El doble mensaje de las banderas pendientes
Parte 1
Por Miguel Carrillo Bascary
Una de las múltiples formas con que
pueden exhibirse las banderas en interiores y que suele presentar mayores
interrogantes es aquella en que el asta
se coloca perpendicular a un muro, de tal forma que el paño cae por su
propio peso en toda su extensión, sin formar ningún pliegue.
De esta manera la bandera queda “pendiente”, en una posición estática,
absolutamente antinatural, si consideramos que lo habitual es que el asta se
coloque en vertical al suelo o, a lo sumo, formando un ángulo de 45 grados con
el muro.
En lo particular, esta disposición se
designa como: “asta en paralelo al
horizonte” o más sencillamente “asta en horizontal”.
Desde lo estético tiene la ventaja de que permite visualizar por
completo el diseño y sus cargas, pero no deja de ser una anomalía, respecto de
la apreciación lógica y natural del conjunto.
En definitiva, la posición es un recurso más que nos aporta el Ceremonial, que en
algunas circunstancias puede ser un acierto y en otras no.
Un poco de historia
Cuando se exhiben banderas,
estandartes y otros vexilos en esta posición, hay comentaristas que la señalan como
indicio de que fueron tomados como
trofeos en alguna acción de armas. No coincido con esta afirmación como un
absoluto; pero algo de razón tienen los que así lo expresan, trataré de
explicarme.
En la historia del mundo existe la
costumbre prácticamente universal de
sacralizar las banderas. Así, muchas culturas las hacen objeto de
bendiciones y sacrificios o las toman como referencia en ceremonias de diversas
características. Entre los católicos la
tradición es bendecirlas y también suelen colocarse en inmediaciones de los
altares.
Bendición de la
bandera de El Cid
La usanza que comentamos hizo que las
banderas fueran guardadas en los
templos. Tomemos como ejemplo a los romanos,
cuyos vexilos y otras insignias de sus ejércitos se preservaban en la aedes sacellum o cellae, capilla del principia, en el castrum, ubicado en el centro de toda fortificación y de los
campamentos. Por la conformación material de estos símbolos la posición lógica
era que mantuvieran la vertical, en perpendicular al suelo.
Capilla de un castrum romano, donde se observan las
insignias
Con el tiempo los vexilos de las
culturas cristianizadas mantuvieron la tradición y se preservaron en iglesias y
capillas.
Por otra parte, los vexiloides conquistados también se
guardaron en los templos como mudo testimonio de la gracia de las victorias
obtenidas y como ex votos por las promesas realizados a Dios, bien en forma
directa o por intersección de la Virgen o de algún santo. Al mismo tiempo evidenciaba
la superioridad de las armas propias, bendecidas por la divinidad en neto
contraste con las pertenecientes a los vencidos.
A medida que los paños iban cobrando mayor
superficie, el mantener las banderas en vertical las hizo confusas a la mirada
del observador, ya que los pliegues dificultaban su visual. Además, si las
campañas eran exitosas las banderas tomadas como trofeos eran numerosas; con
toda lógica los triunfadores querían lucirlas todo lo posible y no aglomeradas.
Fue así que surgió esta la colocación en horizontal, para ello se
colocaron las astas con sus banderas en los capiteles de columnas y pilastras o
bien en la galería superior (tribuna) o en el friso que deslinda los muros y la
techumbre de las naves (entablamiento).
En contraposición, las banderas vencedoras se instalaron en el
ábside o en el presbiterio, lo más cerca posible al altar mayor, centro de
la celebración eucarística en la Liturgia católica, netamente jerarquizados
respecto de las enseñas conquistadas a los enemigos.
Catedral de San Miguel y Sta. Gudula (Bucarest), Rumania cuya bandera se advierte a la derecha
Fue entonces que se comenzó a identificar la
presentación en horizontal como una alegoría de la derrota sufrida. Hay ejemplos notorios que nos aporta la Historia.
Entre ellos, posiblemente el más
conocido es el de la capilla del Hospital
de Saint-Louis-des-Invalides en
París, donde se observan en el entablamiento numerosas banderas tomadas por
las tropas de Francia durante los siglos XVIII y XIX. En contraste, las
francesas se agrupan junto al altar mayor.
Cuando se realizaron los funerales del
almirante lord Horatio Nelson sobre las flotas de España y de Francia, las
banderas capturadas en Trafalgar ornamentaron el interior de la catedral de Saint Paul (Londres), como
puede verse en el notable grabado de Augustus Pugin (1806). Allí permanecieron
como mudo testimonio por muchos años.
Otro caso resulta el de la “Sala de los Caballeros en el Binnenhof” (La Haya) durante la Gran
Asamblea de los Países Bajos, donde se observan multitud de banderas tomadas a los ejércitos de España, es una obra
de Bartholomeus van Bassen, que convencionalmente se data en 1651. Se trata de
una representación con evidentes fines de propaganda, por lo que cabe dudar de
la exactitud del número de trofeos.
Nota: continúa en http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/05/el-doble-mensaje-de-las-banderas.html
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