viernes, 9 de diciembre de 2016

El hogar y el correo de Santa

Donde vive Santa Claus 
(Una historia de nuestra  Navidad)

María Luz y Mariana

Por Miguel Carrillo Bascary

Mariana, nuestra primera hija, fue muy, pero muy esperada. Llegó un 5 de agosto y colmó nuestras vidas.

María Luz vino tres años después, un caluroso día de Reyes (6 de enero) … y nos robó la otra mitad del corazón.

Cada una trajo sus dones; cada una llegó con su vida y personalidad. Al fin y al cabo los humanos somos seres únicos e irrepetibles en la magnitud de la Historia del Universo, nada menos; pero, para nosotros, Gabriela, su mamá; y yo, su papá, ellas son todavía más especiales: ¡son Ellas!


Hoy les contaré una historia; una historia de nuestra Navidad.

Aquél diciembre de 1994 Mariana tenía 8 años y María Luz unos 5. Las dos esperaban la Nochebuena con una enorme ilusión; esto es una de las muchas cosas que hacen los chicos con esa edad.

Más allá de las verdades de nuestra Fe las costumbres navideñas son parte de la cultura; por eso, la forma de vivir ese hermoso día tiene muchos puntos en común, en cualquier región del mundo donde se viva.

La leyenda de Santa Claus; San Nicolás; Papá Noel; el Viejito Pascuero; Babbo Natale; Julemanden; Kris Kringle; Père Noël; SinterKlass; Father Christmas; Black Peter; Santa Kurohsu; Kaledu Senis o como queramos llamarle, está enormemente extendida..

Aunque haya tanta diferencia en sus nombres hay un punto central en la leyenda: Santa vive en un lugar impreciso cercano al Círculo Polar Ártico; con Mama Claus; sus gnomos; los renos y otros seres de maravilla Allá trabajan todo el año fabricando regalos para los chicos “que se portan bien”.

Antes que la tecnología celular nos sumergiera en la sociedad planetaria donde hoy vivimos; allá lejos y hace mucho tiempo … una de las grandes ilusiones de los chicos era escribirle una carta a Santa para contarle que se habían portado bien y, por supuesto para pedirle algún regalo de premio.

Hoy quizás sea necesario explicar qué era una “Carta”. Vamos a tratar de recordarlo juntos, porque la última que escribí una fue hace mucho, mucho tiempo.

Una “carta” era una pieza de papel (no importaba mucho el color ni el tamaño) donde la gente escribía lo que le había pasado; sus ideas, sueños y, principalmente, sus sentimientos; a veces se acompañaba con algún dibujo de varios colores o pegatinas de figuritas que hubieran gustado. Los más románticos agregaban alguna florcita; un pétalo de rosas o una cinta de raso con oculto pero explícito significado. Algunas las rociaban con gotitas de su perfume. El colmo del romanticismo.

Perdón, me distraje con la Historia; ¿a quién se le escribía? – Por supuesto que a alguien querido y lejano ¿Qué sentido tenía mandar una carta a un desconocido? Para esto estaba la “correspondencia comercial”; pero esto es otra cosa.

Luego de estampar con satisfacción nuestra firma, el papel se doblaba y se introducía en un sobre; una especie de cajita de papel que cerrábamos bien, preferentemente mojando con nuestra lengua el borde engomado.
Ya, casi, casi, teníamos una “carta”. Pero faltaba algo, quizás lo mas importante.

En esos remotos tiempos no sabíamos qué era marcar “enter” y para “mandar la carta” teníamos que caminar sus buenas cuadras hasta un lugar llamado “Correo” … a secas, un remotísimo pariente de los mails que hoy usamos.

Después de hacer alguna cola (en eso nada ha cambiado) comprábamos una estampilla, el maravilloso pasaje multicolor de sugerente borde dentado, que era necesario usar para que la carta “viajara” a su destino.

Luego volvíamos a dejar una pizca de nuestro ADN en la saliva que usábamos para humedecer el reverso engomado. Con extremo cuidado colocábamos la estampilla en el ángulo derecho del sobre y con un rotundo golpe de puño quedaba fijada ¡Ya teníamos la carta!

Venía después otra operación de cuidado: colocar la carta en el “buzón”. Una caja, bien robusta, que “comía” cartas todo el día. Generalmente era rojo; redondo, con lejana semejanza a esos hongos de los cuentos.

Antes no nos preguntábamos por qué ese color; hoy sabemos que era para destacarlo entre la cantidad de cosas que poco a poco se iban amontonando en el paisaje de las ciudades. Así, cuando alguien venía del campo o no conocía mucho el lugar podía ver al buzón desde lejos y llegarse para “mandar la carta”. Dicen que el único problema con los buzones es que algunos vivos querían venderlos; pero lo dramático es que ¡siempre se encontraba un comprador incauto!

La ultima operación, echar la carta al buzón, demandaba mucho cuidado, pero por alguna incomprensible razón generalmente se reservaba a los más pequeños. Creo que cuando la carta se deslizaba de nuestras manos todos sentíamos un ligero temor al pensar que podía perderse, no llegar y que con eso se perdería parte de nosotros mismos. ¡Algo de razón había!

Después solamente quedaba esperar. Aguardar al menos varias semanas para que ese “alguien” especial, su destinatario/a nos contestara … ¡con otra carta!


Ahora, como los más viejos ya recordamos lo que era una carta y los más chicos al menos pueden imaginársela, volvamos a los lejanos días en que Mariana y María Luz estaban dejando poco a poco sus juguetes.

Al empezar diciembre los chicos tenían que preparar la carta para Santa, el problema era la dirección. Nadie conocía donde vivía. Tampoco lo sabían las mamás ni los papás ¡Ni siquiera los abuelos!, que como eran más viejos conocían más de la vida.

La cosa era tener fe. Ese fin del año 1994 Mariana que era “grande” y ya escribía suelta hizo la carta, por supuesto que incluyendo a su hermana. Cada una puso su “firma”. María Luz pegó el sobre y, otra vez, la protagonista fue Mariana que escribió en él : “Santa Claus – Polo Norte” y, en la parte de atrás puso el nombre de las dos; junto a la dirección de nuestra casa. Fue entonces que Mamá recomendó agregar “Argentina”; no fuera que Santa lo olvidara.

Esa vez, de la estampilla y del correo también se ocupó Mamá. La magia estaba hecha, solo faltaba esperar la Navidad. Mientras tanto, se armó el pesebre; el “arbolito”, con sus luces y brillantes globos de vidrio y todas las noches las chicas escuchaban una historia real: que Dios que se hizo hombre por amor a todos y que cada Navidad se presentaba como un Niñito, recostado en un pesebre.

Los preparativos avanzaron y con tanta cosa las chicas festejaron la hermosura que es una Navidad en familia ¡y se olvidaron de la carta!

Ya estaba avanzado enero cuando un cartero pasó por casa. (Acá seguro que hay que explicar a los chicos de hoy que el cartero es un señor que hace “running” todo el día mientras reparte cartas)
Ese día nos dejó en la portería un gran sobre de cartulina, rojo y blanco. EL MISMO QUE VEMOS REPRODUCIDO:
  
 

Lo primero que se mira en un sobre es quién lo manda y … ¡AQUI LO TENEMOS!, pueden leerlo ustedes mismos, nada menos que ¡Santa Claus!, con su dirección incluida!


Con todo cuidado las chicas abrieron el sobre y encontraron una hermosa silueta acartonada de Santa conduciendo su trineo rojo, lleno de regalos, tirado por un auténtico reno; acompañado de un gnomito con cara de inuit y un precioso perrito husky (los mismos que arrastran los trineos polares), acurrucado entre los paquetes para protegerse del frío!

Nuestro pesebre y el trineo de Santa

No se trataba de un truco, era un verdadero regalo de Santa y el sobre venía marcado como “Prioritaire A” ¡correspondencia especial para Mariana y María Luz!


Un mensaje de Santa completaba el regalo, como está en inglés acompaño la traducción:

Polo Norte, Groenlandia
Queridos amigos:

                          Espero que disfrutes de armar este regalo de mi parte. Es un recordatorio de que vendré a visitarte en Navidad. Visitaré a cada uno, inclusive a ti.
                         ¿Podrás imaginarte lo ocupado que estoy con todos los regalos que debo fabricar? Pero todo el ajetreo y el bullicio vale la pena cuando pienso en vos y en todos mis amigos.
                    Muchos están interesados en saber a dónde vivo. Mi lugar en la nieve queda en Groenlandia, cerca del Polo Norte. Muy pocos saben que Groenlandia es la isla más grande del mundo. Groenlandia es muy conocida por su fantástica naturaleza y el medio ambiente limpio.                                Créeme, es un buen lugar para vivir.
                    Te envío mis saludos para vos, tu familia y tus amigos y les deseo a todos una ¡muy Feliz Navidad! - SANTA CLAUS

Tres estampillas extrañas lo certificaban y, para que no quedaran dudas, estaban timbradas con el logo de Santa. En los matasellos se leía “Kalaallit Nunaat / Grønland” (Groenlandia, en castellano)


El regalo “extra” de Santa dio una gran alegría a las chicas … casi tanta como la de Mamá y Papá. Santa había cumplido; algo tarde, eso sí, porque Groenlandia queda lejos (unos 13.000 kilómetros).

El único problema estaba en la etiqueta con los nombres de las destinatarias; parece que el gnomo ayudante de Santa estaba un poco distraído, porque en vez de “Mariana” dice “Mirtha”; un detalle menor que podemos perdonarle ¡También en tierras de Santa hay gente desatenta! No todo puede ser perfecto.

Un detalle más, que aquellos a quienes gustan las banderas no les habrá pasado desapercibido: el sobre es claramente una bandera de Groenlandia, donde el Sol de invierno tiene la cara del personaje de leyenda más querido del mundo: ¡Santa Claus, por supuesto!

Abierto el gran sobre, fue todo un desafío armar el troquelado con la imagen ilustrada por Greten Lis Hansen; según diseño de Birgitt Clematide y Claus Fenger; impresa por MAP Design. Es gesto de buena voluntad reconocer los créditos.

Como verán, esa Navidad de 1994 fue una experiencia hermosa, muy especial, que se prolongó hasta el enero del ‘95. Particularmente para Mariana y María Luz … pero también para su Mamá y su Papá (que no podían creer que la carta hubiera llegado a destino y vuelto en forma de presente)


Esta recreación se basa en una vivencia de nuestra familia. Recoge una experiencia hermosa que hace décadas se transformó en un clásico, cuando los correos de muchos países del mundo recibían miles de cartas que tenían por destinatario a Santa Claus y por domicilio: el “Polo Norte”; el “Ártico” o, simplemente, la “Casa de Santa”.

Muchos fineses; islandeses; noruegos y suecos; también algunos habitantes de Alaska podrán discutir si Santa vive o no en Groenlandia, pero la cuestión no debe generar disputas. La explosión demográfica, con sus millones de niños que nacen cada año, y la Biotecnología justifican, sin lugar a dudas, que Santa Claus; sus gnomos y sus renos ¡también tengan clones!

Por lo que hemos podido averiguar la “Fundación Santa Claus de Groenlandia” es la responsable de enviar esa tierna respuesta, procura así retribuir el amor por los niños y alentar los vínculos fraternales entre diferentes culturas; contestando puntualmente las cartas que le escriben desde todo el mundo.


También promueve la ecología y la difusión de la cultura inuit y procura arraigar que el “verdadero” hogar de Santa está en la gran isla de “Tierra Verde” (Greenland/ Groenlandia). Los fondos para esta tarea tienen diversos orígenes, pero el gobierno autónomo local acompaña con un importante subsidio. Como un gesto de hermandad Santa contesta puntualmente las cartas que le escriben niños de todo el mundo.

Groenlandia es un estado autónomo dentro del reino de Dinamarca. En Nuuk (nueva denominación de Goodthaab), su capital, la Fundación tiene su sede y mantiene un museo totalmente dedicado a Santa.

Bandera de Nuuk, al fondo se ve el monte Sermitsiaq 
que destaca en la siguiente foto

Aportamos algunas fotografías de ensueño como nuestra personal adhesión para promover los fines de la Fundación.

Nuuk en invierno

Nuuk en verano


 Cada año las oficinas del correo de Nuuk reciben algo menos de 80.000 cartas; esto justifica que exista allí el buzón más grande del mundo que podemos ver seguidamente:


Historia de la bandera de Groenlandia


Hace tiempo que escribimos sobre esta hermosa bandera, pueden consultarla en este blog desde los siguientes links:


  
Para los amantes de la Filatelia:

Los sellos que usó Santa Claus corresponden a:


Margarita II, reina de Dinamarca; coronada en 1972; de la casa Schleswig-Holstein-Sonderburg, rama de la dinastía de Oldenburg, originaria de Glucksburg, ciudad del norte de Alemania; según se nos informa.


Jonathan Petersen (1881 - 1961) fue un músico danés autor de la canción Nunarput utoqqarsuanngoravit” en groenlandés "Tú, nuestra vieja tierra". La letra fue escrita por el sacerdote inuit Henrik Lund. La compasión fue adoptada como himno nacional groenlandés en 1916.

Para los que gustan de la Vexilología, también en Groenlandia hay estampillas con banderas:


¡ Juullimi ukiortaasamilu pilluaritsi !

¡ Feliz Navidad y Año Nuevo !


2 comentarios:

  1. Una lindisima historia y una mejor experiencia para esas niñitas y sus papás! Gravias por compartirla!!

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  2. Hay mucha emoción comprometida en esta nota. Muchas gracias por tus lindas palabras. Van mis deseos de una feliz Navidad para vos María C. que el Niño Dios te bendiga

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