Al Doctor Guillermo Marchio, abogado y amigo
“OFICIO DE HOMBRE”, así los titulaste.
Guardé tus versos Guillermo, que dedicaste a tu Alicia y a tu otro amor, la
Santa Iglesia Católica, como consta en la primera página de tu opúsculo.
No soy dado a la poesía,
pero entonces fui consciente que algún día aprendería a valorarlos; mucho más,
que cuando me los diste, travesura de tu espíritu.
Siempre supe dónde estaban.
Ahí, guardados en mi
biblioteca, en la sombra y el silencio.
Nunca los olvidé.
Como tampoco nunca te
olvidé a vos, ni te olvidaré nunca.
Lejos quedaron los años de
aquella amistad generosa, de tu siembre presente sonrisa, de los difíciles
pasos con que desandamos la Facultad de Derecho, entre tantos amigos y amigas que
eran partes de nuestras vidas.
Admiré tu enorme tesón y
optimismo. Acompañé tu gusto por el rock pesado, aunque nunca sintonizamos en
la poesía, hasta ahora.
Cada uno en su cuerda rasguñamos
la realidad de nuestras almas, queriendo abrirlas a Dios y llevarlo a los hermanos.
Con rebeldía e ilusión de
jóvenes, en aquella violencia del entonces, discurrimos mil razones, diez mil
cosas conversamos.
Vos en tu inmensa persona,
yo en mis flacos argumentos. Los dos plagados de sueños.
GUILLERMO,
en esta “semana de la amistad” sobre
la que caprichosamente nos informan las redes, que no llegaste a conocer,
quiero compartir con los míos tu “ORACION
POR MIS AMIGOS”, una de tus páginas.
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