martes, 23 de mayo de 2017

GESTA DE MALVINAS, 14 de junio de 1982

A 35 años de una honrosa capitulación 


Por Héctor Gustavo Pugliese
Coronel ( R ) del Ejército Argentino
Veterano de la Guerra de Malvinas

La GESTA DE MALVINAS no deja de crear y desarrollar publicaciones, hipótesis, reflexiones, enseñanzas, etc, que nos introducen analíticamente en la Estrategia y en la Historia; así, con mayúsculas, de nuestra Patria. 

El paso de los 35 años, desde su ocurrencia cronológica, a un veterano de guerra, no hace mas que motivarlo en la investigación permanente de esta gesta, vivida por nuestros hombres de armas, acompañados por todo el pueblo argentino y por que no, por amigos extranjeros de todas las latitudes que siguieron esta hazaña como si fuera propia. La heroica gesta, ejecutada con valor y patriotismo, por un puñado de argentinos, no logró alcanzar los objetivos políticos deseados por la conducción superior del estado y provocó la perdida de muchas vidas gloriosas, que creo, debieron ser evitadas. Es por ello que la GESTA DE MALVINAS debe considerarse con mayúsculas, por su significado legítimo y genuino de hazañas o conjunto de hechos memorables, heroicidad, hombrada, saga, valentía, heroísmo, proeza. Los cantares de gesta son poemas medievales que cuentan las hazañas de los héroes.

El soldado argentino más condecorado, Oscar Poltronieri

Es así, que se debe rendir homenaje a todos los que participaron en esta gesta actual, que se asemeja a las del pasado heroico del siglo pasado. A los que murieron por sus convicciones, a los heridos, a los veteranos y a todos los argentinos que en esa oportunidad se ofrecieron como voluntarios para participar  en la justa batalla. Evoquemos algunos hechos y sentimientos vividos en esa gesta, hoy recordemos la honrosa rendición.

Para un soldado tener que rendirse es una de los escenarios más difíciles que le toca estar. Es el momento donde brotan la angustia, las lágrimas, la zozobra y el desasosiego, debido a que su formación y cultura profesional lo han llevado siempre a aspirar a la victoria. Se considera a priori que la derrota debe ser siempre para el enemigo. Y esto no pasa sólo en los extremos de la guerra. Sucede también en contextos normales rutinarios, como perder un encuentro deportivo, no aprobar un examen, no obtener un trabajo, etc.

Pero en esta rendición del 14 de junio de 1982 había otros ingredientes que la hacían mas dura, aunque no por eso menos ineludible, fatal e irremediable. Los que estábamos en las irredentas islas no éramos mas que una pequeña parte del pueblo Argentino, que en su mayoría hubieran querido estar, resueltos y dispuestos para defender a la Patria y el honor recuperado, después de tantos años de ocupación colonial Británica. Y por ser pocos para afrontar semejante compromiso, la carga y la responsabilidad asumido eran mayores. Estábamos representando a todo el pueblo de la Nación Argentina y también a sus banderas. Éramos los elegidos, distinguidos y favorecidos por una situación o realidad que la Patria nos mandaba y obligaba a vivir. (No olvidar que aun continua la ocupación Inglesa y que la Comisión Europea ratificó su soberanía sobre Malvinas , argumentando que en el texto de la Constitución se mantiene el criterio vigente desde hace años,  en el que figuran, entre los "territorios de ultramar", las islas Malvinas bajo soberanía de Gran Bretaña. Constitución Europea o Tratado Constitucional firmado en Roma por los jefes de gobierno de los países que forman la Unión Europea el 29 de octubre de 2004)

Ese 14 de junio de 1982 nos enteramos de la rendición, primero por un silencio sepulcral que parecía extraño, chocante, excepcional y también  insoportable, en contraposición con el intenso combate luchado y vivido los días previos, que era lo normal para nuestros sentidos. El fragor del combate, el tronar de la artillería propia y enemiga, la iluminación del campo de batalla durante la noche, el rugir de las explosiones de las bombas de la aviación enemiga, que por la superioridad aérea total inglesa no dejaban de caer en todo el día, ya nos resultaban familiares, así como el persistente, tenaz, sistemático y metódico bombardeo naval o el ataque terrestre de los paracaidistas, guardias e infantes de marina británicos con el apoyo de fuego de morteros de varios calibres y ametralladoras livianas y pesadas. Todo ello hacía de los días previos algo cercano al Apocalipsis según lo imaginamos los cristianos. Entonces lo primero que anunció el principio del fin fue el insólito y repentino silencio.

Eran las 09.00 hs. aproximadamente de una mañana sombría y triste del 14 de junio. Además estaba nevando y todo era blanco. El hospital de Puerto Argentino estaba lleno de heridos de todas las clasificaciones, de leves a intensamente graves. Los muertos quedaban en las trincheras y en las posiciones defensivas que gallardamente preservaran los infantes del Ejército y de la Armada hasta minutos antes.

Todos los muertos y heridos que yo pude socorrer, ayudar o tan sólo ver, al visitar el hospital, y dejarles el apoyo de una oración, estaban lastimados en la cara, pecho, abdomen o parte anterior de las piernas o brazos es decir condecorados por su valentía contra un enemigo que avanzaba con dolor, sufrimiento, apuro y dificultad. Estos bravos de la guerra, oficiales, suboficiales y soldados, pese a su edad cronológica, fueron héroes maduros y verdaderos protagonistas de lo que la Patria y la gente les mandó cumplir.

Recordemos aquí que el teatro de guerra era netamente aeronaval, que después del hundimiento del crucero General Belgrano, la Armada Argentina disminuyó su  participación en las operaciones. La Fuerza Aérea Argentina pese a la tenacidad, valentía, coraje, empeño y porque no, temeridad de sus pilotos, no había logrado obtener la superioridad aérea sobre las islas. Y por consiguiente los buques y aviones enemigos nos atacaban constante y eficazmente. Como ejemplo, en la zona que ocupaba mi Regimiento, en la península del aeropuerto, recibimos aproximadamente una cantidad de 100 toneladas de proyectiles, misiles y bombas en el primer mes de combate. Y si no hubiera sido por la protección de la Nuestra Señora del Rosario esto habría producido una masacre. El terreno era un lodazal helado, las trincheras estaban anegadas de nieve y barro, los caminos intransitables y la temperatura era de varios grados bajo cero.

En la noche del 13 al 14 de junio desde el puesto de comando del Regimiento de Infantería 25, en el cual yo servía con el grado de Capitán, se veía todo lo anteriormente mencionado, la proximidad de lo inevitable, se advertía la situación insostenible y se insinuaba la ineludible capitulación. En ese contexto, con lágrimas en los ojos, le comento a mi jefe de regimiento, el entonces teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, "La batalla está perdida, preparémonos para lo peor, el plan de destrucción lo tengo listo para ejecutar cuando usted lo ordene", el Teniente Coronel también lagrimeando me contestó "no todo está perdido, el combate continúa, la desigualdad es evidente. Tenga el plan a mano y no se olvide de los Pucará que están  operables todavía, la Virgen nos protegerá". No había que dejar nada que sirviese al enemigo, esa era mi misión.

En Buenos Aires la visita del Papa Juan Pablo II sirvió para preparar los espíritus y dar ánimo al pueblo argentino. Trajo un mensaje claro, sereno y consistente de Paz. Bendijo a toda la Nación y le dio fuerzas para aceptar con resignación cristiana la previsible derrota.

Luego, del particular silencio, se recibieron varias comunicaciones radiales, en las cuales los ingleses decían que los Argentinos habían combatido con valor, que el coraje de las tropas había quedado demostrado y que era hora de negociar un alto el fuego y terminar con la batalla. No se hablaba de rendición ni de capitulación. El silencio continuaba. Las unidades de primera línea se replegaban ordenadamente hacia Puerto Argentino. Los soldados ingleses habían acatado el tácito y sobrentendido alto el fuego. Los argentinos que aún mantenían sus posiciones y que no eran pocos, también.

Aproximadamente a las tres de la tarde, para conversar y parlamentar con el general de brigada Mario Benjamín Menéndez, gobernador militar y comandante de las tropas, arribaron en helicóptero al puesto de comando, con una sábana blanca como bandera de parlamento, el jefe de las fuerzas especiales inglesas (Special Air Service - SAS) coronel Mike Rose y su intérprete, capitán Rod Bell, quien vivió en Costa Rica, hablaba español y decía conocer las costumbres latinas. El coronel Rose, cuando caminando, cruzaba una cancha de fútbol, vio el hospital de la isla y como había gente preguntó por la médica Alison Bleaney y al encontrarla le agradeció por el buen trabajo que ella había hecho, al recibir en su radio las comunicaciones británicas que trataban de lograr un cese el fuego y transmitirlas a los argentinos. Las conversaciones entre Menéndez y Rose duraron casi 2 horas, en las cuales uno requirió proceder a seguir al teniente general Leopoldo Galtieri y el otro  solicitó lo mismo al mayor general Jeremy Moore (embarcado en el transporte Fearless) y éste, a su vez, a Margaret Thatcher, en Londres.

Cerca de las nueve de la noche, en medio de una tormenta de nieve, llegó a Puerto Argentino el general Moore, con el documento de la rendición. Aproximadamente 2 horas después se firmó el documento. El capitán Bell comenta "la firma del escrito fue una breve y simple ceremonia, y se hizo en una oficina del primer piso de la gobernación. Ambos firmantes fueron muy cordiales y civilizados. Obviamente, había gran placer y felicidad  en uno y sufrimiento y realista  apreciación de angustia y dolor en el otro". Los generales se dieron la mano, tratándose de "sir". El general Menéndez fue llevado como prisionero de guerra al buque Fearless e instalado provisoriamente en el camarote del capellán.

Gesto del teniente 1º Carlos Domínguez Lacreu al ser enfocado 
por una cámara inglesa cuando era conducido prisionero 

En Buenos Aires, al día siguiente, el general Galtieri citó a la población a Plaza Mayo, con la intención de anunciar la rendición. La plaza se volvió a llenar, pero en esta ocasión para repudiar al gobierno y también reprochar la irresponsable evaluación internacional, y la insensata planificación y conducción de la guerra. Los partidos políticos, peronistas, radicales y sectores de izquierda hicieron responsable al gobierno de haber manipulado la justificación del conflicto para frenar las presiones sociales y mantenerse en el poder. El 15 de junio, la congregación frente a la Casa Rosada finalizó con una fuerte represión policial contra la multitud presente.

En Puerto Argentino, se transmitió la orden de deponer las armas y se estableció como lugar de reunión de todo el personal el área del aeropuerto. Allí estaba mi regimiento, que mantuvo a su personal en sus posiciones respectivas. El teniente coronel Seineldín, recibió la orden de hacerse cargo de la situación  de las tropas que se replegaban, dándoles alojamiento y seguridad.

El 16 de junio la situación estaba bajo control y con mucha tristeza se inicia la evacuación al continente en barcos propios y del enemigo.

Muchos oficiales y algunos suboficiales y soldados seleccionados quedamos como prisioneros de guerra en San Carlos y luego en el buque "ferry" St. Edmund. Regresando al continente a Puerto Madryn el 14 de julio. De esta manera concluye aquella honrosa rendición y el dolor ocasionado queda en la memoria y evocación de todo argentino de ley.

La guerra, como sabemos, es un estigma que persigue a la especie humana desde su nacimiento. Como una maldición, pesa sobre las espaldas de cada uno de sus integrantes y no admite explicación que permita comprender y mucho menos justificar, los múltiples horrores y espantos que provoca.

Y en estos momentos que aunque lejana, la vivimos a diario a través de los medios de comunicación social, no podemos dejar de pensar en todos los combatientes argentinos y británicos, que en esta nuestra gesta de Malvinas, dieron hasta sus vidas, para defender lo que sus patrias les mandaba.


Y así rendir un sentido, respetuoso y emocionado homenaje a nuestros oficiales, suboficiales y soldados, que con poco y en situaciones de inferioridad, combatieron mucho y con valor, siendo un verdadero ejemplo para las futuras generaciones de argentinos. Argentinos que aman su Nación y que juntos y unidos  pueden solucionar cualquier problema, de la naturaleza que sea, orgulloso de ser criollos, apasionados por su Patria y de ser ARGENTINOS. 

VIVA LA PATRIA CARAJO!!!!!!!!!!



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