Mimética y consideración social
Por Miguel Carrillo Bascary
En el culto cívico
que algunas sociedades tributan a sus líderes se los presentas con atributos
que 3expresan su singularidad, bien que por paradoja suele apelarse a
representaciones enclavadas en las tradiciones o adaptando su figura a obras de
reconocidas de terceras personas.
Un caso
paradigmático es el de Juan Manuel de Rosas, nacido en Bs. Aires como Juan
Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio, el 30 de marzo de 1793.
Miembro de una reconocida familia del Río de la Plata fue un latifundista que
gobernó la provincia de Bs. Aires de 1829 a 1832 y de 1835 a 1852, tiempo en el
cual ejerció también la representación internacional de la Confederación
Argentina. Como cabecilla del llamado partido federal fue el “hombre fuerte” de
Argentina hasta su caída en la batalla de Caseros, a manos de una alianza
opositora conducida por otro caudillo federal, Justo José de Urquiza,
gobernador de Entre Ríos. Rosas, se acogió al amparo de un navío de bandera
británica surto en el puerto de Bs. Aires y se exiló en Inglaterra, donde
falleció en Southampton, el 14 de marzo de 1877. Durante su segundo gobierno el
culto a su personalidad por parte de un importante sector popular fue una
impronta objetivamente demostrada[1].
Sus partidarios lo ensalzan como defensor de la soberanía nacional ante
acciones agresivas de Inglaterra y Francia, así como la reivindicación de los tradicionales
valores hispano-criollos. Sus detractores no trepidan en caracterizarlos como
un sangriento tirano que dilató dos décadas la sanción de una constitución que
hubiera limitado su poder y a su régimen como un totalitarismo asentado en la
suma del poder público que le asignó una Legislatura adicta. Si bien en las
últimas décadas la antinomia ha perdido la virulencia que se conoció en la
segunda parte del siglo XIX y casi todo el XX, la figura de Rosas define una
verdadera grieta en la memoria de los argentinos.
Primeras
imágenes
Más allá de las circunstancias personales lo que me
interesa es analizar la perspectiva
iconográfica a partir de las muy similares imágenes que abren esta nota. “San Miguel derrota a Satanás”, como se
la denomina habitualmente, es un óleo sobre tabla pintado por el gran Rafael Sanzio en 1518, por encargo de su
mecenas, Lorenzo de Medici. Hoy se encuentra en el Museo del Louvre. La segunda
es una pintura sobre tela datada aproximadamente
en 1840 que se preserva en el Museo Histórico de Buenos Aires “Cornelio Saavedra[2]”.
La correspondencia es absoluta, más
allá de las obvias diferencias técnica, por supuesto.
Si se considera que el ser vencido por San Miguel encarna a
todo el mal, la representación de Rosas lo refleja en la serpiente de siete
cabezas con que se conceptúa a “la anarquía”, que a su vez vendría a ser “fuente
de todos los males”. En cuanto a Rosas, el segundo artista procuró mimetizarlo
con los atributos del número 1 entre los arcángeles.
Segundo grupo de imágenes
Como innegable imagen fuente encontramos el retrato del emperador “Luis Felipe, enarbolando
la bandera tricolor (de Francia) en
las barricadas durante la Revolución de 1830”, que obra en una colección
privada, donde la figura idealizada del monarca contrasta frente a las
barricadas parisinas. En el caso de las otras dos, ambas captan a Rosas como
centro de la atención, pero con un contexto autónomo que lo sitúa en el entorno
de su actuación, Bs. Aires.
La primera es
obra de autor anónimo, pero la imprimieron los Talleres Lemercier en Parías, figura impresa en Rosas se muestra como síntesis de los dos soportes de su
poder. A su derecha, el ejército y una estructura que correspondería al Fuerte
de Bs. Aires pero que no refleja su aspecto real, mientras que a su izquierda
encontramos al pueblo, caracterizado con las siluetas de construcciones que
nada tienen que ver con el paisaje urbano porteño. Entre las piernas se observa
un perfil de iglesias, que tampoco se corresponden con las de esa ciudad. Estas
discordancias dan que pensar que la imagen fue elaborada en el Viejo Mundo, ya
que su autor evidentemente desconocía la realidad porteña del periodo histórico
al que nos remitimos.
En la
última imagen se toma como fondo
la estructura de la Recova, un
centro comercial construido en tiempos de la colonia, que durante el gobierno
de Rosas aún existía en la plaza principal de la ciudad de Bs. Aires. También vemos
la “Pirámide
de Mayo” erigida al conmemorarse el primer aniversario del
pronunciamiento del 25 de mayo de 1810, cuando se formó el primer gobierno
patrio en la hoy República Argentina. Esta referencia no es anecdótica, el
artista presenta a Rosas identificado con el desarrollo del comercio,
simbolizado en la Recova y en los valores revolucionarios objetivados en el
monumento, que además suma varias banderas. La leyenda de la cartela que se
desprende de la bandera reza “RESTAURÓ
LAS LEYES”, mientras que en es escudete colocado a sus pies hay una
dedicatoria al retratado, a quien se identifica con su apelativo formal.
Por lo demás, la pose, el uniforme y la bandera de
ambas representaciones de Rosas son idénticos al modelo del emperador francés.
Acoto que en aquellas, los paños muestran franjas de azul oscuro tal como se
utilizó la bandera argentina en época rosista, ya que el personaje odiaba al
celeste por entender que identificaba al partido unitario.
Por supuesto, que la presencia de las banderas de Francia y de la Argentina en manos de sus referentes los sindica como encarnación de la soberanía popular que los encumbró y como abanderados de sus respectivas patrias en las circunstancias históricas que les tocó vivir.
[1] Sobre el tema puede verse: Capasso, Verónica. El discurso visual durante el régimen rosista: imbricaciones entre lo
público político y lo privado. Facultad de Bellas Artes, Universidad
Nacional de La Plata (http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/40943/Documento_completo.pdf?sequence=1&isAllowed=y)
[2] Recopilada por Pradère, Juan A. Juan
Manuel de Rosas. Su iconografía. Editorial Oriente. Bs. Aires. 1970.
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