viernes, 8 de julio de 2016

En el bicentenario de la Independencia argentina

El Congreso de Tucumán y la bandera de las "Provincias Unidas de Sudamérica"

Monumento a los héroes de la Independencia
(Ciudad de Humahuaca, Jujuy)

Por Miguel Carrillo Bascary

Adhesión de nuestro Blog al Bicentenario de la Independencia Nacional Argentina, 
9 de julio de 1816 / 9 de julio de 2016  
 Introducción

El 9 de julio de 1816 el Congreso General reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán, en el ya caduco Virreinato del Río de la Plata, proclamó la independencia de las “Provincias Unidas de Sudamérica”.
Esta designación evidencia el gran objetivo de aquellos congresistas, anhelaban una gran nación americana, quizás con capital en el Cuzco. Con el tiempo se comprobó lo ambicioso de un plan de tal dimensión; pero la designación persistió al menos hasta 1819, como consta en la constitución que se dictó ese mismo año y que, finalmente, no llegó a regir (“Registro Nacional de Leyes y Decretos” / RN tomo I, pág. 502).
Aquellas “Provincias Unidas” fueron el antecedente del estado que hoy conocemos con los nombres de “República Argentina”; “Confederación Argentina” y también como “Provincias Unidas del Ríos de la Plata”, tal como consta en el artículo 35 de la constitución que la rige desde 1853.

El Congreso General sesionando en Tucumán

El bicentenario de tan solemne declaración justifica sobradamente que transcribamos el Acta de la Independencia. La misma se difundió en español (1500 ejemplares), quechua (1000) y aymara (500), para que fuera conocida por todos los pueblos americanos. Incorporando las modificaciones dispuestas en la sesión secreta del 19 de julio su texto es el siguiente:
“Nos, los representantes de las Provincias Unidas de Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra dominación extranjera.
Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama.
Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”

Copia del Acta que se conserva en el Museo de la Casa de la Independencia (Tucumán); 
lamentablemente su original se encuentra perdido desde 1852

Las jornadas de Mayo, antecedente directo

El 25 de mayo de 1810 se formó en la ciudad de Bs. Aires, capital del virreinato del Plata, una junta revolucionara que implicó deponer al virrey Cisneros y comenzó a gobernar la jurisdicción invocando hacerlo en nombre del rey Fernando VII, prisionero de Napoleón. Sin embargo eran evidentes los afanes independentistas de los revolucionarios que procuraron extender sus ideas a otras ciudades de la región. Por esos años afloraron también movimientos similares en toda la América española. Solo el Río de la Plata pudo resistir las fuerzas de la reacción hasta que, finalmente, se declaró su independencia plena, como quedó dicho.


Nuestra primera bandera

El 27 de febrero de 1812, el entonces coronel Manuel Belgrano (1770/ 1820), antiguo secretario de la Primera Junta de Gobierno, se hallaba en la pequeña población de la Capilla del Rosario (unos 700 hab.); comandaba la principal unidad militar criolla, el Regimiento de Infantería 5 (antigua “Legión de Patricios”, formada a fines de 1806 con motivo de las Invasiones Inglesas).
Para conocimiento de nuestros lectores que no sean argentinos, informamos que con los años Belgrano fue reconocido como un verdadero “padre de la Patria” y que en la actualidad es considerado un estadista de enorme y polifacética personalidad; difusor de la educación popular; promotor del desarrollo económico y de la integración de la mujer; respetuoso de la riqueza cultural.

La presencia de Belgrano en Rosario se explicaba en la necesidad de construir dos baterías que cerraran la navegación del río Paraná a los navíos españoles que depredaban las costas para llevar suministros a la ciudad de Montevideo, dominada por los españoles y sitiada por los patriotas.
Desde Rosario Belgrano consideró necesario identificar a sus tropas con algún distintivo que permitiera diferenciarlas de las españolas en caso de trabar combate, por eso solicitó al Triunvirato gobernante que decretara una “escarapela nacional”; cosa que éste hizo, estipulando que fuera “de dos colores, blanco y azul-celeste” (Decreto del 18 de febrero de 1812; RN I, 139).
Cuando todavía se procuraba ocultar los propósitos independentista de los revolucionarios Belgrano bautizó a las baterías con los significativos nombres de “Libertad” e “Independencia” y, en ocasión de dejar habilitada esta última, el 27 de febrero de 1812, dispuso una formación militar y reunió a la población de la región, oportunidad en que izó una bandera a la que llamó “nacional”, era “blanca y celeste” (sin mayores referencias sobre su composición). Posteriores investigaciones y, sobre todo, a partir del testimonio pictórico de un retrato que se pintó a Belgrano en persona, durante su ocasional misión en Londres, justifican interpretar que esa bandera fue blanca y celeste, en dos segmentos horizontales.

 Gráfico que expresa la derivación de la primitiva escarapela 
hasta llegar a la bandera izada en Rosario 
(Croquis diagramado por Miguel Carrillo Bascary)

Cuando contó con este emblema, es factible comprender que Belgrano considerara que había llegado la hora de que el gobierno patrio tuviera una bandera y, por directa correspondencia estimó que debía llevar los mismos colores que la escarapela.
Belgrano comunicó los hechos de Rosario al Triunvirato, considerando que se convalidaría lo actuado, pero no ocurrió así. El gobierno se hallaba en una delicada situación; todavía no había sido reconocido por ningún estado; lo amenazaba una gran expedición miliar que se preparaba en España y el ambiente internacional le era hostil por acción de las potencias europeas alineadas en la “Santa Alianza”; esto le obligaba a ocultar en lo formal sus aspiraciones de independencia.
En consecuencia el 3 de marzo de 1812 le cursó a Belgrano un oficio reprendiéndole por su acto inconsulto; le mandó que quitara la bandera que había mostrado en Rosario y que la sustituyera por la que entonces se izaba en el fuerte de Bs. Aires, es decir, la roji-gualda española que le correspondía como establecimiento fortificado dependiente de la Marina Real. Belgrano no llegó a tomar conocimiento de la orden; cuando el parte llegó a Rosario ya había partido hacia el Norte para asumir el mando del ejército que operaba en aquellas latitudes.

La bandera de Belgrano, públicamente legitimada

Juramento de la Bandera en Jujuy 
(no coincidimos con la imagen que el artista atribuyó a la bandera)

El 12 de mayo de 1812, el Triunvirato dispuso que fuera celebrada la formación del primer gobierno patrio (RN I, 167). Cada autoridad debía hacerlo con los medios que tuviera a su alcance.
Belgrano, que por entonces se hallaba en la ciudad de Jujuy intentando reconstruir el ejército bajo su mano, presentó la bandera que había creado en Rosario y que él suponía que aprobada por el Triunvirato, fue el 25 de mayo de 1812. En la oportunidad la hizo bendecir y jurar por sus tropas, con gran solemnidad. Así lo informó por oficio del 29 de mayo). En la perspectiva que nos da el tiempo podemos ver que el acto de presentar una nueva bandera y en la forma en que se hizo, era propio de un estado independiente.
Cuando el Triunvirato conoció los hechos reprendió severamente a Belgrano (oficio del 27 de junio) al que consideró un desobediente contumaz y le ordenó revertir lo actuado. La respuesta del prócer (oficio del 18 de julio) evidencia el gran impacto emocional que experimentó; aclaró que no había tenido conocimiento de la orden previa; se comprometió a deshacer la bandera y, que si fuera preguntado por ella, diría que la guardada hasta el momento de una hipotética y ciertamente lejana “gran victoria”.
Nada contestó el Triunvirato, con ello admitió tácitamente la disculpa de Belgrano, dando a entender que aprobaba el curso de acción que éste había expuesto. Considerando la proverbial honestidad intelectual del prócer coincidiremos que cumplió con su palabra y que “deshizo” esa bandera, aunque esto implicó que el Ejército quedó sin bandera. Cabe entender, también, que sus diversas unidades continuaron empleando las propias, o sea, las realistas, según lo dispuesto por las ordenanzas castrenses todavía vigentes.

La “bandera del Ejército”

Batalla de Tucumán, 24 de septiembre de 1812

Contra todo pronóstico, el 24 de septiembre de 1812 Belgrano obtuvo un categórico triunfo en la batalla de Tucumán, venciendo a la vanguardia realista, muy superior en número y armamento. La victoria implicó la supervivencia de la Revolución, literalmente. Una derrota hubiera precipitado una cruel represión; la muerte de Belgrano y la caída del gobierno patrio.
A fines de enero de 1813 el ejército belgraniano inició su avance hacia el Norte con el objetivo de liberar a Salta y a Jujuy y, eventualmente, proseguir en su accionar en el Alto Perú (actual Bolivia). En la oportunidad Belgrano hizo confeccionar una nueva bandera a la que llamó “del Ejército”. No sabemos con precisión cómo era su diseño, pero los eruditos mayoritariamente consideran que fue igual a la presentada en Jujuy el año anterior; no había ninguna razón para cambiarla. Se conserva la documentación relativa a su preparación (fechada el 25 de enero) lo que ratifica que la mostrada en Jujuy había desaparecido.
Es preciso comprender la expansión espiritual de Belgrano cuando se vio reivindicado por los hechos; la “gran victoria” a la que aludió en su respuesta al Triunvirato se había concretado, por lo que era natural que haya restablecido conceptualmente aquella bandera; aunque no fuera de manera material.

El 13 de febrero de 1813, en un paraje cercano a la actual ciudad de Metán (Salta), tras cruzar el río Pasaje, Belgrano hizo que sus tropas prestaran juramento de obediencia a la nueva autoridad nacional que se había constituido el 31 de enero en Bs. Aires, la Asamblea General Constituyente. Para esto organizó una gran formación militar que presidió la bandera de su ejército.
Esa misma enseña tuvo su bautismo de fuego en la posterior batalla de Salta (20 de febrero de 1813), brillante triunfo que deshizo al ejército español y que consagró a Belgrano como un general exitoso, lo que le mereció los mayores reconocimientos.
En este contexto, el accionar de Belgrano en materia de la bandera no encontró ningún reparo, lógicamente.

Otras banderas en uso

Hacia 1812, la compleja situación política y la falta de definición del Gobierno en cuanto a los símbolos que debían usarse implicó que en muchos casos se siguieran empleando las banderas propias del régimen colonial. Esto era una verdadera incongruencia, pues los enfrentamientos armados se libraban al amparo de enseñas idénticas, particularizadas apenas con los atributos menores propios de cada unidad, tal como lo habilitaban las ordenanzas militares españolas.
El 27 de abril de 1813 un soberano decreto mandó quitar los escudos reales y oficiales de los lugares públicos pero, específicamente, refiriéndose a las armas del Rey, ordenó que permanecieran en uso las banderas y estandartes que las tengan (RN I, 210)
Tan anárquica situación determinó que muchos jefes militares dispusieran sobre las enseñas de sus unidades con amplia libertad. La mayoría tomó como referencia los colores adoptados por Belgrano el 27 de febrero de 1812. De esta manera surgieron diversos diseños pero el que tuvo mayor difusión fue el de tres franjas horizontales, celeste, blanca y celeste.

Portada del Estatuto Provisional de 1815

Es significativo que el Estatuto Provisional que organizó el gobierno a partir de mayo de 1815 (RN I, 311) dispuso varias normas de nuestro especial interés. Ordenó que “La bandera de la Patria al tope de la torre del Cabildo” o casa del Alcalde (si no hubiera cabildo), era la señal de reunión de las milicias cívicas (art. VI, capítulo III, sección VI); que el sombrero o gorra del uniforme de los milicianos tuviera “las armas de la ciudad en campo azul y blanco” y que los no alistados, sólo llevaran el escudo (art. VIII, capítulo III, sección VI). Sobre las banderas, en concreto, mandó que las utilizadas por las unidades milicianas fueran “iguales a las del Estado, con la sola diferencia de ocupar el centro las armas de la Ciudad”. Lo expuesto merece ciertas consideraciones: la expresión “bandera de la patria” alude a la celeste, blanca y celeste, en tres franjas; como lo ha probado el historiador Eduardo Rosenkrants en su obra “La bandera de la Patria” (1988).

La “bandera del templo”

Reconstrucción difundida por Bustos Thames complementando 
una hipótesis previa diseñada por Francisco Gregoric

En la ciudad de Tucumán se preserva un ejemplar de las características apuntadas que pertenecía a la escuela del convento franciscano y que también fue usado públicamente para solemnizar las celebraciones patriotas a partir de 1813. Se lo conoce con el nombre de “la bandera del templo de San Francisco” y es el segundo ejemplar más antiguo de las enseñas usadas en los primeros años de la nacionalidad. Por más de noventa años se conservó encerrado en un pequeño marco vidriado, colocado en una pared lateral del altar mayor del templo. Hace un par de años fue retirado para restaurarlo, lo que permitió verificar que estaba identificado con una leyenda adventicia.   
En 1970 el historiador Luis Cano probó acabadamente la antigüedad de esta verdadera reliquia; mientras que el investigador Juan Pablo Bustos Thames difundió interesantes detalles sobre ella en su reciente libro “La bandera del templo de San Francisco” (2014).

La “Bandera Nacional de la Libertad Civil
  
La enseña histórica, tal como se conserva , y su imagen vectorizada, según la ley Nº27.134

Mientras tanto, la Asamblea General parecía encaminarse a declarar la independencia; adoptó una “marcha patriótica”; un escudo; mandó acuñar moneda propia y adoptó otras disposiciones en tal sentido.
Fue entonces que Belgrano intentó transmitir la orientación política del gobierno mediante un símbolo que pudiera ser comprendido por las masas. Aprovechando que el Cabildo de Jujuy le pidió prestada el lábaro del Ejército para solemnizar las “Fiestas Mayas” de 1813, cuando Belgrado resolvió crear lo que él consideraba que sería el emblema oficial del estado, la “Bandera Nacional de la Libertad Civil”.
Era enteramente blanca, quizás en el entendimiento que este color equivale al “plata” heráldico, referencia directa de las “Provincias Unidas del Río de la Plata”, llevaba el escudo de la Asamblea pintado en su centro. A nuestro juicio, fue una proto-bandera, elaborada conforme a las usanzas vexilológicas de la época. El Triunvirato recibió en informe de Belgrano; no desaprobó la medida pero advirtió que era un tema que debía resolver la Asamblea, a la que remitió la comunicación. Como no se desautorizó al prócer es factible interpretar que hubo una tácita y transitoria aceptación o, por lo menos, una significativa tolerancia. Sabemos que finalmente la Asamblea no logró su objetivo y que su accionar se diluyó en la coyuntura, sin llegar a declarar la independencia.
El apelativo que caracteriza a la nueva enseña la sindica como representación del “estado de derecho” o “imperio de la ley”; esto es: que las autoridades deben cumplir su gestión de gobierno actuado de conformidad a la constitución y a las leyes, desterrando toda arbitrariedad. Consecuentemente representa, también, a los derechos humanos de los ciudadanos.
La insignia la entregó Belgrano al Cabildo de Jujuy, que actuó como representante de toda la población jujeña, que se vio reconocida así por sus sacrificios en la lucha emprendida. Todavía se conserva en Jujuy y en el año 2015 fue reivindicada como “símbolo patrio histórico”, de hecho como segunda bandera nacional (Ley Nº27.134), norma cuya iniciativa nos honró concretar.
  
Presentación de ambas banderas en el Cabildo de Jujuy
(fotomontaje de Joaquín Carrillo Castellano)

La forma de gobierno y el Congreso

Salón donde sesionó el Congreso, en Tucumán 

Volviendo a lo que acontecía en 1816, en el seno del Congreso que declaró la independencia se debatió intensamente cuál sería la forma de gobierno del nuevo estado. La opción que suscitó mayores adhesiones fue la de adoptar una monarquía constitucional coronando a un rey de origen incásico, pero no alcanzó el número de votos suficientes. También se consideraba la entronización de un príncipe borbón. De hecho, existía una minoría que auspiciaba formar una república, pero se debatía si debía ser de composición unitaria o federal.

La bandera de las “Provincias Unidas de Sudamérica”

Foto del frente de la casa donde se declaró la
independencia argentina (mediados del siglo XIX)

Luego de declarar la independencia el Congreso debió definir cuál sería la bandera que distinguiría al nuevo estado. El uso vexilológico vigente en la época determinaba que las enseñas nacionales llevaran los blasones o atributos propios de las dinastías dominantes o cargas alusivas a la forma de gobierno adoptada.
Como este punto no estaba definido se planteó a los congresistas una verdadera disyuntiva que se debatió durante varias jornadas. Como veremos, la solución fue de carácter práctico.
En la sesión del 18 de julio, el diputado porteño Juan José Paso (anteriormente miembro de la Primera Junta y del Triunvirato) pidió “que se fijase, y se jurase la bandera nacional”. Otro diputado por Buenos Aires, el muy activo Esteban Gascón (revolucionario principalísimo, con actuación en Chuquisaca) mocionó “que se diese orden para que no se usase otra, en los regimientos, buques, etc”; lo que se “apoyó suficientemente”; según el periódico “El Redactor del Congreso General” (órgano oficioso que difundía lo actuado por esa corporación (“Asambleas Constituyentes”, tomo I, 1ª. parte; pág. 237). En la sesión del día 20, Gascón insistió con su propuesta, pidiendo:
“… se autorizase por un decreto la bandera menor del país, azul y blanca, que actualmente se usa, sin perjuicio de acordarse después la bandera grande nacional, según la forma de gobierno que se adoptase, cuyo decreto pidió también se circulase. Quedó aprobado por unánime acuerdo” (Fuente: “Asambleas” I, página 238)

Es claro entonces, que en dicha sesión se acordó establecer una “bandera menor”, postergando la definición de la “bandera grande” u oficial, hasta que una vez resuelta la forma de gobierno, pudieran establecerse los atributos heráldicos que cargaría el paño. Cabe observar que si bien Gascón aludió al “azul”, el plenario del Congreso lo rectificó por el “celeste”, como resulta de la transcripción del texto pertinente:
“Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin, decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se fijen conforme a ella los jeroglíficos de la Bandera nacional mayor. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación …Sala del Congreso en Tucumán, julio 24 de 1816. [Firmado:] Francisco Narciso Laprida, Presidente. José Mariano Serrano, Diputado Secretario”.

En consecuencia, la bandera del joven estado fue celeste, blanca y celeste sin ningún elemento diferenciador.

Bandera menor de las Provincias Unidas de Sudamérica

Una discutida fecha bicentenaria

Algunos debaten si la bandera menor se aprobó en la sesión del 20 de julio o en la del 25, pero constatando la documentación de la época surge una conclusión absolutamente clara: la decisión se tomó en la jornada del 20; por lo que el mismo día del 2016 debe reconocerse como “bicentenario de la oficialización de la Bandera nacional argentina”.
Para llegar a esta conclusión es particularmente claro el oficio que el entonces presidente del Congreso, Francisco de Laprida, dirigió al titular del Ejecutivo nacional, el director supremo Pueyrredón. En el mismo consta: “En Sesión de 20 de julio presente ha expedido el soberano Congreso…” y sigue la transcripción del acta de la Independencia. La pieza lleva fecha 24 de julio y constituye la comunicación oficial del acta en cuestión, cumplida entre los dos órganos políticos del gobierno (RN I, 370). La consiguiente respuesta dada por el Director fue datada el 13 de agosto de 1816.
Como quedó dicho, el 20 de julio se aprobó la bandera; pero aunque no lo menciona “El Redactor” es evidente que el Congreso comisionó a su secretario, el potosino José Mariano Serrano para que redactara con cierta tranquilidad el pertinente decreto. Considerando que la sesión había sido particularmente ajetreada, esta dilación prueba la importancia que se dio a la cuestión resuelta. Serrano cumplió su cometido y en sesión pública del día 25 se aprobó el texto del decreto que reproducimos.

La jura de la Independencia

Proclamada la independencia la misma debió ser ratificada por los diferentes pueblos de las Provincias Unidas, así lo dispuso el Congreso; lo que se verificó en diversas fechas. En Bs. Aires, capital oficiosa del nuevo estado, se concretó recién el 30 de agosto, cuando lo hicieron las autoridades y al día siguiente, cuando lo ejecutaron las tropas.
Un decreto fechado el 27 de agosto de 1816 (RN I, 374) subscripto por Juan Martín de Pueyrredón, en su cargo de Director Supremo, ordenó diversas celebraciones para acompañar la lectura del Acta de la Independencia y su juramento; al par que se debía mostrar el “Pabellón Nacional” (art. 5), que luego se “batirá ante el pueblo (art. 7); además el presidente del Cabildo debía desfilar portando la “Bandera Nacional” (art. 3). La enseña aludida con tales palabras debió ser, lógicamente la celeste, blanca y celeste, en horizontal.

La “bandera vieja” y la “bandera nueva”

Por su parte, de conformidad a lo resuelto por el Congreso sobre la divisa de las “Provincias Unidas”, en la significativa fecha del 24 de septiembre de 1816 en que se recordaba el segundo aniversario de la gran victoria de Tucumán, general Belgrano, al mando del Ejército Auxiliador del Perú acantonado en esa ciudad, dispuso que la enseña que identificaba a este cuerpo militar fuera sustituida por la “bandera nueva”. Para esto, ordenó una ceremonia solemne donde se bendijo a esta última, mientras que a “la bandera vieja” la depositó “a los pies de la imagen de “Nuestra Generala María Santísima de las Mercedes” en el templo que le estaba dedicado.
En el marco de la celebración de este Bicentenario es pertinente transcribir las palabras que Belgrano empleó en su proclama, ya que evidencian perfectamente el espíritu de aquél entonces:
“Soldados. Una nueva bandera del ejército os presento, para que, reconociéndola sepáis que ella ha de ser vuestra guía y punto de reunión, la que acabo de depositar a los mies de nuestra Generala, María Santísima de las Mercedes, sirvió al mismo efecto mientras tuve el honor de mandaros.
No la perdáis de vista en ningún caso; sea prospero o adverso, pues donde ella estuviere allí me tendréis.
Jurad no abandonarla, jurad sostenerla para arrollar a nuestros enemigos y entrar triunfantes, rompiendo las cadenas que cargan nuestros pueblos hierros.
La América y la Europa os miran: que vean el orden, la subordinación y disciplina que observáis y al fin admiren vuestros trabajos, vuestra constancia y vuestro heroísmo, como lo desea vuestro general.”

Por los mares del orbe

Fragata “La Argentina”, circunnavegó los mares al mando de Bouchard

La guerra por la independencia se había extendido a los mares, las “Provincias Unidas” concedieron numerosas patentes de corso. Entre los antecedentes que certifican el uso de la bandera celeste, blanca y celeste, se pueden mencionar las “instrucciones reservadas” que el Gobierno daba a los corsarios para regular su accionar. Entre las más antiguas se conserva el texto de las impartidas por el director supremo Álvarez Thomas al comandante de la golea “Constitución”, Andrés Barrios, su artículo 3º disponía: “Si se trabase combate, se tremolará al tiempo de él el pabellón de las Provincias Unidas a saber, blanco en el centro y celeste en sus extremos al largo

Años más tarde, el nuevo director supremo, Pueyrredón, el 25 de junio de 1817 extendió otra patente y sus respectivas instrucciones a favor de Vicente Echevarría, armador de la fragata “La Argentina”, que fue capitaneada por Hipólito Bouchard (BM; tomo XIX 1ª parte, pág. 15.849). En su artículo 3º mandaba combatir bajo el pabellón de las “Provincias Unidas de Sudamérica y lo describe también, como “blanco en su centro y celeste en sus extremos al largo”.
Bouchard tuvo un desempeño sobresaliente, digno de figurar en los anales de la historia marítima universal. En su campaña circunnavegó el mundo y protagonizó decenas de acciones de guerra contra España, entre las que incluyó la ocupación de Monterrey por el término de seis días (desde el 24 de noviembre de 1818) y el accionar en todo lo largo de la costa del Pacífico, desde California.
Bouchard y decenas de otros corsarios, entre los que se contó a Guillermo Brown y Luis Miguel Aury, difundieron la bandera celeste y blanca por todos los mares, hasta el punto que los patriotas centroamericanos identificaron estos colores con la idea de la Libertad; lo que determinó que las naciones a que dieron origen los tomaron como modelo de sus respectivos pabellones (Guatemala; El Salvador; Costa Rica; Honduras; Nicaragua y los estados fallidos de Chiapas y Los Altos). Esta relación ha sido probada por el embajador Carlos Ferro en su libro “La Bandera Argentina inspiradora de los pabellones centroamericanos” (1970).

La “bandera con Sol”

Hacia 1818 el Congreso aún no había dictado la constitución de las “Provincias Unidas” y la forma de gobierno estaba lejos de poder definirse. El Congreso actuaba como un poder legislativo, mientras que el ejecutivo correspondía al “director supremo”, cargo que desde 1816 ostentaba Juan Martín de Pueyrredón (militar de distinguida familia, totalmente comprometido con el plan de libertad continental que auspiciaba la elite patriota, con San Martín y Belgrano, como personas consulares).
Mientras tanto, a todo efecto, se continuaba utilizando la bandera tri franja. Fue a instancias su ministro de Marina, Matías de Irigoyen, que el 9 de enero de 1818 Pueyrredón solicitó al Congreso que se estableciera la “bandera mayor”. Lo hizo en los siguientes términos:
“…se digne resolver la distinción que estime oportuna en el uso de las banderas de este estado, ordenándome cuáles sean las que deben tremolarse en las plazas, fuertes y buques de guerra del Estado y cuáles en los mercantes de la misma nación, pues en el día es solo una la que se usa con unos y otros, causando equivocaciones perjudiciales”

El Congreso se expidió el 25 de febrero de 1818 aprobando el dictamen elaborado por el presbítero José Luis de Chorroarín, diputado por Buenos Aires. Dice esta comunicación:
“En sesión de ayer 25 [de febrero] ha sido sancionado: “Que sirviendo para toda bandera nacional los colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrados, sea distintivo peculiar de la bandera de guerra un sol pintado en medio de ella (RN I, 458)

Queda en claro entonces, que la bandera con Sol, era de privativo uso de las fortificaciones y buques de guerra; por correspondencia también lo fue de todo otro establecimiento del Estado; es decir que la esperada “bandera mayor” se caracterizó como “de guerra” y “oficial”. Consecuentemente la enseña “sin Sol” quedó reservada para las embarcaciones mercantes y para uso de los particulares. Contra lo que aducen algunas personas mal informadas la prohibición de usar el Sol data de aquella lejana fecha, 1818, descalificando que se haya originado en el decreto de Sarmiento, del 19 de septiembre de 1869 (RN, V, 468) o en su similar, emitido por Roca en fecha 25 de abril de 1889 (RN, IX, 738); estos sólo se limitaron a reproducir el claro mandato de exclusividad dispuesto en tiempos de Pueyrredón.

Lo que no especificó la norma es la forma que debía adoptar el astro, pero podría servirnos de guía el aspecto que presentaba el usado en el sello oficial del Congreso. Por otra parte, la pérdida de las actas del Congreso nos impide conocer qué interpretación se dio al Sol. Sobre esto han lucubrado los eruditos hasta el presente, pero en el sentir general se considera que representa a las raíces americanas, eventualmente a la más afianzada de sus culturas vernáculas, la incásica.

Sello oficial del Congreso General 

La diversidad como norma

En los ya lejanos días de la emancipación política de Argentina no existió la necesidad de definir técnicamente la representación de los símbolos. Las banderas nacionales fueron similares entre sí, pero no idénticas. En la emergencia de un estado de guerra continua, se hacían como se podía, empleando los materiales con que se contaba.
En 1820 desapareció el gobierno nacional y el país se sumió en varios años de inestabilidad hasta que se concretó el predominio de Juan Manuel de Rosas durante su segundo mandato como gobernador de Bs. Aires (1835) y encargado de las relaciones exteriores de la “Confederación Argentina”. Poco después de tal año se comenzaron a usar las banderas nacionales con un subido azul oscuro (reemplazando al celeste); se agregaron gorros rojos en las esquinas del paño; leyendas sectarias hostiles a los unitarios (“locos”; “inmundos”; “asquerosos”; “traidores”; “salvajes”) y hasta se enrojeció el Sol, que adoptaba diversos diseños. Nunca se dictó una ley que consagrara estos los cambios.

Un ejemplo de las banderas usadas en tiempos de Rosas

Tras la caída de Rosas (3 de febrero de 1852) estas composiciones desaparecieron; se restableció el celeste y se eliminaron las otras cargas; pero la diversidad relativa persistió. Más aún, no fue extraño que en una de las caras de la bandera se viera al Sol y que en la otra apareciera un Escudo nacional, también con muy distintos diseños. Sucesivos intentos de unificar estas representaciones no tuvieron éxito.

Bandera del batallón Primero de Santa Fe (Guardia Nacional)

Hubo que esperar hasta el dictado del Decreto Nº10.302 de 1944, cuando de conformidad a un dictamen emitido por la “Academia Nacional de la Historia”, se ratificó el uso del celeste y se reglamentó que el Sol fuera idéntico a la imagen acuñada en las primeras monedas patrias (julio de 1813).
Finalmente, con motivo del bicentenario de la Revolución de Mayo, el Decreto Nº1650 de 2010, estableció el diseño y color de la Bandera y su Sol con precisión técnica normalizada, de conformidad a las normas IRAM. De esta forma quedó definitivamente establecido la forma de la “Bandera oficial” de la Nación argentina y consecuentemente, del estado comúnmente conocido bajo el nombre de “República Argentina” o, simplemente, “Argentina”.

 
Bandera Oficial de la República Argentina, según el Decreto Nº 1650/ 2010

En conclusión:
  • Hasta la reunión del Congreso General (24 marzo de 1816) que declaró la independencia de las “Provincias Unidas de Sudamérica”, en la jurisdicción del ya desaparecido virreinato del Río de la Plata se usó mayoritariamente una bandera de tres franjas, celeste, blanca y celeste; pero existía diversidad de diseños, la gran mayoría empleaba ambos colores y, en ocasiones sumaban distintos atributos. 
  • Tras proclamarse la independencia, el estado de las “Provincias Unidas de Sudamérica” oficializó el uso de ese diseño en su carácter de “bandera menor”. 
  • Momentáneamente se postergó la definición de la “bandera grande o mayor” (oficial) representativa del Estado hasta que se definiera cuál sería la forma de gobierno elegida.
  • La decisión implicaba que el paño celeste, blanco y celeste sería “cargado” por el blasón de la dinastía reinante, en caso de erigirse una monarquía o bien, algún atributo alusivo, de optarse por una república.
  •  En consecuencia, el diseño elegido se difundió y paulatinamente fue reemplazando a las enseñas de otra conformación. 
  • La postergación de la trascendental decisión por la forma de gobierno determinó que en 1818 el Director Supremo Pueyrredón pidiera al Congreso que estableciera la “bandera mayor” para uso en fortificaciones y naves de guerra. 
  • Como subsistía la indefinición apuntada, el Congreso adoptó un Sol, sin especificar, su diseño. Se trataba de un emblema neutro que tanto podía identificar a una monarquía como a una república y que, por lo demás se venía usando con amplitud desde 1813. Se considera que en el imaginario de entonces este Sol aludía a la libertad de que gozaban los pueblos originarios antes de imponerse el régimen colonial español. 
  • Recién en 1944 el Gobierno nacional definió el modelo de Sol que debía figurar en la Bandera. Sería el adoptado por las “primeras monedas patrias” acuñadas en 1813. 
  • En el 2010 se definió con precisión técnica la composición de la “Bandera oficial” argentina, tanto en sus colores como en el aspecto del Sol.
A la fecha de difundir este ensayo los argentinos celebramos el bicentenario de nuestra independencia política, aquél 9 de julio de 1816. Un pueblo orgulloso de su Bandera mira esperanzado hacia su futuro, sin duda muy distinto al imaginado por los congresales de Tucumán.

Hoy, como ayer, nunca fueron más justos los versos de la primera estrofa del Himno nacional argentino:

¡Se levanta en la faz de la tierra
una nueva gloriosa nación.
Coronada su sien de laureles,
y a sus plantas rendido un león!
Alegoría de la Libertad, obra de Lola Mora
Plaza Independencia – San Miguel de Tucumán
(Foto La Gaceta, Tucumán de Analía Jaramillo/ José Nuno)

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