¿Cómo y porqué adecuarlos?
Por Miguel
Carrillo Bascary
La Navidad en pandemia
La Navidad
2020 se presenta a un mundo sumergido en el drama de la pandemia que enfrenta a la Humanidad con su propia
contingencia. Este mal evidencia la transitoriedad de nuestras vidas frente a la
aparición de esa pequeñísima partícula que llamamos virus.
No será ni la primera ni la última Navidad en la que una enfermedad planetaria
condicionará las tradiciones con que solemos festejarla. Lo que es una verdad
insoslayable radica en que los 7.700 millones de humanos que hoy pueblan el
planeta no registran memoria vital de un
evento similar.
Por esta razón, la parafernalia de
costumbres, comidas, bebidas y todo tipo de ceremonias que con pasmosa diversidad
ofrece cada cultura se verán ciertamente
modificadas.
Despojada la Navidad de muchos de sus
componentes adventicios y condicionada en las formas externas con que se
manifiesta, es factible que para muchos recobre su sentido primario, esto es celebrar
la encarnación del Hijo de Dios en la pequeñez del Divino Niño acabado de
nacer. Un misterio con que la revelación nos informa que, en ese pesebre de
Belén y en un momento histórico concreto, se presentó al mundo el Emanuel, como
una sola persona, dotado de una verdadera naturaleza divina y de otra humana, igualmente
verdadera. O bien, dicho de otra manera, como verdadero Dios y verdadero
hombre.
No pretendo abundar acá sobre el
significado de la Navidad, solo intento avocarme
al terreno que me resulta conocido, es decir, el simbolismo entrañable de esa composición plástica que en algunas naciones
se llama “pesebre” y en otras, “belén”.
Desde que San Francisco de Asís presentó la primera recreación estilizada del misterio de la Navidad, el
pesebre mantiene su mensaje de alegría; como evidencia de sencillez y de
pureza, alentando la esperanza sobre nuestras historias particulares ante el
cambio de año civil que se avecina.
En 2016 compartí en este Blog mis
experiencias sobre la costumbre
universal de armar los belenes y hoy resulta muy válido recordarlo, como
referencia para quienes pudiera interesar (ver nota al pie).
Más allá de lo dicho, vuelvo al común
presente, donde la pandemia es parte de nuestra realidad y no parece oportuno que la representación del
Nacimiento ignore las preocupaciones de la hora. No se da la espalda a las
durezas de la vida, corresponde asumirlas desterrando el facilismo de negarlas.
De esto tratan las reflexiones que comparto, las que definirán los conceptos consecuentes.
Desde la perspectiva de la edad
No olvidemos que el Santo Francisco creó
su primer belén para manifestar la magnífica noticia evangélica al espíritu
sencillo de los campesinos de su entorno. De esto se hoy se hacen eco los niños, con sus espíritus plenos de pureza y
abiertos al asombro.
Los que a la fecha transcurrimos la
madurez o el ocaso de su vida, cargados de los años vividos; aquellos que
enfrentan el futuro desde sus proyectos aniquilados; quienes experimentan las
tenazas dolorosas de la enfermedad; la opresión de la soledad o transitan
situaciones límites; las víctimas de la guerra, del hambre, de la ignorancia,
de la violencia, de la incomprensión y de las injusticias; al llegar la Navidad
inevitablemente nos retrotraemos a esos primeros años, donde mirábamos
arrobados las figuras que representaban al Niño Jesús; a su Madre; a San José,
los pastores y reyes; mientras los coros angélicos proclamaban “Os ha nacido en la ciudad de David el
Salvador que es el Cristo, el Señor” (Lucas 2; 11).
Precisamente, pensando en los niños de hoy, considero que los belenes/ pesebres podrían captar la realidad donde estos comienzan a conocer la dureza de ciertos aspectos de la vida. Por eso entiendo que cabría reflejar las conductas sociales marcadas por la pandemia, en el armado de los pesebres, como un mensaje propedéutico particularmente dirigido al presente de los niños.
Sin más preámbulos entonces, sugiero como oportuno y pertinente que,
cuando próximamente se armen los pesebres consideremos representar a algunas de
sus figuras con cubre bocas, al igual que se nos pide por razones sanitarias. Veamos
de qué manera:
·
Los pastores y los reyes magos; sus
servidores y cualquiera otra figura humana debería mostrarse con cubre boca/barbijo o máscara, según se
denomina a este objeto en nuestras diversas sociedades. Aquí se resaltará el
sentido solidario que entraña el uso del adminículo y la responsabilidad hacerlo,
como una muestra de amor para con nuestros semejantes.
·
Lo mismo vale para el San José, en tanto que, como celoso
custodio del Niño Jesús, se nos antoja que habría sido el primero en cumplir
con las previsiones sanitarias. Esto servirá para resaltar la responsabilidad
paterna en la observancia de los cuidados necesario y como modelo del
acatamiento a los preceptos que regulan la vida en sociedad.
·
En cuanto a la madre
del Salvador, la Virgen María, vale lo mismo que lo dicho para
José pero, para diferenciarla, cabría hacerlo con un rasgo distintivo que nos permita
sentirla más cercana, como que también somos sus hijos (Juan 29; 16). Para esto
propongo que su tapa boca sea transparente, como también al algunos de uso
cotidiano. Lo observado puede servir de disparador para que los niños
reflexionen en lo especialísimo del vínculo entre Cristo y nuestra Madre Común;
así como en la enorme dimensión del amor materno/filial; al par que concitará
la observancia de María como modelo de entrega a Dios.
·
Como seres
espirituales es obvio que no corresponde que los ángeles lleven sus “bocas” cubiertas. Con esto se podrá ilustrar a
los pequeños sobre su naturaleza inmaterial y explicarles que, si bien los
representamos como figuras humanas aladas se trata de un convencionalismo
cultural.
·
Como un reflejo de la
realidad actual, donde los bebés no usan cubre boca y como certificación
patente de la divinidad del Niño,
tampoco se lo debe presentar cubierto. De esta forma se reforzará el concepto
del poder y de la eternidad del Niño Jesús; protagonista de la historia;
vencedor del demonio; la muerte y de todo mal.
·
La otra prevención
sanitaria con validez universal es el distanciamiento
social, que también cabría respetar en la preparación de los belenes. Para
esto bastará distanciar las figuras, de tal modo que los niños adviertan la
diferencia respecto de las presentaciones de años anteriores. Eventualmente
podría reflejarse el concepto de “burbuja”,
con lo que los Reyes podrían agruparse entre sí, al igual que los pastores. De
entre las conductas sanitarias que se nos requieren, el distanciamiento social
posiblemente sea el que más nos cuesta y el que menos entendemos; por lo que la
ocasión será buena para patentizar la necesidad de observar la conducta; con
todo lo que esto implica, particularmente, la responsabilidad social para con
los otros.
· Otro detalle propedéutico, no sin reconocer su evidente anacronismo, sería la opción de colocar entre los partícipes alguna figura ataviada como médico o personal sanitario. De esta forma se patentizará el sacrifico de los profesionales que velan por la salud de los millones de afectados por la pandemia. También se podrían sumar otros participantes, que en su carácter de “personal esencial” coadyuvan a la presente situación, incluso a riesgo de sus vidas.
En cuanto a la ejecución
Atención, no toda figura del belén
admitirá la colocación de cubre bocas. Se evitará hacerlo con aquellas que por sus
características sean de naturaleza patrimonial, particularmente las de antigua
data, ya que podría dañarse su pintura o ciertos detalles del dorado a la hoja que
tienen algunas.
Por lo demás, el aditamento puede
confeccionarse con facilidad recortando una etiqueta autoadhesiva blanca, de
esas que se usan para tareas escolares o prepararlo con una cinta plástica. Para
el que use la Virgen bastará un fragmento de celofán o cinta traslúcida
engomada, si la pieza fuera pequeña; en el caso que tenga un tamaño algo mayor
puede improvisarse también con un recorte de plástico transparente.
La preparación de las figuras es una tarea
que se presta como actividad lúdica de la que podrán participar hasta los más
pequeños. Un factor de integración familiar que cabe capitalizar.
Cuando se trate de un belén instalado en un espacio público; en la vidriera de un negocio o en algún sector de un centro comercial, la presentación de las figuras pertinentes con cubre bocas cumplirá el mismo objetivo ejemplificador que el que se ha popularizado presentando los monumentos y estatuas con estos adminículos.
Terminando
La diversidad de situaciones;
disponibilidad de piezas; amplitud de espacio y otro sinnúmero de
circunstancias determinarán variantes a la propuesta. En la composición de los
pesebres la creatividad siempre ha sido la regla.
Por supuesto que lo fundamental será explicar a los niños las razones que inspiran
estas innovaciones respecto del clásico modelo de pesebre, para lo que adaptará
el lenguaje y se buscará hacerlo con formas accesible a sus realidades
particulares. Para cumplir esta delicada función ¿qué mejor que los padres y
eventualmente, los abuelos?
Lo propio ocurrirá con los referentes de otros conjuntos sociales en donde se
presenten pesebres. Por ejemplo: municipios; parroquias; merenderos;
establecimientos escolares que se encuentren habilitados y similares.
Cabrá comunicar el mensaje desde el asumir
las duras circunstancias del presente proyectándolas en la dimensión de esperanza que implica la venida del
Salvador a la historia humana y a nuestras historias particulares.
Obvio que la habitual composición del
pesebre sin dudas que será la opción
mayoritaria pero las referencias previas parecen oportunas para acompañar
las circunstancias de la vida en el presente.
Nota:
Posición de las figuras en el pesebre navideño: http://banderasargentinas.blogspot.com/2016/12/posicion-de-las-figuras-en-el-pesebre.html
El “Niño Dios” ¿se coloca en el pesebre o se espera hasta Navidad?: http://banderasargentinas.blogspot.com/2017/12/el-nino-dios-se-coloca-en-el-pesebre-o.html
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