Reparar siempre es necesario
Algunos lineamientos
Por Miguel Carrillo Bascary
En respuesta a varias consultas que me llegaron desde lugares tan distantes como Esquel y Tucumán en las que se me pedían algunas pautas sobre la forma adecuada de realizar un acto de desagravio, elaboré esta nota que espero pueda ser de utilidad.
Inicua tendencia
En los últimos años han
ocurrido agravios de diversa entidad contra los símbolos nacionales, monumentos
históricos, sepulturas o estatuas levantadas a personalidades del pasado,
templos de diferentes confesiones religiosas, placas de homenajes y otras
instalaciones similares. Esta ola iconoclasta parece afectar a todas las democracias
occidentales, con excepción de aquellas sociedades donde el respeto es un
paradigma esencial a sus culturas. Quedan fuera del análisis los estados
totalitarios de diversas ideologías donde la constante es la imposición de un
pensamiento único, en cuyo caso los íconos que caracterizan a las minorías están
indemnes a la acción oficial o para oficial.
Podrían señalarse como
orígenes de estas acciones: las manifestaciones antiglobalización, la
intolerancia religiosa, los extremismos de izquierda y de derecha, el
ecologismo radical, los afanes “por hacer visibles” demandas sectoriales o el propósito
de asumir protagonismos por fuera del sistema político vigente y, particularmente,
las infinitas tendencias anarquistas, así como numerosísimos otros factores.
En esta repudiable realidad tampoco faltan los “rebeldes sin causa”, los alienados, entre los que encontramos quienes dicen “obedecer a voces”; los que pretenden “perpetuarse” agrediendo a un bien reconocido por la sociedad, los resentidos por distintos motivos, y hasta aquellos que inconscientemente pretenden llamar la atención general sobre sus carencias subjetivas u objetivas. Podría continuar refiriendo otras ontologías, pero entiendo que con estas referencias es suficiente para circunstanciar estos comentarios.
El rol de la ley
Todos los estados disponen de mecanismos legales que penalizan con menor o mayor dureza este tipo de conductas, en lo que también difieren es en la decisión de hacerlas cumplir. En muchos se ejecutan con eficacia. Me duele decir que, al menos en mi país, la actuación del sistema judicial en este tipo de menesteres suele ser tardía y hasta pusilánime, en la mayor parte de los casos. Tampoco esto será tema de mi desarrollo. Me referí a esta temática en una nota que compartí hace unos tres años, cuyo link aporto a los interesados: https://banderasargentinas.blogspot.com/2018/11/problemas-de-ceremonial-inscripciones.html
¿A quién se ofende?
Existe un presupuesto fáctico: los monumentos,
estatuas, placas, imposiciones de nombres y actos similares son señalados como
valiosos a la consideración popular por decisión de las autoridades legítimas
avaladas por la anuencia general.
Cuando se concreta un
agravio que afecta a un bien social determinado a quien verdaderamente se
ofende es a la comunidad que lo reconoce como válido. En consecuencia, la agresión tiene como sujeto al conjunto
social implicado, es impropio pensar que lo conculcado es el elemento
material afectado. En forma indirecta la violencia ejercida se traslada a la
personalidad, al acontecimiento o al valor representado en la cosa, pero el verdadero destinatario de la acción es
la sociedad.
Ante este tipo de actos el sentimiento elemental comunitario es el
de reparar. Esto demanda una manifestación de empatía y de sensibilidad que
implica la respuesta social a la vejación, tanto provenga de autores
identificados como no individualizados.
En mis recorridos por la legislación sobre Ceremonial he verificado que son escasísimas las pautas regladas sobre la forma de concretar los actos de desagravio. Este aparente “olvido” normativo es lo correcto, ya que la variedad infinita que pueden alcanzar las ofensas y la diferente entidad de sus sujetos pasivos implicaría un despropósito pretender abarcarlos desde la ley.
El presupuesto de toda acción
Principio rector: el objetivo del desagravio es la reparación integral, de tal manera que
la restauración material se complemente como una reivindicación sensible y
valorativa. En consecuencia, la reparación del agravio puede revestir dos formas:
1) La material o física, que implica
a) reparar el material
dañado, procurando restablecer el estado previo al evento que lo afectó; o
bien,
b) reemplazarlo por
una réplica, cuando la restauración sea materialmente imposible, habida cuenta
del grado de deterioro sufrido o que haya ocurrido la desaparición total del
elemento; o también,
c) la reinstalación
de los restos, recompuestos o adicionados de la manera conveniente, como
testimonio de la violencia implicada en el agravio; y
d) la sustitución por
un nuevo elemento que recuerde a lo afectado, que evidencie la barbarie del
vandalismo y que en definitiva reitere la valoración positiva de lo
desaparecido en la apreciación del grupo social de que se trate.
Consideraciones:
En estos cometidos siempre se buscará el mejor asesoramiento técnico posible, sin
prisas, ya que ellas traducirse en pobres resultados. Una circunstancia que tendrá
especial trascendencia si se trata de un bien de características históricas.
Definido el curso de acción lo lógico será contratar al mejor experto o equipo que sea factible para que ejecute la intervención.
2) La reivindicación inmaterial
Esta faceta implicará la revalorización pública y expresa del mensaje contenido en la materia que fue afectada y generar una sensibilidad emotiva en lo social que actúe como bálsamo para los sentimientos del conjunto. Algunos podrán referirse a esto como la reivindicación moral.
La necesidad de documentar la intervención
Cuando las tareas versen sobre elementos de valor histórico, particularmente, o cultural es imperativo documentar profesionalmente la intervención. Sirva como ejemplo en contrario la enorme lista de objetos del pasado que experimentaron alteraciones a consecuencia de distintos eventos, muchas veces con toda la buena fe de los comitentes, pero con efectos negativos que se revelaron con el paso de los años.
Mi propósito en esta nota
El tema tiene múltiples
relieves, tantos, que exceden del formato disponible en este Blog. También
demanda un correspondiente análisis multidisciplinario. Hecha esta observación
y no sin olvidar lo vertido en los párrafos precedentes, me limitaré a su análisis desde la óptica que impone en Ceremonial, buscando señalar los puntos
comunes que trasciendan las diferencias entre estados, por lo que entiendo que los
criterios que aporto podría reconocérseles validez universal.
Mi objetivo aquí consiste
en explicitar algunos de los criterios
que podrían orientar a cada actor institución al o social pueda diseñar el
dispositivo ceremonial adecuado en procura de la reparación material y emotiva
implicada en la acción dañosa.
Podemos señalar en este
acápite a quienes intervengan en todo lo largo del proceso reparador son sus
protagonistas, en esto puntualizo a las víctimas más directas (familiares y/o
compañeros de la personalidad agraviada), las instituciones vinculadas al
evento, los grupos particularizados en su referencia, las autoridades y todos los
que asistan a la ceremonial de reivindicación y, por supuesto, el pueblo en su
conjunto, aunque no se sume materialmente al acta.
Unos incalificables queman una bandera argentina
Criterios a considerar
A mi juicio un acto de
desagravio tendrá que ser:
- Empático
con la o las personas o el sector social directamente afectado. Esto implica que
tenga la posibilidad de contar con el debido espacio en el acto de desagravio, para
los organizadores será una forma de acompañar sus duelos. Es lamentable pero
muchas veces se propicia un dispositivo reparador y los organizadores omiten la
participación a las víctimas directas. Este factor de exclusión no hace más que
acentuar el dolor y eventualmente genera resentimientos.
- Proporcional al daño infringido. Tanto la exageración como la
minimización tienen sus contraindicaciones.
- Emocionante. Como lo destaqué, las ofensas no se limitan a lo
material, su principal impacto radica en
el campo de las emociones de la sociedad agredida. Alcanzar el pertinente
estado emocional resulta demanda fundamental en toda reparación.
- Solemne.
Esta característica no es sinónimo de boato. Las solemnidades formales señalan la importancia de un evento y tiene
una función insustituible en la dinámica social. Aún en los espectáculos
artísticos y deportivos la solemnidad hace su presencia, más aún resulta
connatural.
- Creativo.
Más allá que en actos de este tipo deben reiterarse ciertos aspectos rituales
inexcusables, siempre será posible adicionar alguna cuota de originalidad, de
frescura, con espacio incluso para un rasgo inesperado que conmueva la sensibilidad
general, tanto o más que el agravio.
- Oportuno.
Es una cualidad difícil de sopesar a
priori, mucho dependerá de las circunstancias. En ocasiones la inmediatez puede ser adecuada. En otras
cabe dar lugar a cierto grado de templanza, de reflexión. En ciertos contextos,
la celeridad temporal podría considerarse una provocación y eventualmente el agresor se motivará para redoblar su
accionar con nuevas manifestaciones de su intolerancia y con ello surge el peligro
de que los hechos escalen. También puede haber otros condicionantes que impidan ejecutar la reparación en fecha cercana
al gesto ofensivo, como por ejemplo la necesidad de cumplir con una cuidadosa reparación
material. Lo que sí es claro en la experiencia
universal que la pasividad alienta a los abusos.
- Participativo/ pluralista, incluso si el agravio afectó a un grupo social
determinado. Estas características son complementarias entre sí, manifiestan la
conciencia democrática y con ello el valor de la igualdad material. Sugiero que
tanto en la programación como en la ejecución se permita involucrarse a
diversos actores sociales bajo el paradigma de que “la ofensa a uno es una ofensa a todos”. Es lógico que las
responsabilidades podrán variar, por los que los protagonismos serán
diferentes, todo es cuestión de equilibrio.
- Público. Es
evidente que toda agresión procura “llegar al público”, impactar el tejido
social, caso contrario quedaría en el ámbito de las relaciones interpersonales.
En consecuencia, la reivindicación tendrá que ser todo lo pública que sea
necesaria. Al respecto advierto cuatro
causas:
a) que la genere la sociedad en forma espontánea, con prescindencia de las
autoridades, eventualmente estas últimas podrán hacerse y eventualmente se
sumarán al evento, aunque esto no es lo habitual pues el gobierno estaría
reconociendo implícitamente que ha sido lento en dar respuesta al sentimiento
general;
b) tampoco faltará que la iniciativa surja
espontáneamente del activismo social en las redes sociales que hoy tienen la suficiente capacidad para lograrlo;
c) más allá de estas primeras formas es factible que el gobierno articule luego
alguna ceremonia dotada de las adecuadas formalidades, y
d) finalmente, el desagravio podría disponerlo la propia autoridad, en cuyo caso habrá de dar participación a la comunidad en la mejor forma factible.
Demás está decir que en una realidad ampliada como la que vivimos, la cobertura mediática es fundamental para concretar el carácter que al que me refiero.
- In situ. Las más de las veces la reparación demandará que se
concrete en el propio lugar donde ocurrió el hecho gravoso, pero no puede
soslayarse que realizarla en otro ámbito podría contribuir a darle mayor
repercusión o a magnificar las características del evento. También veo factible
que el desagravio consistiera en un acto complejo, donde una parte se concrete
en el sitio y otra u otras, en un espacio diferente.
- Pedagógico. Un factor delicado. En ocasiones la personalidad o
hecho histórico afectado por el agravio pueden no ser bien conocidos por los participantes, por haberse perdido
profundidad social por esto, como todo elemento comunicacional el desagravio
que contener las referencias imprescindibles para remediar esta falta de
información y en el desarrollo del evento corresponderá que se pongan de resalto.
Para ello, puede resultar útil que cuando se invita al acto o se anuncie su realización
se acompañe información accesoria a tal efecto y que en el momento de concretarse
se distribuya entre los presentes una breve reseña impresa, accesoriamente
cabrá incorporar la mención de las víctimas más directas y, porque no, los
nombres de las entidades organizadoras o convocantes.
- Motivado. La experiencia me indica que este factor puede ser descuidado por los organizadores. De ser así pueden surgir interpretaciones erróneas sobre el acto reparador o bien el contexto social no entenderá qué está pasando. Explicitar debidamente los motivos del evento es fundamental si resulta espontaneo y, más aún cuando intervengan las autoridades. En este último caso corresponderá que además de los clásicos “comunicados oficiales” y de las “conferencias de prensa” se dicte el pertinente acto administrativo, que usualmente tomará forma de un decreto, una resolución o una declaración, si se trata de un cuerpo colegiado. Además, implicará dejar el adecuado registro administrativo para la memoria colectiva, será la forma de concretar el principio democrático de la publicidad de los actos de gobierno.
Referencias para la organización de la ceremonia
Además de la cuidadosa selección de la fecha
adecuada, de su hora, de las condiciones meteorológicas previsibles, del ámbito
donde se desarrollará, de su más amplia publicidad y del equipamiento técnico,
señalaré algunos ítems que considero pertinentes:
- Presencia de banderas. Nunca me cansaré de señalar que éstas no son parte del decorado. Desde ya que
las banderas nacionales implican la presencia
inmaterial de todo el pueblo que acompaña el acto. Por lo demás, las que
correspondan a otros estados nacionales, a las provincias (estados
subnacionales), ciudades, instituciones y otros conjuntos sociales expresarán sus
simbolismos propios, lo que evidenciará
el pluralismo y el acompañamiento. Demás está decir que deberán ocupar el
lugar preminente que les asigna el Protocolo y que las condiciones de presentación
habrán de ser impecables incluyendo en esto el rol que se asigne a sus
portadores. Estos elementos hacen a la emotividad del acto.
- Ornamentación ambiental. Puede ser una opción para jerarquizar la ocasión y
“crear clima” pero, señalo, se impone implementarla con prudencia, solo debe
acompañar y no constituirse en centro de curiosidad o de atracción.
- El guionado. Por sencilla que sea la ceremonia de desagravio debe
estar cuidadosamente guionada, una
tarea que esencialmente es de conjunto.
Ni el más experto ceremonialista admitirá confeccionar el guion en soledad; lógicamente
que podrá proponer una estructura esencia, pero la participación de otros
actores será fundamental. El guionado se requiere, tanto en las organizaciones
gubernamentales como en aquellas que protagonizan los sectores populares.
Advierto que la emotividad contenida en un desagravio puede llevar a un apartamiento del guion susceptible de generar
excesos que luego se lamentarán. Las palabras y gestos tienen que ser, decididos
pero prudentes. Lo propio vale para las glosas, por supuesto.
La presencia de la música
En el acontecer humano la música tiene un protagonismo
que muchos olvidan, no debe ocurrir. Puntualizaré algunos ítems:
- Ejecución del Himno nacional. Cuando la afrenta implique valores propios de la
nacionalidad, es propio que los actos de desagravio comiencen con la entonación
del himno patrio, su canto asociará a los presentes en la perspectiva de las emociones.
- Intervención de una banda de música. Contribuirá a realzar la excepcionalidad del evento,
sus sones contienen un mensaje visceral innegable. Ellos convocan sentimientos
y conmueven el espíritu, desde la perspectiva biológicamente generan endorfinas.
En la historia del Ceremonial el protagonismo de las bandas es una constante universal, por esto siempre
serán bienvenidas. Por razones de hecho lo usual es que estas bandas
pertenezcan a elementos de las fuerzas armadas o de seguridad, pero también
pueden corresponder a instituciones civiles y en infinidad de casos esto será
lo habitual.
- En circunstancias más simples se podrá convocar a un clarín (en algunos lugares se lo denomina “trompa”). Los diferentes “toques de silencio” otorgan una peculiar emotividad a los eventos. Los instrumentos de percusión (tambor, caja de guerra, redoblante, bombo) promueven una sensibilidad especial ya que el rítmico golpear o su agitado repiqueteo contribuyen al alineamiento sensible de los presentes. Ciertos particularismos locales pueden aconsejar otro instrumento solista (un pífano, por ejemplo). También veo factible que se trate de un instrumento particular de carácter regional o religioso (un erke o kepa en el ámbito andino, o un shofar judío, si es que acompaña a un texto sagrado, y tantos otros).
¿Bendiciones?
Es costumbre en muchas culturas el bendecir aquellos lugares o elementos que se sindican como históricos o simbólicos. En la eventualidad que hayan sido agraviados corresponde requerir los servicios del ministro del culto que corresponda para que los vuelva a bendecir y, además, formule una advocación pidiendo a Dios protección para ellos. Lo mismo vale cuando se reemplace el testimonio.
La participación de efectivos castrenses
Es también una constante universal. En algunos estados se descuenta su presencia en un acto de desagravio, es lo lógico y connatural, sin embargo, en otros existen factores que cuestionan este acompañamiento, no entraré en mayores consideraciones sobre esta perspectiva me limitaré a señalar que justifican su intervención. Así, en los sistemas democráticos, tanto las fuerzas armadas como de seguridad expresan al pueblo y por antonomasia a las autoridades que éste la ha dado, tal es el fundamento liminar que avala la participación de los uniformados en las ceremonias de desagravio, particularmente cuando involucran a personalidades o hechos vinculados con la historia patria.
Registro de lo actuado
En la era de la
comunicación se impone el registro de toda actuación, más aún si involucra a algún
estamento con autoridad. Para ello, la tecnología aporta numerosos medios que
los organizadores sabrán disponer en lo que sea pertinente.
Esto implicará: documentar
todo aquello que evidencie el evento dañoso, también las diversas instancias que
demande su reparación, restitución o reemplazo. Obvio que ocurrirá lo propio
con la ceremonia de desagravio propiamente dicha y con las repercusiones que
implique.
Lamentablemente algunos
actos vandálicos pueden repetirse en el futuro más o menos inmediato, ya sea en
el mismo sitio o en otro de similares características, por lo que todo
antecedente será valioso para procurar su reparación.
Conclusión
Sinceramente solo me queda
esperar que estas reflexiones sean de utilidad a mis colegas y quienes
consideren justo promover y organizar un acto de desagravio. Renuevo mi
disponibilidad para cualquier consulta al respecto y, eventualmente, atenderé
las observaciones y aportes que puedan realizarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario