Vista del paseo "Libertad" y el Mástil Mayor, desde el Mirador del Monumento
Por Miguel Carrillo Bascary
La conmemoración del bicentenario
del fallecimiento del general Belgrano es oportuna para referirnos a un ámbito
en donde se destaca su protagonismo histórico. El Monumento Nacional a la
Bandera, es el memorial destinado a rendir homenaje a nuestra Enseña, que el
mismo tiempo, es un canto filial de los argentinos a uno de los padres de la
Patria.
La magnitud del Monumento atrapa
las miradas y las vivencias de quienes se le aproximan. La gran nave marmórea
se asienta en un lugar histórico, el emplazamiento de la batería “Libertad”,
sitio mismo donde flameó por primera vez nuestra Enseña patria. La referencia a
esta batería tiene un significado profundo que merece ser conocido; constituye
un recordatorio perenne de la silenciosa contribución de cientos de rosarinos
que acompañaron los esfuerzos de Manuel Belgrano, cuyo entusiasmo fue causa
directa de la decisión del prócer de mostrar por primera vez los colores de
nuestra libertad.
Primeramente, tenemos que
situarnos en el momento histórico en que nació la Bandera. Por entonces, el
movimiento revolucionario de 1810 no había tenido eco en la ciudad de
Montevideo, principal puerto de mar del Virreinato, que se transformó en un núcleo
de resistencia realista a la espera de que llegara una expedición peninsular que
sofocara al gobierno patriota. Este peligro determinó el sitio de la plaza
fuerte montevideana, procurando su caída. Las embarcaciones realistas
comenzaron a remontar los ríos Paraná y Uruguay depredando a las poblaciones
ribereñas para abastecer la guarnición con víveres y ganado.
A fines de 1811, como los
patriotas no contaban con una flotilla que enfrentar los navíos españoles se
ordenó formar una batería costera a la altura del poblado de la “Capilla del
Rosario” para “cerrar” el río Paraná aguas arriba. Los trabajos comenzaron con
el auxilio de los rosarinos, que aportaron mano de obra y materiales, pero la
fortificación no pudo terminarse y luego fue desmantelada.
La elección del lugar parecía muy
apropiada para este tipo de dispositivo bélico, porque el río se estrecha y la
corriente lleva los barcos contra la costa lo que facilita la operatividad
bélica. Las baterías son un tipo de fortificación militar que agrupa varias piezas
de artillería y defensas para sus operadores, se emplazan en sitios
estratégicos para que su capacidad de fuego contenga las fuerzas enemigas en
desplazamiento. La estructura de estos dispositivos depende del número de
piezas y de los efectivos disponibles; que se disponen adaptándose a las
características del lugar.
Al comenzar el año de 1812 se
reiteró la necesidad estratégica de contar con un complejo de baterías a la
altura de Rosario; a cuyo fin se dio como dotación al regimiento “Patricios” que
a fines de 1811 había protagonizado la asonada conocida como el “Motín de las
Trenzas”. Era necesario disciplinar a sus resentidos efectivos y restablecer la
sujeción al mando legítimo. En un principio se fusiló a los cabecillas; además,
el cuerpo perdió su nombre de “Legión Patricia” y la numeración de privilegio
(Nº1) que ostentaba, por lo que para entonces se lo denominaba “Regimiento 5”.
Estas medidas parecieron no bastar, por lo que se resolvió alejar al cuerpo de
la base social a la que pertenecían, el pueblo de Bs. Aires. La construcción de
las baterías fue la causa alegada para justificar el desplazamiento de
tropas sin generar mayores compromisos políticos.
El 24 de enero de 1812, bajo el
terrible sol de aquél verano, el coronel Manuel Belgrano, al frente de su
regimiento, emprendió un penoso trayecto hacia Rosario, llevaba dieciséis
carretas con todo el equipamiento necesario. Su diario de marcha nos revela la
dureza del trance; nos cuenta las medidas que adoptó paulatinamente para
templar la disciplina de sus subordinados y, finalmente, las circunstancias de
su llegada a destino, el bochornoso 7 de febrero, ganándole a una furibunda
tormenta que se desató en horas de la noche.
En Rosario ya se habían iniciado
los trabajos preliminares para la formación de la fortificación que se emplazó
en el sector conocido como la “Barranca de las Ceibas” por la profusión de
estos árboles (1). Estaba a unos doscientos metros de la humilde capilla
de Nuestra Señora del Rosario, centro material del incipiente nucleamiento
humano que más tarde se desarrollará como una pujante ciudad Allí, el perfil de
la costa se cortaba casi a pico; presentando una altura considerable sobre el
nivel promedio de las aguas, lo que dificultaba el desembarco de los enemigos y
permitía emplazar los cañones para actuar contra los barcos enemigos que
navegaran el curso fluvial.
Se complementó con otra batería de menor importancia, ubicada sobre la isla
frontera y con un reducto para colocar tiradores o piezas menores instalado al
pie de la barranca, a nivel del río, zona que se conocía como el “Bajo de los
Sauces”.
No se ha conservado el plano de
las defensas, pero las investigaciones indican que sus características la
batería de tierra firme contó con tres cañones; polvorín; mangrullo; tiendas y
ranchos para la dotación, encerrando una plaza de armas. La que se colocó en la
isla tenía dos cañones; protecciones para los servidores y recintos para su
alojamiento. En el reducto previsiblemente se instaló alguna artillería de
menor calibre para disparar metralla y parapetos para los fusileros.
Para los trabajos se contó el
aporte de los ex Patricios, a los que se agregó una sección de “Pardos y
Morenos”; los artilleros destinados a la dotación y algunos efectivos de la
“Caballería de la Patria”. El ingeniero militar teniente coronel Ángel
Monasterio tuvo a cargo la dirección técnica de las obras, que avanzaron
rápidamente con la ayuda del vecindario y de la comunidad franciscana de San
Lorenzo que aportó materiales y herramientas con las que estaba construyendo su
convento. La intensa actividad, permitió que el 27 de febrero de 1812 quedó
finalizada la batería de la isla, cuando poco faltaba para hacer lo propio con
la costera. Fue la ocasión que eligió Belgrano para revitalizar el espíritu
patriota, al que buscó reforzar ordenando el primer izamiento de nuestra
Bandera.
La construcción del complejo
defensivo distó mucho de ser un acontecimiento netamente militar como aparenta.
No podemos ignorar el objetivo político que implicó la participación de los ex
–Patricios; tampoco el patriotismo
entusiasta de los habitantes de Rosario; ni las significativas circunstancias
de la colaboración prestada por los franciscanos, que eran todos españoles. En
los hechos de Rosario, vemos una vez más, la capacidad de Belgrano para
conjugar eficazmente la interacción de civiles y militares. La humildad de los
rosarinos (eran poco más de seiscientos) y sus pobres recursos no impidieron
generosas donaciones y el concurso de sus capacidades personales para que
pudiera terminarse la obra.
El entusiasmo popular debió ser
de consideración hasta el punto que motivó a Belgrano a promover un acto
político de tamaña trascendencia como el de izar una bandera a que llamó “nacional”
y a bautizar las baterías con los nombres de “Libertad” e “Independencia”. Todo
ello proclamaba el ideal de emanciparse del régimen español, derribando la
ficción de que el gobierno patrio actuaba en nombre del rey cautivo, un
fenómeno político que la historia conoce como “la máscara de Fernando VII”
impuesta por la presión del contexto internacional.
Aquel 27 de febrero Manuel
Belgrano produjo un hecho excepcional que resonó en el antiguo virreinato,
cuyos ecos lo multiplicarán a lo largo de nuestra historia. El acontecimiento
motivó la apresurada intervención del Triunvirato que mandó ocultar la bandera.
En 1816 el Congreso de Tucumán declaró formalmente la independencia y pocos
días más tarde consagró los colores nacidos en Rosario como enseña de las
Provincias Unidas de Sudamérica.
El histórico sitio
Hacia 1998 la Municipalidad de
Rosario juzgó oportuno destacar la trascendencia que implicó la batería “Libertad”;
por Ordenanza Nº6552 se impuso este nombre a la calle Nº302; un pequeño tramo
de calzada que vinculaba la avenida Belgrano con la costanera del Paraná.
Cuando poco después se rediseñó todo el sector aledaño al Monumento se concretó
el viejo propósito de establecer un eje histórico – arquitectónico formado por
la antigua plaza 25 de Mayo, la iglesia Catedral, el Palacio Municipal, el
pasaje “Juramento”, el Monumento a la Bandera ; su Mástil Mayor y el río Paraná. Fue entonces
se eliminó el pasaje que recordaba a la batería y en sus inmediaciones se creó
un paseo que prolonga imaginariamente el eje descripto hasta tocar con las aguas.
Este sector recibió el nombre de paseo “Batería Libertad” (Ordenanza Nº8003 de
2006), que se integra al eje urbano que representa los orígenes, el pasado y el
futuro de la ciudad de Rosario, partiendo desde su núcleo primigenio, pasando
por el crucial acontecimiento del primer izamiento de nuestra Bandera y su
proyección al futuro, resaltando al río como elemento icónico de su desarrollo
socioeconómico.
Las calzadas asimétricas de
pórfido gris y rojo que transcurren entre el sector parquizado, comprende
numerosos elementos arbóreos, entre ellos un bosquecillo de ceibos, cuya flor
fue declarada emblema nacional en 1942 (Decreto Nº138.474).
El paseo también
abarca: el emplazamiento de dos históricas piezas de artillería y los
monumentos al Himno Nacional; al almirante Guillermo Brown y al Isleño. Como un
servicio a los visitantes y para alentar la creatividad, todos los fines de
semana se asienta en el lugar una feria artesanal. De esta manera el espacio
del “Paseo Batería Libertad” se enriqueció en forma superlativa.
Mástil Mayor
Es el verdadero sitial de honor
de nuestra Bandera nacional, allí se centra toda la majestuosidad del
Monumento. El cotidiano flamear de la
Enseña patria emociona los corazones al verla batida por la
brisa, evidenciando una vitalidad notable que parece querer guiar al pueblo
argentino y acompañar su cotidianeidad, recordándonos los valores que deben
orientar nuestras acciones.
Cuenta con una altura de 40 metros ; consta de
varios tramos de tubos de acero de diverso diámetro, cuyo extremo inferior que
se introduce en bajo la superficie. Realza el conjunto una artística base,
revestida de mármol travertino y ornamentos en bronce con patinado bizantino.
Originalmente lo rodeaba una
pequeña plazoleta, intercalada entre las calzadas que forman la avenida
Belgrano. En 1995 quedó integrado al cuerpo principal del Monumento mediante
una amplia explanada que refuerza la mutua correspondencia.
En este mástil se iza la Bandera nacional, todos
los días y con exclusividad. Se emplean paños de dos medidas diferentes, el
tradicional de 40,5 metros cuadrados
(9 x 4,5 metros )
y el más reciente que data del año 2014, con 106,25 metros cuadrados
(12,5 x 8,5 metros ),
para ocasiones especiales. Un fuerte cable de acero, impulsado por un motor
eléctrico permite el izamiento y el arrío. Usualmente la ceremonia la
protagoniza el personal de Ceremonial del Monumento, acompañado de Gendarmería
Nacional que presta guardia en el lugar. Se iza a las 8,15 horas; se arría a
las 19 (en primavera y verano) y a las 18,30, en otoño e invierno. Las
autoridades gubernamentales asisten al izamiento en fechas especiales. Las
entidades privadas pueden hacer lo propio en circunstancias particulares,
previa solicitud a la dirección del Monumento; este protagonismo genera ocasiones
muy emotivas y evidencia un amplio espíritu de participación cívica.
Los cañones
históricos
Muchos chicos que vienen al Monumento gustan retratarse junto a las piezas
de artillería colocadas al lado del Mástil Mayor. Son obuses Schneider, calibre 155, fabricados en
1928, su disparo tiene un alcance de 12 kilómetros . Fueron
instaladas en el año 1997 para recordar la histórica batería.
Los cañones a poco de ser emplazados en el lugar
Años más tarde el Ejército Argentino ubicó en sus depósitos dos grandes
cañones de bronce, similares a los que armaron la batería “Libertad”. El 5 de
agosto de 2006 quedaron instalados en el paseo que la recuerdan, oportunidad en
que fueron disparados con bala de salva; el estampido consecuente despertó el
entusiasmo de todos los presentes. Lamentablemente no hay un registro cierto
del origen de estas armas, pero es indudable que participaron en las luchas por
la emancipación.
Estas grandes piezas de artillería naval son un testimonio histórico de
primera magnitud que merecen ser analizados en detalle. Según las tradiciones
fueron “bautizados” con los nombres de “Chiampo”
y “Luis Collado”. Podían emplearse
tanto en los navíos de la época como en acciones de combate terrestre,
adaptando sus cureñas. Mayores detalles constan en el cuadro Anexo.
Monumento al
almirante Guillermo Brown
Este marino irlandés, acriollado como pocos, es reconocido como el “padre
de la Patria
en el mar”, un apelativo que lo coloca en sintonía con los generales Belgrano y
San Martín. Guillermo Brown tuvo un rol fundamental en el proceso de
emancipación y también en tiempos de la organización nacional. A su innata
capacidad marinera se debe la toma de Montevideo (23 de julio de 1814) luego de
ocho meses de un inútil sitio terrestre; esto permitió erradicar la posibilidad
de que la ciudad fuera utilizada por los realistas como base para sofocar el
movimiento de Mayo. También fueron cruciales sus atrevidos triunfos frente a la
poderosa flota del Brasil, durante la guerra que lo enfrentó con la Confederación
Argentina (1825 – 1828). La inferioridad en navíos y personal
de nuestra Armada era verdaderamente abismal, pero el arrojo y la estrategia de
Brown la superó con solvencia. Igualmente tuvo destacado protagonismo en la
guerra de corso contra España (1815 – 1816) y al enfrentar al bloqueo anglo-
francés de 1841 / 1842, con muy pobres medios.
La plaza Brown a comienzos del siglo XX
Hacia fines del siglo XIX una coqueta plaza que se encontraba
aproximadamente en donde estuvo la batería “Libertad” recibió el nombre de
Brown, hasta que fue reemplazado por el de Manuel Belgrano en 1898. Años más
tarde se construyó allí el Monumento a la Bandera.
El busto del prócer que hoy luce en el Paseo fue donado por la “Liga Naval
Argentina” y es obra del prolífico escultor rosarino Emilio Blotta. Se inauguró
el 15 de noviembre de 1953 en la Estación
Fluvial ; luego se trasladó al parque, frente al Monumento y,
finalmente, se colocó en su emplazamiento actual en una ceremonia que contó con
la presencia del embajador de Irlanda, el 22 de noviembre de 2010. La
representación del almirante Brown en inmediaciones del Monumento es un acto de
justicia, si tenemos presente las heroicas circunstancias en que defendió nuestra
junto a sus hombres y en riesgosas circunstancias de vida.
Monumento a los
autores del Himno nacional
Nuestro Himno nació como una composición épica de notable factura, que
expresa los dramáticos momento en que fue concebido. Un análisis detenido de su
letra señala las aspiraciones de Libertad que anidaba en los corazones de la
generación de Mayo; su propósito de reivindicar a los pueblos vernáculos y la
mención de los primeros triunfos conseguidos. Como “marcha patriótica” lo
aprobó la Asamblea General
de 1813 y rápidamente se difundió por toda Sudamérica (2) recién se lo estableció como “himno nacional” muchos años más
tarde.
El monumento a los autores del Himno al ser inaugurado
La singularidad de este monumento en que recuerda a sus autores, el doctor
Vicente López y Planes y al maestro Blas Parera, y no a la composición musical
en sí misma. Su instalación fue aprobada el 31 de octubre de 1958 por Ley
Nº4736 de la provincia de Santa. Poco antes, el 4 de julio de 1957 había
fallecido el doctor Carlos de Sanctis, activo miembro del reformismo
universitario; reconocido médico rosarino; destacado cultor de las marchas
ecuestres; investigador y divulgador de la Historia nacional; que en sus últimos años de
vida se desempeñó como secretario de la Comisión Ejecutiva
del Monumento a la Bandera. A
él se debe el opúsculo que explica su complejo simbolismo. Un legado del
fallecido hizo que sus hermanos interesaran a las autoridades para concretar su
sueño póstumo: construir un monumento a los autores del Himno.
Rápidamente la
Municipalidad de Rosario gestionó la autorización provincial
que por entonces era necesaria a estos fines y le reservó el sector del parque
nacional a la Bandera
donde hoy se encuentra. La inauguración se concretó en diciembre de 1957.
Consiste en un monolito recubierto de mármol travertino, coronado por el busto
de Vicente López y Planes, en bronce; en una de sus caras se esculpió el perfil
de Blas Parera y la leyenda que funge de nexo entre ambos: “Dieron a la Patria su Himno inmortal”;
es obra de Eduardo Barnes. La materialidad del monolito; su alusión a un
símbolo nacional y su emplazamiento establecen una relación evidente con el
Monumento a la Bandera.
Anexo
Notas
1.- La ordenanza Nº7059 (año 2005), preservó este nombre en
la plazoleta inmediata al Concejo Municipal, existente sobre calle 1º de Mayo
entre Córdoba y Rioja.
2.- Un viajero inglés nos hace saber que se cantaba en
los fogones de las tropas al mando de Bolívar en Venezuela
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