Versión del Escudo nacional argentino, versión Zeballos
Por Miguel Carrillo Bascary
Estanislao Severo Zeballos, fue un
rosarino nacido el 27 de mayo de 1854 a quién la muerte sorprendió en la muy
inglesa Liverpool (donde cien años más tarde surgieron a la fama “The Beatles”),
era entonces el 4 de octubre de 1923.
Zeballos fue una “mente brillante”
como se dice hoy, uno de los más destacados referentes de la Generación del 80;
aunque también fue un exponente crítico, un aspecto que sería muy interesante
tratar, pero que no es hoy el caso.
Provenía de una familia con
antecedentes federales, su padre fue militar y se afincó en Rosario donde desempeñó
varios cargos, incluso como “jefe político”, una suerte de delegado del
gobernador provincial.
Ciertamente que la vida de Zeballos fue
“plena”. Siendo niño salvó su vida a lomo de caballo junto con su padre, cuando
fueron atacados por una partida de indios cerca de Arequito.
Su intelecto se manifestó tempranamente
hasta el punto de ser becado por el gobernador Oroño para estudiar en el
Colegio Nacional de Bs. Aires. Pero Zeballos estaba lejos de una tranquila vida
de estudios.
Finalizado el año escolar de 1870
volvió a su casa, en momentos que se declaró la gran epidemia de fiebre amarilla que azotó el país.
Estanislao se comprometió activamente en la asistencia de los enfermos hasta el
punto en que contrajo la enfermedad, pero pudo sobrevivir. Muchas veces los
críticos de la historia hablan de los privilegios de las clases acomodadas,
pero muy pocas destacan a los miles de oligarcas que, pudiendo tomar otras
actitudes, compartieron las vivencias de los más desposeídos. Bien pudo
Zeballos retirarse al campo para dejar pasar aquél mal, muchos lo hicieron.
Se inscribió en la Facultad de Derecho
de Bs. Aires, donde desarrolló una brillante carrera y se graduó en 1874, con el tiempo llegaría a dirigir uno de los
principales estudios de Bs. Aires. Mientras se formaba como curial, tuvo tiempo
de inscribirse en la Facultad de Cs. Naturales lo que le abrió un nuevo horizonte;
llegaría a ser un científico de renombre internacional.
Su compromiso social siguió siendo superlativo; era todavía estudiante
cuando participó en la "Junta Revolucionaria pro Reforma
Universitaria", antecedente directo del movimiento de 1918.
El ya prestigioso diario “La Prensa” lo contrató como cronista, allí surgió su vínculo
con Mitre, a quien acompañó en la revolución de 1876 que finalizó derrotada en
el combate de “La Verde”. Esta relación se mantuvo durante toda su vida y culminó
cuando llegó a ocupar la dirección de la editorial. Tiempo después, en 1905,
fundó la “Revista de Derecho, Historia y Letras”, un órgano fundamental en el
periodismo y la cultura de comienzos de siglo.
Fue precursor de la Arqueología científica en nuestro país y promovió
la fundación del “Museo Nacional de Cs. Naturales”. Realizó exploraciones de
campo en la cuenta del Río Negro; fue primer presidente del “Instituto Geográfico
Nacional”. Llegaría a ser miembro de numerosas
academias y cenáculos científicos en nuestro país y en el exterior.
En otro aspecto de su vida fue designado
como presidente de la “Sociedad Rural”, por dos veces. En la
política fue tres veces diputado,
donde llegó a presidir la Cámara, escenario de algunas de sus intervenciones memorables.
Pero donde alcanzó su verdadero potencial fue en la diplomacia. Se desempeñó al
frente de varias misiones en el exterior y destacó como jurista especializado. Por
24 años fue catedrático de Derecho Internacional en la Universidad de Bs.
Aires, donde llegó a rector.
Fue convocado por Juárez Celman como ministro de Relaciones Exteriores, en
tiempos difíciles para la Nación. Pellegrini lo llamó para igual cargo y más
tarde asumiría convocado por Figueroa Alcorta.
Fue doctrinario y también divulgador. Sus
obras son muy variadas y numerosas,
la temática que abordó. Además del Derecho y la Historia incursiona en la
Etnología; la Economía; la Geografía y otras disciplinas.
Desde esta producción describió la vida e historia de los grupos
aborígenes patagónicos. Podemos criticar su óptica, propia de aquel tiempo,
pero es innegable que conoció como pocos la vida de aquellos pueblos y que, de
no ser por él, se habrían perdido irremediablemente.
No todas fueron rosas en la vida de Zeballos, sus conflictos internos
hicieron crisis varias veces; sus reiteradas misiones al exterior lo hicieron
descuidar sus intereses. Quizás el momento más amargo fuera cuando sus
acreedores remataron su enorme
biblioteca. Podríamos decir mucho más al respecto, pero prefiero quedarme con
su enorme contribución.
Una importante calle de su ciudad
natal lleva su nombre; también numerosas escuelas y hasta una ciudad, en la
provincia de Bs. Aires.
La biblioteca de la Facultad de Cs.
Económicas, Universidad Nacional de Rosario, una de las mayores de la ciudad también
lo recuerda con su nombre.
Zeballos emblemólogo
Sin embargo, quisiera quedarme con un
aspecto especial del aporte de Zeballos. Era ministro de Relaciones Exteriores
cuando advirtió la necesidad de acabar con la anarquía que había en materia de
los símbolos nacionales. Hasta ese momento no existía ninguna norma que los
regulara con precisión, el gran ejemplo de esto es el Escudo nacional, que
poseía casi tantas versiones como oficinas que lo usaban.
Zeballos entendió con perspicacia que
esto daba muy mala imagen en la representación de la identidad argentina en el
exterior, precisamente cuando nuestro país se abría al mundo. Fue en el año
1900 en que dio a conocer sus estudios en la obra que tituló “El Escudo y los Colores nacionales”.
Portada de su obra
En estas líneas Zeballos se nos
presenta como un cultor de la Heráldica
y, al mismo tiempo, incursiona en una disciplina que recién se revelaría a
fines de la década de 1950, la
Vexilología (estudio de las banderas). Quizás en su fuero interno Zeballos
habrá tenido presente los relatos sobre la creación de la Bandera argentina que
oyera siendo niño de boca de algunos de los testigos de su creación, en aquel pueblecito llamado “Capilla del
Rosario” que cincuenta años más tarde sería su ciudad natal. No lo sabemos,
pero no por esto debemos descartarlo.
Lo cierto es que Zeballos tras dar a
conocer sus reflexiones sobre el escudo y la bandera tuvo la satisfacción de que se pusieran en práctica cuando el
decreto del 24 de mayo de 1907 se fijó los caracteres del Escudo y la Bandera y
también, con el “Reglamento Consular”, aprobado por decreto del 25 de enero de
1906.
Además, Zeballos tuvo intervención en
el dictado de diversas normas vinculadas
a los símbolos nacionales y a la identidad nacional:
- Decreto del 30 de marzo de 1900, por el que se dispuso la forma en que hoy se canta el Himno nacional.
- Ley Nº 3975, de “Marcas de fábrica, comercio y agricultura”, donde se prohibió registrar aquellas que contuvieran los símbolos nacionales y provinciales.
- Decreto del 26 de diciembre de 1900, que dispuso que la noche del 31 de diciembre la Bandera nacional permaneciera izada “como una acción de gracias a Dios por la emancipación y la organización nacional” en la noche de cambio de siglo.
- Decreto del 20 de marzo de 1902, que prohibió el uso del Escudo y el término “nacional” en las denominaciones de instituciones privadas de enseñanza.
El libro de Zeballos
Manifiesto aquí que no comparto todos
los conceptos que Zeballos vierte en sus páginas; antes bien, a mi entender
contiene varios errores, pero su valor histórico es de importancia, por esto
hago mención que Wikisource ofrece a los interesados la imposibilidad de acceder
a tan importante obra con solo clikear en: https://es.wikisource.org/wiki/El_escudo_y_los_colores_nacionales
Los invito a hacerlo así, seguramente
encontrarán mucho placer en su lectura.
Para saber más
Puede consultarse una monografía sobre
Zeballos escrita por Gustavo Ferrari,
cuyo link adjunto: http://www.cari.org.ar/pdf/diplomaticos09.pdf
También, una entrada en este Blog, que
es mi autoría: http://banderasargentinas.blogspot.com/2016/05/el-escudo-ylos-colores-nacionales.html
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