Apuntes de Ceremonial
No por previsible, debido a su delicado estado de salud, la muerte del ex – presidente Carlos Menen sorprendió a los argentinos el pasado domingo. Su vida moldeó todo un período de la Historia nacional, con sus luces pero también con profundas oscuridades por lo que un juicio justo hoy resulta aventurado; máxime tratándose de un hombre público, multifacético y carismático.
En este aporte me permitiré puntualizar diversos apuntes, a riesgo de la inmediatez temporal
y de haber sido un mero testigo televisión, por supuesto. Los juicios de valor
que realizaré son estrictamente vinculados a las disciplinas del Protocolo y el
Ceremonial
Una apreciación primaria y general me lleva a decir
que careció de la espectacularidad
farandulesca que quizás podría haberle gustado el expresidente. Se trató de
una ceremonia sobria; ordenada; sin desmesuras; por momentos, cálida; donde la
intimidad del dolor de la familia fue el rasgo más destacable.
Conocida la noticia, la Presidencia de la Nación dictó
el pertinente decreto que dispuso duelo
nacional por tres días, un lapso acorde a los últimos precedentes, de los expresidentes: Fernando de la Rúa
(2019), Raúl Alfonsín (2009) y Néstor Kirchner (2010). Respecto de las implicancias
de este tipo de honras fúnebres me referiré en una próxima oportunidad.
Pese a la alta investidura del fallecido no se trató de un verdadero “funeral de Estado”,
como los que se tributaron a Raúl Alfonsín; Kirchner y de la Rúa. Es indudable
que la ceremonia tuvo aditamentos oficiales, pero, reitero, fue una ceremonia
familiar.
Por supuesto que la peculiar intimidad de las exequias
no fue extraña a ciertos rasgos propios del ceremonial oficial, atento a la condición
de expresidente y de senador del fallecido. Donde más se evidenció fue en la guardia de honor de 4 miembros del
regimiento escolta presidencial, los Granaderos
a caballo de San Martín; según lo prevén las regulaciones castrenses que
acompañaron el féretro en todo momento. El histórico regimiento tuvo a su cargo
la recepción del féretro, su custodia y el traslado, hasta instantes previos a
la sepultura, cuando fueron relevados por familiares y amigos del difunto.
Asimismo, se notó la presencia de una segunda guardia de honor, que se
emplazó en un segundo plano, por detrás de los símbolos religiosos; estuvo
formada por cadetes de cada instituto de formación de las Fuerzas Armadas, que
en uniforme de gala representaron al “Colegio Militar de la Nación”; a la “Escuela
Naval” y a la “Escuela de Aviación Militar”. Una guardia militar se vio en los
sepelios de otros expresidentes.
Los restos fueron trasladados en un simple vehículo mortuorio, al igual que
se hizo con los de Kirchner y de la Rúa; en contraposición con lo ocurrido en el
cortejo fúnebre de Alfonsín, donde el ataúd se montó sobre una cureña a
remolque de un vehículo militar. En el caso de Menem, dos rodados militares antecedieron
a la misma.
Como Menem falleció en el curso de su mandato de
senador nacional por la provincia de La Rioja fue natural que el velatorio se
realizara en el palacio del Congreso,
un ámbito “políticamente neutral” por ser la sede del Poder Legislativo, del
que participan las principales fuerzas del país. Para la ceremonia fúnebre del
último expresidente fallecido, Fernando de la Rúa, se había elegido el “Salón
de los Pasos Perdidos”. Es factible que en el caso de Menem se haya considerado
la opción, pero finalmente se optó por
el “Salón Azul”, antesala del recinto de sesiones de la Cámara Alta; el
mismo lugar donde se veló al Dr. Raúl Alfonsín. En cuanto
a Kirchner el ámbito elegido fue el “Salón de los Patriotas Latinoamericanos”
en la “Casa Rosada”.
Fue igualmente natural que la presidenta de la Cámara
y vicepresidenta de la Nación, actuara como autoridad anfitriona; lo que justificó que fuera recibiera a los
restos y acompañara brevemente a los deudos más cercanos al fallecido.
La hija del difunto, Zulemita, acompañada por sus
hijos, Luca y Paolo Bertoldi, y también en forma aleatoria, Zulema Yoma, su ex esposa, y el hermano
del fallecido, Eduardo Menem, junto
a otros parientes atendieron los saludos de los concurrentes. En algún momento
también estuvo Nair, el tercer hijo
del fallecido. Esto contribuyó a perfilar el carácter familiar de las exequias.
A todas luces fue
Zulemita quien se destacó como la verdadera anfitriona, expresando un muy
sentido dolor filial y desplegó su don de gentes en una forma que corresponde
destacar. En distintos momentos tuvo la delicadeza de acercarse hasta la fila
de los particulares concurrentes; dialogó con ellos; les tomó de las manos; en
algunos casos hasta aceptó abrazos y se la vio atenta a las expresiones de
cariño que recibía para con su padre. Dadas las circunstancias y del alto
número de particulares concurrentes, esta actitud fue de extrema calidez y
consideración. Algo muy poco habitual
tratándose de personalidades públicas.
En el contexto
de la pandemia el personal del servicio estuvo permanentemente atento para
ofrecer a Zulemita alcohol vaporizado, en el curso de sus saludos a la gente.
Ella misma tenía en su cartera un aerosol que empleaba periódicamente. Todos
los concurrentes emplearon barbijos
y, lo que es aún menos habitual, los llevaban correctamente colocados. Eso sí, el distanciamiento social fue prácticamente
inexistente y los abrazos a los deudos, repetidos y prologados.
Durante las horas en que el acceso al recinto estuvo
abierto, los particulares que se
acercaron a darle el último adiós al fallecido entregaron a su hija flores
y algunos otros presentes; entre los que se vieron rosarios y decenarios. Uno
de ellos, de grandes cuentas plateadas, fue cuidadosamente colocado sobre el
ataúd, por propia mano de Zulemita.
Para los servicios fúnebres la familia eligió a una reconocida y tradicional empresa, cuyo
profesionalismo contrastó con la que se contrató hace pocos meses en ocasión
del sepelio de Diego Maradona. Fue evidente la sobriedad y tino que desplegó su
personal.
Una decisión familiar determinó que el velatorio se
hiciera “a cajón cerrado”, al igual
que cuando la muerte de Néstor Kirchner. No ocurrió así con Alfonsín, ni con de
la Rúa.
Cuando el ataúd llegó al Congreso fue recibido por varios granaderos. En esos primeros
momentos se advirtió que el cajón estaba lustrado en negro, con aditamentos
plateados. En la tapa pudo verse, el símbolo
del Islam, la Luna en cuarto creciente (hilal)
y la estrella (el planeta Venus) en metal plateado; y un Crucifijo, en bronce, sobre madera oscura.
Llamó la atención que se privilegiara ese primer
símbolo, ya que Menem practicaba la religión
católica. Es conocido que el ex –presidente había sido bautizado en esta fe,
por lo que cuando en su tiempo se postuló como candidato a presidente contaba
con el requisito confesional, que por entonces exigía la Constitución nacional
en su texto de 1853 (artículo 76). Esta demanda encontraba explicación, no como
una prebenda en favor de esa religión, sino porque el primer magistrado debía ejercer
funciones de patronato sobre la Iglesia
Católica; lo que implicaba la presentación de obispos al Papa; admitir órdenes
religiosas en el país y autorizar el “pase”, es decir, la autorización para dar
a conocer oficialmente y para que se aplicaran en el territorio argentino diversas
disposiciones papales; según lo preveían los incisos 7 y 8 del artículo 67 de
la Constitución histórica. Este privilegio
estatal desapareció formalmente con la Reforma constitucional de 1994, por
lo que la confesionalidad del presidente también dejó de exigirse. Por otra
parte, el ex secretario privado de Menem, Julio César Aráoz, dio cuenta en un
reportaje que antes de iniciar sus tareas oficiales solía participar muy
frecuentemente en la misa. Como un gesto de apertura hacia sus orígenes
familiares, durante su mandato Menem autorizó la construcción de la mayor mezquita de Sudamérica y,
accediendo al pedido de su ex esposa, inhumó
a su hijo Carlos en el cementerio musulmán de San Justo (La Tablada,
provincia de Bs. Aires).
La dualidad de estos símbolos religiosos también se
plasmó en la capilla ardiente; allí se vio un gran Crucifijo, a la derecha, y el emblema islámico, a la izquierda; lo que de alguna manera expresó
una compensación respecto de la
posición de ambos en la tapa del féretro.
A lo largo del velatorio hubo varios oficios religiosos a cargo de ministros de
diversas religiones. En todos los casos su hija y sus nietos acompañaron
las oraciones. En esta pluralidad cabe encontrar un reconocimiento de los
distintos cultos hacia un expresidente, que en el curso de su mandato mantuvo
lógicos contactos con las iglesias establecidas en el país.
Zulemita Menen también se ocupó de informar a los
medios que, “a pesar de que (el
expresidente) profesaba la religión católica, va a estar en el Cementerio Islámico con mi hermano (Carlos)".
Según lo anticipado, en los instantes previos al sepelio, fue un imán musulmán quien dirigió el rito conforme
a las prácticas de esta fe.
Completando los accesorios mortuorios se instalaron
dos grandes candelabros con sirios de
cera, emblema tradicional en este tipo de circunstancias. En los sepelios
de los otros expresidentes, su número había sido mayor.
Las tradicionales coronas
fúnebres que enviaron autoridades; embajadas; sindicatos; empresas y otras
entidades, se dispusieron en un discreto tercer plano, ubicadas sobre los
soportes de práctica. Durante el cortejo se cargaron en un trasporte especialmente
acondicionado que precedió al del féretro y, ya en el cementerio, se
dispusieron en cercanías del enterratorio. Las cámaras de televisión apenas si
se detuvieron en las bandas que denotaban su procedencia.
En contraposición con lo visto en el reciente velatorio de Maradona las ofrendas que realizaron los miles de dolientes que se acercaron por el Congreso, fueron sumamente medidas y muy sencillas. Muchas flores; pocos ramilletes; en general rosas, particularmente rojas y amarillas, esta últimas símbolo del optimismo y de la energía, empleadas en circunstancias como la ocurrida. Los visitantes no las arrojaban hacia el féretro, sino que las entregaban al personal del servicio que discretamente las tomaban y colocaban sobre el piso, a los pies del cajón, bien ordenadas. En ocasiones, cuando era Zulemita quien las recibía, ella misma las disponía en igual forma y posición; demostrando así el respeto por las humildes ofrendas que recibía su padre.
Periódicamente el personal del servicio
quitaba estas ofrendas florales para evitar que se acumularan de manera informe;
todo un detalle. En el segundo día de las exequias se dispusieron al efecto
varios floreros de cristal.
También pudo observarse que un particular entregó a
Zulemita una camiseta de la Selección
Argentina de futbol; que ella colocó sobre el extremo del ataúd, sobre la
bandera riojana. En este gesto está implicado la afición del fallecido por los
deportes.
La liturgia
partidaria se hizo presente cuando algunos de los presentes corearon en
alta voz la “marchita peronista”, acompañándola con gestos propio de una
concentración política. Esto marcó un vívido
contraste con el mensaje de placidez y reflexión trasmitido por la canción “A mi manera”, interpretada por el
conocido “Cacho” Castaña, la que se oyó repetidas veces en suave volumen durante
varios momentos de las exequias. Ya en el cementerio volvió a escucharse, lo
que se explicó en la predilección que el
fallecido tenía por la pieza.
Cuando los restos fueron retirados rumbo su última
morada, los despidió desde la escalinata del Congreso la fanfarria “Alto Perú”,
de Granaderos. Una vez allí, acorde a los esporádicos rasgos oficiales que se
cumplieron durante la ceremonia, en momentos previos a la inhumación, un clarín
realizó el toque de silencio a cargo
de un efectivo de la banda del histórico Regimiento
de Artillería 1 “Brigadier General Tomás Iriarte”, escolta del Ministro de
Guerra de la Nación; luego ejecutó una marcha
fúnebre.
Estudio sobre las banderas
En este tipo de ceremonias y en contra de lo que suele pensarse, las banderas no son elementos decorativos; en absoluto. Menos aún Bandera Oficial de la Nación; ella entraña un profundo simbolismo, propio de la representación del pueblo argentino y del Estado. Para la ocasión en la capilla ardiente se sumó la bandera de la provincia de La Rioja, en razón del mandato senatorial que Menem ejercía a la fecha de su muerte; también estuvo justificada por haber sido dos veces su gobernador y como muestra del amor al terruño natal que siempre evidenció el expresidente.
Fue patético escuchar que uno de los locutores de un canal televisivo se refirió a ella como “la bandera de Siria de donde eran oriundos los padres del fallecido”. Como vemos, las diferencias entre ellas son harto notorias:
Ambas se presentaron con el asta, la moharra y el pie
soporte que fija el Decreto Nº1650/ 2010; una pauta de elemental observancia en el Ceremonial vigente. Ninguna
llevó el lazo negro previsto para
las enseñas militares y que es usual en el ceremonial de otros estados, por no
ser esta la costumbre en Argentina. Durante la formación realizada en el
cementerio pudo verse este complemento fúnebre en la “bandera de guerra” y en la
del “Ejército de los Andes”, que oficia de divisa particular del Regimiento de Granaderos
a Caballo,
Debemos detenernos muy especialmente a considerar las piezas que se dispusieron sobre el
féretro, cuando ya este se encontraba en la capilla ardiente. Como
expresidente fue natural ver la Bandera nacional extendida en todo su lago, se
trató de un ejemplar luctual, el que se caracteriza por llevar el Sol girado y cintillas
en cada vértice del paño, lo que permite fijarla a las manijas del cajón para que
permanezca firme y no se deslice. En cambio, la enseña provincial se colocó en forma transversal, en el extremo
inferior del ataúd, para no ocultar el Sol de la Nacional; carecía de fijación
particular.
No ocurrió así en el funeral de de la Rúa donde se empleó una bandera común, por lo que sus vértices debieron anudarse a las asas.
Durante el traslado hasta el cementerio y hasta
instantes mismo de su inhumación ambos paños estuvieron fijados mediante un dispositivo de cuerdas blancas entrelazadas,
las que luego sirvieron para concretar el descenso de la caja a la tumba.
Obviamente que las banderas fueron retiradas antes de esta última operación; y se
entregaron a uno de los granaderos de la Guardia.
Hubo un aspecto que rompió el pertinente protocolo, lo
que incomodó a algunos puristas y quizás, a cierta parcialidad deportiva. Se
trató de un gesto de notoria familiaridad, protagonizado por los nietos del
fallecido (Luca y Paolo), que dispusieron
sobre las banderas una camiseta del “Club Atlético River Plate”, del que
era notorio fanático el expresidente. A lo largo de las exequias la pieza ocupó
distintas posiciones y en ocasiones llegó a cubrir buena parte de la enseña riojana, lo que no está bien. En lo particular creo que cabría disculpar este gesto emotivo, aunque en lo formal no sea
pertinente; recordemos que no se trataba de un “funeral de Estado”.
Ya en el cementerio se vio al más pequeño de los nietos de Menem, que luego de retirarla abrazó la casaca amorosamente.
También fu visible la casaca de la Selección Nacional de futbol que uno de los visitantes
entregó a Zulemita luego de darle su pésame, ella misma se ocupó de disponerla
sobre el extremo inferior del ataúd; como particularidad la camiseta llevaba
una silueta en negro de Diego Maradona. Esta pieza no fue vista cuando se concretó
el traslado.
De esta manera considero cumplido el cometido de reflejar
los aspectos más salientes de la ceremonia desde la perspectiva del Ceremonial;
por supuesto tan subjetivas apreciaciones quedan abiertas a un respetuoso y
profesional del debate.
Nota: para componer este análisis se tomaron fotografías difundidas por el Senado Nacional y los medios: Telam; Clarín e Infobae. Cumplidas gracias.
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