sábado, 30 de mayo de 2020

Tapaboca y gestión del Ceremonial: tema 1

El uso de barbijo y el respeto por el otro

Protocolo con la cara encubierta


Por Miguel Carrillo Bascary

Avanzando hacia una “nueva normalidad” determinada por la pandemia, desde las disciplinas que componen la gran rama del Ceremonial nos adentramos en desconocidos territorios.

Quienes nos ocupamos de esta materia hemos de abrir caminos que no sospechábamos a finales del año 2019. Sin embargo, como toda crisis es una oportunidad para reinventarnos incentivados por las novedades que nos desafían.

La proyección de la imagen institucional y personal es un campo donde hemos de replantear un bagaje de conceptos propios de nuestra disciplina. La explosión del uso de las redes sociales potencia a niveles astronómicos los actos y ceremonias, de manera que cualquier error; cualquier anormalidad se magnifica en forma exponencial y pueden afectar negativamente a las personalidades y entidades involucradas.

En los últimos meses el aprendizaje ha sido empírico, caótico, casi sin reglas. Esto puso en evidencia la necesidad de algún ordenamiento, no por el orden mismo sino porque en el mundo de las relaciones públicas dependemos de los códigos sociales para comunicarnos con nuestros semejantes.

Pareciera vano que, sumergidos en las turbulentas aguas de muerte, desazón y crisis, pensemos en convencionalismos sociales, pero convengamos que como seres humanos nada de lo humano nos es ajeno (1)

El hombre es un ser social y estamos determinados a vivir en sociedad por más dramáticas que sean las circunstancias. Por eso, no podemos soslayar nuestra necesidad de interactuar.

En las líneas que siguen intentaré presentar algunos temas vinculados al Ceremonial y a la imagen institucional como hipótesis de discusión, en la esperanza de que sirvan de disparador para adaptarnos a estos tiempos.

La novedad del barbijo

Para iniciar el enfoque partiré de un elemento que parece haber llegado para quedarse; al menos por algún tiempo: el barbijo; mascarilla; cubreboca o tapaboca, un adminículo sobre el que aún no nos ponemos de acuerdo como llamarlo. Por ahora los usaré como sinónimos.


Tratemos de formular una descripción. Básicamente, la mascarilla es una prenda de uso personal que recubre la mitad inferior del rostro (nariz; boca y mentón) estableciendo una barrera física que incide sobre nuestra respiración y vocalización; pero también limita la expresividad del rostro condicionando nuestro principal medio vinculación con el entorno, con lo que se complica el diálogo interpersonal ya que obstruye la forma en que nos percibimos mutuamente con nuestro interlocutor.

Desde lo funcional el tapaboca opera como barrera profiláctica en un doble sentido; impide proyectar micro gotas de saliva y nos protege de las emitidas, pero también expresa nuestra sensibilidad hacia el prójimo ya que con esto garantizamos nuestro respeto a su salud.

No está lejano el tiempo en que mirábamos con extrañeza y hasta con cierta pena, a los habitantes de ciudades sometidas a un alto nivel de polución, obligados a usar barbijos para proteger sus vías respiratorias.


Hasta la declaración de la pandemia creíamos tener entendido que el barbijo era un elemento profesional para el uso de personal médico en circunstancias particularmente críticas, como las cirugías y el tratamiento de pacientes infecciosos. Ampliando nuestra óptica, el elemento también tenía su vigencia en otros campos de la actividad humana; por ejemplo: en las industrias alimentarias y químicas; en la farmacéutica; en talleres de pinturas; en laboratorios; etc. Hoy son los que más abundan en las calles.


En las primeras semanas de la crisis la comunidad médica mundial debatió sobre la efectividad del medio. Las estadísticas probaron dramáticamente que el barbijo sirve, y mucho.

Precisamente, debido a esta última función el uso el tapaboca deja de ser un gesto vinculado a nuestro confort y seguridad personal para transformarse en una elemental muestra de consideración hacia el resto de la sociedad. Este es el axioma que define por qué debe usarse.

Hoy podemos afirmar, sin hesitación, que no usar tapaboca es una falta total de educación; y que su falta es una verdadera agresión; equivalente a salivar; echar el humo en el rostro del interlocutor o cualquier otro tipo de gesto similar. Creo que nos entendemos.


Siempre habrá quién se resista esgrimiendo mil y un argumento, en la misma forma en que durante muchos años se debatió sobre el fumar en un lugar cerrado con presencia de otras personas.

Más aún, hay y habrá temperamentos trasgresores que lo rechazar como un gesto de negación a la realidad o como una manifestación del egoísmo personal, lo que encubre una malentendida omnipotencia humana. En este sentido el ejemplo paradigmático es el actual presidente de los Estados Unidos, cuyos caprichos lucen desmesurados, hasta para sus propios seguidores.


Trump se negó a usar el cubreboca que se le entregó

En definitiva, la mascarilla hoy ha irrumpido en la vida cotidiana y ya es imprescindible; lo que se magnifica en situaciones vinculadas a la imagen personal e institucional. Ni qué decir en actividades vinculadas con el Ceremonial.

¿Debe usarse en toda situación social?

Es evidente que, en principio, sí; aunque, tomando como referencia las experiencias más cercanas, podemos señalar algunas excepciones, donde se justificaría lo contrario.

En ciertos países el elemento es de uso obligatorio en toda situación que implique transitar; usar transportes colectivos o estar en contacto con público; por lo tanto, la discusión queda zanjada. En toda sociedad organizada se supone que la norma responde al bien común y que no está hecha para molestar a los ciudadanos.

Sin embargo, aun cuando el empleo del barbijo sea facultativo su uso será signo de sensibilidad y empatía para con el otro, habida cuenta de la función protectora que implica.

Algunas puntualizaciones de pública referencia

Seguidamente trataré sobre excepciones y también plantearé ciertos interrogantes. Antes que nada, hago abstracción de médicos y personal de la salud, quienes deberían ser un paradigma en el buen uso del tapabocas.

1.- Autoridades

Ellas componen el grupo social que más obligado está de cumplir con el uso de mascarilla como los más decididos observantes. Esta actitud debe llevarse al extremo, en todo momento.


Es lamentable pero la crónica diaria nos aporta anti-ejemplos muy evidentes que, reitero, impactan negativamente en la imagen personal e institucional.

Caracterizo bajo el término de “autoridades” a los miembros de los poderes políticos desde las más altas jerarquías; comprendiendo también a los agentes de policía; empleados públicos y a quienes colaboren en tareas de asistencia social. Las infracciones a este nivel deberían ser celosamente controladas por sus superiores.


Un capítulo especial lo constituyen los protagonistas del poder y los miembros de su staff (asesores; secretarios; custodios; choferes; etc. comprendidos los mozos que suelen aparecer en público sirviendo algún café)

En recientes actos cívicos hemos visto el excelente ejemplo de uso de sobrios cubrebocas que presentaron los Granaderos y Patricios. Han sido un ejemplo patente del correcto uso de estos elementos de seguridad. Enhorabuena; así como en la Historia son prototipos de entrega en esta emergencia nuevamente se nos presentan como modelos a seguir.


Lo dicho podemos extenderlo a otros actores sociales: miembros de entidades empresarias; sindicales y de fuerzas vivas de todo tipo. Ellos no ejercen una función gubernamental pero su rol dirigencial los presenta como referentes ante la sociedad.

En resumen, quienes detentan cualquier grado de autoridad deben dar ejemplo y presentarse con barbijo en toda situación con excepción de aquellas en las que existan circunstancias en donde haya el suficiente distanciamiento con sus interlocutores e, incluso, con sus ocasionales acompañantes.


No hacerlo así es transformarse en un anti modelo, con negativa incidencia en el espíritu social; ya que implica aparecer como trasgresores bajo el bill de intimidad de su cargo; en suma, como personas privilegiadas, más allá de la ley y hasta con una total falta de respeto para con la salud de sus interlocutores y el público; lo que siempre será odioso para los que componemos el vulgo.

Es lógico que autoridades de cierto nivel quieran capitalizar su presentación pública al máximo posible y que para esto el tapaboca es un obstáculo, pero considero deben resignar sus legítimas expectativas atento a la función rectora que tienen en la sociedad; precisamente. Para estos casos y similares, la tecnología permite contar con mascarillas personalizadas.


Si la autoridad protagoniza una conferencia de prensa formal, donde los entrevistadores se encuentran distanciados, sería válido que no tuviera el cubreboca colocado; excepto que se encuentre flanqueada por otras autoridades o colaboradores con los que no guarde la distancia aconsejada como prudencial (metro y medio).


Si no está previsto que hablen los miembros de su entorno, estos tendrían que mostrarse con tapaboca, lógicamente. Si los mismos deben hacer uso de la palabra con cualquier rol, podrían no usar el elemento de seguridad, a condición de que medie el distanciamiento de seguridad.


El armado de un dispositivo de Ceremonial que permita amplia separación entre los presentes debería ser una opción capital.


Hemos visto incluso sesiones parlamentarias donde quienes presidían no usaron barbijo, lo que en principio habría estado bien ya que se encontraban distanciados de los miembros del cuerpo sentados en sus bancas a mayor distancia que la sanitaria. Sin embargo, contravinieron toda prudencia ya que estuvieron flanqueados de colaboradores con los que no guardaban la distancia profiláctica; bien que estos sí empleaban mascarilla. La situación fue muy comentada en todos los medios.


Para todos estos casos, el principio general es que el funcionario es quien más debe dar ejemplo, cualquiera que sea su jerarquía. Cuanto mayor sea su rango, mayor deber tendrá de usar tapaboca. Bien reza el dicho: “más se predica con el ejemplo que con la palabra”.

Seguidamente vemos una situación contradictoria:



Ni qué hablar cuando a la falta de cubreboca se suman contactos físicos totalmente desaconsejados por un mínimo de prevención; ya que, si en la jurisdicción no existen evidencias de contagios, el funcionario visitante muy bien podría ser portador ¡Dios no lo quiera!

Ciudad de Formosa 29 de mayo 2020

2.- Comunicadores sociales

Es evidente que el capital rol que desempeñan demanda que al momento de salir al aire en el plató estén exentos de usar cubreboca; sin embargo, por razones de ejemplaridad habrán de mantener la mayor separación posible entre sí y evitar toda manifestación que implique contacto físico (besos; abrazos; apretones de manos; compartir el mate; etc.); lo mismo vale para los entrevistados.


En situación de calle es fundamental que siempre se presenten con sus cubrebocas bien colocados y que mantengan la distancia con sus colegas e interlocutores empleando bastones con sus micrófonos. Esta conducta también será una muestra de consideración para con los entrevistados.


3.- Sacerdotes y ministros durante el desarrollo de un culto

También en estos casos la ejemplaridad es fundamental. En misas y otras ceremonias on line, al igual que para los comunicadores, podemos admitir que no usen cubreboca, a condición de que mantengan la distancia con sus acólitos y colaboradores. Estos y los feligreses (cuando se admitan) han de guardar la distancia profiláctica y mantenerse siempre con barbijo.

Un detalle, si en el culto se comparte algún elemento será pertinente que se frote con alcohol luego de ser tocado por cualquier participante.

4.- Conferencistas; docentes y panelistas

Los protagonistas de las actividades implicadas en estos roles también podrían quedar exentos de usar tapabocas, a condición de que guarden las mismas prevenciones apuntadas para los casos ya vistos. Lo ideal será que lo usen y que se lo quiten transitoriamente cuando deban hablar.


5.- Personas con hipoacusia

Muchas personas con esta discapacidad cuentan como medio de socialización con su habilidad para “leer los labios”; obvio que el cubreboca lo impide, por lo que el resto de los mortales deberíamos conmovernos ante lo dramático de la situación. Esto merece consideraciones muy especiales que demandan un debate mayor. Anoto sí que hay cubrebocas compuestos por una placa de material transparente, pero existen objeciones razonables para su uso indiscriminado. En todo caso corresponderá implementarlos en los ámbitos donde sean imprescindibles.


6.- Los niños más pequeños

La relación con los niños muy pequeños demanda también consideraciones especiales es factible que en no pocos casos ellos traduzcan a un rostro encubierto con una amenaza.

Traigo a colación el espanto que les produce a algunos pequeños el contacto cercano con un payaso o con alguien caracterizado como Papá Noel.

Para conjurar estas complicaciones es fundamental el rol de sus padres y cuidadores como vínculo coadyuvante entre el niño y su medio. A ellos les corresponde introducir en la realidad del niño el uso del tapaboca como una circunstancia más de las relaciones interpersonales; la actitud lúdica parece ser la que mejor se presta al efecto.


7.- Actores; músicos y otros artistas

También ellos son referentes sociales y sus conductas marcan los comportamientos de miles de espectadores y seguidores.

En un futuro cercano podríamos agregar entre los eximidos de uso a los actores en representaciones unipersonales y a los ejecutantes de instrumentos de viento; quienes también deberían tomar recaudos para asegurar el debido distanciamiento.

En el caso de obras plurales la exención sería factible, a condición de que se mantenga la distancia profiláctica, aunque los guiones deberán adecuarse si demandan constancias de cercanía física. Lamentablemente para los románticos, no vemos viables escenas de amor.

Los conjuntos musicales también habrán de mantener lejanía, lo que excluirá desempeñarse en espacios reducidos. En cuanto a los coros y danzas, sinceramente no veo que esta práctica sea viable, por el momento.

Como hemos visto el poder de las imágenes trasciende ampliamente al momento; incluso es factible que si no se circunstancia la toma esta pueda inducir confusiones; para evitar las repercusiones negativas será tarea de los profesionales del Ceremonial estar atentos a todas las implicancias posibles. En definitiva, su función es acompañar; asesorar y cuidar a quienes asistan.

Para quienes hacemos Ceremonial el barbijo ha pasado a ser un aspecto crucial de nuestra gestión profesional.

En futuras entradas me extenderé sobre otras cuestiones vinculadas a la temática.


(1) Esta expresión nos viene de Publio Terencio, el Africano; quién en su comedia “Heautontimorumenos” (“El atormentador o enemigo de sí mismo”), del siglo II a. C. nos dice: “Hombre soy, nada humano me es ajeno

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