miércoles, 8 de diciembre de 2021

El vero origen de los pesebres o belenes

Los dos padres de esta hermosa tradición

 

"Navidad en Greccio", Dino Battaglia (1923-1983)


Por Miguel Carrillo Bascary


En su reciente Carta Apostólica “Admirabile Signum” sobre el significado y el valor del Belén (1.12.2019), el Papa Francisco nos dice:

 

“El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.

 

Seguidamente continúa desarrollando su pensamiento con breves palabras a las que podrá accederse mediante el link https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-ap_20191201_admirabile-signum.html 

-  I  - 

 

Es conocido que fue san Francisco de Asís quien inició la costumbre de recrear el nacimiento del Niño Jesús en el pesebre de Belén, sin embargo, la historia se confunde con la leyenda hasta el punto en que difícil distinguir la veracidad de algunos aspectos.

 

En la actualidad, cuando la Sicología Social y otras ciencias de la Comunicación nos aportan una perspectiva más amplia, puede señalarse que Francisco buscó trasmitir a sus contemporáneos el mensaje evangélico de sencillez y pureza que expresa la Navidad, en una representación diametralmente distinta del boato propio de las festividades del tiempo en que vivió. El Santo testimonió durante toda su vida un notable grado de sencillez, en su procura de seguir el camino de Cristo, lo nos muestra una coherencia evidente con aquella noche en las colinas de belén, por lo que se justifica una sumarísima referencia a su vida. 

 

Francisco había nacido en Asís en 1181 o 1182 [1], siendo su padre un rico comerciante y su madre de noble cuna. En su juventud transcurrió por distintas experiencias que moldearon su espíritu, inicialmente muy mundano. Fue prisionero durante un año, más tarde se hizo soldado y una larga enfermedad lo maduró. Es tradición su gran generosidad, virtud que cultivaría en grado heroico cuando decisión dedicarse a la vida religiosa. Su propio padre llegó a engrillarlo para disuadirlo de su propósito, obviamente no lo consiguió. Su desprendimiento escandalizó a muchos, por lo que tampoco fue bien recibido por algunos sectores de la clerecía. Fundó la Orden que se conoce con su nombre que, no sin grandes pruebas, alcanzó difusión mundial. Puede decirse que Francisco fue un hombre de su época y de ambos mundos, el de los privilegiados y el de los sumergidos. Murió en el año 1226. Su espiritualidad se caracteriza por la total confianza en la Providencia divina y la entrega a todos los seres humanos en quienes Francisco veía la presencia de Cristo, también por la contemplación permanente de Dios aún en la Naturaleza y un amor a Jesucristo superlativo. Fue canonizado, es decir inscripto por la Iglesia en el catálogo de santos, en 1228, algo excepcional dado lo cercano de su fallecimiento. Su fiesta es el 4 de octubre.

Sus biógrafos, el beato Tomaso de Celano (1190-1260) y san Buenaventura (1221-1274) nos aportan preciosas referencias sobre aquel primer Pesebre, quienes suponen que el Santo tuvo una visión del Niño Dios que inspiró esta inédita muestra de piedad. El acontecimiento en concreto ocurrió tres años antes de su muerte, en la localidad de Greccio, provincia de Rieti, región de Lazio, Italia. La celebración no fue improvisada, con anterioridad Francisco consideró prudente recabar el permiso papal. 

En la víspera de la Navidad de 1223 eligió una cueva en cercanías de su ermita y encargó a Juan Velita terrateniente de Greccio, quien se había hecho seguidor del Santo tras abandonado la carrera de las armas conmovido por su ejemplo, que preparara el ámbito con el debido cuidado. Así se recreó así un establo rural y para darle verosimilitud Francisco se hizo de un burro y un buey[2]; luego invitó a sus hermanos religiosos y a los habitantes de la zona.

 

Colocado sobre una roca, el pesebre estaba vacío, excepto por la paja que allí se colocó, en él no había ninguna representación del Niño Dios, circunstancia que avala la costumbre de disponer allí su figura del mismo en las primeras horas del 25 de diciembre, fecha en que se conmemora al Nacimiento y no en la fecha en que tradicionalmente se arma el belén, que en muchas naciones ocurre a comienzos de diciembre.

 

Se cuenta que cuando Francisco presentó el pesebre a los asistentes su emoción era tal que estaba bañado en lágrimas y que expresaba una exultante alegría. En su condición de diácono (no estaba ordenado como sacerdote y por lo tanto no podía celebrar misa) cantó el Evangelio y luego predicó a los presentes el mensaje de Navidad plasmado en el “Niño de Bethleem” o “Jesús”, palabras con las que aludió al Niño Dios.

 

Juan de Greccio testimonió ante san Buenaventura que en la oportunidad vio a un hermoso niño sobre el pesebre. El heno sirvió de sacramental y se cuenta que, al ser impuesto a enfermos, parturientas y a aún a animales, todos fueron ayudados a transcurrir con toda felicidad los difíciles trances por los que pasaban.

A poco aquella gruta fue consagrada como capilla, adaptando como altar la roca donde se dispuso el pesebre. Todo está inscripto en el entorno del monasterio franciscano donde también se conserva la celda del santo.


Vista del santuario

Altar de la capilla del primer pesebre

Detalle del fresco: san Francisco adorando al Niño junto a sus contemporáneos 
la Virgen amamantándolo mientras san José medita

Tras esta primera representación del Nacimiento, bajo la forma de lo que puede considerarse un “drama histórico”, tan difundido en aquellos tiempos, se hizo costumbre entre los seguidores del Santo, se extendió por la península itálica y luego por todo el mundo, llegado ya el siglo XV. 

Podes conocer la capilla de Greccio en: https://www.youtube.com/watch?v=IxGQLQ4_Uh4

II  - 


Cayetano de Thiene (1480-1547) es otro de los santos favoritos de la feligresía cristiana. Era de familia noble y pocos saben que fue senador en Vicenza, luego ocupó un alto cargo en la corte del Papa Julio II, de manera que conoció los intrincados manejos del poder. Ya ordenado presbítero, expresó la caridad en grado heroico asistiendo a los enfermos y moribundos. Con su apostolado promovió la renovación espiritual en tiempos críticos para la Iglesia por lo que se lo considera una de las figuras de la Reforma Católica, coadyuvó a la misma fundando la Congregación de los Teatinos”, cuyo propósito radicó en la renovación del clero. Impulsó el acercamiento frecuente a los sacramentos. Concibió la práctica de la bendición con el Santísimo Sacramento. Fue un activo formador de los laicos de su tiempo, cuyo rol en la Iglesia contribuyó a clarificar, por lo que se lo considera el patrono del trabajo, al que recurren los desempleados. Para combatir la usura que se cebaba en los más humildes fundó los montepíos[3]. Fue canonizado en 1671. Se lo recuerda cada 7 de agosto. 

Cayetano tenía una profunda piedad mariana hasta el punto que sus biógrafos recogieron el prodigio con el que fue bendecido en vísperas de una Navidad, cuando hallándose el Santo recogido en oración ante la reliquia del pesebre de Belén que se guarda en la basílica de Santa María la Mayor (Roma), se le apareció la Madre de Dios y puso al Niño Jesús en sus brazos. Esto lo inspiró para reproducir la escena del nacimiento de Cristo, lo que concretó en la ciudad de su residencia, Nápoles, dando origen a la tradición de los llamados “pesebres napolitanos”, que se caracterizan por incorporar decenas de figuras y se adaptarse a los diferentes entornos de cada cultural. 

Concluyendo 

Está históricamente probado que ambos santos, Francisco y Cayetano, pueden ser considerados los inspiradores de la tradición navideña del pesebre (o del belén, como se los llama también). 


El primero, compartió con los suyos una inspiración mística que encontró inmediata recepción en su época y que se extendió por el mundo impulsado por los franciscanos.

 

El segundo nos aportó la forma plástica con que convencionalmente se representa el nacimiento del Niño Dios, una forma más mundana, más encarnada en la realidad cotidiana de los pueblos. 

Modernas consideraciones señalan el contexto de los belenes en los relatos de en los Evangelios, a los que se sumaron antiguas tradiciones cristianas y ciertos datos que contenidos en los Evangelios apócrifos[4], es decir aquellos que la Iglesia Católica no reconoce como inspirados por el Espíritu Santa pero que recogen tradiciones de los primeros siglos del cristianismo. 

El Papa Francisco culmina su Carta Apostólica diciendo:


“Queridos hermanos y hermanas, el belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos”. 



Notas

[1] No hay acuerdo entre sus biógrafos.

[2] Presencia prefigurada en el libro de Isaías, capítulo 1, versículo 3: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”.

[3] Montepío: fondo o depósito de dinero formado con pequeños descuentos en los sueldos de las personas que pertenecen a un determinado gremio o profesión, destinado a proporcionar pensiones o ayudas a sus miembros o familias en caso de desempleo, enfermedad y otros infortunios. Antecesores de las obras sociales y fondos de pensión.

[4] Particularmente en el “Evangelio del pseudo Mateo” (cap. XIV, versículos 1 y 2), escrito hacia el siglo VI.

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