍGUEZ, Agustín W. y GALETTA, Beatriz. Diccionario Latín Jurídico,
locuciones latinas de aplicación jurídica actual. p. 70. Ed. García Alonso.
Bs. Aires, 2008).
[59] El vexilo fue reconocido oficialmente por la provincia de Chubut
mediante el Decreto Nº1.820/ 1991.
[60] Este tipo de caña, Chusquea
culeou, es una planta poáceas (gramíneas), perteneciente a la familia del
bambú; era empleada por los nativos del Sur Oeste de Argentina y el Sur de
Chile para construir sus lanzas.
[61] En la Patagonia argentina resulta relativamente usual encontrar
antiguas puntas de lanza de pedernal tallado que usaba el pueblo tehuelche en
sus actividades.
[62] SALAS, Alberto. Las armas de la
Conquista. Emecé.
Bs. Aires. 1950.
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