Cuando no todo es el orden de precedencias
Por Miguel
Carrillo Bascary
Hoy les propongo un ejercicio de aplicación de los
conocimientos propios del Ceremonial y del sentido del buen gusto.
Vamos a simular que
ustedes son los asesores de Ceremonial
del funcionario cuyo despacho fotografiamos para esta nota.
La consigna consiste en analizar muy detenidamente la toma.
Por favor, anotar TODAS las observaciones que les
merezca.
Ahora les planteo gozar del paisaje, como para que nadie se tiente de
mirar los aportes que resultarán del ejercicio.
Quizás muchos
conozcan el “cerro de los siete colores”
de Purmamarca (Jujuy), pero para gozar “en vivo y en directo” del lugar de la
foto hay que viajar lejos, a Irán, a la provincia sureña de Bushehr. Son los montes Jashak, donde existen 144 de
estos conos formadas por estratos de sal que muestran una paleta cromática
verdaderamente increíble.
Ahora sí, vamos a confrontar las notas que han
tomado:
Las banderas están correctamente armadas, utilizan los accesorios
normados por el Decreto Nº1.650/ 2010 (asta, lanza, corbata y pie soporte) a
los que se suman los invisibles expansores, de manera que los paños luzcan en
plenitud.
Pero, falta el
planchado de los paños que debió hacer desaparecer esos notorios pliegues.
Debido al escaso espacio disponible se optó por
disponerlas según la “regla del orden oblicuo”, en la que enseña de primera
magnitud “encima” parcialmente a la segunda.
Aquí surge la opción:
a) se dejan como están o bien, b) ¿se coloca la “Bandera Nacional de la
Libertad Civil” a la derecha de la primera? Ambas posiciones son correctas,
pero yo optaría por la “b” teniendo en cuenta que el anfitrión ocuparía el
sillón que vemos. De esta forma cederá
la derecha a su visitante, lo que siempre es una galantería (aunque el
foráneo no lo note). En tanto que, la Bandera argentina quedará a la derecha
del anfitrión, lo que reafirmará
tácitamente su investidura. Esto destacará particularmente si se realizan
fotografías que documentar el encuentro. Las redes sociales no perdonan.
La lámpara sobra, debería retirarse, más aún porque compite en su
volumen con las banderas. No debería ser así. Se trata de un artefacto de
escritorio, como lo evidencia su generosa pantalla. No parece necesario contar
con una luz en el lugar porque la luminosidad del entorno permite visualizar
correctamente las teclas del dispositivo.
Sobre la mesita vemos un intercomunicador, no es lo ideal, pero convengamos que priva la
funcionalidad que otorga su presencia.
Lo que sobra también es el pequeño portarretrato que permanece semioculto por el dispositivo
anterior. ¿Para qué dejarlo si el retratado apenas se ve? En realidad, hay un
destrato para con el mismo.
Tras retirar la gran lámpara y el portarretrato, se liberará gran parte de la mesita, lo
que habilitará que ahí puedan depositarse sendos vasos con agua y/o dos tacitas
de café para confort de los usuarios.
Sobre la pared vemos otro retrato, esta vez del presidente Macri, por lo que se supone
que el titular del despacho es un funcionario de su gobierno. Nada que observar
al respecto. Pero, mirar bien el trazo claro, consiste en una línea destinada a
operar la lámpara de luz cenital
ubicada más arriba. No queda elegante, debió ser traslúcida para que se
disimule con el entorno. En la forma que la vemos pareciera que el retrato
presidencial fue colocado para ocultar parcialmente el dispositivo. Como una mejor opción cabría equipar al
artefacto con un cable adosado a la moldura que corre por uno de los vanos de
la pared y dotarlo de un interruptor en la punta, lo que permitirá operar su
encendido y apagado.
Finalmente, el sillón que afectamos al uso del funcionario entraña una
posición inconveniente, pero que no da opción. Su ancho dificulta la apertura
de la puerta interna que se vislumbra más atrás. El estilo del mueble indica
que se trata de los que hace años están destinados a la repartición. La
solución ideal hubiera sido cambiar el par por algunos más ligeros que
minimicen el inconveniente señalado. Es lógico que esto hubiera ocasionado una
inversión presupuestaria que repugna a la austeridad republicana. En
consecuencia, ¡dejemos las cosas así! Aplausos
para el funcionario que evitó gastar en algo superfluo el presupuesto
que aportamos todos los argentinos.
Seguidamente, una autoevaluación y, si olvidé algo,
háganmelo saber para bajarme la nota.
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