lunes, 17 de agosto de 2015

Distinta a todas

Originalidades  de la  Bandera Argentina 


 

Por Miguel Carrillo Bascary

Son miles las banderas que registra la disciplina que las estudia, la Vexilología. Parecería que tan elevado número da escaso margen para originalidades, sin embargo, la Bandera nacional argentina las posee y por esto se destaca, con toda claridad.

De muy pocas enseñas nacidas con anterioridad a la segunda mitad del siglo XX puede indicarse con precisión el día de su primer izamiento. ¡De la bandera argentina se conoce hasta la hora en que comenzó a flamear orgullosamente! Casi sin que se advirtiera su trascendencia futura el relato que Belgrano hizo al Primer Triunvirato sobre los hechos del 27 de febrero de 1812 aporta un panorama preciso de los primeros instantes en que la Bandera nacional confundió sus colores con el cielo de Rosario. Es cierto que hubiéramos querido un mayor detalle de aquél momento, pero escasas naciones del mundo tienen el privilegio de conocer lo que nosotros sobre nuestro principal símbolo nacional.
    
                                  Baviera                                    San Marino

Otra peculiaridad de la Bandera argentina es el uso del celeste en su composición. En 1812 existían pocos precedentes de su empleo. Los advertimos en algunas enseñas europeas; como la del ducado de Baviera o la república de San Marino, por ejemplo. Puede señalarse que en el Río de la Plata se observaba el celeste en la bandera que, según algunos, representaba a la Orden de Carlos III, de la que hay muy escasas referencias. Otros apuntan que el Consulado de Buenos Aires contaba con un pabellón celeste y blanco, con el escudo de la entidad en su centro, obra de presumible inspiración de Belgrano, quién era su Secretario perpetuo.
Desde aquella tarde rosarina son relativamente escasas las banderas emplean el celeste: algunas por directa inspiración de la argentina1 (Guatemala; la primera bandera uruguaya. Luxemburgo y las primeras versiones de las enseñas de Ecuador). En años recientes la tonalidad se difundió, al parecer por influencia de la bandera de Naciones Unidas. Apuntamos por ejemplo: Congo; Botswana; Micronesia; Somalia y una de las que usó Camboya luego de emerger del oscuro período genocida del Khmer Rouge. A ellas se suman Grecia, Kazakastán; las islas Shetland (Reino Unido); Aruba y Bahamas (entre otras), aunque en algunos casos las tonalidades puedan discutirse. Estas referencias desmienten totalmente a quienes pretenden excluir el uso del celeste en una bandera. La Vexilología lo admite pacíficamente. El error proviene de entender que en el diseño de banderas deben seguirse las reglas de la Heráldica (la disciplina que estudia los escudos) en donde, efectivamente, solo se usa el azul (azur, según la terminología específica)



Pero la principal originalidad de la Bandera nacional está en el Sol, incorporado por ley del Congreso el 25 de febrero de 1818. Este proviene directamente del que aparece en las monedas acuñadas por orden de la Asamblea General Constituyente, en 1813; así fue definido por el Decreto Nº10.203 de 1944. Es un diseño muy característico, único, tiene treinta y dos rayos, alternativamente rectos y ondeados (flamígeros). También, por su influencia directa el pabellón de la república del Uruguay adoptó en 1830 un sol similar, pero de 6 rayos rectos y 8 ondeados.
Se lo conceptúa como un “sol incaico”, directa referencia a las raíces americanas de la nación independizada el 9 de julio de 1816. Sin embargo, en otra publicación explicaré que esta referencia es una simplificación, ya que podemos admitir otras interpretaciones.

Como vemos, las originalidades de nuestra Bandera son varias y todas son parte de nuestra identidad de argentinos.

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1.- Está aceptado que los pabellones de Honduras; El Salvador; Nicaragua; Costa Rica y la de la desaparecida República de Los Altos (1838/ 1840) se basaron en la bandera que portaban los corsarios de las Provincias Unidas del Río de la Plata que pese a claras ordenes en contrario (ver las impartidas en la patente de corso de la fragata “La Argentina”, 25 de junio de 1817) empleaban el azul, un color que resiste mejor que el celeste las inclemencias de la navegación oceánica.

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