Un destino mariano
Por Miguel
Carrillo Bascary
La sorpresiva elección de Mons. Robert F. Prevost Martínez (O.S.A.)[1],
como nuevo papa de la Iglesia Católica
nos lleva a investigar sus referencias vexilológicas.
Como religioso de la Orden
de San Agustín fue enviado al Perú en 1980, donde se comprometió pastoralmente
hasta el punto en adoptar la nacionalidad peruana y ser nombrado en el 2015 como
obispo de Chiclayo, una de las diócesis de mayor población del
país. Había sido creada en 1956, en 1965 una fracción del territorio fue
confiada a los agustinos recoletos, lejano antecedente de la posterior radicación
de Prevost.
Chiclayo es una ciudad que
da nombre a la provincia homónima, del departamento Lambayeque. Está ubicada al
Norte de Perú su área metropolitana ronda los 800.000 habitantes. La región fue
habitada desde antiguo. Sobresalió el desarrollo de las culturas huari y
mochica (500–1200 d. C.
La ciudad de Santa María de los Valles de Chiclayo,
tal su nombre de origen se proclamó libre de la dominación hispana en 1820, lo
que justificó que más tarde se la distinguiera como «Ciudad Heroica», título
que luce con orgullo en su blasón cívico. En fue reconocida como villa en 1827,
y como ciudad, el 18 de abril de 1835, al par que se creó la provincia de igual nombre. El vocablo
‘Chiclayo’ hace honor al curaca indígena llamado 'Chiclayalep', que era muy
querido y apreciado por los frailes franciscanos que se instalaron con una
misión en la zona.
Su ubicación geográfica facilitó el desarrollo como polo pesquero,
agrícola y centro de la crianza del famoso caballo peruano de paso. El
descubrimiento del yacimiento
arqueológico de Sipán la proyectó como destino turístico y rescató su
pasado mítico.
Escudo. Resultó
de un concurso que se aprobó el 12 de marzo de 1974 y que admite la siguiente
descripción de su Heráldica:
Como cimera una cinta con los colores del Perú y la leyenda “HEROICA CIUDAD DE CHICLAYO”. El campo del blasón es azul claro, donde resalta el perfil de una cruz latina en plata (blanco), en alusión a la acendrada tradición cristiana de su población. Sobrepuesto, el llamado “Cuchillo de Íllimo” o “Tumi de Oro”, cuchillo ceremonial que representa al héroe legendario Ñaimlap, quien llegó del mar, trajo la civilización a esas tierras y fundó el reino de Sicán o Lambayeque (ca. Siglo IX), que floreció hasta su decadencia por cuestiones ecológicas, a partir de lo cual fue sometido por la cultura chimu.
Bajo el brazo derecho de la Cruz destacan dos cañas de azúcar (otra
referencia refiere que es una caña y una espiga de arroz), a las que se
superpone la figura de un ingenio azucarero estilizado, en plata, señalando la
importancia de la explotación. Bajo el brazo izquierdo se encuentra una compleja
figura en la que se distinguen las ondas del mar, en plata, y sobre ellas el
perfil esquemático de un huerequeque, tipo de alcatraz, propio de la región, en
plata. Todo inscripto en una bordura en gules, con filetes de oro, interno y
externo.
Bandera.
Según es tradición en la Vexilología del Perú el escudo campea en el centro de
un paño celeste, directa referencia al atributo cromático de Nuestra Señora de
la Inmaculada Concepción y que representa la pureza y la tranquilidad, tanto de
su gente como de sus aguas, Con proporción 2 a 3.
Concluyendo
Curiosos emblemas este
escudo y esta bandera, de fuerte tradición mariana, como la que expresó el
nuevo Pontífice, un norteamericano con raíces en las ancestrales culturas de
Sudamérica.
[1] Referencias sobre su acción en el Perú: https://www.diocesischiclayo.org/biografia.html
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