El Criollo, caballo nacional argentino
Overo negro
Por Miguel Carrillo Bascary
La reciente publicación de la Ley nacional Nº 27.414 por la que se declaró al “caballo de raza Criolla
como Caballo Nacional y Patrimonio Cultural de la Argentina” destaca a la consideración nacional la importancia que tiene para todos
los argentinos y, por qué no para todos los amantes de la belleza.
Es importante destacar que se trata de una ley ya que en muchos medios de prensa se difundió como si fuera una declaración de la Cámara de Diputados; seguidamente se explica cuál sería el origen del error.
Un
trámite azaroso
Interesa
destacar el derrotero
de la norma para poner en valor su significado.
La ley se
originó en el proyecto del senador Federico Pinedo (PRO, Ciudad
de Bs. Aires) quién cuando era diputado presentó un proyecto de resolución en
igual sentido (expte. 2711-D-2013). Si bien no era previsible cuestionamiento alguno
a la propuesta, que finalmente no prosperó, al parecer por el solo hecho de que
su autor pertenecía a la bancada opositora ya que no puede entenderse que un
argentino tuviera problemas con apoyar tan justa iniciativa.
Ya como senador y desde el oficialismo, Pinedo insistió en su propósito;
pero esta vez con forma de proyecto de ley (expte. Nº 1676- S-2016). Obtuvo media sanción del Senado el 23 de
agosto del 2017 y pasó a la Cámara de Diputaos que lo sancionó como ley el día 22
de noviembre; el Poder Ejecutivo la promulgó y se publicó el 15 de diciembre.
El texto legal es muy escueto:
“Artículo
1°.- Declarar al caballo de raza Criolla
como Caballo Nacional y Patrimonio Cultural de la Argentina.
Artículo 2°.- Comuníquese al Poder Ejecutivo nacional”.
Overo colorado pampa
Análisis
de la norma
Desde
la Ciencia Jurídica podemos señalarle interesantes aspectos. En primer lugar, se trata de una ley o sea que es la
expresión más alta del ordenamiento jurídico, si se excluye a la propia
Constitución. Una ley es resultado de la decisión de los máximos órganos
políticos del Estado (el Congreso y el Ejecutivo) lo que en clave de la
democracia involucra a todos los sectores de la sociedad que participan en el
acto en virtud del principio representativo.
El
sujeto de la ley es el “caballo de
raza criolla”, no cualquier equino; queda implícito que se trata de la “raza
criolla argentina” ya que pueden señalizarse otras razas de igual apelativo.
Los criollo se caracterizan por ser descendientes de aquellos ejemplares
rústicos, de uso cotidiano, que fueron traídos por los españoles a la América,
por lo que pueden señalarse como tales a los de Uruguay; Perú; Chile, Paraguayo
e incluso del Brasil, a los que se denominan con diferentes designaciones.
Tropilla en el corral" (Oleo de Esteban Díaz Alazán)
Interesa
señalar que, en base al adagio jurídico que dice: “cuando la ley no distingue no se debe distinguir”, la declaración
abarca tanto al caballo criollo de las llanuras como al de monte o al de montaña
o cerrudo.
El
artículo primero contiene dos enunciados
o calificaciones solemnes; se declara al “caballo de raza Criolla” como:
1) “Caballo Nacional”; o sea que
privilegia al Criollo por sobre cualquier otra raza equina; y
2) “patrimonio cultural de la
Argentina”; lo que expresa que Criollo está consustanciado con nuestra
identidad nacional. Dicho de otra manera, lo declara como parte y
característica de lo que puede llamarse “la argentinidad”.
Por lo demás la ley no consagra
ningún otro mandato, en consecuencia aparentemente se limita a consagrar al
Criollo. Sin embargo, el hecho que lo
caracterice como “patrimonio nacional” implica varios deberes: preservar la
raza; de promover sus valores e historia; difundir sus vínculos con la Historia
y las tradiciones nacionales; a través de cuantas acciones oficiales y privadas
fueren necesarias.
Este implícito mandato tiene como destinatarios:
en primer lugar el Estado nacional; así como los gobiernos provinciales que lo
integran y en segundo, a la sociedad toda tanto con respecto a los individuos,
pero principalmente a las entidades intermedias, particularmente aquellas
dedicadas a todo lo que se relacione con el caballo; su crianza y los deportes
ecuestres.
Un
juicio de valor
¿Hacía falta esta ley?, respondo enfáticamente: indudablemente que no. El
Criollo está tan adentrado en nuestra entidad de argentinos que no se precisaba
ley alguna. Sin embargo, que la misma se haya dictado tiene una importancia
real, desmintiendo a quienes peyorativamente la consideran un acto banal.
La democracia se
expresa a través de leyes, nada más ni nada menos, por ende, que el Congreso
Nacional, con el concurso del Poder Ejecutivo hayan sancionado esta norma formaliza el reconocimiento que el pueblo
argentino le asignara al caballo criollo, desde antiguo.
Una metáfora de nuestra cotidianeidad
quizás explique mejor el párrafo anterior: No es necesario que un padre o una
madre besen a su hijo por las noches y le digan que lo quieren, pero no hay
dudas que si así lo hacen ese gesto y esas palabras tienen un valor
inconmensurable. Lo mismo pasa con le
ley que tratamos, nada más, ni nada menos.
En consecuencia corresponde
aplaudir la aprobación de esta ley, sin duda alguna.
Motivación
Sería imposible comprender la cultura y la historia de nuestro pueblo prescindiendo de que el caballo fue principal paradigma de la vida de los gauchos. A caballo se alcanzó la independencia nacional; a caballo se impulsó el desarrollo económico y el conocimiento de cada rincón del país, excepto la Antártida; las islas Georgias y Sándwich (1). Aún hoy es un elemento vigente, fundamental, de aquello que podríamos llamar “el ser argentino”.
(1) También las Malvinas
fueron hogar de los criollos e incluso resistieron allí luego del despojo
británico, aún cuando los argentinos fueran expulsados.
Es sabido que los primeros equinos llegaron a la región del río de la Plata en el siglo XVI con el
adelantado Pedro de Mendoza que fundó por primera vez a Bs. Aires. Con su
destrucción quedaron libres para reproducirse en las pampas en cantidades
inconcebibles desarrollándose una raza autóctona que se dio en llamar “criolla”.
La mixtura con otras foráneas casi produjo la desaparición de los criollos pero la oportuna intervención del criador doctor Emilio Solanet y otros hacendados permitió rescatar la raza del peligro. Ellos fundaron en 1923 la “Asociación de Criadores de Caballos Criollos Argentinos” que fijó el estándar de la raza a partir de tropillas patagónicas. Sirva esta mención como humilde homenaje.
Emblema de la institución con su
lema: “Nuestra Raza”
La hazaña que logró Aimé Tschiffely, suizo,
docente y aventurero, de unir Bs. Aires con Nueva York montando a dos criollos
en 1928, mostró al mundo las bondades de la raza.
Tschiffely montando a “Mancha”
llegaron a N. York el 20 de septiembre de 1928
Fundamentos
de la ley
Por el interés que suscitará su lectura y para caracterizar mejor al Criollo, reproducimos los argumentos dados por el autor del proyecto file:///C:/Documents%20and%20Settings/usuario/Mis%20documentos/Downloads/S1676-16PL.pdf:
“En tiempos prehistóricos había caballos en
América, aunque cuando se produjo la conquista española, tanto en México como
en Perú el animal era desconocido por los pueblos originarios. Los caballos traídos
de España eran animales de trabajo, seguramente con sangre andaluza y del norte
de África (de raza Bereber) y tal vez con algo de árabe, dada la conquista
musulmana en la península ibérica.
Algunos de esos caballos dieron lugar a razas de
extrema elegancia como la de paso, en la costa del Perú, de caballos
ambladores, que adelantan en la marcha la mano y la pata del mismo lado.
En el territorio argentino, especialmente en la
Patagonia y en las pampas del sur, los caballos españoles dejados por Pedro de
Mendoza desarrollaron características propias y no me atrevo a descartar o a
afirmar que hayan existido o no cruzas con algunos caballos autóctonos.
Lo cierto es que durante la colonia y la
independencia los caballos argentinos se pusieron la Patria al hombro o, más
literalmente, al lomo.
Luego de la organización nacional empezaron a
ingresar al país otras razas británicas de mayor porte y velocidad, que fueron
desplazando a los caballos criollos. Por eso es que fue de extraordinaria
importancia la iniciativa de don Emilio Solanet y otros criadores, de irse a la
Patagonia a negociar con jefes de las etnias tehuelches la compra de manadas,
que luego llevaron andando al Sur de la provincia de Buenos Aires.
En 1923,
a partir del impulso que dio Solanet al mantenimiento de
la raza con la travesía que realizó el profesor irlandés Aimé Tschifelly en los
caballos criollos, Mancha y Gato, desde Buenos Aires hasta Nueva York, se fundó
la “Asociación de Criadores de Caballos Criollos”.
La Asociación, cuyo objetivo primordial ha sido la
difusión y el fomento de la cría de la raza Criolla, elaboró un estándar de la
misma que ha permitido la selección y difusión del caballo criollo, logrando de
tal forma recuperar el prestigio de la raza y constituyéndose en celosa titular
de los registros genealógicos, lo que tuvo como fin “…salvar, ya a punto de desaparecer, esta raza autóctona”.
El caballo es importante para la Argentina. El
arquetipo argentino del gaucho no sería tal sin caballo y gracias a eso
formamos una cultura ecuestre, que como todas las de su tipo en el mundo, tiene
ciertas características propias y comunes, como las tienen desde los mongoles,
hasta los árabes o los americanos. Espíritu de libertad, respeto, humildad,
vida en naturaleza, orgullo, suficiencia, dignidad, son algunas de esas
características de los pueblos de a caballo.
Por eso, que nuestra Nación otorgue protección legal
a nuestra raza caballar, tiene la relevancia de la preservación de lo propio,
con características de patrimonio común, y de la conservación de una biodiversidad
única, que se da en el ámbito de nuestro continente”.
Pareja de criollos compitiendo en
una paleteada
Una mayor extensión tuvieron los fundamentos que acompañaron al
primitivo proyecto de declaración, que también reproducimos tomado de http://www.hcdn.gob.ar/proyectos/textoCompleto.jsp?exp=2711-D-2013&tipo=DECLARACION:
“El
Caballo Criollo desciende del caballo español, que fuera traído por los
conquistadores, y fue el único que ingreso según consta en los manuscritos de
la época. Según consta en distintos documentos históricos, fue quien acompañó a
los próceres desde la gesta de Mayo y en toda la campaña emancipadora.
Foto de época
(ca. 1920/ 1930)
Esto fue reconocido por diversos protagonistas de la época, como el general
Carlos de Alvear ministro de la Confederación ante Washington, que le dijo al
ministro Arana el 27 de octubre de 1838 al preguntar EEUU si soportaría la
Confederación Argentina una invasión de Francia, respondió, "que serían destruidas por la caballería ya
que por la topografía podían hostigar impunemente al enemigo, una caballería
numerosa ágil, atrevida que por su frugalidad y robustez en soportar todo
género de privaciones se debería considerar como la primera caballería del
mundo. Que en sus campañas en España contra Francia conoció las caballerías de
Francia, España e Inglaterra y que ninguna de ellas podrá compararse con la
Argentina." (Raza Criolla,
N° 32 pag. 4 a
12).
El
21 septiembre de 1950, el presidente de la Nación Juan Domingo Perón, decía,
con motivo de la donación de cien caballos criollos para montar el escuadrón “Riobamba”
[N.E.: del célebre regimiento de Granaderos del Libertador], "no solo compromete mi más íntimo
agradecimiento, sino inspira un motivo para la justiciera recordación, de esta
noble raza, a los cuales confió el Gran Capitán D. José de San Martín la
conducción del Ejército de los Andes."
En
aquella ocasión, el presidente Perón afirmó también: "he estampado en el libro del Regimiento que guarda los recuerdos de las
visitas, la historia breve y sintética de un Caballo Criollo que, puede
decirse, está en la Legión de los Héroes que formaron el Regimiento”.
[N. E. evidentemente falta aquí un párrafo que
debió haberse escrito] Ese mismo caballo criollo, "Decano" de pelo
colorado, se incorporó en 1813 al Regimiento de Granaderos a Caballo e hizo
toda la campaña de los Andes y del Perú. Participó en las batallas de Sipe-sipe
y Chacabuco, en donde fue herido de bala. Intervino en Cancha Rayada, Bio Bío y
Maipú, volvió a la estancia de origen del teniente Miguel Cajaraville, en la
provincia de Buenos Aires, para morir en 1825". (Raza Criolla, N° 99, pág. 66 y Justo P. Sáenz, Antología Sanmartiniana, páginas 646 y 647).[N.E.: Referencias
originalmente volcadas en la obra “Episodios de la Guerra de la Independencia”
del coronel Mauel de Olazábal; pag. 26]
El criollo como caballo de guerra fue monta de los célebres
Granaderos
Dice el profesor Aimé Tschiffely, "hasta hoy sus descendientes, los criollos conservan caracteres
heredados de las sangres estampadoras del caballo español del siglo XVI. Quiero
recordar a la memoria de las guerras y luchas civiles, en varias partes del
continente sudamericano, cuando masas considerables de caballería compuesta por
caballos criollos, efectuaron largas marchas con velocidades increíbles. En el
curso de estas campañas, marcharon sin herraduras, comiendo lo que encontraban
a su paso por los campos, las sierras y los montes, sin abrigos de mantas ni más
veterinarios que los soldados. Sin querer darme bombo como dicen los rioplatenses,
tengo que referirme a los dos caballos que me acompañaron. El Gato y Mancha,
los que me llevaron de Buenos Aires a Nueva York, una distancia de 18.000 km . Durante el
curso de este "raid" cruzaron llanuras, selvas, ríos y montañas, a
veces con excesiva agua o demasiada sed, con fríos o calores rigurosos. Tengo
que agregar a esta mala alimentación, lluvias, alturas de más de 5.000 metros ,
mortificaciones como picadura de mosquitos, jejenes y murciélagos vampiros. Sin
embargo, ambos animales terminaron este largo viaje en tan buenas condiciones,
que asombraron a todos los que los vieron llegar a la meta."
“Gato y Mancha” (óleo de Luis Cordiviola)
En su
libro "Una excursión a los indios
ranqueles", el general Lucio V. Mansilla escribe: "De todos lados asomaban indios, al gran
galope siempre, sin cuidarse de los obstáculos naturales del terreno, donde
caballos educados como los ingleses hubiesen caído postrados de fatiga a los
diez minutos, por vigorosos que hubieran sido. Subían rápido a la cumbre de los
médanos de movediza arena y bajaban con la celeridad del rayo; se perdían entre
los montecillos de chañar, apareciendo al punto, se hundían en las blandas
sinuosidades y se le exige".
En
su libro de 1904 "Trepando los Andes",
el italiano Clemente Onelli describe la tropilla que utilizó. "¿Caballos Finos?, lindos para sacarle
fotografías, pero para el campo denme el caballo Criollo, de músculos de acero,
de garrones de fierro, de pecho de bronce, sobrio como el anacoreta, templado a
los cierzos y los soles pampeanos y que hoy anda 20 leguas y mañana también y
que pasado mañana, en un último empuje, rematará las 30 leguas que faltan a la
jornada que se le exige".
Algunos
caballos de nuestros próceres quedaron en los documentos de las batallas
libertadoras o de las luchas internas, como los que pertenecieron al Libertador
D. José de San Martín, quién además fue criador; ese espléndido bayo que cayó
en San Lorenzo en el fragor del combate, arrastrando en su caía al ilustre jefe
y futuro libertador de medio continente, un alazán tostado de cola corta tusado
y un zaino negro coludo de abundante crin los cuales montaba mientras
organizaba el Ejército de los Andes (Gral. Jerónimo Espejo en El Paso de los Andes, pág. 35 y 91), su
adversario en Maipo, el general en jefe Osorio montaba un blanco que quedó
muerto en el campo de la acción (Memorias
del Cnel. Manuel A. Pueyrredón, pág.24).
Un criollo en el monte salteño (Öleo de Eleodoro Marengo)
Asimismo,
se conocen dos caballos que pertenecieron al ilustre general Manuel Belgrano:
el rosillo que montó el día de la batalla de Tucumán y que, al decir del general
José M. Paz, era manso y de paso (Memorias,
tomo 1, pág. 24) y el otro un hermoso blanco que después se lo regalo al joven
sargento Mariano Gómez por su hazaña en Tambo Nuevo (Memorias del Gral. Gregorio Araoz de Lamadrid, editorial América,
Madrid, págs. 47 y 63 a
65).
El
general Gregorio Aráoz de Lamadrid, en la batalla de Ciudadela, montó un moro
que al decir de él, era el mejor que había tenido en su vida, esto era mucho,
cuando lo afirma un guerrero incansable y que en esa batalla el animal confirmó
la opinión que su dueño tenía (Lamadrid, Memorias
…; tomo II, pag. 64).
Facundo
Quiroga también poseyó un moro, un bayo overo que montó en la batalla de La
Tablada, el oscuro a quien llamaba el Piojo y por último el castaño overo con
el cual pudo ponerse a salvo en la derrota de Oncativo (Lamadrid, Memorias, tomo I, pag. 43).
El
restaurador de las leyes, brigadier general Juan Manuel de Rosas, comentó desde
su exilio, "el mejor caballo que
tuve y tendré es el que me regaló D. Claudio Stegman, era bayo del Entre Ríos"
(Carlos Ibarguren, en Juan Manuel de
Rosas, pag. 452).
De
nuestros hermanos los indios, sabemos que sus cabalgaduras eran excelentes,
pero la de los caciques por su jerarquía eran extraordinarios, como el de Ramón
el Platero que tenía un bayo famoso por su bella conformación (El Caballo, Nº 104 pag. 48), así como su cuñado Bustos
tenía un overo negro (Mansilla, tomo I, pag. 54) y su hermano Juan José Catriel,
un bayo cabos negros (Antonio del Valle, Recordando
el Pasado, tomo I, pag. 315), Pincen al caer prisionero fugaba con su
hijito en un zaino que fue su caballo de pelea perseguido por el general Villegas
(Morales Guiñazú en Primitivos Habitantes
de Mendoza, pag. 171).
“Capitanejo en su overo” (Oleo
de Rodolfo
Ramos)
Como
hemos visto, es innumerable la cantidad de documentación (Raza Criolla, N°99, páginas 64 a 71) que demuestran que el caballo criollo
es parte indisoluble de la historia de nuestra Patria y que su participación en
ella ocurrió no porque fuera el mejor, si no por ser el único que existía.
“El rastreador” (Oleo
de Aldo Chiappe)
Asimismo, los países miembros de la “Federación de
Criadores de Caballos Criollos” han declarado al criollo como el caballo
Nacional, reconociéndolo como parte de su patrimonio cultural intangible de su
historia. Uruguay ha reconocido al caballo criollo como parte de su patrimonio
cultural, reconociendo su papel en los periodos de lucha por la independencia y
la consolidación nacional y en el desarrollo económico y social. Chile, por su
parte, por medio del Decreto Supremo N° 531, reconoció como "deber
constitucional del estado tutelar aquellas especies que son propias y
características del medio natural chileno, como también aquellas cuyo
desarrollo hacia su conformación morfológica y funcional son el resultado de
una sostenida trayectoria de selección propia, por obra emprendida a través de
generaciones de criadores nacionales, como es el caso de la especie Equus
caballus, a través de la raza denominada "Caballo de Pura Raza
Chilena".
La
Argentina no escapa a la historia sudamericana y en reconocimiento al caballo criollo
en la Historia nacional, en la cultura de nuestros paisanos y nuestros pueblos
originarios, en el trabajo de recuperación llevado adelante por la “Asociación
de Criadores de Caballos Criollos” desde 1923, celosa titular de los registros
genealógicos de la raza como queda demostrado en la intervención del senador
Durand el 7 de junio de 1950 en el despacho de la “Comisión de Presupuesto”
donde dice, "un grupo fundó en el
año 1923 la Asociación de Criadores de Caballos Criollos, con el objeto de
salvar, ya a punto de desaparecer esta raza autóctona, luchando denodadamente
con la apatía de los poderes públicos y la incomprensión en general que no
apreciaban y ridiculizaban la obra y los fines que perseguía. Pese a todas las
dificultades la Asociación gestionó y obtuvo tras denodada lucha la apertura de
los registros genealógicos y la aprobación del standard de la raza".(Raza Criolla, N° 31, pág. 67),
incorporando a la selección y depuración morfológica, las pruebas funcionales
con vacunos, entre ellas las paleteadas, que hacen al acerbo cultural histórico
del trabajo rural de antaño”.
Una visión fugaz
Para referenciar
adecuadamente lo escrito me permitiré sumar una serie de fotografías que
ilustran al ya célebre Criollo y que nos muestran algunos de sus pelajes, uno
de los temas favoritos de las conversaciones que mantenían los gauchos a la
lumbre del fogón nocturno o cuando las pulperías los reunían al caer la tarde.
En este sentido debo
confesar mi debilidad personal por las capas de fantasía aunque en la realidad
cotidiana, como sabemos, son la excepción. Consigno el nombre de sus pelajes
conforme la usanza del Norte, mis pagos originarios; los entendidos sureños
sabrán admitir algunas diferencias, propias de nuestra rica diversidad.
Tuco
Rosillo
Zaino oscuro
Tostado
Overo colorado
Alazán
Moro overo
Oscuro azabache
Colorado tostado
Lobuno
Bayo negro empedrado
Tordillo blanco
Moro empedrado
Encerado
Bayo amarillo ruano
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