La Bandera argentina en grises, verdes y otros colores
Por Miguel Carrillo Bascary
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Las escarapelas y
la guerra
Hasta mediados del siglo XIX los ejércitos
europeos se integraban con efectivos de distintos orígenes nacionales y regionales.
Para distinguirse en el fragor del combate cada unidad llevaba divisas de colores, las escarapelas. La
masividad de las tácticas bélicas en el siglo XVIII determinó que las
escarapelas unificaran su diseño para simbolizar a las nacionalidades en pugna.
Veamos algunos ejemplos: España adoptó la cucarda roja, Francia, la tricolor
republicana (roja, blanca y azul) y Escocia, la azul con una cruz blanca en saltire.
Al comenzar 1812 fue el entonces coronel
Manuel Belgrano quién solicitó al Triunvirato que se estableciera una
“escarapela nacional” que representara a las Provincias Unidas del Río de la
Plata. Según se comprueba con varios retratos de la época, esa divisa primigenia tuvo centro celeste y
borde (corona) blanco; se usó en sombreros, gorras y morriones para que fuera
bien visible durante los combates. Cuando en julio de 1816 el Congreso de
Tucumán fijó la actual composición de nuestra Bandera (celeste, blanca y
celeste) la escarapela tomo el clásico
aspecto que le conocemos. Los reglamentos
sobre uniformes ratificaron su empleo en forma de botón, con tres círculos
concéntricos celeste, blanco y celeste; pintada; esmaltada o elaborada con
mostacillas de cerámica. Esta disposición aún se mantiene. La población civil también la usó, pero en
el pecho, a la altura del corazón, elaborada con materiales muy diversos y con
formas imaginativas.
El Ceremonial no regula mayormente a la
escarapela; basta que se brinde un debido respeto. No es un “símbolo nacional” porque ninguna norma le asigna ese
carácter, por lo que técnicamente no representa a la Nación, esto permite que
se confeccione en formas infinitas. Pero, entonces, ¿qué es la escarapela? Se trata de un emblema que indica la
nacionalidad de quienes la lucen permanentemente o en algunas ocasiones (por lo
usual en las fiestas patrias y en sus vísperas); generalmente en el lado
izquierdo del pecho o en la solapa del mismo lado. En los uniformes persiste en
los cubre cabezas.
Los nuevos tiempos
El camuflaje es la habilidad por la que un
objetivo intenta pasar desapercibido confundirse con el entorno que lo rodea.
La técnica del camuflaje militar
comenzó sistematizarse en el curso de la Primera Guerra Mundial (1914- 1918),
pero su práctica es ancestral; deriva de la necesidad del hombre primitivo para
disimular su presencia cuando acechaba a la caza o a un rival. La pintura que
los guerreros de algunas culturas usaban como camuflaje también permitió diferenciar a las tribus en pugna.
Durante las luchas por nuestra independencia, a fin de ocultarse en el terreno,
los gauchos jujeños que combatían a
las órdenes de Güemes, usaban ponchos de llama o vicuña, conservando el color
natural del pelaje de estos caméllidos, con los que se disimulaban en el paisaje mayormente ocre propio de la región.
Por su parte, las grandes masas humanas que integraron los ejércitos desde el siglo XV hasta fines del XIX utilizaron uniformes, con gran diversidad de colores y vistosos diseños. A comienzos del siglo XX se generalizaron telas de colores apagados que caracterizaron a las principales nacionalidades. Casaca azul en Francia, caqui en E.Unidos, gris azulado en Alemania, Beige en Japón. Con la difusión del camuflaje la táctica bélica moderna originó textiles con que combatiente se mimetizan con el terreno en el que operan como un medio de defensa personal. La delincuencia organizada también demanda disimular a las fuerzas policiales en el entorno urbano.
La tecnología ha logrado diversas formas de pixelado para el
teñido, dando lugar a infinitas
composiciones. Por ello, los
uniformes: son blancos y grises para operar en la nieve; de arena y ocres para
planicies y desiertos; de diversos verdes, para bosques, selvas o praderas;
azules y diversos grises para las intervenciones vinculadas a la seguridad general. Las unidades de elite
de las fuerzas de seguridad interna también adoptaron uniformes camuflados,
aunque su radio de acción sea netamente urbano.
La escarapela aún se usa en los uniformes militares de gala y en los
sociales; pero en los operacionales se observa una tendencia internacional
surgida en las últimas décadas, donde se la sustituye por la bandera
(adicionando a veces el nombre del país). Se coloca sobre el pecho y/o en el
tercio superior de uno o de ambos brazos, según lo determine la normativa
aplicable.
Esto permite identificar la procedencia de los efectivos que
emplean un mismo tipo de uniforme cuando integran fuerzas de tareas
multinacionales; ya tengan funciones de observación o de pacificación; cuando protagonizan
acciones bélicas o realizan maniobras de conjunto, en el caso de alianzas
militares. Las piezas empleadas en los cuarteles mantienen los colores tradicionales de estas banderas,
pero las destinadas a prácticas operacionales, donde el uso del camuflaje
impera, adoptan los colores de los vexilos en distintas tonalidades, es que ni los símbolos nacionales pueden
conservar su colorido en los equipos de combate, para no delatar la posición de
sus portadores.
La moderna tecnología de bordado permite reproducir este tipo de divisas con
pasmosa velocidad, aun tratándose de diseños realmente complejos.
La necesidad también se extendió a otros emblemas, como las insignias de grado, el señalamiento de las unidades y otros elementos de identificación.
En consecuencia, cuando las tropas
argentinas y nuestras fuerzas de seguridad visten uniformes de camuflaje no prescinden de usar nuestra querida
Enseña, pero esta se representa con los mismos colores que predominan en el
resto del equipo.
Ha quedado reseñado que la Bandera nacional argentina puede
representarse en extraños colores, atento a la cruda realidad de la táctica
militar o policial.
Así se
ha visto reemplazada aquella escarapela que reclamó Belgrano, la que
lucieron sus hombres el 27 de febrero de 1812, cuando se izó por primera vez
nuestra Enseña, la misma que usaron quiénes combatieron por nuestra
Emancipación y en las diversas guerras que desde entonces empeñó nuestro país.
Pese a todo, es indudable que en más de doscientos
años han cambiado las formas con que los
defensores de la soberanía y la seguridad nacional se identifican como
argentinos, pero nada cambia en su espíritu de servicio cuando son llamados
a la acción.







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