La bandera de las Provincias Unidas de Sudamérica, nuestra bandera
Por Miguel Carrillo Bascary
Las banderas en la Historia
Desde las
primeras civilizaciones las banderas corporizaron un vínculo místico que reunía
e identificaban a los miembros de una comunidad. Esto les dio sacralidad,
cualidad que en la Antigüedad era un valor concreto; pues se consideraban un
don de los dioses. Por eso, las banderas de muchas naciones entroncan su
historia en las leyendas; se revisten con las luces de la épica y disimulan las
sombras de su génesis.
A medida que avanzamos hasta nuestro tiempo, el origen
de las banderas se tornó mucho más racional; pues algunas de las circunstancias
de su creación quedaron registradas en documentos, crónicas y otros testimonios.
La misma Historia explica, que las banderas evidencian complejos procesos
sociales; especialmente, las que aparecieron durante las revueltas populares
contra las monarquías absolutistas.
Cuando los
regímenes surgentes se afirmaron se advirtió el potencial de las banderas,
escudos e himnos como aglutinantes sociales. Esto favoreció la conservación del
poder, lo que explicó la proliferación de normas sobre la confección y el
ceremonial de los “símbolos nacionales” creando una liturgia laica y corporizando
una mística cívica, afín a la sacralidad del pasado.
La Sicología
social determina que una simple tela con colores y símbolos diversos es capaz
de formar vínculos de pertenencia y unidad en individuos y pueblos; aludiendo a
heroísmo y grandezas memorables; conjugados en designios de superación,
progreso y hermandad. Por eso, muchas banderas surgidas de cruentas antinomias
se transformaron en nexos, que restañaron heridas y proyectaron un puente
simbólico hacia un futuro común. Ejemplos: las enseñas de Francia; Italia o
Estados Unidos.
Belgrano y el sueño de la Patria Grande
General Manuel Belgrano, monumento levantado en Tucumán
(Fotografía: Miguel Carrillo Bascary)
La emancipación
política de nuestra nación rompiendo los vínculos con la metrópoli colonial fue
dura, pero no tanto como en otras latitudes del continente. Fue prolongada,
pero no demasiado; menos de tres lustros. Las potencias exteriores tuvieron un
rol mediato, por lo que el proceso independentista se caracterizó como una
guerra civil. Existieron los desgarros del miedo; la escisión familiar; los
saqueos; la crueldad; la persecución y la muerte, pero estos fueron mucho
peores durante el período de la organización nacional (1820 – 1860), cuando ya
éramos un pueblo libre y nos vimos enfrentados en luchas fraticidas.
Cuando en 1810
empezamos nuestro recorrido rumbo a la emancipación la ficción de mantener
cierta fidelidad a la monarquía originó el gobierno bajo la “máscara de
Fernando VII”, lo que retardó la franca aparición de símbolos nacionales. En la
Revolución de Mayo no se vieron banderas en manos de los patriotas. En este
contexto, surgió la personalidad multifacética de Manuel Belgrano, que lo
definió como un completo estadista. Con toda justicia, hoy se lo reconoce como
“padre” de nuestra nacionalidad. Aunque educado en España, Belgrano vibraba con
el espíritu de libertad de los jóvenes criollos que estudiaron en América.
Anhelaban conducir sus destinos; comerciar con el mundo; extender la educación;
liberar a los indígenas y esclavos; abrir las mentes erradicando la censura;
suprimir el ocio y generar trabajo productivo. Abogaban por suprimir
privilegios de casta y monopolios. Para ellos no existían fronteras, desde la California
hasta el Plata, la América criolla sabía que llegaba su oportunidad.
Entre los
protagonistas del Mayo de 1810 Belgrano descolló nítidamente como quien primero
sinceró sus propósitos de alcanzar la plena liberación del dominio colonial; y
lo hizo traduciendo su pensar en gestos concretos. Su más clara y pública
manifestación, curiosamente, ocurrió en el poblado de la Capilla del Rosario,
un ámbito modestísimo de 600 habitantes, que hoy es ciudad metropolitana con casi dos millones de almas
A fines de
1811 Belgrano comandaba el regimiento “Patricios”, principal sustento militar
del Triunvirato. El cuerpo era un factor de poder fundamental en la sociedad de
la época; pero fue manipulado por adversarios del Gobierno. En noviembre
estalló el “motín de las trenzas”, que se reprimió por las armas e implicó
ajusticiar a sus principales cabecillas. El Gobierno ratificó su confianza en
Belgrano, reconociendo que su coherencia de vida era la única herramienta capaz
de restablecer la disciplina de la unidad y de alinearlo, otra vez, con el
partido dominante.
Paralelamente,
la región del Litoral sufría continuas depredaciones de los navíos realistas
que saqueaban las poblaciones ribereñas para llevar vituallas a Montevideo,
bastión del que, se esperaba, partiría la reacción del poder colonial para
intentar sofocar la revolución, a sangre y fuego. Entonces se comisionó a
Belgrano para ir hasta Rosario con el explícito propósito de construir un
sistema de artillería en batería que cerrara el paso a los convoyes agresores.
La empresa también serviría para domeñar el resentimiento de los “Patricios” y
reencausar su beligerancia en defensa de la Patria.
Belgrano llegó
a Rosario en la mañana del 7 de febrero de 1812 y de inmediato se avocó a la
tarea. Según la usanza, se piensa que se hospedó en la casa una familia
principal de la zona, que además estaba vinculada con Belgrano en razón de la
amistad que éste mantenía con el Dr. Vicente Echevarría. Se trató del
matrimonio formado por Juan Manuel Vidal y María Catalina Echevarría, hermana
del citado.
El pueblo de
la zona colaboró en forma generosa y entusiasta, fue el marco social que
aceleró el pronunciamiento por la Libertad y el romper las cadenas de la
monarquía. Actuó como catalizador, para que Belgrano expusiera ante él, sin
rodeos, el ideal independentista que lo animaba. No estaba solo; compartía
convicciones con muchos otros protagonistas de aquellos días. Al respecto
escribió el Prócer: “Somos locos, porque
pensamos que todos los pueblos son libres y soberanos; y que no hay más
legitimidad política que la que procede de sus voluntades… Yo me lleno de
orgullo de ser loco de ese modo. Yo me ennoblezca con la locura de creer como
creo”.
Los brazos de
los soldados, sumando la colaboración de los rosarinos y los aportes venidos
del Convento de “San Carlos” (franciscano) y de regiones aledañas, aceleraron
la construcción de las fortificaciones.
En estas
circunstancias empezó a delinearse el origen de nuestra Enseña patria, según lo
evidencian los documentos cambiados entre Belgrano y el Gobierno. Estas apergaminadas
piezas testimonian el nacimiento de la Bandera, pero dejan escapar muchos
detalles. Su ausencia implica numerosos dilemas sobre aquél lábaro primigenio.
La Bandera nacida escarapela
Intuitivamente
Belgrano supo interpretar a las masas y cautivar a la corta elite rosarina,
mediante su habilidad para el manejo del ceremonial y de los símbolos, herramientas
útiles para trasmitir las abstracciones del pensamiento emancipador a una
población mayormente iletrada y a una sociedad permeable a las manifestaciones
del poder.
Hallándose en
Rosario Belgrano solicitó al Triunvirato una “escarapela nacional [para] que no se equivoque con la de nuestros enemigos”. Hasta esos momentos las
tropas patriotas combatían bajo las mismas banderas y usando las mismas
escarapelas que los efectivos realistas; toda una paradoja. El pedido de
Belgrano por una escarapela se despachó favorablemente el 18 de febrero de 1812
“declarándose por tal la de dos colores,
blanco y azul celeste”. El día 23 Belgrano informó: “Se ha dispuesto la ejecución de la orden de V. Excelencia, para el uso de la escarapela nacional, cuya determinación
ha sido del mayor regocijo” lo que evidenció “la firme resolución en que estamos de sostener la independencia de la
América”; tales sus palabras puestas por escrito.
De diversos
testimonios iconográficos y del contexto político vigente se infiere que esa
escarapela fue redonda, con el centro celeste y corona blanca. No debió ser
sencillo, preparar escarapelas para casi mil hombres; pero las mujeres del
lugar las aprontaron en pocas jornadas.
Primera escarapela nacional de las Provincias Unidas
El 27 de
febrero fue el día elegido para proclamar el ideal de libertad política; no ya
del antiguo Virreinato, tampoco de los pueblos del Plata, sino de toda
Sudamérica. Terminada la batería ubicada en la isla frontera a Rosario, aún
restaban trabajos para finalizar el baluarte situado tras la pequeña capilla de
Ntra. Sra. del Rosario, en la barranca. Belgrano las bautizó las
fortificaciones con los nombres de “Libertad” e “Independencia”, apelativos que
definían con toda claridad el ideal emancipador proyectado a todo el
continente. Eran simbólicas barreras de fuegos contra la acción de la flotilla
española y plantearon una fractura evidente con el pasado colonial. La dotación
se deshizo de las escarapelas rojas que usaba, y ese día lució en sombreros y
pechos el nuevo emblema, blanco y celeste, que identificó a sus efectivos como
miembros de la surgente Nación sudamericana.
Según las
ordenanzas castrenses en vigor, Belgrano hizo formar en cuadro a las unidades
de su mando (Regimiento 5, los ex “Patricios”; y a diversas fracciones del
regimiento de “Pardos y Morenos”; Artillería y Caballería “de la Patria ”; un contingente de “Granaderos
de Fernando VII” accidentalmente en el lugar y a las esforzadas milicias del
Pago de los Arroyos, integradas por vecinos en armas). En la sencilla plaza de
armas de la batería “Libertad” se instaló un mástil. El pueblo de Rosario y sus
autoridades también fueron convocados. Todo estaba listo para inaugurar la
batería isleña y lucir las nuevas escarapelas. A las seis y media de la tarde,
como resaltó Belgrano, la tradición indica que llamó a la principal autoridad
presente, don Cosme Maciel, regidor tercero del Cabildo de la ciudad de Santa
Fe (del que dependía Rosario) y le ordenó que izara la bandera, que tomó de
manos de María Catalina.
Del posterior oficio
de Belgrano al Triunvirato se interpreta que el lábaro simbolizaba la libertad
y la independencia de Sudamérica. Prueba de ello es el juramento que reclamó a
sus hombres:
“Juremos vencer a los enemigos
interiores y exteriores y la
América del Sur será el templo de la independencia, de la
unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria !”.
Pareciera inexplicable
porqué Belgrano adoptó esta decisión, asentada en la continentalidad del
concepto, cuando los hechos generalmente se presentan al pueblo argentino
recortada; esfumando su trascendencia y amplitud. Pero las razones surgen
liminarmente claras si se considera que aquellos patriotas se consideraban en
primer lugar y fuera de toda duda como “americanos”, con plena conciencia de
compartir una realidad y un destino común, desde la lejana California hasta las
desoladas regiones de la Tierra del Fuego.
Esta
conciencia afloró nuevamente, con mucha mayor fuerza aún en el año 1816, cuando
el Congreso reunido en Tucumán proclamó la independencia de las “Provincias
Unidas de Sudamérica” y ratificó la dimensión continental de la bandera que
adoptó, días más tarde. Con el tiempo, por imperio de las circunstancias, ese
ideal de Patria Grande se fraccionó por decisión de los pueblos criollos y,
junto a una pléyade de naciones, surgió la “República Argentina”.
Enigmas de un trozo de cielo
Decíamos que
la historia de las banderas se entrelaza con el mito y la leyenda. Nuestra
Enseña patria no escapa a esta caracterización. Conocemos cuáles fueron sus
colores; cuál el día y la hora precisa; del lugar del primer izamiento. La
tradición nos dice quién la confeccionó y quién la izó por vez primera; pero no
sabemos qué se hizo de ella, ni cómo se distribuían sus colores. Mucho es lo
escrito y hablado; también abunda lo fantaseado. Sucede que, las limitaciones
humanas nos piden respuestas seguras; aún donde no es posible, y por tal
demanda no se trepida en aseverar certezas. A más de doscientos años de aquél
27 de febrero sería un milagro que surja algún documento que responda los
interrogantes planteados.
Igual ocurre
con el origen de los colores. Al parecer, la combinación se remonta al manto de
la Inmaculada
Concepción , patrona principal de España e Indias, según lo
reconoció el Real Decreto; del 16 de enero de 1761; así mismo, es patrona de la
“Orden de Carlos III”, creada para distinguir a los más fieles súbditos de tal
rey. En realidad fue Carlos IV quién en 1802 dispuso que su banda fuera
idéntica a la que usan hoy los presidentes argentinos; así la pintó Goya. De
esta manera el parecer se difundió con notable amplitud, impulsado por la
imagen antedicha. Otros dicen que el blasón de Bs. Aires, capital
del Virreinato del Plata, transfirió a nuestro lábaro el esmalte y el metal que
lo caracteriza. Pero, insistimos, no hay seguridades.
Nuesta Señora de la Inmaculada Concepción
(Giambatista Tiépolo, fines del siglo XVIII, Aranjuez)
Lo que sí es
cierto, con plena seguridad es que el celeste y el blanco no es una combinación
cromática propia de los Borbones, como también se afirma con total ligereza y
con gran asiduidad; ya que el color de la dinastía fue probadamente el blanco
(el plata, con mayor precisión heráldica). Tal eran las banderas de los
diversos reinos, ducados y otros dominios donde estaba entronizada esta
familia.
¿Y qué puede
decirse del destino de la bandera izada el 27 de febrero? Es evidente que ofició
de insignia de las baterías, pues fue creada para ello. Per, no olvidemos que a
poco de partir Belgrano hacia el Norte para asumir el mando del Ejército que se
le confió, se recibió en Rosario un despacho del Triunvirato donde se le ordenaba
ocultar aquella bandera y sustituirla públicamente con la que se acompañaba, la
misma que se izaba en el fuerte de Bs. Aires; o sea, la roj-gualda propia de la
Armada española. No era cuestión de excitar el celo político de los enemigos
del gobierno patrio, descubriendo los sentires independentistas que alentaban
en el grupo más radicalizado de los patriotas. Es así que ya ido Belgrano aquél
despacho oficial debió ser abierto por el comandante de las baterías, quién sin
dudas cumplió las órdenes, ser perdió así irremediablemente la pista de aquél
lábaro. La Historia envolvió su destino con la bruma de la duda. El 25 de mayo
de 1812, ya en Jujuy, Belgrano mandó confeccionar, bendecir y jurar una nueva bandera,
claro está que no fue la misma de Rosario.
HIPÓTESIS SIN RESPUESTAS
¿Cómo fue la
bandera izada en Rosario? En su oficio al Triunvirato Belgrano dijo: “…la mandé hacer blanca y celeste, conforme a
los colores de la escarapela nacional”. Él mismo nos señaló la causa
inmediata de nuestra Enseña: la cucarda dispuesta por el Gobierno. Hay consenso
general que la mención del blanco en primer lugar indica su predomino sobre el
celeste. Donde no hay coincidencia es en la forma en que se distribuyeron.
Quienes
contribuimos a formar opinión sobre un tema fundamental como nuestra Bandera
bien haremos en dominar el natural deseo de imponer el propio criterio;
precisamente porque no hay certezas. Se impone respetar a nuestro interlocutor
explicándole las diversas hipótesis que existen y sus antecedentes, para que
pueda elaborar su personal conclusión. Sin contar con elementos de juicio
suficientes para responder cómo fue nuestra primera bandera; enfáticamente
manifiesto, que todas las propuestas son válidas, en principio. Pero no oculto
que desarrollaré con énfasis la que considero con mayores evidencias
circunstanciales a favor. Cuatro son entonces las hipótesis sobre el diseño de
la bandera izada en Rosario:
Figura 1 - Teoría de Mario Belgrano Figura 2 - Tesis de Fernández Díaz
Figura 3 - Hipótesis sugerida por Mitre Figura 4 - Parecer de Chaparro
I. La que en 1927
formuló el académico de la
Historia , Mario Belgrano (nacido en París, en 1884; muerto en Bs.
Aires, en 1947; bisnieto de José Gregorio Belgrano, hermano del Prócer). Indica
que la bandera izada el 27 de febrero de 1812 habría tenido un paño blanco y
celeste en dos franjas horizontales [Figura 1] Se basa en el informe del Prócer
al Triunvirato (“blanca y celeste
conforme a los colores de la escarapela”). Resulta de desplegar materialmente
la escarapela en su diseño original, centro celeste y corona alba. Esto se
refuerza con un verdadero documento pictórico: el magnífico retrato pintado al
Prócer [Ver foto 1], que posó personalmente ante el artista Francoise
Carbonnier (Londres, 1815). Hay allí una escena de batalla (quizás la de Salta)
donde se observan con toda claridad dos banderas de este diseño [Foto 2]. Entonces era usual
representar al retratado con alguna escena o atributo que evidenciara su
actividad o sus logros. Se considera que Belgrano debió dar precisas
instrucciones al artista sobre cómo deseaba ser caracterizado y cómo debían iluminarse
las banderas. Los uniformes pintados coinciden exactamente con los que se
usaban en el Río de la Plata
en 1812; las formaciones responden a la táctica de la época.
Hay una tercera bandera, de
mayor tamaño, pero su diseño es significativamente confuso. Esto llama
muchísimo la atención debido a los delicados detalles con que el artista
ejecutó otros segmentos de la pintura. ¿Hubo alguna intervención posterior que
decoloró el sector tornando irreconocible la estructura de la enseña? Con qué
objetivo? Sin embargo, junto al asta de ese lábaro se observan con claridad
rastros celestes que se corresponden con la disposición de este color en los
otros dos diseños)
Otras enseñas similares son testimonios coincidentes, evidencias
circunstanciales de gran importancia: la del Ejército de los Andes; las
destacadas por el historiador Julio Luqui Lagleyze como insignias del
Regimiento “Patricios” en el Alto Perú y la del Regimiento de “Libertos”; la
que aparece en la litografía de T. E. Brown, “Batalla de Maipú” (Londres,
1819), elaborada al dictado de aquella prodigiosa memoria visual que
caracterizó a José Antonio Álvarez de Condarco, oficial sanmartiniano. Es la tesis
que sostiene hoy el Instituto Nacional Belgraniano; entidad académica oficial, que
investiga, divulga y asesora sobre todo lo referido a Belgrano.
Retrato pintado por Carbonnier, 1815
Detalle, ampliado la imagen lateral
II. La que enunció Augusto Fernández
Díaz (1957); a franjas horizontales:
blanca, celeste y blanca [Figura 2]. Considera que la bandera primigenia es una
de las descubiertas en 1885 en la capilla de Santa Teresa, sita en Titiri
(Macha, Bolivia), hoy en Sucre (Mueso “Casa de la Libertad ”), que habría
sido ocultada tras la derrota de Ayohuma. Interpreta el informe de Belgrano al
Gobierno, trasladando a un plano el diseño de la escarapela original. Pese a su
relativa difusión alentada por el sabor que despierta cierta teoría
conspirativa, hasta hoy ningún otro aporte ha podido probarla; tampoco ha sido
posible sumar nuevos elementos de juicio desde la fecha en que se formuló.
III. La teoría que sugirió Mitre en su “Historia
de Belgrano” (1858); quien concibió a la bandera como idéntica al diseño
actual, trifranja y sin sol [Figura 3]. Es la que siguió la historiografía
oficial, silenciando las otras hipótesis. Así, el academicismo de fines del
siglo XIX y principios del XX la estableció como una verdad dogmática;
simplificando las dudas sobre el diseño original de la enseña, con el objetivo
de introducir más fácilmente a los inmigrantes en la conciencia de “argentinidad”
facilitando el logro de la hegemonía cultural. Carece de pruebas documentales;
es más apela al mito de que Belgrano observó alguna nube blanca recortada sobre
el celeste del firmamento. Algunos autores especulan que se adoptó este diseño tras
conocerse en Bs. Aires el triunfo en Salta (3 de marzo) o bien, cuando se
reunió la Asamblea
del Año XIII (31 de enero), como se han perdido sus actas es imposible
verificarlo.
IV. El parecer de Félix Chaparro (1940) según
una “tradición local” (sic), adujo que la primera bandera fue blanca junto al
asta y celeste su vuelo, en vertical [Figura 4]. Nunca precisó su fuente, lo
que la invalida ante la crítica moderna. En una publicación posterior (1957),
Chaparro adhirió tangencialmente a la tesis de Mario Belgrano.
Una comparación novedosa
Si recordamos
que Belgrano compuso la bandera de Rosario “conforme a la escarapela nacional”
es evidente que ésta fue su modelo material. El punto es ¿cómo? Fernández Díaz
lo esquematizó así en la revista “Historia” Nro. 12 (1958):
La tesis de
Mario Belgrano, puede traducirse en el esquema inferior, con un resultado muy
diferente al anterior. Se corresponde con: el informe del Prócer; las
evidencias del retrato pintado por Carbonnier y demás elementos icnográficos
citados. Este desarrollo concreto, que hoy presento por primera vez a la
consideración pública, lo llamo “argumento basado en la construcción material
de la primera escarapela”.
Ilustración de Sebastián Schvartzman, según dibujo del autor de
este ensayo
Como se
observa, si deshacemos una escarapela con centro celeste y corona blanca,
estirándola en todo su largo, tendremos una cinta similar a la bandera del
cuadro de Carbonnier. Dicho de otra manera: para armar la primera escarapela,
se debió tomar una cinta bicolor en donde el blanco estaba cosido sobre el
celeste; la eventual costurera dio forma a la pieza con un “fruncido”, sobre el
lado inferior de la cinta. Así logrará el centro celeste rodeado por una corona
blanca. La prueba material es muy sencilla, los invito a experimentarla.
Ambas
explicaciones evidencian que la primera bandera se formó “conforme a la
escarapela” decretada. Comparando los argumentos de Mario Belgrano y Fernández
Díaz se verá que la del primero es mucho más natural y más concreta que la del
segundo, que solo puede concebirse sobre un tablero de dibujo. Como en aquellos
tiempos la simplicidad presidía las actividades humanas considero que las
probabilidades favorecen a la tesis del académico Belgrano; amén de los
testimonios pictóricos y materiales.
Lo que pasó después
La bandera
nacida en Rosario con decidida proyección sudamericana se replicó en las
Provincias Unidas, incluido el Alto Perú. Las dificultades de comunicación; los
azares de la guerra y hasta la escasez de telas determinaron diversidad de
diseños; algunos con leyendas o alegorías; pero el común denominador fue
siempre la combinación cromática: celeste (también azul) y blanco. El esquema
que prevaleció fue trifranja: blanco el centro y celestes en los flancos. Casi
una veintena de diseños pueden recopilarse por esos años. Ya declarada la
independencia de las “Provincias Unidas de Sudamérica”, el 20 de julio de 1816
se estableció como su emblema la bandera que hoy nos distingue, pero se difirió
colocarle aditamentos hasta que fuera resuelta la forma de gobierno. En 1818 se
le agregó el Sol, que alude a las raíces indígenas de nuestro ser común;
curiosamente no se determinó el diseño que debía tener el Astro rey lo que dio
lugar a representaciones de todo tipo hasta que en 1943 se dispuso fuera
idéntico al que luce en el reverso de las rimeras monedas patrias acuñadas en
183, es decir: un sol con rostro humano; con una corona de 32 rayos flámigeros
y rector alternados
Las banderas de las provincias Unidas de Sudamérica
Aquella nación
continental surgida en julio de 1816 abarcaba concretamente las jurisdicciones
de las ciudades de Bs. Aires; Catamarca; Córdoba; Charcas; Chichas; Jujuy; La Rioja; Mendoza; Mizque; Salta; San Juan; San Luis; Santiago del Estero y Tucumán; pero
dejaba abierta la posibilidad de la concreta integración de toda otra urbe por
entonces bajo dominio español (las ubicadas en Chile; el resto del Alto Perú; y
hasta las que componían la región del Perú; Ecuador; Colombia y Venezuela) así como aquellas
que de momento no habían concurrido al Congreso por encuadrarse en la "Liga de
Pueblos Libres", bajo neta ascendencia del oriental José Gervasio Artigas (la
Banda Oriental; Santa Fe; Corrientes; Entre Ríos y Misiones);
al igual que el Paraguay, escindido por decisión de su autócrata
dominante, José Gaspar Rodríguez de Francia.
De esta
manera, entonces, la bandera de las "Provincias Unidas de Sudamérica", entre 1816 y 1818 fue la
que seguidamente observamos:
Bandera "menor", creada en 1816
Desde 1818
incorporó un Sol, que arbitrariamente, arbitrariamente reiteramos, se podría
caracterizar como idéntico al acuñado en las monedas de 1813, tal como lo
reproducimos seguidamente:
Bandera "de guerra", creada en 1818
Con el combate de Tumusla, 1º de abril de 1825, el
poderío español en Sudamérica quedó definitivamente desarmado, pero ya desde
muchos años antes era evidente que el idealizado proyecto de una nación continental
no sería factible; recién entonces, la enseña que describimos pasó a identificar
al estado que se conoció con los nombres de “Provincias Unidas del Río de la Plata ”, “Confederación
Argentina” y “República Argentina” (según lo reconoce el artículo 35 de la Constitución
nacional).
CONCLUSIÓN
Desde Rosario,
cuando el primer izamiento, Belgrano soñó una nación con dimensión continental
a la que identificó con “América del Sur”.
El 9 de julio
de 1816 los congresales reunidos en Tucumán proclamaron la independencia de las
“Provincias Unidas de Sudamérica”; días más tarde decretaron su bandera menor,
a la espera que luego de resolverse sobre su forma de gobierno, se le colocara
alguna carga que la representara.
Tiempo más
tarde, en febrero de 1818 se ordenó la “bandera de guerra” que debía
identificar a dichas “Provincias Unidas de Sudamérica”, la que continuó en uso
por parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, una vez que fue
evidente que el ideal de la independencia continental no podía concretarse. Sin
embargo, para la historia y para la Vexilología, las "Provincias Unidas de Sudamérica", tuvieron una
bandera "menor" y una "de guerra", que asumió como propias el Estado argentino y
que desde 1985 identifica a su gobierno, instituciones y ciudadanos, a todo efecto.
Cada día
cuarenta millones de argentinos la contemplan con emoción. Su ondear contra el
cielo nos recuerda el terrible sacrificio de aquella generación que pagó con
sangre y dolor la emancipación política y a todas las que cotidianamente
construyeron y construyen el país que orgullosamente llamamos, “nuestra
patria”, la República Argentina.
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