Certezas y errores, una incógnita más en el pasado sudamericano
Por Miguel
Carrillo Bascary
Introducción
En esta nota aporto un muy
resumido encuadre sobre el hallazgo de cuatro antiguas banderas que, se
estima, pertenecieron al Ejercito Auxiliador del Alto Perú que operó en la
región hacia 1813. Dos de ellas se conocen como “banderas de Macha” las
que han dado lugar a una amplia producción historiográfica, son otras dos las que
me interesa destacar. Para esto me referiré especialmente a un documento trascendental,
conocido con el nombre de “Acta de Colquechaga”, a cuyo conocimiento
solo han podido acceder unos pocos expertos, aunque muchos otros lo mencionan
en sus trabajos. Como un adelanto consigno que en dicha población se mostró una
de estas banderas, que en sus líneas quedó plasmado el relato del sacerdote que
dijo haberla descubierto el que revela la existencia de otros tres vexilos.
También es oportuno
relacionar varios testimonios y documentos que desmienten que el
“Ejercito Auxiliador del Perú” comandado por el general Manuel Belgrano se haya
visto privado de su bandera a consecuencia de la batalla de Ayohuma, como suele
afirmarse con cierta ligereza.
Finalmente aporto algunas noticias
sobre la ya famosa capilla de Titiri y sobre las ciudades de San pedro de
Macha y de Conquechaga.
Una mirada hacia el pasado
Conocido es que en octubre del
año 1883 el sacerdote a cargo de la capilla[1]
ubicada en el desolado paraje de Titiri, dependiente del curato de
San Pedro de Macha, provincia de Chayanta, en Bolivia, encontró unas
banderas disimuladas formando “una
especie de marcos” (sic) en derredor de dos cuadros de Santa Teresa que se
encontraban colgados en la pequeña nave del templo. Al hacerlo quedó embargado
por la sorpresa, solo atinó a desplegarlas para apreciarlas en forma cabal y
después las cubrió con las pinturas. De esto dio cuenta en el testimonio que
brindó en la ciudad de Colquechaca, en 1885.
No fue sino hasta 1885 que el
hallazgo tomó estado público, cuando el Padre Primo Arrieta retomó a su
cargo el pequeño templo, quien (se supone) informó de la novedad al subprefecto
de la región[2], Abdón
Ondarza. La noticia debió llamar mucho su atención hasta el punto que el 5 de
abril de ese año el funcionario se trasladó hasta el lejano paraje donde, siempre
según el Acta, vio la bandera del caso “… en
la Capilla de Titiri, clavada tras el retablo del templo”, una posición que
se contradice con lo relatado por el padre Arrieta.
En una
digresión necesaria acoto que, considerando la gran superficie que tienen las
banderas, la ubicación indicada por Ondarza resulta más lógica que la
referenciada por el presbítero. Para el no advertido recordamos que, por “retablo”
se entiende un gran panel de madera destinado a resaltar el altar; suele
contener hornacinas para exhibir estatuillas y emblemas religiosos, por lo que
su superficie parecería mucho más amplia e indicada para cubrir las enseñas
desplegadas que los cuadros indicados. Estas son disquisiciones son insustanciales
ya que ni los cuadros ni el retablo se conservan, pero sus dimensiones pueden
estimarse.
La historiografía reconoce a
dos de las piezas descubiertas como las “banderas de Macha”, aunque en
puridad debieran llamarse “de Titiri”, lugar de su hallazgo. Siguiendo el parecer del
religioso, desde el principio se estimó que podían estar vinculadas con las
luchas por la emancipación que ocurrieron entre 1810 y 1826. Las comprobaciones
realizadas por el equipo de restauración que las intervino entre los años 2007
y 2009, que estuvo coordinado por Lic. Patricia Lissa, permitieron
probar que ambos textiles son idénticos, aunque su composición cromática
difiera[3]. Aunque sus dimensiones
son considerables, aproximadamente con más de 2,50 de largo y de 1,50 de
ancho, no resultan extrañas ya que muchos cuerpos de infantería de la época
empleaban banderas similares, lo que permitía que el comando observara las
evoluciones de las unidades desde larga distancia.
La que se individualiza como
“bandera de Macha A”, se compone de tres franjas horizontales (celeste,
blanca y celeste) y se preserva en el “Museo Histórico Nacional” (Bs. Aires).
La designada como “bandera
de Macha B”, es similar a la anterior pero de colores blanco, celeste y
blanco. Constituye la pieza fundacional del Museo “Casa de la Libertad”, sito
en la ciudad de Sucre, principal repositorio histórico de Bolivia.
Cuando en 1892 la noticia
llegó a oídos del Dr. Ángel Carranza, activo director del entonces “Archivo Histórico
Nacional” (más tarde convertido en museo), este interesó a las autoridades
argentinas e inmediatamente se iniciaron gestiones diplomáticas del más alto
nivel para requerir ambas dos piezas al Estado boliviano.
Ante el formal pedido Bolivia
accedió a ceder aquella que se menciona como “bandera de Macha A”, con el
fundamente de que, por sus características, coincidía con la enseña nacional
argentina. Esto se concretó en mayo de 1896 y la pieza llegó a Buenos Aires en el
mes de junio.
En cuanto a la particularizada
como “Macha B”, el gobierno boliviano dispuso mantenerla a su cargo. Se alegó
en su momento que pertenecería a algún cuerpo alto peruano que combatió
como tropa auxiliar de los ejércitos enviados por las autoridades argentinas. Esta
interpretación varió con los años, en la actualidad se afirma que correspondió
a las fuerzas que mandaba Belgrano y que estuvo a orillas del río Pasaje (Salta)
el 13 de febrero de 1813[4],
lo que justifica que se llevara en la campaña que ese mismo año cumplió el prócer
en el Alto Perú. Como vemos, esta mutación de pensamiento genera complejas
implicancias. Pese a todo, desde mediados de los años ‘60 se multiplicaron los
pedidos argentinos para que se “devuelva” la pieza, estimando que sus
colores justifican la solicitud. Las autoridades de Bolivia nunca respondieron
formalmente, pero se ha dado a entender que su decisión es la de retenerla.
Al respecto la “Academia Nacional
de la Historia”, en fecha 11 de mayo de 1999, aprobó un dictamen
suscripto por los prestigiosos miembros de número que informaron sobre la
temática: Félix Luna, Eduardo Acevedo y Laurio Destéfani. que en lo sustancial
reza:
“La Academia Nacional de la Historia entiende que no es conveniente
avanzar en las gestiones diplomáticas ante el gobierno boliviano para solicitar
o reclamar la devolución de la aludida bandera, hasta tanto no pueda
determinarse fehacientemente el origen y su pertenencia”.
Nada ha
variado desde entonces. Pese a tan claro pronunciamiento desde distintos
sectores las iniciativas para solicitar la pieza a Bolivia se renuevan
periódicamente. En general, sus impulsores entienden que sería la bandera que
izó el general Belgrano en Rosario, el 27 de febrero de 1812[5].
¿Qué pasó en Colquechaga?
Dígase primeramente
que es la capital del municipio de Chayanta, departamento de Potosí, Estado
Plurinacional de Bolivia. La respuesta al interrogante radica en el tenor del Acta
que se labró el 10 de septiembre de 1885, la que se transcribe más
adelante en forma íntegra.
El acontecimiento debió
conmover a la región, ya que implicó la presencia de las importantes autoridades
que se llegaron hasta el lugar. Así se desprende de la nómina de asistentes al evento
que consta en el encabezado del instrumento. Allí también se refiere al “cónsul general de la República Argentina, Sr. Mariano Peró” y al ex cónsul, Antonio
Tejada, lo que revela que lo actuado fue un acto preparatorio de la cesión que
se concretaría al año siguiente.
El presbítero Primo
Arrieta, a la sazón titular del templo de Titiri, fue el protagonista principal
del acto donde presentó la pieza celeste, blanca y celeste, al
par que testimonió las circunstancias del hallazgo. También planteó la
hipótesis de que el general Belgrano, luego de ser derrotado en Ayohuma el
14 de noviembre de 1813, las habría encargado al por entonces cura párroco de
Macha y de Titiri, Juan de Dios Araníbar, quien las habría escondido en la
forma relatada para evitar que cayeran en
poder de los realistas. Una cosa a destacar: nada hace pensar que Belgrano en
persona le haya entregado los vexilos al sacerdote, como vulgarmente se aduce; si
se sigue la hipótesis planteada, también pudo ser alguno de sus subordinados.
Más aún el propio consagrado podría haberlas recogido por su mano de entre los
restos de la batalla e, inspirado en su patriotismo, consideró prudente
ocultarlas.
Advertencia necesaria
Coincidiendo con el relato
de Arrieta se dice que, a consecuencia de la derrota en Ayohuma, la bandera que
identificaba al ejército patriota y otra que sería propia de alguna de sus
unidades, fueron depositadas en la capilla de Titiri. En este punto de mi
aporte no puedo dejar de señalar algunos hechos concretos y bien
documentados que desmienten esa afirmación. En las respectivas
trascripciones subrayaré las referencias a la enseña.
Citaré en primer término al
mismísimo general José María Paz[6],
por entonces jovencísimo oficial, quien escribe en sus memorias: “… los restos de nuestros infantes que huían en
todas direcciones se fueron replegando al general Belgrano, que había
enarbolado la bandera del ejército”. También destaco el comentario que oportunamente
dejó escrito un bisoño Lorenzo Lugones[7],
más tarde coronel, quien escribió: “Nuestra
pérdida fue total, se puede decir que todo quedó en el campo de batalla,
excepto la bandera que para que se perdiera era preciso que se muriera
Belgrano, porque él la llevaba en la retirada”. Se trata de dos testigos
presenciales, de largo predicamento en nuestra historia, quienes prueban
que “la bandera”, en la que puede reconocerse a la principal del ejército, esto
es “la generala”, como se la caracterizaba en la terminología de la época,
estuvo presente en las postrimerías del enfrentamiento y nada menos que en
manos de Belgrano, quien la portó durante la retirada.
Con posterioridad, estabilizado
el frente de combate, los usos castrenses vigentes indican que dicha enseña
debió mantenerse en la sede de comando
del ejército hasta que el prócer fue sustituido en el mando por el general San
Martín, el 18 de diciembre, 1813.
Hay
cuatro documentos suscriptos por Belgrano que ratifican esos testimonio
y prueban que conservó la divisa pese a la amarga derrota. Al
primero se lo conoce como la “Proclama a
los pueblos del Perú[8]” y está
datado en la ciudad de Tucumán el 25 de febrero de 1814, se trascribe:
“He depositado en sus manos
[se refiere a San Martín] la bandera del Ejército que en medio de tantos
peligros he conservado, y no dudéis que tremolará sobre las más altas
cumbres de los Andes, sacándoos de entre las garras de la tiranía y dando días
de gloria y de paz a la amada Patria”.
El segundo documento consta en el Libro de Órdenes del día del
Ejército Auxiliar del Perú donde, en la correspondiente al 22 de mayo
consta la previsión de colocar la bandera a la que se refiere como
“nacional”, en el Cabildo tucumano durante el 25 de ese mes y en su víspera,
algo que la lluvia caía frustró, por lo que debió diferirse hasta el día 28[9].
La tercera prueba documental es la carta personal que Belgrano dirigió
a San Martín desde Santiago del Estero (6 de abril, 1814) [10] donde,
con su característica caligrafía le recomendó: “…conserve la bandera que
le dejé, que la enarbole cuando el Ejército se forme…”
Y aún hay un cuarto e importantísimo instrumento que ratifica la conservación del lábaro. Antes de citarlo se recuerda que el 7 de agosto de 1816 Belgrano había asumido el comando del ejército, entonces acantonado en Trancas, al Norte de Tucumán. Poco antes, el 20 de julio de ese año, el Congreso reunido en Tucumán oficializó como “bandera menor” la que hoy caracteriza a nuestro país, es decir la celeste-blanca-celeste. En septiembre, el prócer eligió la jornada en que debía conmemorarse el cuarto aniversario del triunfo en Tucumán para cambiar la de bandera de la fuerza por una que estuviera acorde a las características regladas. Esta circunstancia expresa que la que debía reemplazarse no tenía las tres franjas ordenadas. La decisión implicaba ratificar públicamente su liderazgo y contribuía a reverdecer la memoria sobre el triunfo en el Campo de las Carreras. Conforme a la Orden del Día para el 24 de septiembre de 1814[11], Belgrano rodeó la ocasión de toda la parafernalia que imponía su intuitiva capacidad para traducir y aplicar principios de lo que hoy llamamos Psicología Social. El mismo prócer nos relata el acontecimiento, que culminó cuando depositó ante la imagen de Nuestra Señora de la Merced, generala del Ejército, la que él llama la “bandera vieja[12]”, que había portado por tres años en gloriosas y dramáticas jornadas. Durante la arenga Belgrano manifestó: “Una nueva bandera del ejército os presento, para que, reconociéndola, sepáis que ella ha de ser nuestra guía y punto de reunión. La que acabo de depositar a los pies de nuestra generala, María Santísima de Mercedes, sirvió al mismo efecto mientras tuve el honor de mandaros”. Esta última alusión es capital para entender que la entregada fue la misma con que se había hecho la campaña al Alto Perú.
En
consecuencia, queda probado sobre una sólida
base documental que la llamada bandera” del ejército” no fue ocultada luego de
Ayohuma, como plantean quienes afirman que ocurrió en la capilla de Titiri,
cercanías de Macha. Todo lo contrario, es evidente que siguió en uso cuando San
Martín[13],
primero, y Rondeau, después, ejercieron el comando, hasta que Belgrano lo retomó
luego de haberse declarado la independencia de las Provincias Unidas de
Sudamérica, el 9 de julio de 1816. Es cierto que el relato
generado por Arrieta y aderezado por comentaristas posteriores pierde su mística,
pero cuando la Historia aporta instrumentos indubitables estos deben prevalecer
en mérito a la verdad fáctica.
Dos banderas “olvidadas”
Quisiera resaltar en forma
muy significativa que del “Acta de Colquechaca” se desprende haberse
encontrado otras dos banderas, ambas de colores rojo y azul, sobre las que
no existe ninguna constancia posterior. Puede decirse que se pierden en la
Historia, empero, desde el documento analizado, nos plantean innumerables
interrogantes. La falta de datos parece haber invisibilizado su
presencia tras ser descubiertas en 1883, cuando de ninguna manera debió
ocurrir.
Leyendo la copiosa
historiografía se advierte que con el paso del tiempo llegó a sostenerse
que solo fueron halladas dos enseñas a las que se describen como “azules y
rojas”, coloración que se atribuyó al desteñido de la cobertura. Esta
apreciación no solo es absolutamente errada, también es torpe. Resulta
evidente que ninguna presentaba un rojo que diera lugar a una confusión tal
como la planteada, aún antes de las intervenciones destinadas a restaurar las
banderas de Macha existentes en los museos citados. El ejemplar “A”, no tiene
un ápice de tinte derivado del rojo, mientras que el “B” expone un ligero
rosado en el extremo más estropeado; o sea que nadie bien intencionado puede
decir que originalmente se mostraron como rojas y azules. Para constatarlo basta
observar las imágenes de ambas que se presentan en esta nota.
En conclusión, destaca que muchos
historiadores y comunicadores ni siquiera mencionan a estas dos banderas rojas
y azules. El “Acta de Colquechaga” prueba sin lugar a dudas que existieron, de
manera que es un eslabón fundamental en la historia de estos cuatro
vexilos, merecedores de ser considerados verdaderas reliquias cívicas. Lo que
resulta increíble es el significativo “olvido” en que suelen incurrir los
relatos sobre las banderas de Macha. Por esta nota me propongo facilitar la difusión
del documento para provecho de los interesados en la materia.
En definitiva, quienes lean
con detenimiento el Acta, concluirán en reconocer que las famosas “banderas
de Macha (o de Titiri)” no son dos, sino cuatro. ¡Nada más, ni nada menos!
El "ACTA DE CONCQUECHACA"
Como fuente
del documento se reconoce al opúsculo “La
Obra del Templo de Macha[14]”,
del presbítero Martín Castro, publicado en Colquechaca, por la Imprenta "El
Pueblo", 1897. También fue reproducido más tarde por el investigador Mario
Golman[15]. Hizo lo propio Augusto
Fernández Díaz, pero en forma parcial[16].
Trascripción (se mantuvo la puntuación y
uso de mayúsculas que presenta el documento)
“El doctor Ceferino Méndez, Abogado de las Cortes de la República de
Bolivia y Presidente de la H. Junta Municipal de la Provincia de Chayanta[17], Certifica: Que en el
Libro de Actas de la Junta Municipal correspondiente al año 1885, a fojas 115 y
116, se encuentra una cuyo tenor literal, sacado a la letra es el
siguiente:"
"En la Capital de Colquechaca a horas dos de la tarde del diez de
Septiembre de mil ochocientos ochenta y cinco; reunidos en el Salón Municipal
el vecindario de este pueblo con asistencia del Sub-prefecto Dr. Abdón S.
Ondarza, de los Sres. Munícipes Dálio Fernández, José María Dalence, Patricio
Plaza, Pedro Paiva y Josué Ibáñez, del Sr. Juez de Partido Dr. Mariano Barrero,
del Sr. Fiscal de Partido Dr. José Lloza, del Juez Instructor Dr. Feliciano
Abastoflor, del Cura Párroco de Colquechaca Dr. Vicente Padilla, del Cura del
Beneficio de Macha Dr. Primo Arrieta, del Presidente de la Sociedad Patriótica
José A. Otero, del. Cónsul General de la República Argentina Sr. Mariano Peró,
del Ex Cónsul Argentino, Sr. Antonio Tejada, del Administrador de Correos,
Manuel María Patiño, del Coronel Don José María Sierra, del Corregidor de Macha
Don Agustín Pérez, del Reverendo Padre Fray Jaime Riccolt y de todos los demás
Ciudadanos que firman, se extendió una Bandera sobre la mesa del Salón
Municipal y la reconoció el Sr. Sub-prefecto ser una de la dos banderas que el
dos de abril de este año vio en la Capilla de Titiri, clavada tras el retablo
del Templo, y que sabiendo que el Sr. Cura de Macha podía testificar sobre esta
bandera lo mismo que otra bandera que está en su poder, pueden haber
pertenecido al Ejército Unido que combatió contra los Españoles, en los campos
de Vilca-pucyo y Ayoma[18], pidió preste una declaración: prestó tacto pectore et in verbo
Sacerdotis, el juramento respectivo y dijo: Habiendo tomado posesión el día 16
de octubre de 1883 de la Capilla de Titiri, encontré las dos banderas
Argentinas arrolladas y sirviendo de especie de marco de dos cuadros de Santa
Teresa, y deseando quitar estos adornos sucios al parecer, los desenvolví y
encontré huellas de sangre, lo que me dio idea del mérito de las banderas y las
clavé a la pared cubriéndolas con los dos cuadros dichos. Creo ahora que no
pueden ser otras que las traídas por el General Belgrano, y perdidas en Ayoma[19], porque el cuidado de
su conservación revela que una mano amiga las guardó conociendo su importancia
moral, en un lugar retirado de la Parroquia, como es Titiri, no en el templo
principal de donde las habrían arrancado los realistas que vivían y recorrían
el país, porque también el lugar está en línea recta a dos leguas de Charra
Huaytu, lugar del impropiamente llamado combate de Ayoma; es decir, trepando
una quebrada escarpada que no indica señal alguna de camino."
"Concluyó pidiendo el honor de esta conservación en la Capilla de
Titiri para el Sr. Cura de entonces que me consta que fue muy amigo del General
Belgrano y cuyo nombre íntegro lo daré en breve, pues en este momento no lo
recuerdo. Me apoyo además para esta aserción en que el referido Cura
desapareció de la Parroquia sin sentar las diligencias precisas en los libros
parroquiales, cosa indispensable en una entrega pacífica de la Parroquia, lo
que indica que su patriotismo lo condenó a la proscripción; no sin dejar las
reliquias encontradas, constantes de dos
banderas Argentinas y dos que llevan los colores rojo y azul [lo destacado me pertenece], con encargo
de no tocarlas, pues de otro modo el sucesor las habría sacado de la Capilla de
Titiri y Pumpuri. Asimismo, declaró que el Sr. Sub-prefecto, sin aviso ninguno
mío halló las banderas Argentinas solamente y que las recogí por quitar una
sustracción desde que el dicho Sr. Sub-prefecto dio conocimiento al público por
un discurso pronunciado en ésta el día 16 de Julio, y que no las entrego todas
por no ser de mis atribuciones y esperar orden del reverendísimo Arzobispo,
sobre el particular. Con lo que terminó esta acta ante mí el notario Juan Pablo
Espinosa y firmaron ella, quedando depositada la bandera de seda de dos colores; es decir de dos fajas celeste
despintado y una blanca al centro, rota y estropeada, con manchas descoloridas
de sangre, sin duda por la acción del tiempo y en comprobante firman".
"Nota: La bandera de que se hace mérito en la anterior acta, por
orden del Sr. Sub prefecto de esta Provincia, quedó depositada en poder de los
Ministros de la Junta Municipal Sres. Patricio Plaza, Josué Ibáñez, José María
Dalence, Pedro Paiva y Dalio Fernández; todo lo que siendo por esta diligencia
y doy fe. Una firma: Espinosa."
Años más tarde, el 24 de
noviembre de 1892, el padre Arrieta le mandó al funcionario de cancillería
boliviana, el Dr. Telésforo Aguirre, una carta
ampliatoria en donde repite lo que dijo en Colquechaca, insistiendo en que
las banderas estaban clavadas detrás de los cuadros, lo que implica que se
estaría refiriendo al redescubrimiento que protagonizó en 1885. Al finalizar su
misiva señaló “Las banderas son de color
azul y blanco y rojo y azul”. Si consideramos que las dos enseñas llamadas
“de Macha”, son claramente blancas y celestes, resulta evidente que donde
Arrieta escribe “azul”, en realidad quiso decir “celeste”.
En cuanto al vexilo que retuvo Bolivia (“Macha B”) se exhibió transitoriamente
a la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en la catedral de Sucre.
De allí pasó al poder de la “Sociedad
Geográfica[20]”,
de esa misma ciudad “… para servir de
base a un Museo histórico”, como se consignó. La situación no ha variado,
hoy se exhibe en el “templete dedicado a
la bandera de Belgrano[21]”.
Otras
consideraciones
Queda en claro entonces que el presbítero
Arrieta presentó en 1885 solo una de las cuatro banderas encontradas, la
celeste, blanca y celeste (“Macha A”); mientras que retuvo las otras, por
considerar que debía ser el Arzobispo de Sucre quién dispusiera al respecto. Al
fin y al cabo se trataban de elementos que estaban en un templo bajo su
jurisdicción.
Un aspecto que llama la atención es la referencia a “manchas de sangre” sobre la enseña “Macha B”, algo que Arrieta y algunos otros han
querido ver, quizás para no contradecir al religioso que halló las piezas. El
caso es que durante las tareas de restauración que concretó el equipo conducido
por la Lic. Patricia Lissa, no se halló
ningún resto hemático entre las fibras. Cabe entender que los testigos de Colquechaga
pudieron verse inducidos al error por la manifestación de Arrieta que atribuyó
a sangre la tonalidad rojiza. Con mayor razonabilidad esta característica pudo resultar
del desteñido la tela que cubría las piezas por efecto de las lluvias
deslizadas en el interior del templo que, aún hoy se encuentra techado con paja;
la forma irregular con que se muestran las máculas pareciera avalarlo. La
hipótesis de la presencia de sangre un atractivo épico y muchos cronistas la
destacan reiteradamente como si se tratara de una inequívoca verdad. La
pasividad general cimentó el error, sin que se advierte que la desmitificación
resulta del propio textil, ya que cuando
la sangre se oxida al contacto con el aire toma una coloración oscura,
amarronada, muy característica, y formando como grumos, algo totalmente
diferente al estado que presenta la pieza.
¿Cuál pudo ser la partición
de las banderas rojas
y azules? Imposible saberlo, aunque cabe suponer que no poseían ningún
emblema aplicado ya que de tenerlo habría merecido alguna referencia de los
testigos. Hay aún otra cuestión, si consideramos que el género rojo que cubría
la bandera “Macha B” había desteñido sobre la misma da lugar a pensar si las
piezas rojas y azules no pudieron sufrir la misma suerte y haber sido, en su
origen, blancas y azules (o celestes).
¿Tendrían algún tipo de
carga en el paño? Parecería imposible,
ya que en su caso se habrían destacado ante la consideración del sacerdote y de
cuantas otras personas pudieran haberlas visto.
En definitiva, queda en claro que las banderas descubiertas en 1893 en la capilla de Titiri son cuatro, las que se preservan en los museos de Buenos Aires y de Sucre y otras dos, rojas y azules (celestes, más bien) que sean convertido en un misterio más para la historia americana.
Noticia
sobre la capilla de Titiri
Su ubicación es prácticamente
inaccesible. Hace unos quince años llegó allí a caballo y tras viajar unas
cuatro horas desde Macha, un grupo de argentinos vinculado con la “Fundación del Bicentenario”, con
asiento en Tucumán. Entre ellos se encontraba su presidente, el entonces
diputado provincial Jorge Atilio Mendía, los conducía el agrónomo jujeño Misael
Soria Linares, cuyo conocimiento de los cerros, del quechua y vinculaciones
locales fue de una ayuda invalorable.
En la oportunidad se constató que el
templo estaba poco menos que en ruinas, aunque sus paredes de adobe y
piedra testimoniaban el paso de más de dos siglos. En su derredor se observaban
los cimientos de varias construcciones, quizás también corrales de pirca y un
antiquísimo cementerio totalmente abandonado. Se accedía al recinto por el vano
de una puerta, apenas cubierto por una vieja hoja de zinc acanalado. El techo
de paja mostraba perforaciones y su vacío interior se mostraba sucio,
observándose solo las bancadas donde debió apoyarse el altar. El tosco revoque
de las paredes presentaba restos de un encalado agrietado[22].
Tanto el retablo como la imaginería y el moblaje litúrgico habían desaparecido, salvo una pequeña imagen “de vestir” correspondiente a una virgen o santo inidentificable, de las que son tan comunes en la región; silente presencia de que en ese humilde lugar se celebró el Santo Sacrificio de la Eucaristía y se impartieron los sacramentos en presencia de una comunidad extinguida. Llegará el momento en que algún caminante, o un jinete quizás, entrará en ese templo y al mirar esa vetusta imagen se conmoverá y elevará a Dios una oración por todos aquellos que supieron honrarlo desde la humildad del lugar.
Como un prodigio de resistencia a los años y silencioso aval de la
arquitectura vernácula aún se yergue el campanario
en espadaña; los bronces han desaparecido, solo el viento ulula por los
espacios vacíos.
Noticias sobre la ciudad de San Pedro de Macha
Pese a la antigüedad de la población, que se remontaría al siglo XVII, San Pedro de Macha recién fue constituida
en municipio en el año 2019, las gestiones se habían iniciado en 1946. Se ubica
a unos 150 km al Norte de Potosí, a casi tres horas de viaje por carretera. La
población de la jurisdicción se estima en unos 20.000 habitantes. El 80% de la
misma se encuadra en la extrema pobreza. Sufre también una preocupante falta de
agua, por el bajo caudal del cercano río y la contaminación generada por
explotaciones mineras aledañas, lo que plantea un estrés hídrico de
importancia. El cultivo de la papa, el trigo y la cebada, principales recursos
de la población, junto con la cría de caprinos y camélidos está muy amenazado
Tiene como bandera local la imagen
de la descubierta en Titiri, es decir, la blanca celeste y blanca (“Macha B”).
Macha es considerada la “capital
del tinku”, un tipo de lucha
ancestral de profundas raíces en la cultura del Altiplano[24],
declarada patrimonio cultural de Bolivia. Se desarrolla en oportunidad de la
“Fiesta de la Vera Cruz” o “Fiesta de la Chacana”, durante los días 3 y 4 de
mayo.
Noticia sobre la ciudad de Colquechaca
En 1882 se la declaró a Colquechaca[25]
como capital de la provincia de Chayanta, departamento de Potosí. En 1906
se le dio título de ciudad, aunque el asentamiento humano reconoce una data
inmemorial. A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX la
explotación argentífera originó un rápido incremento poblacional que justificó esta
condición. Se encuentra a unos 3.600 metros sobre el mar. Unos 130 kilómetros
la separan de Potosí, que se cubren en unas tres horas por carretera.
Próximamente reproduciré un documento complementario, la carta que el padre Arrieta dirigió al Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia, que está datada el 24 de noviembre de 1892.
Notas y referencias:
[1] Sobre la identidad del sacerdote existe la duda de si fue Primo Arrieta
o Martín Castro, como está más difundido, habiendo sido el primero quien las
redescubrió en 1885, como resulta del “Acta de Colquechaca”, como bien lo
señala Mario GOLMAN (Enigma sobre las
primeras banderas argentinas. Edit. De los cuatro vientos. Bs. Aires. 2007,
pp. 181 a 183), el padre CASTRO escribió un folleto (La obra del templo de Macha) datado en 1897, donde indica que el
descubridor fue Arrieta, quien por entonces había reemplazado en sus funciones
al anterior, así concluye el investigador. Aunque no coincido en la interpretación que se hace respecto del cuál sería el primer diseño de la Bandera nacional, me permito recomendar, vivamente, la
lectura del libro de Golman, aunque lamentablemente hoy se encuentra agotado.
[2] Cargo equivalente al de un subgobernador, según nos indica Golman. Ob.
cit., p. 177.
[3] Informe al respecto en: https://es.scribd.com/document/449176629/Informe-final-restauracion-Bandera-Macha
[4] En el año 1957 el investigador argentino Augusto FERNÁNDEZ DÍAZ lanzó la hipótesis de que la “bandera de Macha B” es la enseña que el prócer presentó en Rosario el 27 de febrero de 1812 y la designada como “A”, sería la que Rivadavia le mandó a Belgrano ordenándole que sustituyera a la primera. Esta hipótesis queda destruida por la constatación que realizó la Lic. Lissa, que probó que ambas enseñas son de un idéntico textil. Pese al empeño que puso en su cometido, Fernández Díaz nunca pudo aportar pruebas que justificaran su apreciación. Sin embargo, ciertas teorías conspirativas aducen que es la “bandera escondida” por la versión académica de la Historia Argentina, quizás por esto la tesis alcanzó la difusión que evideencia. (Nota: son numerosos los opúsculos y notas que sobre el tema escribió Fernández Díaz, el más extenso y completo es “El verdadero origen de la actual Bandera Nacional”, publicado en los anales del “4to. Congreso Internacional de Historia” que organizó la Academia Nacional de la Historia. Bs. Aires. Octubre, 1966. Para aventar otra inrerpretación capciosa en torno a los colores de la primera Bandera Nacional cabe remitir a un documento inobjetable, suscripto por el propio Belgrano quien cuando comunicó sobre el hecho de Rosario al Gobierno de entonces expresó: "siendo preciso enarbolar bandera y no tenéndola la mandé a hacer blanca y celeste conforme los colores de la escarapela nacional"; o sea, que si su mismo creador expresa "celeste" es este color y no "azul", como algunos pretenden ver (Ref. AGN. División Nacional. Secc. Gobierno. Bandera y Escarapela, 1812-1818 [X.44-8-29] https://inbelgraniano.cultura.gob.ar/info/bandera/#creacion-de-la-bandera-nacional)
[5] Ver nota anterior.
[6] PAZ, José María. Memorias
póstumas. Ed. La Revista. Bs. Aires. 1855. Tomo I, p. 152.
[7] LUGONES, Lorenzo. El coronel
Lorenzo Lugones (Memorias). Ed. Kraft. Bs. Aires. 1896. p. 56.
[8] Reproducida en Documentos para la
historia del General Don Manuel Belgrano. Tomo VII, pp. 407-409. Instituto
Nacional Belgraniano. Bs. Aires. 2015.
[9] Trascripción que realiza el académico Rómulo ZABALA en “La bandera
vieja en el ejército” (Diario La Nación),
edición del 24 de septiembre, 1944. Bs. Aires.
[10] Reproducido en Documentos para la
historia del General Don Manuel Belgrano. Tomo VII, pp. 456 y 457.
Instituto Nacional Belgraniano. Bs. Aires. 2015.
[11] PALOMBO, Guillermo y Espinosa, Valentín. Documentos para la historia de
la Bandera Argentina. Inst. Estudios Iberoamericanos. Bs. Aires, 2001, p- 175.
Documento tomado del Libro de Órdenes del
día del ejército Auxiliar del Perú, fs. 70-71 (5-5-4), Museo Mitre.
[12] Así la llamaron Zabala y otros numerosos autores.
[13] Por esto, cuando el Libertador de América inició la campaña rumbo a
Chile dotó al Ejército de los Andes de una bandera de similares características
a la que tuvo en sus manos cuando ejerció el comandó en el Norte, a dos
franjas, blanca la superior y celeste la inferior; es cierto que le adicionó un
escudo como atributo particular. Hoy se conserva en el memorial que le está
dedicado, en la ciudad de Mendoza.
[14] Las circunstancias de la publicación parecerían indicar que el autor
procuró que el Gobierno argentino se comprometiera a contribuir económicamente
para atender las obras que demandaba el templo de Macha. Esto sería como una
suerte de retribución por haber albergado las reliquias cívicas durante varias
décadas. Si fue así, no lo consiguió.
[15] GOLMAN, M. Ob. Cit. pp. 202-204.
[16] FERNANDEZ DIAZ, A. Los dos
simbolismos de la Patria, pp. 19-20. Edic. del autor. Rosario, 1968.
[17] Cargo similar al intendente de las ciudades de Argentina.
[18] Se alude a las batallas que la historiografía argentina denomina
Vilcapugio (1º de octubre) y Ayohuma (14 de noviembre), libradas a fines de
1813 en aquella zona, a cuyas resultas el ejército patriota mandado por el
general Manuel Belgrano fue vencido por el que comandaba el general Joaquín de
la Pezuela, comisionado por el virrey del Perú.
[19] Así se denomina a Ayohuma en muchos documentos del siglo XIX, el
poblado cercano mantiene la antigua nominación.
[20] Fue reconocida oficialmente el 16 de mayo de 1896; http://www.geograficasucre.8m.net/historia/historia3.htm
[22] Agradezco al amigo Misael
haberme compartido el relato sobre aquella verdadera expedición. Más
información en: https://eltribunodejujuy.com/nota/2020-12-30-1-0-0-se-fue-uno-de-los-precursores-de-la-marcha-evocativa
[23] Foto: https://scontent.fros2-2.fna.fbcdn.net/v/t39.30808-6/453102473_466382462990633_8608062414851884107_n.jpg?stp=dst-jpg_s600x600&_nc_cat=105&ccb=1-7&_nc_sid=833d8c&_nc_ohc=eM98HGxQ_FYQ7kNvgEYDiPo&_nc_ht=scontent.fros2-2.fna&oh=00_AYBQtKrU31dXwIV0btwfKbjknQ9n7tUppj0jDyfskvjryg&oe=66B4AB76
[24] Video ilustrativo: https://www.youtube.com/watch?v=vMXgnLIrwsQ
[25] Una breve caracterización a través de un video: https://www.youtube.com/watch?v=uiTrgwXcFoU
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