1918, la guerra inconclusa
Bandera conmemorativa compuesta por las de aquellas
naciones que prevalecieron en la Primera Guerra Mundial
Por Miguel Carrillo Bascary
Un tema casi borrado de la memoria
argentina
El 11 de noviembre de 1918 se firmó el “Armisticio” que hizo callar las armas
en el frente europeo, la “Gran Guerra” como se la llamó entonces parecía
finalizada, la historia comprobaría amargamente que solo se iniciaba un intervalo
y que la conflagración renacería multiplicada en violencia y muertes en 1939.
Los argentinos de hoy no tienen conciencia de lo que significó aquella guerra y que, sin
embargo, tuvo enorme repercusión en nuestra sociedad hasta el punto que determinó
un cambio fundamental para nuestra forma de vida; modificó la estructura económica
del país y hasta la composición de la sociedad.
Para simplemente esbozar los efectos que la lucha en
la Vieja Europa produjo en nuestras pampas sería necesario un grueso volumen.
Literalmente, en solo cinco años cambió
el mundo.
Nos conformaremos en brindar algunas referencias para
que esa falta de memoria a la que aludíamos
no sea tan vergonzante.
Como primera medida digamos que estamos hablando de la
“Primera Guerra Mundial”, como se le
denominó poco más adelante.
Los adelantos que impuso la tecnología llegaron de la mano de la muerte: los tanques; el uso de
la aviación y sus bombardeos; las ametralladoras y el colmo del espanto, los gases venenosos, un arma del
Apocalipsis.
Hasta el Derecho se modificó, a impulso de las transformaciones que ocasionó el conflicto surgió el "Constitucionalismo Social" que daría sustento al llamado "estado benefactor" cuyo apelativo nunca llegó a realizarse pero que abrirá las puertas del sistema internacional de los Derechos Humanos, luego de terminada la "Segunda Guerra Mundial".
Los “beligerantes”
En el bando que eufemísticamente podemos llamar “vencedor”
se alinearon: el Reino Unido
(arrastrando ras de sí a todas sus
colonias, literalmente); Francia (que
hizo lo propio). Se sumaría también Bélgica
y Luxemburgo tempranamente invadidas por Alemania, violando su neutralidad.
En el camino quedó Rusia, que en 1917
se retiró del conflicto para implosionar en sus propias contradicciones y
derivar en el sangriento régimen de los soviets dando lugar a otro imperio
totalitario, la Unión de repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Estados Unidos se sumó tardíamente y su
poderío industrial decidió la suerte de los “imperios centrales” como se
denominó a los vencidos. La Italia y
el mismo Japón combatirían asociados
a los que luego enfrentaron en la Segunda Guerra”. Hasta el Brasil; Cuba y Portugal se sumaron a los aliados.
En frente opositor se contaron: Alemania; la entonces Austria-Hungría
y el imperio otomano.
Hubo estados desaparecieron; otros tantos surgieron
(algunos en forma efímera), la geografía del mundo cambió para siempre.
Las víctimas
Vale mencionar algunas cifras, gosso modo. Diez millones de
muertos; ocho de desaparecidos; veinte millones de heridos que llevarían en
sus cuerpos y mentes el drama bélico hasta que la muerte agotara esos recuerdos
voraces.
Millones más murieron por las enfermedades. Millones también se convirtieron en parias en sus
propias naciones y debieron emigrar, las ríadas de refugiados marcaron una época.
La Guerra y nuestro país
Argentina no estuvo ajena, si bien no se contó entre los beligerantes tuvimos navíos
hundidos y miles de argentinos se enrolaron en la lucha; algunos por fidelidad
a las patrias de sus padres o abuelos; otros por deseos de aventura y hubo también
los que sacrificaron un buen pasar por razones de ideales. Se trata de un
número sin posibilidad de comprobación, pero algunas estimaciones extienden a
43.000 los argentinos que participaron del conflicto. Hemos de recordarlos.
Como nota peculiar, cientos de barcos comenzaron a
cruzar los mares colmados de caballos
nacidos en las pampas. En aquellos tiempos, donde la motorización estaba en
pañales, aún era necesaria la tracción a sangre para la lucha armada. Una
contribución del reino animal al dios de la guerra.
A partir de 1918 muchos europeos cruzaron el Atlántico
con la esperanza puesta en una tierra lejana, Argentina. Miles viven aún, en sus descendientes, tan criollos como el mate,
pero con alguna nostalgia por el terruño ancestral.
Una oportunidad asumida
Por increíble que parezca hubo un sector social que a
la larga se benefició con los cambios ocurridos en una sociedad estratificada,
profundamente paternalista.
Sí, hablamos de las
mujeres. Las carnicerías de las trincheras llevaron a los hombres los
frentes de batalla, la maquinaria bélica demandaba suministros y fue entonces
que se convocó a las para cubrir las vacantes en las fábricas y en los campos.
También en otro tipo de servicios. Se escribe fácil; fue dramático, pero es
indudable que la “Primera Guerra” abrió a la mujer las puertas del mundo, bien
están.
Esperanzas y espantos
Aquel 11 de noviembre de 1918, se creyó que las
angustias habían terminado y que podría avizorarse una nueva realidad donde una
“Sociedad de Naciones” garantizara
la paz y promoviera el desarrollo humano.
Cruel ilusión, la fecha fue solo un hito en la historia de un
género humano que lleva la violencia en sus genes. La gran depresión de 1929;
los genocidios (comenzando por el de armenio, el mismo año de 1918); el
holodomor (la hambruna en Ucrania y Rusia, con sus tres millones de muertos); el
afianzamiento del colonialismo; los bombardeos atómicos; son apenas referencias
de una cruel realidad.
Concluyendo
Entre tanto horror hubo sí oportunidades para que la
vida se impusiera sobre la muerte. Ocurre siempre, en toda contienda humana. Es
la luz al final de un túnel que nos da fuerzas para seguir en el acontecer de
cada día.
Hoy 11 de septiembre valga un recuerdo para aquella
humanidad estragada, para nuestros abuelos; bisabuelos y tatarabuelos, de los
que apenas sabemos sus nombres que de una u otra forma sufrieron la Guerra en
sus vidas.
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