miércoles, 17 de junio de 2020

La batería "Libertad"; ayer y hoy

Testigo y proyección

Vista del paseo "Libertad" y el Mástil Mayor, desde el Mirador del Monumento

Por Miguel Carrillo Bascary

La conmemoración del bicentenario del fallecimiento del general Belgrano es oportuna para referirnos a un ámbito en donde se destaca su protagonismo histórico. El Monumento Nacional a la Bandera, es el memorial destinado a rendir homenaje a nuestra Enseña, que el mismo tiempo, es un canto filial de los argentinos a uno de los padres de la Patria.

La magnitud del Monumento atrapa las miradas y las vivencias de quienes se le aproximan. La gran nave marmórea se asienta en un lugar histórico, el emplazamiento de la batería “Libertad”, sitio mismo donde flameó por primera vez nuestra Enseña patria. La referencia a esta batería tiene un significado profundo que merece ser conocido; constituye un recordatorio perenne de la silenciosa contribución de cientos de rosarinos que acompañaron los esfuerzos de Manuel Belgrano, cuyo entusiasmo fue causa directa de la decisión del prócer de mostrar por primera vez los colores de nuestra libertad.

Primeramente, tenemos que situarnos en el momento histórico en que nació la Bandera. Por entonces, el movimiento revolucionario de 1810 no había tenido eco en la ciudad de Montevideo, principal puerto de mar del Virreinato, que se transformó en un núcleo de resistencia realista a la espera de que llegara una expedición peninsular que sofocara al gobierno patriota. Este peligro determinó el sitio de la plaza fuerte montevideana, procurando su caída. Las embarcaciones realistas comenzaron a remontar los ríos Paraná y Uruguay depredando a las poblaciones ribereñas para abastecer la guarnición con víveres y ganado.

A fines de 1811, como los patriotas no contaban con una flotilla que enfrentar los navíos españoles se ordenó formar una batería costera a la altura del poblado de la “Capilla del Rosario” para “cerrar” el río Paraná aguas arriba. Los trabajos comenzaron con el auxilio de los rosarinos, que aportaron mano de obra y materiales, pero la fortificación no pudo terminarse y luego fue desmantelada.

La elección del lugar parecía muy apropiada para este tipo de dispositivo bélico, porque el río se estrecha y la corriente lleva los barcos contra la costa lo que facilita la operatividad bélica. Las baterías son un tipo de fortificación militar que agrupa varias piezas de artillería y defensas para sus operadores, se emplazan en sitios estratégicos para que su capacidad de fuego contenga las fuerzas enemigas en desplazamiento. La estructura de estos dispositivos depende del número de piezas y de los efectivos disponibles; que se disponen adaptándose a las características del lugar.

Al comenzar el año de 1812 se reiteró la necesidad estratégica de contar con un complejo de baterías a la altura de Rosario; a cuyo fin se dio como dotación al regimiento “Patricios” que a fines de 1811 había protagonizado la asonada conocida como el “Motín de las Trenzas”. Era necesario disciplinar a sus resentidos efectivos y restablecer la sujeción al mando legítimo. En un principio se fusiló a los cabecillas; además, el cuerpo perdió su nombre de “Legión Patricia” y la numeración de privilegio (Nº1) que ostentaba, por lo que para entonces se lo denominaba “Regimiento 5”. Estas medidas parecieron no bastar, por lo que se resolvió alejar al cuerpo de la base social a la que pertenecían, el pueblo de Bs. Aires. La construcción de las baterías fue la causa alegada para justificar el desplazamiento de tropas sin generar mayores compromisos políticos.

El 24 de enero de 1812, bajo el terrible sol de aquél verano, el coronel Manuel Belgrano, al frente de su regimiento, emprendió un penoso trayecto hacia Rosario, llevaba dieciséis carretas con todo el equipamiento necesario. Su diario de marcha nos revela la dureza del trance; nos cuenta las medidas que adoptó paulatinamente para templar la disciplina de sus subordinados y, finalmente, las circunstancias de su llegada a destino, el bochornoso 7 de febrero, ganándole a una furibunda tormenta que se desató en horas de la noche.

En Rosario ya se habían iniciado los trabajos preliminares para la formación de la fortificación que se emplazó en el sector conocido como la “Barranca de las Ceibas” por la profusión de estos árboles (1). Estaba a unos doscientos metros de la humilde capilla de Nuestra Señora del Rosario, centro material del incipiente nucleamiento humano que más tarde se desarrollará como una pujante ciudad Allí, el perfil de la costa se cortaba casi a pico; presentando una altura considerable sobre el nivel promedio de las aguas, lo que dificultaba el desembarco de los enemigos y permitía emplazar los cañones para actuar contra los barcos enemigos que navegaran el curso fluvial. Se complementó con otra batería de menor importancia, ubicada sobre la isla frontera y con un reducto para colocar tiradores o piezas menores instalado al pie de la barranca, a nivel del río, zona que se conocía como el “Bajo de los Sauces”.

No se ha conservado el plano de las defensas, pero las investigaciones indican que sus características la batería de tierra firme contó con tres cañones; polvorín; mangrullo; tiendas y ranchos para la dotación, encerrando una plaza de armas. La que se colocó en la isla tenía dos cañones; protecciones para los servidores y recintos para su alojamiento. En el reducto previsiblemente se instaló alguna artillería de menor calibre para disparar metralla y parapetos para los fusileros.

Para los trabajos se contó el aporte de los ex Patricios, a los que se agregó una sección de “Pardos y Morenos”; los artilleros destinados a la dotación y algunos efectivos de la “Caballería de la Patria”. El ingeniero militar teniente coronel Ángel Monasterio tuvo a cargo la dirección técnica de las obras, que avanzaron rápidamente con la ayuda del vecindario y de la comunidad franciscana de San Lorenzo que aportó materiales y herramientas con las que estaba construyendo su convento. La intensa actividad, permitió que el 27 de febrero de 1812 quedó finalizada la batería de la isla, cuando poco faltaba para hacer lo propio con la costera. Fue la ocasión que eligió Belgrano para revitalizar el espíritu patriota, al que buscó reforzar ordenando el primer izamiento de nuestra Bandera.

La construcción del complejo defensivo distó mucho de ser un acontecimiento netamente militar como aparenta. No podemos ignorar el objetivo político que implicó la participación de los ex –Patricios; tampoco el patriotismo entusiasta de los habitantes de Rosario; ni las significativas circunstancias de la colaboración prestada por los franciscanos, que eran todos españoles. En los hechos de Rosario, vemos una vez más, la capacidad de Belgrano para conjugar eficazmente la interacción de civiles y militares. La humildad de los rosarinos (eran poco más de seiscientos) y sus pobres recursos no impidieron generosas donaciones y el concurso de sus capacidades personales para que pudiera terminarse la obra.

El entusiasmo popular debió ser de consideración hasta el punto que motivó a Belgrano a promover un acto político de tamaña trascendencia como el de izar una bandera a que llamó “nacional” y a bautizar las baterías con los nombres de “Libertad” e “Independencia”. Todo ello proclamaba el ideal de emanciparse del régimen español, derribando la ficción de que el gobierno patrio actuaba en nombre del rey cautivo, un fenómeno político que la historia conoce como “la máscara de Fernando VII” impuesta por la presión del contexto internacional.

Aquel 27 de febrero Manuel Belgrano produjo un hecho excepcional que resonó en el antiguo virreinato, cuyos ecos lo multiplicarán a lo largo de nuestra historia. El acontecimiento motivó la apresurada intervención del Triunvirato que mandó ocultar la bandera. En 1816 el Congreso de Tucumán declaró formalmente la independencia y pocos días más tarde consagró los colores nacidos en Rosario como enseña de las Provincias Unidas de Sudamérica.

El histórico sitio

Hacia 1998 la Municipalidad de Rosario juzgó oportuno destacar la trascendencia que implicó la batería “Libertad”; por Ordenanza Nº6552 se impuso este nombre a la calle Nº302; un pequeño tramo de calzada que vinculaba la avenida Belgrano con la costanera del Paraná. Cuando poco después se rediseñó todo el sector aledaño al Monumento se concretó el viejo propósito de establecer un eje histórico – arquitectónico formado por la antigua plaza 25 de Mayo, la iglesia Catedral, el Palacio Municipal, el pasaje “Juramento”, el Monumento a la Bandera; su Mástil Mayor y el río Paraná. Fue entonces se eliminó el pasaje que recordaba a la batería y en sus inmediaciones se creó un paseo que prolonga imaginariamente el eje descripto hasta tocar con las aguas. Este sector recibió el nombre de paseo “Batería Libertad” (Ordenanza Nº8003 de 2006), que se integra al eje urbano que representa los orígenes, el pasado y el futuro de la ciudad de Rosario, partiendo desde su núcleo primigenio, pasando por el crucial acontecimiento del primer izamiento de nuestra Bandera y su proyección al futuro, resaltando al río como elemento icónico de su desarrollo socioeconómico.

Las calzadas asimétricas de pórfido gris y rojo que transcurren entre el sector parquizado, comprende numerosos elementos arbóreos, entre ellos un bosquecillo de ceibos, cuya flor fue declarada emblema nacional en 1942 (Decreto Nº138.474). 

El paseo también abarca: el emplazamiento de dos históricas piezas de artillería y los monumentos al Himno Nacional; al almirante Guillermo Brown y al Isleño. Como un servicio a los visitantes y para alentar la creatividad, todos los fines de semana se asienta en el lugar una feria artesanal. De esta manera el espacio del “Paseo Batería Libertad” se enriqueció en forma superlativa.

Mástil Mayor

Es el verdadero sitial de honor de nuestra Bandera nacional, allí se centra toda la majestuosidad del Monumento. El cotidiano flamear de la Enseña patria emociona los corazones al verla batida por la brisa, evidenciando una vitalidad notable que parece querer guiar al pueblo argentino y acompañar su cotidianeidad, recordándonos los valores que deben orientar nuestras acciones.

Cuenta con una altura de 40 metros; consta de varios tramos de tubos de acero de diverso diámetro, cuyo extremo inferior que se introduce en bajo la superficie. Realza el conjunto una artística base, revestida de mármol travertino y ornamentos en bronce con patinado bizantino.

Originalmente lo rodeaba una pequeña plazoleta, intercalada entre las calzadas que forman la avenida Belgrano. En 1995 quedó integrado al cuerpo principal del Monumento mediante una amplia explanada que refuerza la mutua correspondencia.

En este mástil se iza la Bandera nacional, todos los días y con exclusividad. Se emplean paños de dos medidas diferentes, el tradicional de 40,5 metros cuadrados (9 x 4,5 metros) y el más reciente que data del año 2014, con 106,25 metros cuadrados (12,5 x 8,5 metros), para ocasiones especiales. Un fuerte cable de acero, impulsado por un motor eléctrico permite el izamiento y el arrío. Usualmente la ceremonia la protagoniza el personal de Ceremonial del Monumento, acompañado de Gendarmería Nacional que presta guardia en el lugar. Se iza a las 8,15 horas; se arría a las 19 (en primavera y verano) y a las 18,30, en otoño e invierno. Las autoridades gubernamentales asisten al izamiento en fechas especiales. Las entidades privadas pueden hacer lo propio en circunstancias particulares, previa solicitud a la dirección del Monumento; este protagonismo genera ocasiones muy emotivas y evidencia un amplio espíritu de participación cívica.

Los cañones históricos

Muchos chicos que vienen al Monumento gustan retratarse junto a las piezas de artillería colocadas al lado del Mástil Mayor. Son obuses Schneider, calibre 155, fabricados en 1928, su disparo tiene un alcance de 12 kilómetros. Fueron instaladas en el año 1997 para recordar la histórica batería.

 
Los cañones a poco de ser emplazados en el lugar

Años más tarde el Ejército Argentino ubicó en sus depósitos dos grandes cañones de bronce, similares a los que armaron la batería “Libertad”. El 5 de agosto de 2006 quedaron instalados en el paseo que la recuerdan, oportunidad en que fueron disparados con bala de salva; el estampido consecuente despertó el entusiasmo de todos los presentes. Lamentablemente no hay un registro cierto del origen de estas armas, pero es indudable que participaron en las luchas por la emancipación.

Estas grandes piezas de artillería naval son un testimonio histórico de primera magnitud que merecen ser analizados en detalle. Según las tradiciones fueron “bautizados” con los nombres de “Chiampo” y “Luis Collado”. Podían emplearse tanto en los navíos de la época como en acciones de combate terrestre, adaptando sus cureñas. Mayores detalles constan en el cuadro Anexo.

Monumento al almirante Guillermo Brown

Este marino irlandés, acriollado como pocos, es reconocido como el “padre de la Patria en el mar”, un apelativo que lo coloca en sintonía con los generales Belgrano y San Martín. Guillermo Brown tuvo un rol fundamental en el proceso de emancipación y también en tiempos de la organización nacional. A su innata capacidad marinera se debe la toma de Montevideo (23 de julio de 1814) luego de ocho meses de un inútil sitio terrestre; esto permitió erradicar la posibilidad de que la ciudad fuera utilizada por los realistas como base para sofocar el movimiento de Mayo. También fueron cruciales sus atrevidos triunfos frente a la poderosa flota del Brasil, durante la guerra que lo enfrentó con la Confederación Argentina (1825 – 1828). La inferioridad en navíos y personal de nuestra Armada era verdaderamente abismal, pero el arrojo y la estrategia de Brown la superó con solvencia. Igualmente tuvo destacado protagonismo en la guerra de corso contra España (1815 – 1816) y al enfrentar al bloqueo anglo- francés de 1841 / 1842, con muy pobres medios.

La plaza Brown a comienzos del siglo XX

Hacia fines del siglo XIX una coqueta plaza que se encontraba aproximadamente en donde estuvo la batería “Libertad” recibió el nombre de Brown, hasta que fue reemplazado por el de Manuel Belgrano en 1898. Años más tarde se construyó allí el Monumento a la Bandera.

El busto del prócer que hoy luce en el Paseo fue donado por la “Liga Naval Argentina” y es obra del prolífico escultor rosarino Emilio Blotta. Se inauguró el 15 de noviembre de 1953 en la Estación Fluvial; luego se trasladó al parque, frente al Monumento y, finalmente, se colocó en su emplazamiento actual en una ceremonia que contó con la presencia del embajador de Irlanda, el 22 de noviembre de 2010. La representación del almirante Brown en inmediaciones del Monumento es un acto de justicia, si tenemos presente las heroicas circunstancias en que defendió nuestra junto a sus hombres y en riesgosas circunstancias de vida.

Monumento a los autores del Himno nacional

Nuestro Himno nació como una composición épica de notable factura, que expresa los dramáticos momento en que fue concebido. Un análisis detenido de su letra señala las aspiraciones de Libertad que anidaba en los corazones de la generación de Mayo; su propósito de reivindicar a los pueblos vernáculos y la mención de los primeros triunfos conseguidos. Como “marcha patriótica” lo aprobó la Asamblea General de 1813 y rápidamente se difundió por toda Sudamérica (2) recién se lo estableció como “himno nacional” muchos años más tarde.
El monumento a los autores del Himno al ser inaugurado 

La singularidad de este monumento en que recuerda a sus autores, el doctor Vicente López y Planes y al maestro Blas Parera, y no a la composición musical en sí misma. Su instalación fue aprobada el 31 de octubre de 1958 por Ley Nº4736 de la provincia de Santa. Poco antes, el 4 de julio de 1957 había fallecido el doctor Carlos de Sanctis, activo miembro del reformismo universitario; reconocido médico rosarino; destacado cultor de las marchas ecuestres; investigador y divulgador de la Historia nacional; que en sus últimos años de vida se desempeñó como secretario de la Comisión Ejecutiva del Monumento a la Bandera. A él se debe el opúsculo que explica su complejo simbolismo. Un legado del fallecido hizo que sus hermanos interesaran a las autoridades para concretar su sueño póstumo: construir un monumento a los autores del Himno.

Rápidamente la Municipalidad de Rosario gestionó la autorización provincial que por entonces era necesaria a estos fines y le reservó el sector del parque nacional a la Bandera donde hoy se encuentra. La inauguración se concretó en diciembre de 1957. Consiste en un monolito recubierto de mármol travertino, coronado por el busto de Vicente López y Planes, en bronce; en una de sus caras se esculpió el perfil de Blas Parera y la leyenda que funge de nexo entre ambos: “Dieron a la Patria su Himno inmortal”; es obra de Eduardo Barnes. La materialidad del monolito; su alusión a un símbolo nacional y su emplazamiento establecen una relación evidente con el Monumento a la Bandera.

Anexo


Notas

1.- La ordenanza Nº7059 (año 2005), preservó este nombre en la plazoleta inmediata al Concejo Municipal, existente sobre calle 1º de Mayo entre Córdoba y Rioja.
2.- Un viajero inglés nos hace saber que se cantaba en los fogones de las tropas al mando de Bolívar en Venezuela

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