miércoles, 25 de mayo de 2016

Consulta reiterada

El aplauso a los himnos  nacionales

Alegoría publicada en la fecha por el medio local Rosarionet

Por Miguel Carrillo Bascary

El 25 de Mayo y los actos patrios

Para información de nuestros lectores que no sean argentinos les cuento que el 25 de Mayo celebramos la formación del primer gobierno patrio, fecha inicial del desarrollo de Argentina como una nueva nación.

Entre los patriotas de entonces no hubo banderas en aquél 25 de mayo de 1810, pero sí distintivos de diversos tipos: cintas blancas y rojas (solas o combinadas); florecillas celestes (junquillos) y hasta divisas con el rostro estampado del rey español Fernando VII, como señal fidelidad al entonces prisionero de Napoleón.

El uso de estos emblemas está sobradamente probado por la Historia, sin embargo persiste la leyenda de que los activistas criollos (“chisperos”) French y Beruti repartiendo cintas blancas y celestes entre los partidarios del nuevo gobierno. Nada más alejado de la verdad.

En recuerdo de aquellos hechos, desde el año 1812, los 25 de Mayo de cada año se realizan en todas las comunidades del país actos conmemorativos que incluyen el canto del Himno nacional. Esta composición musical que data de 1813 se entona en solo dos fechas más del calendario acompañando el izamiento de nuestra Bandera nacional. El resto de los días se utilizan otras marchas y composiciones musicales.

Un ejercicio práctico

Hoy queremos llamar la atención sobre un aspecto del ceremonial que se desconoce, mayormente, lo que justifica la oportunidad de tratarlo en este blog.

Con propósito didáctico les pido que nos ubiquemos en un teatro como espectadores de una obra está próxima a finalizar. Si alguien comenzara a aplaudir cuando falta que los protagonistas encaren su diálogo final se consideraría el hecho como una absoluta falta de respeto a la obra, a los actores y al resto del público. Demás está decir que los otros espectadores harían callar al desubicado y es factible que los actores interrumpan la representación como gesto de fastidio.

Quienes manejan los códigos de un evento cultural de categoría saben que los aplausos se contengan hasta el completo final de la escena, más aún debería prolongarse el respetuoso silencio unos instantes más, para degustar el climax de la pieza ejecutada, luego sí, será el momento de realizar todas las manifestaciones de entusiasmo que sean pertinentes: aplausos; vivas; golpeteo de pies contra el suelo; pedido de bises; arrojar flores y otras formas de expresión acordes a la circunstancia.

El aplauso a los himnos nacionales

Cuando se ejecuta algún himno nacional en un acto patrio deberíamos comportarnos con la delicadeza que corresponde a educados conocedores de teatro. A los himnos se los debe escuchar hasta su último acorde y recién entonces aplaudir.

Sin embargo la actitud general es muy otra, el aplauso comienza cuando termina de cantarse el último verso, como si los presentes tuvieran apuro para pasar al otro ítem del programa previsto.
Esto no está bien. Tal precipitación indica una clara ausencia de cultura y una falta de respeto a toda la Nación, representada por su símbolo.

Lo peor es que los responsables de la organización de estos actos, muchas veces profesionales del Ceremonial, permanecen impasibles ante tamaña muestra de grosería, cuando ellos mismo deberían procurar conducir la situación hasta lograr el debido respeto por el símbolo nacional.

¿Qué hacer entonces?

La solución es muy simple, cuando el locutor anuncia que se cantará el Himno nacional debe introducir una glosa muy breve, de neto contenido didáctico. Podemos enunciarla así:

En señal del debido respeto recordamos que solo debemos aplaudir cuando haya finalizado el último acorde musical”

De esta forma se jerarquizará los himnos en la consideración general y se hará la debida docencia. Esto también es construir cultura y contribuye a reverenciar a la Patria.

Nada más, ni nada menos


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