Títulus de la Santa Cruz, reliquia
Por Miguel Carrillo Bascary
Leemos en el capítulo 19 del Evangelio de San Juan (cap. 19; versículos
19-22) que cuando Cristo fue crucificado …
19. Pilato
redactó una inscripción que decía: “Jesús el Nazareno, rey de los judíos",
y la hizo poner sobre la cruz.
20.
Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue
crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín
y griego.
21. Los
sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: “No escribas: El rey de los
judíos", sino:
“Este
ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.
22.
Pilato respondió: “Lo escrito, escrito está”. Fuente
de la cita: http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PWP.HTM
La cartela (titulus)
que habitualmente vemos estilizada clavada en las cruces cristianas, se
representa con las iniciales de la expresión latina (I.N.R.I), solamente.
Originalmente hacía saber cuál era el delito que justificaba la condena a la
pena capital de la crucifixión.
De esta forma, la autoridad romana, es decir, “el
mundo de aquél entonces” reconoció en forma pública y solemne el cumplimiento
de la profecía bíblica en la persona de Cristo. Esto fue inmediatamente advertido
por los sumos sacerdotes, lo que motivó que pidieran a Pilato que se cambiara
la cartela. La respuesta es toda una ratificación del meta-mensaje proclamado
para la Historia del género humano.
Más allá de la trascendencia de lo explicado hasta acá,
la frase con que Pilato definió la cuestión es una expresión muy aleccionadora
que debemos tener presente para cada instante de nuestra vida.
Los hombres nos equivocamos, demasiadas veces; otras,
decididamente actuamos dolosamente mal. Enmendar el error y rectificar nuestras
acciones; pedir perdón, incluso, es lo que corresponde, lo que nos hace
mejores, lo que restablece la armonía entre nosotros y el conjunto humano.
Sin embargo, la Historia es indefectiblemente lineal, “va
para adelante” como dicen los jóvenes. Lo que pasó “no fue”, sigue causando
efectos, igual que una piedra arrojada sobre la tranquila agua de un estanque.
“Lo escrito, escrito está”. Nada más gráfico en el
universo virtual en que desarrollamos nuestra vida.
Les pido sobre esto un instante de reflexión.
Volvamos ahora al tema que nos ocupa, el Ceremonial de
banderas y veremos ¡cuánta razón tenía Pilatos!
En TODO lo que sea nuestro cometido como
ceremonialistas deberíamos tener bien grabada la frase de Pilatos.
Cuando protagonizamos una presentación pública como
son aquellas que conforman nuestro trabajo, TODO, pero TODO, queda en la
Historia. Podrá disimularse; quizás en el momento y muchos no adviertan el
desliz; quizás nadie.
Quizás pueda corregirse de apuro para que no llegue a ser
percibida por más gente todavía; pero … siempre será tarde.
Lo digo por experiencia propia. Cuanta más trayectoria tenga el colega especialista en Ceremonial, reconocerá que es así.
Nuestro
caso en análisis
Vamos a verlo con un ejemplo práctico, bien concreto, que
tomamos de la vida real.
Téngase presente que como argentino que soy, los actos
de oficiales de un país, aunque sea vecino, como Bolivia no son parte de mi
cotidianeidad. Y, sin embargo …
Al aproximarse la Navidad del año pasado, la presidenta
provisional del Estado Plurinacional de Bolivia, la abogada Jeanine Áñez, fue
fotografiada junto a un pesebre (belén, se le llama en España), teniendo a su
izquierda tres banderas, como se muestra en la toma:
No se les escapará la errónea colocación de los lábaros:
a) uno de ellos es el que identifica al estado desde
1831;
b) el otro es la wiphala,
emblema cultural definido como segunda bandera del país, según lo dispuso su
Constitución política en el año 2009 y el tercero es;
c) la bandera de la flor del patujú; blanca, con un
trazo central multicolor; representativa de las etnias cuyas tierras
ancestrales no habitan en el Altiplano.
He dado noticias de esta enseña en una anterior
entrada: http://banderasargentinas.blogspot.com/search?q=patuj%C3%BA
Recuerdo aquí que, al momento de escribir lo presente,
este símbolo no tiene carácter oficial más que en el departamento de Santa Cruz
de la Sierra.
Como se observa, la histórica bandera de Bolivia está
correctamente colocada, en el centro del conjunto. Sin embargo, a su derecha se
ubica la enseña del patujú y a la izquierda de la tradicional se ubica la wiphala.
El orden protocolar determina que la wiphala debe ir a la derecha de la
boliviana por tener status constitucional; por el contrario, a la del patujú
hay que disponerla a su izquierda.
Esta presentación debería ser fácilmente dispuesta por
cualquier estudiante de Ceremonial; sin embargo, no ocurrió así en ocasión del
acto oficial donde la presidenta boliviana se fotografió junto al pesebre ubicado
en el palacio de su sede de gobierno. La imagen que acabamos de ver pone en evidencia
un supino error de principiantes en la gestión protocolar.
Seguidamente vemos otra toma, obtenida de la TV
boliviana donde se muestra a la presidenta Áñez durante su aparición pública
motivada por la Navidad. En un gesto de sensibilidad ante el público formado
por niños, la funcionaria se presenta tocada con un típico gorro de Santa Claus y una roja capa al juego.
Pese a esta cuidada informalidad, la imagen está plena de símbolos de la
autoridad que inviste:
1.- la acompaña un edecán del Ejército
2.- habla desde un ambón que se identifica con el
escudo boliviano; y
3.- por detrás suyo podemos ver las tres banderas que
mencionábamos; esta vez correctamente colocadas: la tradicional en el centro, a
su derecha la wiphala y a la
izquierda la que porta la flor del patujú.
Es evidente entonces que algún funcionario/a advirtió
el error previo y mandó colocar las banderas en el orden correspondiente. ¡Bien
por él/ ella!
Lamentablemente, como decía Pilato: “Lo escrito,
escrito está”; lo que podemos parafrasear en el caso concreto, afirmando: “Lo
mostrado, mostrado está”
Más aún: “Lo mal mostrado, mostrado está”.
Para
saber más sobre el “Titulus Crucis”
Sin ser un experto, ni mucho menos, les aporto dos
fuentes de naturaleza totalmente distinta:
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